¿Hay algo de malo con los adultos que quieren usar pañal?

La psiquiatra estadounidense Jennifer E. Pate cuenta en una conferencia que durante el año 2002,recibió en su consultorio a un hombre de 35 años que cargaba una pañalera con un tetero al costado y vestía un overol y una camiseta de Winnie Pooh. El hombre no mostraba síntomas de depresión ni ansiedad, tampoco manifestaba tener problemas de consumo de drogas ni alcohol y afirmaba desempañarse normalmente en su trabajo como policía en un suburbio de Houston, Texas, Estados Unidos. Cuando la doctora Pate le preguntó por el motivo de su visita, el hombre, a quién Pate únicamente se refiere con el nombre de señor A., le contestó: “se supone que soy un hombre de 35 años, pero yo quiero ser un bebé”. En ese momento Pate acusó la ausencia de literatura psiquiátrica que hiciera referencia a este tipo de comportamientos y, al presentar el caso del Señor A. al American Journal of Psychiatry, afirmó sentirse como Indiana Jones: “inventándose todo a medida que iba avanzando”.

Trece años después, los hombres que, como el señor A., llevan vidas adultas con normalidad, pero les gusta adoptar el rol de bebés en su tiempo libre, han ido saliendo de la clandestinidad: en buena parte gracias a internet. Y, a pesar de que aún no es mucha la literatura que se refiere al tema, la ciencia ya le ha puesto a esta conducta una etiqueta: “infantilismo parafílico” Existe un debate al interior de la comunidad psiquiátrica acerca de si los hombres de la bata blanca deberían preocuparse por el hecho de que adultos funcionales elijan ponerse pañales, baberos y mamelucos para echarse al suelo a gatear después de marcar tarjeta.

Videos by VICE

Al igual que el señor A., Lucas afirma llevar una vida normal: tiene 29 años, es soltero, trabaja como profesor de historia en Buenos Aires y en sus ratos libres le gusta ponerse un pañal y pretender que es un bebé. Ambos hacen parte de un mundo conocido como AB/DL, siglas que en inglés significan bebés adultos, es decir adultos a los que les gusta vestirse y actuar como bebés y amantes del pañal, o sea adultos a los que le gusta usar pañal pero no necesariamente comportarse como bebés. Al menos eso me explicó Lucas, quien accedió a darme una entrevista a través de Facebook desde un perfil falso.

Desde hace tres años, Lucas administra una página de Facebook llamada “Cuentos AB/DL” en la que publica cuentos para bebés adultos y amantes del pañal. Algunos los escribe él mismo, otros son enviados por algunos de sus 3.080 seguidores. En uno de los cuentos escritos por Lucas, un hombre adulto con problemas de ansiedad crónica visita a una terapeuta que, a pesar del escepticismo de su paciente, le pide que se vista como bebé. Luego le pone en la boca un biberón, lo alza, lo amamanta y le pone un pañal. Finalmente, el paciente cede en su resistencia, se caga (aunque Lucas en su conversación conmigo prefiere usar el término ‘ensucia’) en los pañales y queda curado de su ansiedad.

Respiré hondo, procesé todo lo que acaba de leer y le pregunté a Lucas si, al igual que su personaje, él también se había resistido en un principio a vestir y actuar como bebé. Esto fue lo que me contestó:

“Bueno, pues en todos los personajes hay algo de su autor, ¿no? Desde chico me gustaban las cosas de bebé, es difícil de explicar, pero me atraían. Al principio pensé que había algo mal en mí. Por años negué este gusto. Después, navegando por Internet, descubrí que hay mucha gente con el mismo gusto. Así que de a poco me fui animando a probar este nuevo mundo.

¿Y qué encontraste cuando te animaste a explorar? Le pregunté.

“Pues, como en todo, hay gente buena y gente mala. Están quienes lo hacen por gusto, para quitarse el estrés del día a día. Y también están quienes se hacen pasar por AB o DL solamente para pedir fotos íntimas y eso no es un gusto, es perversión”.

