La fotopolla; tan esparcida por las redes y tan odiada al mismo tiempo. Cuántas conversaciones habrán acabado de inmediato después de que, inocentemente, uno de los implicados se haya encontrado de golpe con un rabo mirándole fijamente desde la pantalla del móvil. Desde el caso del famoso demócrata estadounidense, Weinergate, hasta el del fundador de Amazon, Jeff Bezos; la necesidad de enviar fotos-polla es tan cautivadora que muchos se dejan llevar, incluso cuando las implicaciones personales, sociales y políticas pueden ser devastadoras.
El envío lujurioso de estas imágenes se ha descontrolado (la mitad de las mujeres de entre 18-36 años admiten haber recibido alguna), pero aquellos que reconocen abiertamente haberlas enviado son más bien pocos.
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Y mientras que muchas mujeres lo ven como acoso, los que comparten su pene con el mundo no parecen verlo del mismo modo —a menudo aborreciendo con sus fotos indeseadas conversaciones que son puramente inocentes. ¿Están tan desesperados? ¿Lo hacen para sentirse mejor? ¿Para asustar? ¿Para echarse unas risas? ¿O es que hay un motivo más oscuro detrás? Aparte de carecer de empatía, ¿qué les pasa? ¿Por qué lo hacen los hombres?
Por suerte, un nuevo estudio presentado en la Sociedad para el Estudio Científico de la Sexualidad en Montreal, el pasado noviembre, puede tener la respuesta. Se piensa que es la primera investigación empírica de este tipo centrada en el fenómeno de la fotopolla y que trata de sacar a la luz las razones por las que los hombres heterosexuales envían fotografías de sus pollas a personas que no han pedido verlas.
“La mayoría de estos eran blancos, casados o en relaciones serias, habían superado algún nivel de educación superior, y la media de edad era de 31 años”
Más de 1000 hombres heterosexuales voluntarios, de entre 16 y 75 años, fueron reclutados a través de varias redes sociales, carteras de participantes de estudios universitarios y del Amazon Mechanical Turk. Se midieron sus niveles de narcisismo, exhibicionismo, sexismo hostil y benevolente, y su aprobación frente a ciertos comportamientos sexuales —básicamente para verificar si estaban obsesionados con el sexo.
Se les preguntó sobre sus motivaciones y sobre cuál pensaban que sería el resultado. Casi la mitad (48%) admitieron haber enviado alguna fotopolla no deseada en el pasado. La mayoría de estos eran blancos, casados o en relaciones serias, habían superado algún nivel de educación superior, y la media de edad era de 31 años (la media de los que no las habían enviado nunca era 33, por lo que no parece que la edad sea un factor importante).
“En resumen,” dijo la doctora Cory Pedersen, de la Universidad Politécnica de Kwantlen, que dirige el estudio, “los hombres que han admitido haber enviado las fotos sin petición previa mostraban niveles más altos de narcisismo en relación con los hombres que nunca lo habían hecho. También, mostraban niveles más altos tanto de sexismo hostil (opiniones abiertamente negativas sobre las mujeres) y benevolente (visión de la mujer como un ser frágil e indefenso que debe ser protegido).
También se midieron sus opiniones sobre la sexualidad, basándose en la suposición de que los hombres que envían fotos-polla están obsesionados con el sexo. “No había ninguna diferencia entre los dos grupos hasta el punto de que ambos veían porno, o se masturbaban o fantaseaban”, dice Pedersen. “Los remitentes de las fotopollas no tenían una naturaleza más ‘sexual’”.
“Creen que enviar fotopollas es una forma correcta de flirtear con alguien, para hacerle saber que estás interesado, que te sientes atraído y que quieres tener una conexión con ellos”
Finalmente, se les medía según su misoginia (¿Envías esas fotos porque odias a las mujeres?), exhibicionismo público (Alguna vez has mostrado tus genitales a alguien que conocías pero que no te lo había pedido en un contexto público?) y satisfacción sexual (Envío esas fotos y así me puedo masturbar pensando que una mujer está viendo mi pene). “Había una gran adhesión a todas las categorías”, dice Pedersen, “pero era muy baja”.
Cuando se les preguntó qué esperaban conseguir enviando las fotos, un enorme 82% de los encuestados esperaban que la persona que recibía la foto se sintiera “sexualmente excitada”. “Esto se aleja bastante de la opinión popular de que los hombres envían esas fotos para molestar al receptor”, dice Pedersen.
“Creen que van a excitar a alguien. Las tres razones principales fueron positivas: excitar a los destinatarios de las imágenes, sentirse atraído, y hacer que el receptor se sienta valorado”. En medio del movimiento #MeToo en el que nos encontramos, este tipo de ignorancia es desconcertante. A los individuos que envían estas fotos no les vendría mal una dosis de empatía —y un toque.
“Si recibimos un solo refuerzo positivo pensamos; ¡eh, funciona! Pero ignoramos al resto de mujeres que responden ‘das asco’”
Pedersen está de acuerdo en que hay algún tipo de invitación en juego; así es como se sentirían ellos si una mujer les hubiera enviado una foto desnuda. “Yo diría que tan sólo haría falta un par de refuerzos positivos; ‘¡Eh, bonita polla!’ para que siguieran con la misma estrategia”, dice Pedersen. “Los humanos tendemos a prestar atención a cosas que pensamos que son correctas o verdad e ignoramos aquellas que nos abren los ojos. Si recibimos un solo refuerzo positivo pensamos; ¡eh, funciona! Pero ignoramos al resto de mujeres que responden ‘das asco’”.
“Aunque nosotros no negamos que el consentimiento es sexy, y que es una parte importante de las interacciones sexuales, nuestros datos nos informan de que la gran mayoría de hombres no envían estas imágenes porque odien a las mujeres, o porque quieran poder o control”, dice Pedersen.
“Esto va en contra de muchos discursos feministas que afirman que los hombres lo hacen porque odian a las mujeres; eso no es lo que hemos descubierto”.
Esto, de por sí, es bastante esperanzador. “Contradice la opinión popular que existe sobre el tema. Sin embargo, no importa las conclusiones que alguien pueda sacar de esta información: el consentimiento es sexy. Si alguien quiere ver tu pene, probablemente te lo dirá.”
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Este artículo se publicó originalmente en VICE CA.