Este artículo fue originalmente publicado en VICE United Kingdom.
Dread Pirate Roberts era el capitán de un barco que muchos pensaban incapaz de hundirse.
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Pero cuando el FBI incautó al original Silk Road el primero de octubre de 2013 y arrestó al supuesto capo —Ross Ulbircht, de 29 años—, el imperio de las drogas en internet empezó a hundirse.
Cientos de miles de clientes esparcidos por toda la deep web, así como siete reconocidos vendedores de Silk Road, fueron identificados y arrestados.
A medida que el caos se filtraba entre la gente y las historias de una supuesta contratación de asesinos a sueldo por parte de Ulbircht llegaba a los titulares, un prominente sindicato de drogas de Silk Road se sentaba en su bodega con una tonelada de opio y una decisión que tomar: ¿cortar todo y desaparecer mientras aún estaban en la cima o mantener su lucrativa red de drogas en línea en medio de todo este caos?
El desplazado sindicato de drogas, conocido en la deep web como The Scurvy Crew (TSC), decidió seguir trabajando.
Para ellos, seguir trabajando significaba lavar bitcoins, empacar droga al vacío y pasar la frontera marroquí con bolsas llenas de drogas aún sin cortar.
Silk Road sufrió una terrible muerte a manos de las autoridades, pero The Scurvy Crew, como uno de los vendedores con el mejor rating antes de la redada del FBI, vio esta caída como una oportunidad de diversificarse.
Tras seis meses de negociaciones vía emails encriptados y llamadas por medio de tarjetas SIM desechadas, el jefe de The Scurvy Crew aceptó encontrarse conmigo.
Me dijo que me explicaría el funcionamiento interno de su empresa desde sus humildes inicios hasta que logró obtener ganancias de casi un millón de dólares.
“Ace”, el jefe, dijo representar una nueva raza de narcotraficantes.
“No hago esto sólo por el dinero”, me escribió por mail. “Me gusta dar un servicio de calidad”.
Ace aceptó encontrarse conmigo porque quería demostrar que el mundo del narcotráfico en la deep web es una red de operaciones complejas, únicas e incluso respetables y no un mundo de redes de asesinos y fraudes con bitcoins que los medios a menudo quieren presentar.
Yo quería escribir sobre cómo es que alguien se convierte en un hombre de negocios de Silk Road y Ace era exactamente eso. Además acababa de descubrir que probablemente él era la última persona que habló con Ross Ulbricht antes de que lo arrestaran en una biblioteca de San Francisco.
Me dijeron que volara a alguna parte del continente europeo, pero antes de conocer a Ace debía pasar por una revisión exhaustiva.
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Me pidió mi nombre completo, fecha de nacimiento, número de vuelo, hora de llegada, número de pasaporte, dirección del hotel e incluso qué medios de transporte utilizaría para llegar del aeropuerto al hotel. Le dije lo que me pidió y me dijeron que el Scurvy Crew estaba “checando” mis datos.
Después de algunos días de silencio, The Scurvy Crew me contactó de nuevo.
Cuando descifré el mensaje que me enviaron, las únicas palabras que tenía eran: “No te muevas del aeropuerto hasta recibir instrucciones”. Parecía un poco ominoso, pero decidí tomar un vuelo al lugar acordado y esperar.
Al llegar al aeropuerto hice lo que me dijeron y esperé una llamada de la pandilla que, en los primeros días de Silk Road, supuestamente era responsable del 30 por ciento del dinero que fluía en el sitio. Después de 20 minutos sonó el teléfono. Era Ace.
“Dirígete a la estación de tren más cercana”, dijo. “Mis chicos están cerca”.
Salí del aeropuerto y me dirigí al tren. En cuanto arrancó, Ace me llamó de nuevo para confirmar que sus chicos acababan de verme subir al tren y que todo iba bien.
“Uno de los míos también está en el tren”.
Cinco minutos después me entró otra llamada. Ace me dio instrucciones de bajarme en la siguiente estación y caminar por la plaza. Me senté por unos minutos e intenté adivinar cuál de las cientos de personas caminando a mi alrededor sería el lacayo de The Scurvy Crew.
Otra llamada. Ace.
