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Gerd Bonk se acercó a la barra con una expresión de dolor, como si padeciera algo más que una profunda tristeza. Era su tercer y último intento en los Juegos Olímpicos de 1976: tenía que levantar 235 kilos —17,5 menos de lo que había levantado en el Campeonato Europeo tres meses antes, el récord mundial de la disciplina—.
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Se agachó y agarró la barra. Con un movimiento rápido y eficiente la levantó e instantáneamente quiso subirla por encima de la cabeza, pero empezó a tambalearse ligeramente y la dejó caer. Por primera vez la rugiente multitud de Montreal se quedó en silencio unos segundos. Levantó las dos manos. Sonrió. No había conseguido otro récord mundial pero acababa de ganar la plata olímpica.
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Bonk fue uno de los 22 levantadores de pesas de Europa del Este que consiguió una medalla en los Juegos de 1976. Los atletas de los países de la OTAN, por el contrario, solo se llevaron dos. Ver como el hombre más fuerte del mundo perdía el oro fue un drama, pero la derrota de Bonk se volvió más fascinante con el tiempo. Trece años más tarde, después de la caída del muro de Berlín, se supo que había consumido una cantidad inconcebible de esteroides.
“No solo era el poseedor del récord en halterofilia,” explica Herbert Fischer-Solms, un periodista alemán que pasó gran parte de su carrera informando sobre el dopaje, “también fue el campeón del mundo de dopaje”.
En los setenta, la República Democrática Alemana (RDA) inició un programa de dopaje secreto llamado Plan Estatal 14.25, una vasta conspiración gubernamental que supervisó la entrega de drogas para mejorar el rendimiento de aproximadamente 10 000 atletas. Muchos empezaron antes de la pubertad y a menudo no tenían conocimiento alguno de lo que se tomaban.
El 14.25 sigue siendo el escándalo más grande de la historia del deporte. Brigitte Berendonk, un experto en dopaje de Alemania del Este, lo llegó a bautizar como el “Proyecto Manhattan de los deportes”.
Si el plan era el Proyecto Manhattan, Gerd Bonk fue la bomba atómica. Este atleta nació en 1951 en la pequeña localidad de Limbach, Sajonia. Le tocó vivir en una Alemania del Este posterior a los nazis que construyó una red de academias deportivas de élite para moldear a los jóvenes atletas.
Es probable que Bonk ya hubiera probado los esteroides antes de entrar en el programa aunque no se sabe bien cuando comenzó a tomarlos —Bonk murió en 2014 y su viuda se ha negado a hacer comentarios para VICE Sports—. En 1961, Jenapharm, una compañía farmacéutica de propiedad estatal de la Alemania Oriental, patentó el Turinabol oral, un anabolizante muy potente que replica la testosterona y acelera el crecimiento muscular. Más tarde se vio que también ayudaba a que la recuperación de los atletas fuera mas rápida.
El gobierno de Alemania Oriental hizo un paso más allá que la mayoría de las naciones cuando empezó un programa piloto para probar las hormonas masculinas en las mujeres. Una de estas atletas, la lanzadora de peso Margitta Gummel, ganó el oro en los Juegos Olímpicos de México ’68.
La RDA ganó 25 medallas en los Juegos Olímpicos de 1968 y cuatro años más tarde, en los de 1972, amplió la cifra hasta 66 medallas, incluyendo el bronce de Bonk. La Unión Soviética ganó 99; los Estados Unidos 94 y la República Federal de Alemania, que triplicaba su población, ‘solo’ se llevó 40.
Para Alemania del Este, acumular tantas medallas fue una victoria política y deportiva. En la retorcida lógica de la Guerra Fría, las medallas olímpicas no eran solo victorias en la pista, sino también pruebas de las virtudes del sistema político de un país. Los Juegos Olímpicos se convirtieron en el centro de la lucha para muchos corazones y mentes.
La dictatorial RDA quería controlar a sus deportistas y estandarizar el rendimiento deportivo así que todo pasaba por el Ministerio de Deportes y las instalaciones médicas del gobierno. Por supuesto, cuando se hizo evidente que los esteroides anabólicos acentuaban el rendimiento deportivo, quisieron que todos sus atletas los consumieran. Pasó a ser un secreto de estado y la Stasi, la policía política, ayudó a que no se conociera.
El Plan Estatal 14.25 se convirtió en la política que todos los programas atléticos de la RDA tenían que seguir y se impuso el consumo de esteroides a miles de niños. Ni ellos ni sus padres sabían que los tomaban y mucho menos daban su consentimiento.
Este plan fue posiblemente una medida preventiva para evadir las pruebas antidopaje que comenzaron en los Juegos de 1976. Empezaron a controlar cuando y cuánto podían doparse sus atletas. La reputación de la nación estaba en juego porque si varios atletas de la RDA daban positivo, el mundo sabría que la RDA era un fraude.
El gran cambio llegó en 1990, justo después de la reunificación alemana. Cuando en 1989 se derrumbó el Muro de Berlín y con él la RDA, “todo estaba destrozado,” dice Werner Franke, el expresidente de la Organización Europea de Biología Celular.
En un viaje a la Academia de Medicina Militar, situada en una ciudad balneario entre Berlín y Frankfurt Oder, Franke encontró una montaña de documentos relacionados con el dopaje de Alemania del Este, incluyendo tesis de doctorado sobre cómo los esteroides pueden aumentar el rendimiento deportivo.
