(Foto: A sus 20 años, Zumbulka vendió uno de sus hijos a una pareja griega. Pero los contrabandistas la engañaron y nunca recibió el dinero).
La vista de la ciudad de Tesalónica desde las colinas de Pefka es mágica, pero el zumbido de esa gran ciudad no reverbera aquí. La joven que se sienta con nosotros tiene unos 20 años, su nombre es Dimitra. No sabe exactamente cuándo ni dónde nació.
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En 1997 una mujer rusa transportó a tres niñas a Tesalónica, las cuales tenían entre 18 y 24 meses de edad. La mujer fue arrestada por la policía; formaba parte de una banda internacional de tráfico de niños. Los periódicos de ese día informaron que a las tres niñas les iban a sacar los órganos para venderlos al mercado negro. Nadie puede saber con certeza cuál habría sido su destino. En Grecia, una ley controvertida había sido ratificada apenas un año antes, en 1996, y todavía está en vigor en la actualidad. Esta ley permite arreglos privados de adopción, es decir, tratos directos entre padres biológicos y adoptivos, sin la necesidad de la intervención de ninguna agencia. Desde entonces, cientos —o quizás miles, simplemente no podemos saber con certeza— de niños como Dimitra viajan desde países como Bulgaria hacia Grecia. Algunos se entregan para la adopción privada. Otros son víctimas de explotación sexual, o del comercio de órganos del mercado negro.
Dimitra nunca había visto el reportaje o las imágenes de la mujer arrestada por traerla a Grecia. Cuando se las mostramos por primera vez, su reacción fue casi emocionalmente pasiva “hay mucha maldad en el mundo”. Sí, fue hace mucho tiempo. Tuvo una buena niñez en la Aldea Infantil Griega, una organización sin fines de lucro con sede en Tesalónica, y ahora estaba tratando de seguir adelante con su vida. Sin embargo, todavía no puede conseguir una identificación adecuada en Grecia. “No tengo un acta de nacimiento, así que no puedo obtener una identificación. Siento que no soy nadie. Eso es lo que eres si no tienes una Tarjeta de Identidad, no eres nadie”, nos cuenta. Una de las razones por las que Dimitra está atorada en el procedimiento burocrático de obtener una identificación es porque necesita cambiar su apellido. Cuando las autoridades rescataron a las tres chicas, se hicieron intentos para encontrar a sus padres biológicos en Rusia. Pero no pudieron hallar a los padres de Dimitra, lo que obligó a la policía a registrarla con la organización bajo el apellido de la mujer que intentó venderla.
La Ley de Adopción de 1996 fue votada en Grecia en un esfuerzo por llenar las lagunas de su predecesora, la Ley de Adopción de 1970. Por ejemplo, prevé la adopción de los hijos nacidos fuera del matrimonio, y promulga también el derecho del niño a descubrir quiénes son sus padres biológicos después de haber cumplido dieciocho años. Las adopciones privadas tenían por objeto hacer frente a la increíble cantidad de burocracia, que resultaba en muchos años de retraso en el procedimiento de adopción (una adopción organizada por una agencia pública podía tardar hasta tres o cuatro años en completarse); esto es lo que enfrentaban las parejas sin hijos al pasar por el procedimiento de adopción patrocinado por el Estado. Sin embargo, hubo muchas objeciones a la ley cuando estaba circulando en el parlamento; existía la preocupación de que las redes de trata de niños pudieran aprovechar fácilmente sus disposiciones.
El comité encargado de redactar la ley había justificado su posición para permitir las adopciones privadas de la siguiente manera: “Prohibir las adopciones privadas aumentaría la incidencia de registros falsos de nacimientos”. Sin embargo, fuentes confiables nos informan que el fenómeno de registrar falsamente el nacimiento de un niño en una clínica bajo el nombre de la madre adoptiva sigue siendo abundante hoy en día. De acuerdo con un informe del Comisionado de la Infancia de Grecia, las adopciones privadas a menudo ocultan las transacciones financieras y son un factor en la proliferación de la trata de niños.