Precisamente, esa línea entre gusto y perversión es la que ha sido causa de debate en la comunidad científica. En 2009 la sexóloga estadounidense Anne Lawrence publicó un artículo en la publicación científica Journal of Sex Research en el que proponía meter el infantilismo parafílico en la misma bolsa que la zoofilia, la pedofilia y el transgenerismo, al considerar que todos son síntomas de un mismo desorden: error en la localización del objeto erótico (ELOE). Sin embargo, en su siguiente número, el Journal of sex researchpublicó una réplica en la que el sexólogo Charles Moser afirmaba que Lawrence asumía arbitrariamente la existencia de un objeto erótico “normal”, idea que es considerada obsoleta por la psiquiatría contemporánea. En su réplica, Moser advertía acerca de los peligros de convertir en patología cualquier práctica sexual que fuera considerada inusual y recordaba una época no muy lejana en la que las personas que practicaban sexo oral o anal eran obligadas a someterse a tratamiento psiquiátrico.

La discusión entre Moser y Lawrence hace parte de un debate mucho más amplio acerca de si las parafilias, entendidas como el hecho de experimentar un deseo sexual intenso por objetos, individuos o sensaciones atípicas, deberían, o no, ser incluidas en los manuales de diagnóstico médico. La línea parece haber sido trazada en 2013 por el doctor estadounidense Ray Blanchard, presidente del grupo de trabajo en parafilias del comité editorial delManual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales”, publicado por la Asociación Estadounidense de Psiquiatría, quien afirma: “Tratamos de no patologizar las parafilias más leves e inofensivas, reconociendo que existen otras que incapacitan a las personas o causan daño a los demás y deben ser catalogadas como desórdenes”. Y hasta la fecha, la infantofilia parafílica se ha mantenido fuera de los manuales de diagnóstico de los psiquiatras.

De hecho, los adultos bebés han ido saliendo a la luz pública paulatinamente. La organización Diaper Pail Friends, un grupo fundado en San Francisco que se dedica a organizar eventos y comercializar literatura, videos y accesorios para adultos bebé, afirma contar con 15.000 miembros en Estados Unidos. Otros grupos de adultos bebés han fundado sus propias guarderías para adultos en países como Alemania, Inglaterra, Estados Unidos y Australia. En febrero del año pasado, una pareja inglesa que admistraba una de estas guarderías en Portsmouth, Inglaterra, se vio obligada a trasladarse a Liverpool ya que, según ellos, sus vecinos los acusaban de ser pedófilos.

En otro de los cuentos publicados en la página de Lucas, un joven de 20 años que desde siempre se ha sentido atraído por los juguetes y la ropa de bebé es abordado por un hombre de 45 años en un centro comercial. El hombre se ofrece regalarle al joven varios juguetes, también ropa, y poco a poco se va a formando una relación en la que el hombre lleva al joven a dar paseos en coche, le pone pañales y, cuando es necesario, lo cambia. Al final el joven se muda a la casa de su nuevo ‘papi’, accede a ser su “bebito” y nunca tienen contacto sexual.

Según Lucas, lo sexual no hace parte de su fantasía de ser un bebé (al fin y al cabo los bebés no tienen sexo). Sin embargo, reconoce que para algunos de sus seguidores y de las personas que ha conocido, en especial amantes de los pañales, puede llegar a serlo, y “está perfectamente bien y aceptable”, me decía Lucas, “si te excita como juego está bien y si solo es para olvidar por un rato la complicada vida de adulto está bien también. Siempre y cuando no moleste y lastime a un tercero, no hay drama”.

Durante nuestra conversación, Lucas fue educado y contestó mis preguntas de manera articulada y segura, como un adulto, no como un bebé. Sin embargo, pensar en que al otro lado de la pantalla se encontraba un hombre adulto vestido con un mameluco y que podría, o no, llevar puesto un pañal sucio me revolvía, ligeramente, el estómago. Y no soy el único: la doctora Pate también confesó durante su conferencia que el hecho de estar frente a un hombre adulto vestido con un overol de Winnie Pooh que la miraba fijamente mientras succionaba leche de un tetero, la perturbaba. Aun así tengo que hacer caso omiso de mi estómago y estar de acuerdo con Moser, Blanchard y Lucas y sus más de 3.000 lectores: no hay nada malo con que un adulto se ponga su mameluco y se cague en su pañal