Nunca deberíamos dejar de escuchar a Gata Cattana

Gata Cattana

Decía Gata Cattana que “10 000 oyentes bien usados son un ejército” y lo decía en “Desértico“, el último tema de su último trabajo, Banzai. Fue publicado póstumamente en 2017, unos meses después de su muerte. Y tenía razón, como tantas otras veces: sus seguidores se han convertido en una especie de milicia que jura bandera ante folios en blanco y que solo se debe a sus quimeras. Las letras de Ana García Llorente, Ana Sforza, Gata Cattana eran premonitorias. A veces incluso más de lo que nos hubiera gustado.

Porque la Gata solía cantarle a la muerte, al momento de partir y a lo que dejaría en tierra entonces. “Ana escribía pensando en la muerte más que en la vida”, dice su amigo y colaborador Juancho Marqués, junto al que compuso “De la tierra“. “Por eso cuando la escuchas ahora, algo que a mí todavía me cuesta, te das cuenta de que muchas veces sus canciones parecen casi presagios. Ella tenía la idea de dejar algo para cuando se fuese, de trascender su propia muerte, y creo que esa es una de las cosas que la hacen especial. Que no hacía música pensando en su tiempo, en adaptarse a las tendencias para triunfar; siempre tuvo en mente ser eterna de alguna forma a través de sus canciones. Por eso sus mensajes van a seguir teniendo sentido por mucho tiempo”, dice. Y lo consiguió.

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“Desértico” es, precisamente, el tema favorito de Juancho. “Descubrí a Ana por un vídeo que me saltó en YouTube justo antes de dar un concierto. Cuando la conocí en persona, tiempo después, siempre me reía de ella porque estaba grabado en un una habitación de colores rosas y morados que no era muy bonita y le solía decir que la había descubierto ‘en su habitación mazo de fea’. Cuando nos conocimos, enseguida hubo mucha conexión, empezamos a hablar de política, de género, de música… Ambos teníamos una visión muy parecida del arte y de la vida; por eso nos resultaba tan fácil hacer cosas juntos. De hecho, hablamos de sacar un trabajo de tres o cinco temas juntos que al final no pudo ser”, comenta. “Cuando escuché ‘Desértico’ por primera vez, en directo, en un concierto que dimos en Santiago, me enamoré. Le dije que era una cabrona, que era una letra que me habría encantado escribir a mí”.

Irene X, poeta, amiga de Ana y autora del prólogo de la reedición de La escala de Mohs, el poemario de Gata Cattana que acaba de ser reeditado, oyó por primera vez de ella en boca de su editora, María Sotomayor. “A ti que te gusta el rap, yo cuidaba a esta chica de pequeña, te va a encantar”, me dijo. Se refería a Ana y se quedó corta”, recuerda Irene, que dice que si tuviera que elegir una única canción de las que dejó sería “La Prueba”. “Es mensaje, superación y justicia, mucha justicia. Mucha Ana, Pura Ana. Ella traía al mundo un mundo mejor. Para ella la única competición, la única ambición, el único triunfo era ayudar a construir un mundo de libertad, igualdad y justicia. Además sabía decirte que lo estabas haciendo mal sin hacerte sentir mal. Sabía llevarte con ella”.

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En esos planes de libertad, igualdad y justicia que tenía La Gata y que quedaban patentes en sus rimas entraba, por su puesto, el feminismo. El pasado 8 de marzo no fueron pocas las chicas que la recordaron en sus pancartas. “Lisístrata”, uno de sus temas más célebres, se había convertido definitivamente en un himno feminista, algo que ella nunca pretendió pero que no puede ser más natural. Más lógico.

“Gata hacía entender a los tíos el feminismo, que no es algo fácil, al mismo tiempo quecriticaba ciertos aspectos de cómo se articulaba políticamente como la discriminación positiva. Sabía que la cuestión era compleja y que no le iba a hacer entender a muchos hombres, que son machistas por desgracia, por qué es necesario el feminismo escracheándoles el bolo y diciéndoles que son unos putos machistas. Antes que rapera y que poeta la Gata era jodidamente inteligente, y sabía cómo emitir los mensajes para que le llegaran a la gente que ella quería. Había leído mucho y había leído mucho sobre guerra. Si sabía cómo habían resuelto conflictos los países, ¿cómo no iba a saber cómo resolverlos ella?”, dice Carlos Esteso, su DJ y amigo. Se conocieron porque eran vecinos, puerta con puerta, en Granada.

