Identidad

Lavativas anales: amigos gais, así es como tenéis que hacerlo

lavativas anales

Como muchos otros pasivos, mi amigo George* tiene una anécdota espeluznante sobre los enemas. “Una vez conocí a un tipo por Grindr”, me contó. “Llegué a su casa y llamé a la puerta. Cuando me abrió y me saludó, solté un tosido y de repente se me escapó un montón de agua sucia que se me había quedado dentro de la lavativa. Y se oyó mucho. Tuve que entrar corriendo en su casa y meterme directo en el lavabo. Los calzoncillos se quedaron hechos un cuadro y tenía mierda por todas las piernas. Huelga decir que aquello fue antimorbo total. Y sí, me dejé los calzoncillos sucios allí”.

Aprender el ancestral arte de las lavativas —ya sea mediante enemas o enchufándose la manguera de la ducha en la cavidad rectal antes de ser empotrados— es todo un ritual de iniciación sagrado por el que todo pasivo debe pasar.

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Al igual que los culos que irrigan, hay lavativas de todas las formas y tamaños, desde botellas con suero salino listas para su uso hasta complejísimos dispositivos para conectar a la ducha, solo aptos para veteranos.

Sí, amigos, esa es la cruda realidad de meterse rabos por el culo: si no quieres decepcionar al activo y acabar con un follón apestoso, lo mejor que puedes hacer es aplicarte un enema antes. O eso, al menos, es lo que piensan muchos gais.


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Por el bien de todos los pasivos, decidí preguntar a varios médicos qué habría que hacer para evitar historias de terror como la que vivió George. ¿Cuál es la mejor forma de lavarse la retaguardia? La respuesta me sorprendió, y es que, según los expertos, lo mejor sería no ponerse lavativas.

“Por lo general yo aconsejo a mis pacientes que cubran esas sábanas tan caras con una toalla y lo hagan así”, explica el doctor Dr. Stephen Goldstone, profesor clínico de cirugía adjunto del hospital Mount Sinai y especialista en enfermedades ano-rectales y salud de hombres homosexuales. Goldstone es también autor de The Ins & Outs of Gay Sex: A Medical Handbook, así que algo sabe, del tema.

El doctor Evan Goldstein, fundador de Bespoke Surgical, un centro médico y de bienestar donde visita a hombres homosexuales, aportó un caos hipotético muy útil. “Imagina que pones en fila a diez tíos con los que vas a hacer de activo”, explica, describiendo lo que vendría a ser una noche normalita en The Eagle. “Aunque ninguno de ellos se hubiera preparado, nueve de ellos estarían limpios”.

Una lavativa te limpia más de lo necesario para practicar sexo y, de paso, te ensucia más el culo

Por tanto, al contrario de lo que te hayan dicho, no hace falta remojarse el ojete antes de una sesión de bombeo. Todo se reduce a un tema de anatomía. Como dice el doctor Goldstein, las heces se alojan en el colon sigmoide, la parte del intestino grueso más cercana al recto y el ano. Ahí hay un músculo que evita que la caca llegue al recto y al ano hasta que sea el momento de… pues eso, de hacer caca.

Eso significa que no debería haber rastro de heces por ahí dentro cuando se produzca la penetración, a no ser que el tío esté tan bien equipado como Jon Hamm y Justin Theroux juntos.

Y ahora seguramente estarás pensando, Sí, pero cuando me hago una lavativa, me sale un montón de caca de ahí abajo. Y es cierto, porque los enemas están pensados para personas que tienen problemas de estreñimiento, no para los pasivos. Cuando nos aplicamos una lavativa, la fuerza del chorro hace que el agua llegue hasta el colon sigmoide.

Esos empujones constantes que hacen falta para expulsar toda esa agua pueden fastidiar los esfínteres y provocar daños irreparables en los movimientos intestinales

Allí el agua se mezcla con las heces almacenadas y al final lo expulsamos todo junto, que es el propósito de los enemas. Una lavativa te limpia más de lo necesario para practicar sexo y, de paso, te ensucia más el culo. Para colmo, muchos repiten el proceso hasta que el agua sale limpia. Esto es el equivalente a vaciar una piscina entera para deshacerse de cuatro hojas que han caído, en lugar de usar una red para cogerlas.

Los expertos señalaron que tampoco los enemas que venden en farmacias están pensados para usarse con frecuencia. “Ese tipo de enemas no son ninguna maravilla”, añadió Goldstein. Dañan la zona y pueden irritar las células del recto. Además, genera un montón de mucosidad y provoca sequedad en la zona rectal”. Esa sequedad puede provocar fisuras que, a su vez, propician el contagio de ITS.

El doctor Goldstone añade que aplicarse lavativas con demasiada frecuencia puede provocar otros problemas a largo plazo. “Los enemas pueden causar muchos problemas si se aplican a diario. Te pueden alargar el colon, lo que a la larga puede derivar en estreñimiento”, explica. Sí, tus temores son ciertos: esos empujones constantes que hacen falta para expulsar toda esa agua pueden fastidiar los esfínteres y provocar daños irreparables en los movimientos intestinales. Goldstone añade que estos síntomas a menudo no son evidentes hasta que es demasiado tarde.

Recordad: solo hace falta limpiar unos pocos centímetros, no todo el intestino

“Ahí está el peligro”, apunta. “No supone una amenaza para tu vida, pero es un fastidio que te puede hacer sentir muy incómodo y desgraciado”.

Entonces, ¿qué habría que hacer? Pues seguramente, nada. Ambos médicos recomendaron simplemente ducharse antes del sexo y usar agua para limpiar el ano y un poco el interior. Si eso no bastara, probablemente la dieta que llevas no sea la más adecuada. Prueba a incorporar algo de fibra para dar más consistencia a las heces comiendo hortalizas de hoja verde o suplementos.

El doctor Goldstein, no obstante, señala que cada culo es distinto y que puede que haga falta experimentar un poco para averiguar la dosis de fibra necesaria y el mejor momento para tomarla.

Está claro que, si te metes muy a menudo en la madriguera del conejo, al final te lo vas a encontrar, y no pasa nada

Para aquellos que siguen creyendo que hay que limpiarse el culo de alguna manera antes del sexo, Goldstein aconseja que lo mejor es hacerse lavativas con una perilla y agua corriente, aplicando muy poca presión. “La gente tiende a apretar mucho la perilla y a meterse el agua a toda presión”, advierte Goldstein. Recordad: solo hace falta limpiar unos pocos centímetros, no todo el intestino.

En cualquier caso, los dos expertos coinciden en que cualquier culo debería estar listo para un poco de movimiento imprevisto. Si no lo crees, prueba a meterte un dildo ahí detrás y sácalo. Si sale limpio, estás perfecto. Si no, plantéate ajustar la dieta con un aporte extra de fibra.

¿Qué dice de la cultura gay esa obsesión con lavarse el trasero? Pues que tenemos que relajarnos (pero sin usar poppers). En el colectivo gay es habitual que se creen expectativas totalmente irreales, desde el canon del cuerpo ideal al “valor” dela masculinidad; lo mismo pasa con la expectativa de que el sexo anal sea siempre impoluto.

Está claro que, si te metes muy a menudo en la madriguera del conejo, al final te lo vas a encontrar, y no pasa nada. Como dice el doctor Goldstone, “hagas lo que hagas, no deja de ser un ano. No puedes convertirlo en algo que no es”.

*Se ha cambiado el nombre para preservar la intimidad del inocente.

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