Desde la entrada en vigor de la ley, las autoridades han desmantelado complejas redes de tráfico de niños en Grecia, a través de Albania y la antigua Unión Soviética. Estos crímenes aumentaron después de que la vecina Bulgaria se convirtiera en miembro de pleno derecho de la Unión Europea en 2007. Desde entonces, la incidencia de las mujeres romaníes embarazadas que viven en condiciones de escasez en los campamentos de Bulgaria víctimas de redes de tráfico de niños va en aumento. Estas mujeres son transportadas a Grecia para dar a luz en hospitales públicos, luego venden a sus bebés recién nacidos por una pequeña cantidad de dinero. En algunos casos, estas mujeres también pueden formar parte de una fábrica de bebés, la cual genera beneficios indescriptibles para los traficantes. En los Balcanes hay una lista de precios para bebés: Un infante puede costar entre 15,000 y 30,000 euros, según el sexo (los niños suelen ser más caros), los ojos o el color de la piel. A la madre biológica se le paga sólo 1,500 euros, y en algunos casos, sólo la tarifa de regreso a Bulgaria.
En octubre de 2013 la policía hizo una redada a un campamento romaní en Farsala, una ciudad del centro de Grecia, donde descubrieron a una niña rubia de ojos azules que parecía muy diferente a todos los demás. La niña fue apodada “María” y pronto se hizo evidente a través de los medios locales e internacionales que la madre biológica de la niña era una mujer que vivía en una barrio pobre de Bulgaria. Este caso evidenció las fallas en el sistema griego que permite el libre tránsito de mujeres embarazadas y niños. Desde 2013 se han descubierto dos casos idénticos en Larissa. Decidimos consultar la fuente para investigar más a fondo esta historia.
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EL GUETO DE POBEDA
Fuimos a Bulgaria y nos reunimos con mujeres que nos dijeron que habían vendido sus bebés en Grecia y tratamos de averiguar cómo las redes de tráfico de niños están explotando la Ley de Adopción en Grecia. Comenzamos en la ciudad de Burgas, un puerto comercial en el Mar Negro. Con una población de 200,000 habitantes, es la cuarta más grande del país. Burgas ha sido votada en varias ocasiones por los búlgaros como la ciudad con mejor calidad de vida, a pesar de las altas tasas de criminalidad. Esto es particularmente notable en Pobeda, un gueto romaní cerca del puerto. Una gran parte del gueto está separado de la ciudad por medio de un muro perimetral. Niños desnudos juegan en el lodo, y cuando nos acercamos al centro del barrio, que alberga a 12,000 personas, vemos por qué está clasificado como una de las regiones más pobres de la Unión Europea.
En Pobeda, somos extranjeros indeseables y todos los ojos se fijan en nosotros. Hay dos tipos de líderes: los religiosos que se manejan con legalidad y los líderes sombríos, con un historial criminal en tráfico ilegal, robo y tráfico de mujeres embarazadas.
Nos dirigimos hacia el centro de Pobeda. La primera mujer que conocimos nos señaló que el hambre prevalece y que las mujeres de este lugar se embarazan para ganarse la vida. A la vista de la policía que nos acompañaba, Galena Raicheva, una figura demacrada con ojos vivos, nos dijo que había vendido una de sus hijas en Grecia.
“Pagué mis deudas y reparé mi techo con el dinero que me pagaron”. La seguimos a su humilde vivienda, el único lugar donde podemos hablar en privado. “Unos hombres de Kameno (una pequeña ciudad a las afueras de Burgas) me llevaron a un hospital griego para dar a luz. Tuve una niña y la entregué. Sólo la cuidé durante tres días. Un hombre griego se quedó con la niña. Me dieron tres billetes de 500 euros. “Los intermediarios son los que ganan mucho dinero”, dice Raicheva. “Me siento muy mal, pero ¿qué podía hacer? Me duele pensar en lo que he hecho, vean cómo la preocupación y el remordimiento me han afectado”.
Nuestra reacción instintiva fue juzgarla, aunque en silencio. “¿Cómo podría una madre vender a su hijo?” Sin embargo, cuanto más tiempo pasábamos en el campamento, más nos dábamos cuenta de que estas mujeres no eran delincuentes, sino víctimas de las redes de tráfico de niños.
En la Clínica de Maternidad del Hospital Estatal de Burgas, el obstetra Antonio Dushepeev nos cuenta que ha recibido a mujeres romaníes embarazadas de tan sólo doce años. “No van al hospital durante su embarazo y tienen muchos problemas durante el parto. Como padre de dos hijas, lamento mucho la situación de estas mujeres. Y también lamento el hecho de que tener un bebé a una edad tan joven significa que es probable que no obtengas una educación o consigas un trabajo. Ellas sufrirán y sus hijos también”.