“Ok, te estoy viendo”, dijo. “Cuando vaya hacia ti, sólo di ‘hola’ y sígueme”.
A un minuto de haber colgado el teléfono, un hombre blanco y alto de unos 35 años se me acercó y asintió con la cabeza.
“¿Ace?”, pregunté.
El hombre sonrió y me dio la mano, aunque yo estaba preocupado por el hecho de que se veía más como un contador crudo que como el narcotraficante arquetípico.
Seguí a Ace hacia un área más retirada de la ciudad para después llegar a un pequeño y sórdido bar donde había algunas mesas y sillas en el piso de arriba.
Ace me pidió que vaciara mi mochila en una de las mesas. Le bajé el cierre a la bolsa de lona y vertí mis cosas. Él buscó entre mis arrugadas camisas y cuadernos, registró la tela interior de mi mochila y me pidió que le diera mi celular y pasaporte.
Le quitaron la batería a mi teléfono móvil y escanearon el pasaporte, supongo que para revisar que el número que les había dado correspondía con el de la copia.
Después de todos estos controles de seguridad, Ace se puso feliz de que yo fuera quien decía ser.
“No es nada personal”, dijo. “Necesitamos ser muy cuidadosos en esto”.
¿Sería éste el verdadero Ace o más bien uno de sus lacayos intentando engañarme?
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Para probar que él era quien decía, sacó una pequeña laptop y se conectó usando la misma clave de PGP con la que nos habíamos comunicado durante meses.
También se conectó a la cuenta de usuario de The Scurvy Crew en el nuevo Silk Road —Silk Road 2.0, una réplica lanzada en noviembre de 2013 que supuestamente era manejada por los miembros del sitio original y que actualmente ya no está en línea—.
Aunque servía su propósito, Silk Road 2.0 estaba lleno de errores, robo de bitcoins, dramas internos e intentos de hackeo.
Sin embargo, aún parecía ser el principal punto de encuentro para el negocio del narcotráfico en línea, algo que comprobé rápidamente cuando Ace me mostró su eterna lista de órdenes del día: opio español, hachís marroquí y cristal de LSD, uno detrás del otro mientras deslizaba el mouse hacia abajo.
Quise saber cómo fue que este tipo terminó en un camino que al final lo llevaría tanto a tener notoriedad en Silk Road así como un floreciente negocio de narcotráfico internacional.
Ace se arremangó la camisa, examinó el bar y se sentó frente a mí. En cuanto empezó a contarme su historia, su semblante cambió: adoptó el papel de un profesional de su campo, como cuando un apostador exitoso te explica la complejidad de sus técnicas para ganar.
Resulta que Ace empezó su carrera en los narcóticos de una forma más tradicional: narcomenudeo ocasional en las calles.
“Un grupo de chicos y yo vendíamos [drogas] en una ciudad europea hace ya unos cuatro años”, me dijo. “Les vendíamos lo que querían: coca, mota, tachas. Éramos cuatro y yo los organizaba y conseguía las provisiones. Al final uno de ellos fue arrestado, y luego otro, y entonces nos dimos cuenta de que no era un buen negocio si lo hacíamos así. Así que nos tomamos un descanso; cada uno se fue por su lado y empezamos a tratar de ganarnos la vida de forma más legal”.
No obstante, el camino legal resultó ser muy aburrido para Ace, por lo que se fue de viaje con las ganancias de su trabajo anterior. En 2011, mientras estaba de viaje, se vio atraído de nuevo al negocio de las drogas cuando un grupo de turistas australianas que conoció en España le contó de Silk Road.
“En Australia es difícil obtener drogas decentes a buen precio, así que estas chicas usaban mucho [Silk Road]”, dijo. “Me gustó mucho la idea [de vender drogas en la deep web]. Hice una investigación de unos cuatro meses. Hice algunas compras y vi que era una opción viable. Entonces empecé a pensar en qué podría vender. En España, donde me encontraba en ese momento, es bien sabido que Bayer cultiva opio […] en unos campos privados muy controlados y resguardados por el ejército”.
Ace se refería a la compañía farmacéutica alemana Bayer, cuyos químicos irónicamente fueron los primeros en producir y comercializar la heroína a finales de 1890.
Ace dice que sabe que la compañía aún cultiva opio de buena calidad en España, el cual cultivan para utilizar como ingrediente en algunos de sus productos.