“En el ejército nada se destruye sin una orden”, explica Franke con una sonrisa.
Entre los documentos, Franke se encontró, por ejemplo, uno que se titulaba: “El uso efectivo de los esteroides anabólicos para mejorar el rendimiento atlético en las pruebas de saltos”. El estudio evaluaba a 191 hombres y 174 mujeres durante un período de siete años. Por su trabajo, el autor, Hartmut Riedel, recibió su doctorado.
Riedel pasó a convertirse en el jefe médico de la Federación de Atletismo de la RDA y su estudio fue uno de los muchos aprobados o ejecutados por el gobierno destinados a comprender que efectos tenían los esteroides en el cuerpo humano.
Uno de los investigadores más entusiastas de la RDA fue Hans-Henning Lathan, el médico del equipo nacional de halterofilia. Este doctor fue un paso más allá y dio a sus atletas dosis de Turinabol mayores de las que el estado recomendaba. También les inyectó otras drogas y les tomó muestras de sangre por sorpresa. Al parecer, consiguió un control casi absoluto de los efectos y esto le permitió darles cada vez más esteroides. Gerd Bonk era uno de sus atletas.
Más de 300 000 alemanes del Este, o casi el 5% de la población activa, trabajan, al menos a tiempo parcial, como entrenadores o autoridades deportivas
Jerry Kirshenbaum, periodista de Sports Illustrated
En 1976, el gobierno de Alemania del Este hizo algo que nunca había hecho antes: abrió sus fronteras a un grupo selecto de periodistas occidentales, y entre ellos se encontraba Jerry Kirshenbaum, de Sports Illustrated. Él escribió La cadena de montaje de campeones justo antes de los Juegos de Montreal.
Aunque todo estaba orquestado por el gobierno alemán, Kirshenbaum dio pistas para futuras investigaciones y especuló que, en Montreal, “podrían ganar entre 30 y 35 medallas de oro”. Fueron 40, cuatro más que los EEUU y nueve menos que la Unión Soviética. En 1976, el mundo ya sospechaba del uso de esteroides de la RDA, especialmente entre las mujeres atletas. Las hormonas masculinas tuvieron un efecto notable en las mujeres: a corto plazo les dio músculos más grandes, pero también agravó sus voces, les ensanchó los hombros y les empezó a salir más pelo.
Los médicos se referían al Turinabol oral como una “vitamina”, pero el sentido común y la experiencia dice que, aunque los más jóvenes no sabían que se dopaban, muchos de los atletas mayores sabían que algo pasaba porque su rendimiento no paraba de mejorar. Lo qué Bonk sabía o no de su ‘terapia’, sin embargo, no lo sabremos nunca.
La cuestión es si los atletas —incluso aquellos que sabían que estaban haciendo trampas— fueron informados adecuadamente sobre los efectos secundarios. Los médicos aseguraron que todo era seguro y los atletas confiaron en ellos, pero la realidad era que si no aceptabas doparte te sacaban del equipo olímpico y la Stasi te detenía.
“Gerd Bonk era un hombre sencillo”, dice Fischer-Solms. “No en un sentido negativo, sino que procedía de un pequeño pueblo y, para él, llegar tan lejos en el deporte lo era todo. Su médico en Chemnitz le dijo que tenía que tomar esteroides o de lo contrario no sería nunca nada en el mundo de la halterofilia”.
Después de que las pruebas antidopaje fueran obligatorias, los alemanes del Este fueron muy cuidadosos dopando a sus atletas. Pero, a pesar de reducir el consumo, Bonk dio positivo antes de los Juegos de Moscú 1980 y el Ministerio de Deporte de la RDA le retiró de la competición.
Sus riñones pronto comenzaron a fallar a consecuencia del abuso de esteroides anabólicos y por culpa de su diabetes —que desconocía hasta que lo retiraron por el positivo— el excampeón acabó en silla de ruedas en 1984.
Los efectos del Turinabol oral a largo plazo son especialmente pronunciados para las mujeres. En julio de 2016, la Oficina Alemana de Ayuda a la Víctima del Dopaje realizó una encuesta entre 140 de sus atletas. El 9% de las encuestadas tenía cáncer de mama, el 55% había sufrido enfermedades ginecológicas y el 14% había experimentado abortos involuntarios.
En el juicio contra los médicos y entrenadores de la RDA –conocido como Berliner Dopingprozess— un antiguo médico dijo que “en la Alemania nazi hicimos lo que nos dijeron que teníamos que hacer y la máquina de dopaje de la RDA no fue diferente. Seguíamos las órdenes sin cuestionar el sistema, simplemente hacíamos nuestro trabajo”.
El Dopingprozess solo condenó al médico jefe de la RDA, Manfred Hoeppner, y al Ministro de Deportes, Manfred Ewald. La mayoría de los funcionarios deportivos de la RDA fueron absueltos porque cuando les daban las pastillas a los niños desconocían los efectos secundarios.
El 29 de septiembre de 2014 Bonk sucumbió a la diabetes y entró en coma. Murió el 20 de octubre de ese mismo año, a los 63. A su funeral no asistió nadie asociado con el atletismo alemán.
Fue dos veces el hombre más fuerte del mundo, un héroe nacional y el símbolo de la falsa fuerza de su país, pero Gerd Bonk murió, tal y como dijo él mismo, “quemado por la RDA y olvidado por la Alemania reunificada”.
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