De vuelta en Pobeda, el jefe de la policía, Stamat Hristov, sabe muy bien quiénes son las mujeres han vendido a sus hijos y quiénes son los traficantes de niños. Sin embargo, sostiene que Grecia es la fuente del problema. “El problema es que es una actividad que se facilita. Estamos hablando de legislación en los países vecinos. Las transacciones se realizan en el extranjero. Los vendedores están aquí. Son mujeres de los niveles más bajos de la sociedad, que viven en condiciones miserables. Están plagadas de arrepentimientos y a menudo testifican contra los traficantes”, nos informa Hristov.
Mientras caminamos por el gueto con el jefe de Policía, un hombre se acerca a él. Lleva pantalones cortos azules y su cuerpo desnudo está lleno de tatuajes. Bogdan Shterionov es el hermano del infame Pandurito, uno de los líderes no oficiales de Pobeda, que ejerce gran influencia. Ambos habían cumplido condenas por tráfico de mujeres embarazadas. Bogdan se enorgullece de los tatuajes que se hizo mientras estaba en la cárcel y cuando le preguntamos por qué lo habían encerrado, vacila un momento y luego suelta “por tráfico de niños” y sonríe mientras abre los brazos sobre su vientre como si estuviera embarazado. “Yo era inocente; me enviaron a prisión por diez años por nada. No vendí ningún niño”, dice. Pero, cuando le pedimos su opinión sobre las mujeres que venden a sus bebés, responde: “Se nos acercan voluntariamente, no tienen hogar. No las obligamos a hacerlo. Hay un Dios allá arriba. Por lo general tienen unos cuatro hijos y quieren comprar una casa. Traté de vender uno y no lo conseguí (…) me habría ganado de 8,000 a 10,000 leva (de 4,000 a 5,000 euros), habría vendido al niño en Grecia”.
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La vida es dura en Pobeda. Las personas pescan para ganarse la vida, venden chatarra, abren pequeñas tiendas de conveniencia. El único beneficio que reciben del Estado son 35 leva (17 euros) por niño, durante un mes. Como si su situación no fuera lo suficientemente difícil, recientemente amenazaron a los pobladores con quitarles sus viviendas, ya que el gobierno búlgaro quiere demolerlas, y están enfurecidos por la situación. La misma tarde acompañamos a una patrulla nocturna de la policía al corazón del gueto. La situación es explosiva. Las cámaras no son bienvenidas en el barrio, especialmente por aquellos líderes sombríos que rechazaron invitaciones de reunirse con nosotros. Los niños que se paran en los cofres de los coches se ríen y se burlan de nuestras caras hipnotizadas. Algunos de ellos nos arrojan una botella de agua, otros tiran piedras. Es bastante claro que no nos quieren allí.
LA GENTE EN BULGARIA SE MUERE DE HAMBRE
Bulgaria es miembro de la UE desde 2007; sin embargo, tiene la peor economía de los Estados miembros. El salario mínimo es de unos 200 euros, y más de dos de cada diez ciudadanos viven por debajo de la línea de pobreza. A la comunidad romaní le va peor porque está en los márgenes de la sociedad.
Viajamos a Gorno Ezerovo, un pequeño pueblo situado a 15 kilómetros de Burgas, donde vimos caminos sin asfaltar y gente que vivía en chozas junto al lago. Rumyana Hristova, una mujer con cicatrices en el rostro y las manos, nos esperaba afuera de su vivienda, con su techo de madera y sus agujeros que dejaban entrar el frío. Todo el campamento se había reunido para echar un vistazo a los extranjeros. Todos conocían la historia de Hristova.
“Tengo cuatro hijos, uno de ellos está en la cárcel. Estoy desempleada, no tengo ningún medio para ganarme la vida. Mi marido recoge desechos en el basurero. Está desempleado. Nos morimos de hambre en Bulgaria”, nos dice. “En 2010 descubrí que estaba embarazada. Estaba viviendo en una choza cuando vendí al bebé. No quería que tuviera la misma suerte que yo, quería que tuviera una vida mejor. No tenía casa. Esa gente vino y vio que estaba embarazada. Me preguntaron si quería ir a Grecia, y estuve de acuerdo. Fui a Grecia, di a luz y vendí al bebé. ¿Qué más podía hacer?”. Lo que siguió contando fue igual de emotivo. “Me dieron 2,000 euros. Construí esta casa, pero no tenía suficiente dinero para pagar mis deudas. Al año siguiente di a luz a otro bebé. Tuve que reemplazar al chico que regalé. ¿Qué más podía hacer?”, se lamentó. En ese momento entró un muchacho a la choza. Las mujeres lo abrazaron: “Ya no soy capaz de vender a un niño. Es un pecado”.