“Su terraza daba a la mía y ella y su compañera de piso, Anabel, con la que cantaba en Cattana, o me oían escrachear a mí o yo las oía rapear a ellas, así que cuando bajábamos a tirar la basura nos mirábamos sin decirnos nada hasta que un día nos hablamos de terraza a terraza”, cuenta Carlos. Años después después se fueron juntos a Madrid y Ana empezó a ser cada vez más conocida.

Ángel (Aenege), MC, amigo y corista de Gata Cattana, era el tercero en el piso en el que se grabaron muchos de los temas que hoy llenan conciencias y pancartas. “Lo mejor que me llevo de ella siendo un hombre y viviendo en un patriarcado, con mis comportamientos y pensamientos machistas, es todo lo que me enseñó. El haber cambiado gracias a ella. Creo que a cualquier hombre que conviviera con ella le ocurriría, te mostraba las cosas de manera natural, te hacía cuestionártelas casi sin decirte nada”, cuenta.

Juancho Marqués habla de algo muy parecido. “Creo que Ana, aparte de ser una persona inteligente capaz de hacer un análisis crítico de la sociedad o del género, tenía la inteligencia emocional suficiente como para saber adaptarse a un entorno sin provocar que probablemente las otras personas se pusieran a la defensiva. Que es algo que no tendría por qué hacer, porque al final si los equivocados éramos nosotros por usar cierto tipo de lenguaje machista, inconscientemente a veces, y normalizándolo, no tenía que tomarse la molestia siquiera. Pero lo hacía, porque sabía que el machismo muchas veces es la consecuencia de un aprendizaje erróneo, y de alguna forma tenía la capacidad primero de no señalar con el dedo y después de hacerte pensar, de tal forma que creo que el impacto que tenía era mayor aún”, comenta.

“Su simple presencia, la manera que tenía de hacer y decir las cosas, te hacía cambiar, te hacía darte cuenta de cómo funcionaba el mundo. Era como si fuera un ser de luz empoderado de por sí, aprendías de forma indirecta con ella”, explica. Irene X apunta, simplemente, que en sus letras Ana no pide justicia sino que “te recuerda que vas por ahí sin acordarte de que tus abuelos se echaron piedras y tierra a la boca por un derecho que parece menos importarte que elegir una camiseta. Ana te recuerda lo importante”. “Siempre se notaba que era más poeta y revolucionaria que cantante”, dice Nico, productor de algunos de algunos de sus temas. “Creo que sabía muy bien que podía cambiarnos por medio de la palabra”. Y eso hizo.

MI LIBERTAD NO CABE NI EN JAULAS DE PLATA BLANCA, NO RECONOZCO AUTORIDAD MÁS ALLÁ DE MI CUERPO

Antonio Díez, otro de sus amigos, poeta y autor del prólogo de la primera edición de La escala de Mohs, habla de que “compromiso y militancia en su obra son importantísimos. Era una mujer comprometida y combativa y su música y su poesía eran herramientas a disposición de las luchas sociales en las que participó y con las que colaboró, que no fueron pocas. En todos sus poemas y en todas sus canciones, aunque el tema central fuera otro, siempre metía algún aviso a navegantes”.

“Algo que tenía La Gata es que no era panfletaria, ella llegaba a las metáforas. Ana había estudiado Políticas y por eso era capaz de hacerlo muy bien, de forma sutil, sin machacar, sin decir lo evidente. De hecho, en Banzai, si te das cuenta, no hay muchas canciones de política como tal, solo hay una. Y en ella precisamente dice por qué no habla de política: porque no quiere acabar en la cárcel. Nunca me lo dijo, pero creo se dio cuenta de que quizá iba a acabar teniendo un problema. Se daba cuenta de que no iba a estar siempre callada, de que había gente en la cárcel por rapear ciertas cosas y de que ella cada vez tenía más renombre. Por eso creo que en ese tema intenta dar a entender que no se iba va a callar pero que aún no había empezado a hablar porque estaba todo muy convulso”, dice Aenege. “Para mí lo que la hacía diferente era la mezcla perfecta entre el sonido más moderno y un mensaje social y moral”, suscribe Nico.

