Artículo publicado originalmente por VICE Reino Unido.
Durante décadas, los humanos han estado prendiéndole fuego a la Amazonía, principalmente para despejar terreno para la agricultura y la ganadería. Pero la magnitud de la destrucción de este año fue devastadora; atrajo la atención mundial y dejó en evidencia el hecho de que las cosas están empeorando. Según el Instituto Nacional de Investigación Espacial de Brasil (INPE, por sus siglas en portugués), se detectaron 45.256 incendios de enero a agosto de 2019, un aumento del 84 por ciento respecto al mismo período del año pasado.
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Los ecologistas culpan del incremento de los incendios al nuevo Gobierno de Brasil, encabezado por el líder de extrema derecha Jair Bolsonaro, quien —según dicen— ha alentado a los agricultores y leñadores a despejar la selva. Señalan que Bolsonaro goza del apoyo de las grandes empresas agrícolas porque en su campaña aseguró que permitiría más agricultura a gran escala y extracción de oro en tierras protegidas.
Los incendios de la Amazonía han hecho más que dañar los pulmones de la Tierra: también han amenazado y continúan amenazando tanto a los pequeños agricultores como a las comunidades indígenas que viven ahí. Viajé a los estados de Amazonas y Acre, en el noroeste de Brasil, y hablé con las comunidades sobre los incendios recientes y todo lo que han perdido como consecuencia de ellos.
Jefe Mapu, 29 años, líder de la tribu Huni Kuin
El 22 de agosto de 2019 la comunidad del jefe Mapu fue testigo de los incendios en la selva. Mapu pertenece a los Huni Kuin, un grupo indígena que vive en Brasil y Perú. A pesar de ser la tribu más grande en el estado de Acre, partes de sus territorios no tienen protección oficial del Estado. Como resultado, muchos miembros de la tribu Huni Kuin ya han sido desplazadas de la frontera brasileño-boliviana, donde perdieron tierras debido a los intereses comerciales en competencia directa.
Mapu, quien ha realizado rituales tradicionales con plantas medicinales en todo el mundo, ha recaudado dinero en varias campañas para comprar los territorios de su pueblo. Los Huni Kuin dependen de la selva para su sustento y su bienestar físico y espiritual. Al igual que muchos otros pueblos indígenas, su conocimiento de las plantas y animales locales y su relación con la tierra los convierten en aliados invaluables para los esfuerzos de conservación. “La selva es, para nosotros los indígenas, la fuente de plantas medicinales”, me dijo. “Si bien los deforestadores la perciben solo como una fuente de madera preciosa y, por lo tanto, de dinero, tenemos la sabiduría sobre el uso de plantas medicinales que fue heredada de nuestros antepasados. Si la selva desaparece, también lo hará nuestro conocimiento”.
Tras los incendios, el jefe Mapu ha presentado una queja ante las autoridades locales. Su comunidad está firmemente decidida a reforestar el área devastada.
Kaxuqui-Francisco, jefe local de la tribu Apurinã, municipio de Boca do Acre
Kaxuqui-Francisco es jefe de una de las tribus Apurinã que viven a orillas del río Purus, en el oeste de Brasil. Desde finales de 1800, el río Purus fue colonizado por propietarios de plantaciones de caucho que esclavizaron, torturaron y masacraron al pueblo Apurinã. Ahora, estas tribus habitan veintisiete territorios indígenas, pero solo veinte de ellos han sido completamente delimitados y registrados.
Francisco y su esposa me recibieron en su casa, donde pasé la noche en una hamaca en medio de la selva. Temprano en la mañana del día siguiente hicimos una caminata de cuatro horas a través de la selva para asistir a uno de los sitios donde continúan con intensidad los incendios. La tierra donde vive la gente de Francisco está protegida. A pesar de esto, alega que su tribu ha perdido un total de 600 hectáreas de selva en el transcurso de varios años, tanto por incendios como por la tala ilegal del árbol de nuez de Brasil.
Estos árboles de cincuenta metros de altura pueden encontrarse en las selvas de Brasil, Perú y Bolivia y pueden vivir hasta mil años. Además de mantener un delicado ecosistema, los árboles también son la principal fuente de ingresos para muchas familias en la Amazonía, incluida la de Francisco, que cosecha las nueces y las vende. Los incendios mermaron mucho las ganancias de Francisco, pero aún puede subsistir gracias al apoyo de sus hijos, que trabajan en la ciudad.
Dona Jô, Jesuína Alves Braga, municipio de Bujari, Acre
Dona Jô es madre soltera y agricultora orgánica. Perdió casi todo en los incendios recientes, excepto su casa, pero sigue dedicada a replantar su tierra con vegetales, árboles y otros cultivos. Dado que los cultivos OGM están en auge en el país, Dona Jô creó un banco de semillas orgánicas en su hogar. En su cocina abundan las botellas de plástico etiquetadas, llenas de variedades de fríjoles, garbanzos, arroz y semillas de vegetales.
Hoy en día, ella es una figura fundamental en el movimiento local de la agricultura orgánica. Es una de las organizadoras de la feria orgánica local y trata de convencer a otros agricultores de que cambien a una forma de producción más sostenible.
A continuación presentamos más fotos de Amazonas y Acre.