La crisis sigue: dejaron un oso descuartizado en la puerta de un parque nacional

Mañana 26 de septiembre habrá un plantón en el Parque Santiago, de Pasto. No será, como en el resto del país, a favor o en contra de los acuerdos entre el Gobierno y las Farc. Será en defensa de un oso: el andino, llamado “de anteojos”. La protesta, convocada por la Red Socioambiental Regional de Nariño, es la reacción a un acto aterrador y anónimo que se conoció hace pocos días en ese departamento: en la puerta del Parque Nacional Volcánico Doña Juana Cascabel aparecieron dos bolsas negras, plásticas, con pedazos de oso andino adentro.

En la foto que acompañó la denuncia, viral en medios y redes sociales, resalta una pata grande, peluda, mutilada, junto a dos notas que advierten, respectivamente: “Ban a matarnos a todos creame ya son 2 en 5 dias gracias a Parkes y a Corponariño (sic)” y “Por no acer nada campesinos de la rejion perciguen al oso sin parar (sic)”.

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Como de película.

Corponariño, casi de inmediato, puso la denuncia por cacería ilícita. La Fiscalía y la Policía dicen que están investigando. María Teresa Narváez, la bióloga que denunció los hechos, dijo que nos estamos enfrentando a la extinción local del oso andino. Nadie, hasta ahora, se ha atribuido la responsabilidad, y los ganaderos de la zona no se han pronunciado formalmente. Pero pase lo que pase, encuentren o no a los criminales que desmembraron al animal, otra vez el país está ante la misma discusión, que, muy por encima, se resume en “ganaderos contra ambientalistas”.

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Los campesinos, se especula, asesinaron al animal en una especie de venganza porque les pudo haber matado ganado de sus fincas. Sin embargo, las autoridades ambientales y la Policía han sido enfáticas en que la discusión no se puede poner en esos términos. Fernando Burbano, director de Corponariño, aclaró que los osos de anteojos no atacan por naturaleza, y que si llegan a hacerlo es porque se ha degradado su hábitat natural y se ha reducido su oferta alimentaria.

En VICE Colombia ya hemos analizado el tema. La primera vez, a principios de este año, apareció un oso muerto en Junín, un pueblo de Cundinamarca, y fuimos hasta allá para entender por qué un campesino decidió dispararle al animal. La segunda vez, en julio, la senadora Paloma Valencia revivió el debate por cuenta de un tuit en el que le pedía a Parques Nacionales indemnizar a los ganaderos para que no mataran a los osos: en ese momento aprovechamos para poner sobre la mesa varias discusiones subyacentes al asesinato de un mamífero en vía de extinción.

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La explicación de los ambientalistas ha sido la misma en todos los casos. Los encuentros oso-vaca ocurren porque la frontera agrícola se ha corrido cada vez más hacia arriba, hasta solaparse con el hábitat del oso. Como en los bosques altoandinos, donde vive ese animal, no pega tan bien la agricultura, los pequeños campesinos deciden poner a producir ganado, propiciando involuntariamente la cercanía entre las dos especies.

Aunque en esas dos ocasiones nos dimos cuenta de que los reportes por muertes de osos de anteojos no son altos (unos cuatro o cinco al año, aproximan en la Fundación para la Conservación del Oso Andino), hay que mirarlo en perspectiva: solo quedan alrededor de 18 mil en todo el mundo. Además, según nos explicó una fuente de la Fundación Wii, que trabaja para la conservación de ese mamífero, tampoco son tantas las muertes de ganado a garras de osos. El número, afirma, no supera los 50, a lo que hay que sumarle que algunos de los bovinos devorados por osos ya estaban muertos en el momento del encuentro, pues el oso andino es también carroñero.

Para Parques Nacionales, una forma de mitigar los ataques de osos andinos a ganado (y, de ahí, los de campesinos a osos) es que haya más presencia estatal en las zonas donde se presenta la disputa: que se enseñe a los pequeños ganaderos a delimitar sus cercos y a tener control sobre el ganado. Esa estrategia, agregan, debe ir de la mano con pedagogía para que la ganadería sea más sostenible, más amigable con el medio ambiente.

Otra posible solución, que por ahora no se ha contemplado formalmente, es la que han propuesto en el pasado algunos ganaderos: que el Gobierno los indemnice cuando un animal salvaje les mate sus vacas. Al final, argumentan, perder una vaca significa para ellos (que suelen tener entre cinco y 10 animales) un déficit grande en sus ingresos y deberían tener garantías para reponerlo.

La solución, por supuesto, no es descuartizar a un oso y enviarlo partes de él a modo de amenaza. Mientras las autoridades persiguen la pista de los responsables, la coyuntura se vuelve a prestar para que las instituciones encargadas sigan buscando alternativas para conservar al oso y ayudar al campesino.