NO ESTOY A LA VENTA
La ciudad de Kameno, a unos 25 kilómetros de Burgas, se considera como la zona cero del tráfico de niños. Parece que aquí es donde comienza el rastro dorado del tráfico de mujeres embarazadas a Grecia. Zumbulka Shterionova es una bella mujer de 20 años, que está embarazada de su quinto hijo. Dio a luz a su primer hijo cuando tenía quince años. Luego tuvo a su tercer hijo en Chipre y lo vendió a una pareja griega sin hijos. Los traficantes la engañaron y nunca recibió el pago acordado. “Me engañaron para entregar a mi bebé; iba a construir una casa para que los otros niños pudieran tener un hogar. Me dijeron que me darían 3,500 leva (1,700 euros). Pero eso no fue lo que pasó. Se llevaron al niño, lo vendieron. Yo firmé, pero no me dieron nada de dinero. Por suerte me pusieron en un avión, no me dejaron varada. Informé a la policía y dijeron que el caso va a ir al tribunal. La policía lo sabe todo”, nos relata la joven.
Todos en Kameno saben dónde viven los traficantes. Viven en “palacios” de dos pisos. En comparación con las otras casas, las suyas tienen balcones y patios, la diferencia es evidente para nosotros cuando caminamos por las calles de la pequeña ciudad. Planteamos lo que consideramos una pregunta razonable a las autoridades: En vista de que los traficantes son conocidos, ¿por qué no los arrestan? Un policía de Kameno que pidió que su identidad permaneciera anónima, nos dio esta respuesta: “Los han arrestado por este crimen en Grecia y los han encarcelado allí. Eso no significa que hayan cometido el mismo delito en Bulgaria”. También le preguntamos por qué no procesan a las mujeres que venden a sus hijos. “Porque testifican contra los traficantes”, contestó.
El problema de la trata de niños en Kameno es tan grave que en la guardería estatal los niños llevan una pulsera que dice “no estoy a la venta”. Entramos a una clase en silencio durante una lección. Los jóvenes estudiantes nos reciben con entusiasmo mientras levantan los brazos y luego comienzan a dibujar y cantar. La enfermera Maria Ivanova es el alma del programa, cuyo objetivo principal es crear conciencia en los niños y los padres. “Estamos abrumados por los acontecimientos en nuestra zona. Estamos tratando de enseñarles los valores familiares, el amor y la unidad a los niños y a sus padres”, cuenta Ivanova. Ella conoce personalmente muchos casos de tráfico de niños a Grecia; los niños de la guardería cuentan historias de cómo “mi tío lo hace”, y las madres confían en ella.
Los niños terminan de dibujar y la profesora nos muestra con orgullo un dibujo que hizo un niño pequeño. “Raicho, bien hecho, veo que dibujaste a tus padres y a tus doce hermanos. Tu dibujo es maravilloso y muestra cuánto los amas”, dice y le da un abrazo al niño.
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DESECHOS HUMANOS
Al noreste de la ciudad de Varna, en el campamento romaní de Maksuda, se descubrió el principal caso de tráfico de niños de Bulgaria. En 2011 una mujer de treinta años cambió de opinión acerca de la venta de su bebé y lo quería de vuelta, así que fue a las autoridades y reveló los detalles de la red de tráfico de niños. Como resultado, detuvieron a siete personas en Grecia y a cinco en Bulgaria. En Lamia, una ciudad en el centro de Grecia, se descubrió a un bebé recién nacido en la casa del jefe de la red. Entonces nos dieron acceso a los documentos del caso “Lamia” y vimos que la Interpol había marcado varios puntos como “confidenciales”, y que éstos hacían referencia a al menos ocho mujeres búlgaras que habían registrado a sus bebés en varias oficinas en Grecia: tres en Volos y cinco en Lamia. La investigación policial reveló que de 2007 a 2012, doscientas cuarenta y siete mujeres búlgaras habían dado a luz en el hospital del condado de esa región griega. Como resultado, ciento siete bebés búlgaros fueron puestos en adopción privada.