Cuando intenté verificar esto con los expertos, un investigador sobre drogas me dijo que esto es muy probable, que las compañías farmacéuticas, por medio de terceros, al parecer compran amapolas en todo el mundo para extraer opio para usos científicos o medicinales. Y cuando contacté a Julien Little, portavoz de Bayer en el Reino Unido, me dijo que aunque ellos mismos no cultivan opio, es “posible que Bayer use agricultura por contrato estrechamente vigilada” para cultivar opio.
Así que Ace bien pudo haberse encontrado con una cosecha prematura de alguna otra persona. Y dada la altísima calidad de opio y los guardias armados que dice que rodean estos campos de amapola, él está seguro de que encontró un campo farmacéutico profesional de proveedores, aun cuando no hay forma de comprobarlo.
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“Para encontrar estos campos tienes que estudiar las noticias que salen [sobre ellos]. Luego tienes que sobornar a los reporteros para que te den las locaciones o ser ‘conocido’ de algunos granjeros”, dijo. “En cuánto sepas dónde es, vas allá cuando las plantas estén floreando y regresas dos meses después cuando las amapolas estén verdes y los pétalos se les hayan caído”.
Una noche de 2011, Ace, equipado con su nuevos conocimientos sobre Silk Road, un machete y un saco, decidió que tomaría el riesgo y que se escabulliría en uno de estos campos que tal vez fue cultivado para Bayer, pero, lo más importante: eran campos llenos de opio.
Después de una noche de arrastrarse por la tierra entre los tallos de amapola, Ace regresó a casa con una buena cantidad de opio listo para extraerse y rápidamente se conectó para vender su producto en Silk Road y así obtener ganancias modestas pero estables.
Para no llamar la atención sobre su nueva línea de trabajo, Ace puso un pequeño negocio para lavar sus bitcoins. Después del primer mes, estaba listo: Silk Road se convertiría en su campo de batalla para enfrentarse a la guerra contra el narcotráfico.
Para cumplir con la demanda terminó contratando a algunos amigos para que lo ayudaran con el cultivo de amapola. Fue en este punto, cuando las personas estaban ordenando opio desde la comodidad de su casa, que el peligro de esta nueva línea de trabajo se volvió demasiado real. A altas horas de la noche, mientras Ace y sus asociados se escabullían en los campos de opio, escucharon disparos a la distancia. Las balas pasaron encima de ellos. Los guardias estaban cerca.
“Pensé: ‘No pueden estar disparándonos a nosotros’”, me contó Ace, recordando aquella noche con una mirada de horror. “Así que empezamos a gatear y de repente un amigo gritó. Le habían disparado en la pierna”.
Su amigo se retorció en el piso con una herida de bala en el muslo antes de que Ace y los otros lo arrastraran por todo el campo de amapolas: “Estábamos rezando para que estos malditos idiotas no vieran que las amapolas se movían”, dijo.
Llenos de adrenalina y de un miedo de ser atacados por una bala, Ace y sus amigos se dirigieron a su coche. “Lo aventamos en el asiento trasero del coche”, recuerda. “Nos fuimos sin luces hasta el final [del camino] a través de los olivares. Mi amigo se estaba desangrando en el asiento, así que lo llevamos a un veterinario que conocemos y que nos cose si nos metemos en problemas”.
Su amigo sobrevivió. Ace pensó en esto y dijo: “Ni siquiera creo que los guardias pensaran que había alguien en los campos… sólo pensaron que sería divertido disparar entre las amapolas”.
Este encuentro cercano hizo que Ace se diera cuenta de que para obtener las mejores drogas se necesitaban muchos riesgos. Así que en lugar de acobardarse decidió que necesitaba un grupo de trabajadores de confianza para hacer que el negocio progresara.
“The Scurvy Crew se embarcó en una carrera por el hachís desde Marruecos hasta el sur de España”, dijo. “Básicamente me uní a unos amigos que querían ver de qué se trataba todo ese alboroto, ya que en ese punto todos estaban contrabandeando hachís de Marruecos para ganar un poco de dinero. Yo, como venía del negocio de la coca y el MDMA, en realidad no tenía clientela a la que pudiera venderle enormes cantidades de hachís, o incluso algunos gramos… pero ahora tenía a Silk Road. Y entonces lo usé como una forma de vender lo que traía de Marruecos”.