Juancho Marqués añade que “lo guapo que tenía era que mezclaba contenido y forma. Era una persona con muchísimo contenido todo el rato, con un mensaje superpotente, y eso es algo complicado. Ocurre a veces que hay gente que tiene mucho contenido pero descuida la forma y viceversa, otra que es solo imagen, solo forma, y no tiene contenido. Ella lo hacía muy bien en ese sentido, combinando las dos cosas”.

“Para que te hagas una idea”, cuenta Carlos Esteso, “uno de los raperos que le molaban a la Gata era Jarfaiter, lo que también sirve para saber quizá la visión del feminismo que tenía. Yo con ella me peleaba mucho, le decía ‘Gata, que el rap no es político, no es irte a un sermón que entre otras cosas cualquier chaval mayor de 25 con dos dedos de frente sabe’. Y ella también lo sabía, ella lo dejaba caer y no le hacía falta mencionar a Aznar, el Prestige, a Rajoy ni a nadie. Ella te decía, ‘Vives engañado, socio. Vives engañado desde los romanos’”.

QUE SÍ, QUE TODO ESO ES VERDAD

“Solíamos bromear con ella diciendo que iba a ser la presidenta del Gobierno o la de la Tercera República”, me cuentan Carlos y Aenege, a los que su madre, Ana Llorente, dice que se refería como “mis escuderos”. “Tenía inteligencia, tenía rabia y tenía buen gusto”, remarca Antonio Díez, que la conoció en una de las sesiones de Poetry Slam en las que participó en Madrid.

Aenege, que durante un tiempo presentó las de Granada, cuenta que “había alguna gente que hasta se quejaba, que decía que siempre ganaba. Yo les respondía que no podía hacer nada, que era el público el que votaba. Como en todos lados, en los Poetry Slams hay bastante postureo, hay gente que sale con su librito editado y luego ni lo mira porque siempre queda bien saberte los poemas. La Gata salía con su cuaderno, con sus folios, y leía. Y nunca he visto a nadie leer mejor que si se hubiera aprendido un poema. Ella daba capotazos: leía unos versos, miraba al público fijamente y volvía a leer”, recuerda.

Algunos de esos “capotazos” están en YouTube, donde hay poemas suyos recitados. Nos queda La escala de Mohs, que acaba de ser reeditado. Nos quedan sus canciones, algunas mal grabadas, nos queda Banzai, una obra maestra que creó con D. Unison. Como dice Aenege, “la Gata cambio el rap”. Pero, sobre todo, nos cambió a nosotros.

Y nos quedan sus ideas, los “mensajes encriptaos” que nos mandó, nos queda su voz a veces contundente y a veces vacilona que coqueteaba con el flamenco porque “era lo que le gustaba”, dice Aegene. “Ella era feliz si le sacabas una guitarra y se podía poner a canturrear porque lo que le tiraba era el flamenco, era lo que escuchaba en casa casi todo el rato”.

Sin embargo, es inevitable pensar en la Gata y no pensar en también en ojalás: ojalá hubiera tenido más tiempo. Ojalá hubiéramos podido saber hasta dónde habría llegado. Ojalá a presidenta de la Tercera República, como le decían Ángel y Carlos.

“Me da rabia, más allá de la sensación de la pérdida de su persona, evidentemente, que creo que le hubiera gustado dejar muchas cosas más para antes de irse. Y que podría haber hecho cosas increíbles. Una persona como ella pasa una vez cada mucho tiempo”, dice Juancho Marqués. Y en el fondo, como él canta en “El nexo entre tú y yo”, a todos los que escuchamos a la Gata, a los que nunca dejaremos de hacerlo nos pasa que cuando la recordamos, todo nos parece desértico.

Puedes participar en la I exposición de pintura de Gata Cattana y en el II Certamen de Poesía y relatos cortos en la web de la Asociación Gata Cattana.

Sigue a Ana Iris Simón en @anairissimon.

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