Si existe el infierno, debe estar en Maksuda, en las afueras de Varna, donde la gente vive literalmente junto a miles de toneladas de basura, con gaviotas que vuelan en círculos por la zona. Ponen en peligro sus vidas, en busca de metal y plástico; compiten con las ratas e intentan evitar las jeringas. Nos las arreglamos para reunirnos con el hermano de la mujer que fue acusada de actuar como cajera de la red de tráfico de niños en Lamia. Estaba en una silla de ruedas y nos dijo que su hermana se había mudado a Bélgica. Todo quedó en el pasado. “Si quieres un hijo, acude a las instituciones”, nos aconseja.
Frente a esta desesperación, los voluntarios de la ONG “Partnership” (“Asociación”) en Varna están tratando de traer cambios positivos a las vidas de los romaníes. “Muchos niños aquí sueñan con ser traficantes. A menudo es una empresa familiar que se hereda de padres a hijos”, revela Iliyan Rizov, el jefe de la organización. “Las madres son víctimas de las circunstancias y no toman las decisiones por sí solas. La responsabilidad radica principalmente en su entorno. Cuando una madre considera vender a su bebé, en realidad está pensando en el resto de sus hijos. Así que, por un lado recibe la influencia de su entorno, y por el otro enfrenta la sombría posibilidad de criar a otro niño en la pobreza”, explica Rizov.
Y el mensaje de los voluntarios es este: “No vendan a sus hijos. 500 euros les causarán más pesares de lo que podrían imaginar”.
DEMANDA EN GRECIA
Cada vez era más claro que Grecia es la fuente de la demanda del comercio infantil. La adopción ilegal está lejos de ser un fenómeno nuevo en el país.
A mediados de los años 90, el periódico ΤΑ ΝΕΑ de Tesalónica publicó una importante investigación sobre el tráfico infantil que había existido en las sombras de esta ciudad durante décadas. El artículo trataba sobre la Clínica para Mujeres de Rusia (también conocida como el Hospital Estatal de Tesalónica) en los años sesenta y el Orfanato Estatal “Agios Stylianos”. Parece que toda una red compuesta de médicos, parteras y varios intermediarios les había dicho a las mujeres pobres —muchas provenientes de pequeños pueblos y con familias numerosas— que sus bebés habían muerto después del parto. Posteriormente, los bebés eran dejados en las escaleras del Orfanato Estatal con notas supuestamente firmadas por las madres que decían que no eran capaces de criarlos. Con los años, los miembros de la red hicieron una fortuna con estas adopciones ilegales.
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Estos casos surgieron muchos años después, cuando algunos de esos niños adoptados trataron de buscar a sus padres biológicos y establecieron una sociedad. Se reveló que las parteras y las enfermeras habían guardado las notas y las pertenencias dejadas por los padres biológicos que creyeron que su bebé había muerto. Uno de los periodistas involucrados en la investigación, Georgios Chatsios recuerda que “la gente que había sido adoptada hace cuarenta años comenzó a cuestionarse. Querían la verdad”. Es imposible saber con cierto grado de certeza cuántos niños fueron adoptados ilegalmente en Tesalónica en los años sesenta. “Hubo cientos de casos. Algunos días teníamos hasta cuarenta personas en la oficina de JUVENTUD. Todos querían contar su historia, y se aferraban a las fotos y a las notas escritas a mano”. El primer caso presentado ante los tribunales fue el de la adopción del hijo del juez Daniel Daniel. El juez quería llegar a la verdad y el caso del fiscal se basó en la evidencia del juez.
El tribunal aceptó que se había hecho una adopción ilegal, pero el crimen no pudo ser procesado debido a los plazos de prescripción. De hecho, los plazos de prescripción hicieron que no se pudiera revisar ninguno de los otros casos presentados ante el tribunal, y con el paso de los años, muchos de los involucrados (médicos, parteras, etc.) habían fallecido.
Dos décadas después, los procedimientos estatales de adopción aún pueden tomar hasta cinco años. Las parejas griegas quieren adoptar bebés, y no niños de cinco años. Esto ha dado lugar a que muchas parejas sin hijos tomen la ruta ilegal.
Eleni Gegle, abogada ateniense y ex asociada del Ministerio Público del Juzgado de Menores señala: “La ley es clara. No permite el intercambio de dinero en el procedimiento de adopción. Sin embargo, esto no se observa. En el 95 por ciento de los casos de adopción privada los padres adoptivos pagan dinero”, y luego cuenta “la base para las adopciones privadas es sólida. La ley le da a una pareja sin hijos la posibilidad de entrar en contacto directo con los padres biológicos que desean dar a su hijo en adopción, sin recibir ningún beneficio financiero (…). Sin embargo, con frecuencia la documentación legal redactada entre las dos partes, que es verificada por el tribunal, simplemente indica que las dos partes están de acuerdo con el procedimiento de adopción; no verifica cómo se presentaron las dos partes en un inicio”, señala Gegle.