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Ace estaba hasta arriba de The Scurvy Crew, lo que le permitía no sólo gobernar con puño de hierro, sino también ofrecer un servicio de calidad y la integridad que creía que solamente se podía aplicar al negocio de las drogas a través de Silk Road. Claro que su equipo se volvió un conocido confiable de Silk Road. A juzgar por sus comentarios, lo que etiquetaban como “opio de Bayer” era el mejor que había. Además, nadie más lo vendía, pues, como lo puso Ace: “No muchos tienen los huevos de entrar a un campo armado para robar opio”.
El dinero aumentó y The Scurvy Crew maduró. Ace ahora tenía vendedores y empacadores trabajando para él; en el curso de seis meses había pasado de ser un vendedor solitario que se arrastraba por la tierra a tener un equipo de gente que lo ayudaba a enviar su producto. El opio y el hachís se movía tan pronto como llegaba. Ace no podía manejar por sí solo toda esta cantidad, así que compró dos bodegas para procesar su producto. En poco tiempo el negocio era una máquina aceitada con personal aún más dedicado.
“Tenemos un equipo que va a los campos. Ellos recolectan el opio, lo secan —que es un proceso de unos diez días: tienes que amasarlo todo el tiempo para sacarle todo el aire. Luego le sacas la humedad—. Mientras más seco esté el opio, mejor calidad tendrá”, explicó Ace.
“Luego el opio es calentado dentro de las bodegas, se esparce con una máquina para hacer pastas y sale del ancho de un cartón. En cuanto está listo, se corta en bloques. Usamos una guillotina para rebanarlo —cada cuadro es uno, cinco o diez gramos—. En cuanto llega la orden [de Silk Road] en la mañana, se imprime la dirección para las órdenes. Y luego pasa dos procesos [para ser empacada]. Uno es un sellado al vacío y el otro es una bolsa antihumedad. Luego se pone en una carta y es enviada a su destino. Es una línea de producción. Y si hablamos de enviar, digamos, unos mil gramos por semana, quizá perdemos de 10 a 20 gramos [en la aduana], así que definitivamente lo vale”.
El gramo cuesta unos 10 euros, por lo que The Scurvy Crew está ganando alrededor de 10.000 euros por semana tan sólo por su opio.
Incluso para finales de 2012, apenas a un año de entrar al negocio, Ace estaba ganando “demasiado dinero” para que su pequeño negocio fuera una buena opción para lavar sus ganancias. Normalmente para encontrar un contador lo suficientemente astuto para ayudarle a lavar todo ese dinero tendría que meterse en círculos criminales para los que aún no tenía el valor de entrar. Sin embargo, gracias a las conexiones de Silk Road, Ace estaba a sólo unos clics de encontrar a alguien que pudiera echarle una mano.
“Encontré un falsificador muy bueno que siempre ha ayudado a The Scurvy Crew con un buen ‘servicio de lavado’”, dijo Ace. “Nos hizo cuentas en Estados Unidos, en Suiza… y lo que hace es utilizar los tres principales tipos de cambio de bitcoin [para vender bitcoins]. El dinero que entra va directamente a las cuentas falsas de Suiza y Estados Unidos”.
Con el dinero entrando a paso tan acelerado, The Scurvy Crew tuvo un estilo de vida más cómodo. Todos comían bien, compraban propiedades, viajaban a menudo. Sin embargo, gracias a la ética de Ace, él dice que la gente a la que le compró hachís también se volvió rica.
“A lo largo de los años creamos relaciones personales con los agricultores [de hachís] de Marruecos”, dijo Ace. “De lo que me di cuenta es que allí había muchas granjas totalmente abandonadas — ni siquiera tenían excusados —. [Las personas] cagaban en el piso”.
Mientras caminaba por las montañas marroquíes de Issaguen y Azila para comprar su hachís de calidad, Ace decidió que le regresaría algo a los granjeros que ayudaron a crear su pequeña fortuna. “Hicimos arreglos de exclusividad con los granjeros debido a las grandes cantidades que les comprábamos. Así que decidimos darles una buena suma de dinero para ayudarles a mejorar sus condiciones de vida”, dijo.
