¿Dónde cojones ha ido a parar todo el dinero? Durante una breve temporada, daba la sensación de que teníamos cantidades ingentes para gastar. Todo el mundo recibió una pequeña parte. Pero luego, de repente, apareció alguien con cara de preocupación y anunció que se había acabado el dinero. Hubo alguna movida con los gobiernos y el NASDAQ y ahora todos somos unos muertos de hambre. ¿De qué va esto? ¿Dónde está toda esa pasta? ¡Ayuda!
Las ciudades son lugares inhóspitos, con tipos duros merodeando por sus calles atestadas de basura. Un entorno peligroso en el que la supervivencia es cada vez más dura y el precio de los cruasanes se dispara a niveles exorbitantes a diario. Por suerte para vosotros, lectores de VICE, habitantes de las megalópolis, conocemos formas de vivir en estas junglas de asfalto con un presupuesto limitado, sin renunciar a toda la diversión que estas puedan ofrecer y sin recurrir a la delincuencia ni a la venta de estupefacientes a menores de edad para poder comprarte un televisor 4K, aunque no tengas mueble donde ponerlo.
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Ve caminando a todas partes
Ya lo sé. Joder, que si lo sé, pero oíd: los sitios a los que os interesa ir no están tan lejos como creéis. Sé que caminar es una mierda y que a nadie le apetece morirse de frío mientras va andando a una fiesta de cumpleaños a la que ni siquiera le apetece ir, pero si tiras de bus, metro y tranvía cada vez que te mueves, se te va a ir mucho dinero. ¿Qué son un par o tres de kilómetros comparados con la inmensidad del océano? A buen ritmo, puedes recorrerlos en poquito más de una hora. Sal de casa antes, disfruta del paseo, cómprate algo de beber para el camino, relájate, lee un puto libro, no sé… Pero por el amor de Dios, deja de ir corriendo a todas partes como si no hubiera un mañana.
Llévate tu propia bebida al bar
Es una forma excelente de pillar un pedal con poco presupuesto, como también lo es de que te echen a patadas del bar en el que estés. Estamos ante un dilema moral: haciendo esto no estás ayudando a los bares, y los bebedores tenemos que apoyarlos porque son una parte muy importante de nuestra herencia cultural y nuestra vida social. Pero si se trata de uno de esos bares de mierda que te cobran 7 euros por una cerveza artesanal, está mejor visto que te bebas lo que has traído.
Controla lo que fumas
A cierta hora de la noche, la gente de repente se vuelve supergenerosa con el tabaco. Suele ser a eso de las doce si estás en un bar o a eso de las dos de la madrugada si ya estás en un club. Por favor, ahórrate el rollo ese de “tío, dame un piti, si quieres te lo pago”, porque lo único que conseguirás es que a la gente le entren unas ganas incontenibles de soltarte un sopapo. Si te mueres de ganas de fumar, pide a algún estudiante de mirada tímida, que siempre están dispuestos a invitarte a uno de sus asquerosos cigarrillos hechos con tabaco de liar reseco y papel de fumar con sabor a regaliz. Es duro, pero a veces no queda otro remedio.
Haz comida para una semana y échale mogollón de pimiento rojo
Mi amigo empezó a cocinar pimientos y cosas así en cantidades industriales, que luego guardaba en raciones individuales. Un día me dejó probarlo y la verdad es que estaba bueno, mucho mejor que las mierdas que suelo comer a diario. Si se me diera mejor la cocina, probablemente haría como mi amigo, pero como soy un capullo inútil, estoy abocado a alimentarme con basura toda mi vida. ¡Pero vosotros no sois como yo! ¡Vosotros podéis hacerlo! ¡Creo en vosotros! Haced lo que yo no he sido capaz de hacer.
Vive de okupa
Todos sabemos cómo están los precios de los alquileres. En mi vida he ocupado una casa y nunca lo haría porque me parece una forma deplorable de vivir. De hecho, si alguna vez me viera viviendo en una casa okupa, cada vez que contemplara mi imagen en el espejo me pondría a llorar sin parar, preguntándome de qué forma habré ofendido a Jehová para que me castigue de una forma tan cruel. Pero la vida de okupa puede encajar más con vosotros. Hay un montón de edificios decrépitos llenos de tíos con pollas enormes que seguramente os recibirán con los brazos abiertos siempre que llevéis dinero para comprar ácido y un kit para arreglar bongos.
Ahora, pollitos míos, volad, salid a conocer el mundo, vivid las ciudades como hay que vivirlas: con el dinero justo para ir tirando, viviendo al día, hasta que no puedes más y te vas a Berlín.
Traducción por Mario Abad.