Como la mayoría de adolescentes que han crecido con internet, Glenda Lissette a menudo publicaba fotos suyas. Nacida en Chicago, se mudó en numerosas ocasiones y pasó los primeros años de su adolescencia en Guatemala, donde a los 12 años empezó a realizar autorretratos.
Compró Photoshop en una pequeña tienda cercana que vendía música, películas y software pirateados y empezó a compartir imágenes de sí misma en hi5, una red social popular por aquella época. Cuando regresó a Estados Unidos a los 14 años, se dedicó a seguir las tendencias de las redes sociales.
Videos by VICE
Descubrió MySpace y Facebook y, un año más tarde, Flickr, que fue el primer sitio web donde obtuvo un buen número de seguidores. Entonces llegó Instagram y también se subió a ese carro. Fue allí, conforme iba subiendo autorretratos, donde las marcas la identificaron como influencer. De modo que empezó a reflexionar sobre qué significaba exactamente ese término.
“Me dedicaba a investigar qué significaba [esa palabra] y a trabajar sobre ello”, explica. “El concepto de la automirada era fundamental en el proceso”. El proyecto aquí incluido comenzó en 2017. La artista realizó más autorretratos que, junto con una instalación multidireccional de audio y vídeo, según sus propias palabras “se centran en [este tipo de] manipulación y trabajo femenino”.
“Utilizo Photoshop”, nos dice, “para crear un imaginario en el que la falsedad se enfatiza y descontextualiza para atraer la atención hacia ella”. En una foto, por ejemplo, permanece de pie en un jardín de flores, con los brazos, el torso y parte de su cara borrados; en otras se ha alterado a sí misma para parecer “perfecta”. “Mi cuerpo”, indica, “definitivamente no tiene este aspecto en realidad”. También ha modificado palmeras, joyas y piezas de fruta.
En última instancia, lo que pretende es criticar el modo en que interactuamos en las redes sociales y cómo las marcas tratan de vender el cuerpo femenino. Lissette es una defensora de los influencers, pero también reconoce la explotación que existe en los medios, especialmente en el caso de las mujeres jóvenes: lo que hacen con mucha frecuencia se observa desde la perspectiva de género, se “racializa” y se sexualiza. Haciendo que el espectador se dé cuenta de cómo manipula descaradamente sus fotos ―como en la que aparece dos veces, con ropa diferente, cantando en un karaoke―, le pide también que piense por qué las ha manipulado en primer lugar.
Este artículo se publicó en el número ‘De la privacidad y la percepción’ de nuestra Revista VICE. Puedes leer más contenidos de este número aquí.
Regala VICE, regala una suscripción a nuestra revista. Tienes toda la información aquí.
Suscríbete a nuestra newsletter para recibir nuestro contenido más destacado.