Se le ocurrió algo que ayudaría a ambas partes: “La esposa de uno de los granjeros estaba muy enferma y no podía pagar un doctor, así que hicimos un acuerdo con este granjero de que pagaríamos los gastos médicos de su esposa y le daríamos algunas mejoras básicas, ya que allá hace un chingo de frío en invierno. Así que le instalamos un calentador, un excusado, hicimos que vieran a su esposa, le dimos un poco más de dinero para que instalara un sistema de irrigación. Entonces al final, después de tres meses, cuando la cosecha estaba lista, nos la llevamos a cambio de la ayuda que le dimos. Ahora tenemos una relación de trabajo en la que en cuanto está listo el hachís ya tenemos a alguien que va para allá y que les paga a los granjeros por ello. Ha sido así durante ya dos años”.
Con el opio y el hachís fluyendo, miles de clientes de Silk Road ahora compraban sólo los productos de Scurvy Crew y dejaban comentarios positivos en los que alababan sus drogas, así como la cautela y rapidez con la que les llegaban. El negocio iba bien, sus comentarios eran excelentes y el mismo Dread Pirate Roberts estaba feliz con el progreso de Ace. Los dos hablaban a menudo, era una “relación de trabajo”.
“Nos manteníamos en contacto”, dijo Ace.
La primera vez que vi el nombre de Ace en Silk Road fue cuando revisaba los foros en vísperas del arresto de Ulbricth. Los foros ya no existen, pero Ace —por lo que pude ver— fue el primero en alertar sobre el arresto de Dread Pirate Roberts antes de que la noticia llegara a los medios. El primero de octubre de 2013, Ace hizo un comentario que decía: “Creo que algo anda mal con DPR”. Unos 30 minutos después, los foros estaban llenos de las noticias de la supuesta captura de Dread Pirate Roberts.
Naturalmente, Ace fue cauteloso cuando le pregunté sobre el tema. “Sentí que algo raro estaba pasando”, dijo.
A juzgar por la fecha y hora en la que Ace chateaba con Dread Pirate Roberts, él cree que ambos estaban justamente “a mitad de una conversación cuando arrestaron [a Ross]”.
“Creo que DPR me contestó un mensaje y el que le mandé un minuto después lo contestó un agente del FBI”, explicó. “Fue lo más raro del mundo. Estábamos hablando de añadirle algunas cosas al sitio — sabía que era él por la forma en la que hablaba —, y luego el siguiente mensaje tenía una forma de escribir totalmente diferente”.
Ace dijo que de inmediato Dread Pirate Roberts le pidió una copia de su identificación. Eso no es nada inusual, ya que es bien sabido que DPR solía recabar información personal sobre aquellos que trabajaban en su círculo interno, pero ponerlo en la conversación así como si nada fue algo que a Ace se le hizo muy extraño.
“Fue entonces cuando terminé la conversación. En ese momento entré a los foros y puse: ‘Qué onda, chicos, creo que hay algo raro’. Lo que se me hizo muy extraño fue que [el mensaje] estaba encriptado con la clave PGP de DPR y que su usuario seguía abierto, así que en ese momento supe que alguien más estaba en su computadora”.
Éste fue también el momento en que el negocio de Ace se cayó a pedazos. El Silk Road original fue incautado por el FBI y todas las bitcoins que había en su depósito desaparecieron junto con el sitio. Se trata de un botín de 28.5 millones de dólares confiscado por las autoridades.
“The Scurvy Crew perdió unos 7 millones de pesos con la caída de Silk Road”, dijo Ace, viéndose todavía un poco triste. “Sin embargo, los problemas de la desaparición de Silk Road no duraron mucho”, continuó. “Creo que en dos semanas ya estábamos en los otros dos mercados”.
Los “otros dos mercados” eran la alternativa de los bazares de drogas en internet de ese entonces: Sheep Marketplace y Black Market Reloaded. Ambos operaban al mismo tiempo que Silk Road, pero permanecieron a la sombra de Dread Pirate Roberts y su mercado. Sin embargo, con ese barco hundido, los miles de usuarios de Silk Road emigraron a su ex competencia.