Las adopciones ilegales están prácticamente legalizadas en los tribunales. Este círculo vicioso podría romperse si el juez tuviera el derecho de hacerle más preguntas a la madre biológica, particularmente “¿cómo conociste a los padres adoptivos?”
Gegle continúa: “Los tribunales de Atenas revisan los casos de adopción privada el lunes en el edificio número 6. Es notable cómo en ese día se observa una presencia prominente de mujeres de una nacionalidad particular, todas representadas por el mismo abogado. Sí, un solo abogado puede representar diecinueve de los veinticinco casos que figuran en la lista diaria del tribunal. Es extraño”. Y prosigue: “También se revisan los casos en los que se presenta evidencia al tribunal de que las mujeres ponen a nueve hijos en adopción”.
Es aún más simple si hay profesionales médicos involucrados en la red greco-búlgara. En lugar de que los datos biológicos de la madre se registren en el hospital o en la clínica de maternidad, se registran los datos de la madre adoptiva. Esto elimina la necesidad de que la adopción pase por un tribunal. El padre adoptivo sólo tiene que hacer una declaración en la Oficina de Registro. De los casos examinados en los tribunales en los últimos años se descubrió que médicos, abogados y otros intermediarios formaban parte de estas redes.
Aun así, las detenciones son raras. La oficial de policía Sofia Kousidou, jefa de la Unidad de Protección de la Infancia de la Policía de Tesalónica, explica que la última red fue desmantelada en 2013. “La legislación griega no incorpora la adopción ilegal como parte del crimen organizado. Esto priva a la policía de ciertas armas en nuestro arsenal de interrogatorios y limita la acción que de otro modo podríamos tomar”, continúa la jefa de la UPI. “Por supuesto, en ausencia de una denuncia real es casi imposible demostrar que en la adopción se realizó una transacción financiera”.
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En vista de que no es del interés de nadie hablar con la policía, otra solución sería inspeccionar sistemáticamente los procedimientos de la Oficina de Registro. Esa sería la primera medida para averiguar si la misma madre había puesto previamente a otros niños en adopción. Esto podría servir de base para informar inmediatamente al Tribunal de Menores. Contactamos a la Oficina de Registro de Tesalónica, pero rechazaron nuestra solicitud de una entrevista. Otra solución sería que los servicios sociales realizaran controles rigurosos en las clínicas de maternidad. El Hospital General Ippokrateio 14 de Tesalónica, donde muchas mujeres de Bulgaria dan a luz, rechazó nuestra solicitud de una entrevista.
Durante el curso de nuestra investigación, nos enfrentamos a menudo a la opinión de que a estos niños les va mejor en Grecia. Esta opinión “caritativa” puede ser una de las razones que llevan a la perpetuación de la negligencia criminal en nombre del Estado griego. Los funcionarios de la Oficina de Registro no hacen su trabajo. Las autoridades tienen las manos atadas. Los jueces también. Los legisladores, en su intento de resolver el importante problema de los retrasos en el procedimiento de adopción, pueden haber creado un problema aún mayor. Y al final del día, los padres adoptivos, desesperados por tener un hijo, financian redes de tráfico infantil con enormes sumas de dinero. ¿Cuál es su razonamiento? “¿Por qué no debería ayudar a un niño nacido en semejante pobreza?” La respuesta parece simple: “Porque estás patrocinando crímenes contra menores y sus madres”.
A finales de noviembre de 2016, la viceministra de Trabajo, Theano Fotiou, propuso un proyecto de ley para acelerar el procedimiento de adopción en Grecia. “El proyecto de ley tiene por objeto acelerar el proceso de adopción, creará criterios irrefutables, se establecerán procedimientos de tiempo limitado. La documentación de adopción se completará en tres meses. Las parejas que deseen adoptar no deben quedar en una lista interminable durante años”, declaró a los medios de comunicación. Nuestras fuentes revelan que también se están llevando a cabo discusiones sobre la revisión de la ley de adopciones privadas. Fotiou declinó nuestras reiteradas peticiones de una entrevista sobre si la ley de adopciones privadas sería abolida.