Backopy, el fundador de Black Market Reloaded, tuvo que cerrar las solicitudes de nuevos registros durante tres días cuando su tráfico incrementó de 2 mil usuarios al día a más de 5 mil.
Sheep Marketplace pasó de tener 500 órdenes de drogas a 1,500 en tan sólo unos días después de la desaparición de Silk Road. Sin embargo, ambos mercados ya cayeron al abismo. Sheep Marketplace desapareció con miles de bitcoins de sus usuarios y Black Market Reloaded cerró por completo el 23 de diciembre de 2013.
El razonamiento de Backopy fue que su mercado no podría “alojar a otra ola de refugiados” cuando Sheep Marketplace desapareció.
Dijo en los foros de Black Market Reloaded que “Tor no podía mantener un sitio demasiado grande”, lo que le dio tiempo a sus 30,755 usuarios registrados de escapar con sus bitcoins.
Con un historial impecable, con el mejor opio y hachís y una posición tan enraizada en el Silk Road original que los asociados de Dread Pirate Roberts incluso estaban en contacto con Ace, The Scurvy Crew logró sobrevivir cada tormenta de la deep web.
El equipo decidió embarcarse en Silk Road 2.0 reconstruyendo su base de clientes (muchos siguen a The Scurvy Crew por toda la deep web) y buscando vender otras drogas diferentes.
Sin embargo, la posición de Ace como jefe significa que rara vez tiene que ensuciarse las manos de nuevo. “Me levanto en la mañana y reviso los chingos de mensajes que tengo”, rió. “Los reviso y creo una lista que separo en dos, ya que el opio y el hachís están en bodegas diferentes. Mando la lista del opio a la bodega del opio y eso significa que todos los paquetes deberán estar listos ese mismo día. Mando la otra lista a la bodega de hachís y espero que ambos [paquetes de la lista] sean enviados a las 4PM de ese día. Y entonces se repite el ciclo. Paso el resto del día hablando con mi equipo y organizando el negocio”.
En este punto Ace demostró de nuevo (quizá para mostrarme que no me estaba cuenteando) que en realidad era “el de esa vida” al mostrarme varias órdenes de Silk Road 2.0 que acababa de recibir. Ya para estos momentos no tenía duda de que Ace fuera quien decía ser. Se veía lo suficientemente genuino y dispuesto a mostrarme evidencia de lo que decía. Claramente estaba orgulloso del negocio que creó y del dinero que logró ganar y de los otros que reclutó para que le ayudaran.
“¿Sabes lo que es poder levantarte en la mañana y decidir que quieres cenar en París?”, me preguntó. “¿O comprarte un nuevo coche porque el tuyo ya te aburrió, o tener casas en muchos lugares? Es una vida que nunca creí tener”.
Me dijo esto sin presumirlo, sino más bien con sorpresa. Tuve la sensación de que para Ace fue catártico tener a alguien con quien hablar de su negocio. Claramente su trabajo lo impulsaba y vivía una vida de ricachón, solo que las bolsas oscuras y cansadas alrededor de sus ojos recordaban el precio que tiene una vida así.
“Lo malo son las mentiras”, dijo. “Hay días en los que preferiría tener un horario de 9 a 6 en lugar de tener que estar cuidándome la espalda todo el tiempo, de preocuparme a cada rato por quién está tocando el timbre o a dónde puedo ir o si hay alguien siguiéndome. No sé qué detalles tenga el FBI de mí… lo único que sé es que tengo que seguir y divertirme, o si no, no valdría la pena”.
Terminó nuestra entrevista diciendo que le daba más miedo perder la lucha contra las autoridades que pasar toda su vida en la cárcel. Como ya había hablado con varios criminales, esto era algo que ya había escuchado cientos de veces, sólo que tal vez Ace era el único que lo decía en serio. No se trataba de alardear o de engañarse, era pura honestidad. Él creía en lo que hacía.
Después de dos horas de platicar, ya era hora de irme. Recogí mis cosas y le agradecí a Ace y, aunque seguramente me estaban vigilando, me dejaron salir del bar sin ser escoltado.
Cuando al fin encontré mi camino de vuelta a la estación de trenes, algo me cautivó. Miré hacia arriba y vi un enorme letrero de Bayer.
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