Hice un trío con mi novio y su amante

Este artículo se publicó originalmente en Broadly, nuestra plataforma dedicada a las mujeres.

Durante mis años de juventud, he hecho tríos muy buenos y otros que han sido el resultado de una decisión errada. Siempre he pensado que los tríos son como el sexo normal. Hay unas experiencias increíbles, unas raras, y todo lo que quepa en medio de estos dos extremos. Durante mi juventud fui como un conejillo de indias humano en lo referente al amor, el sexo y las citas.

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A los 18 años tuve el primer novio al que de verdad amé, un tipo que pertenecía al colectivo de artistas del ligue. Un día fue a una convención de su comunidad y justo en ese mismo hotel se estaba celebrando una convención porno. Me dijo (a través de AOL messenger) que había hecho una orgía con tres estrellas porno que había conocido en la convención. La noticia me sentó como un martillazo en la cabeza y el corazón al mismo tiempo.

De repente me vi expuesta al mundo de esos “artistas de la seducción”, del porno y del poliamor. Quería averiguar más sobre aquello que me había causado tanto daño: me lancé de cabeza. Curiosamente, estaba buscando más sobre cómo convertirme en un miembro activo de la iglesia, pero acabé en el camino de los “artistas de la seducción”. Me fui con ellos y me enseñaron su arte.

Me era infiel de la peor manera: saliendo con una chica con quien no se había acostado pero por la que se sentía muy atraído

Mientras vivía con la comunidad nómada de expertos en el ligoteo, empecé a explorar, probé con frecuencia relaciones bisexuales y lésbicas. Entonces, me convencía de que estaba teniendo aventuras fantásticas, pero sentía que tocaba fondo, que estaba al borde del pánico. Aunque siempre había sentido curiosidad por las experiencias intensas, pronto eso derivó en una espiral sin sentido donde solo buscaba nuevos horizontes… para romperlos.

Hace muchos años descubrí que mi novio de entonces me estaba engañando. Me era infiel de la peor manera: saliendo una chica con quien no se había acostado pero por la que se sentía muy atraído. Así que la invité a que fuera con nosotros a una fiesta, donde sabía que todo podía degenerar. Creo que intentaba desesperadamente ejercer algún tipo de control sobre la situación.


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Era guapa, estudiante de la Universidad de Oxford, cinco o seis años menor que yo. Estábamos en una casa enorme y vieja, nos agasajaban con ostras y champán. Yo llevaba un vestido Dior (que costó más dinero que todo lo que me he comprado en la vida), ella llevaba unos zapatos de charol baratos, un vestido bastante barato, y aun así tenía un aspecto radiante. Sexy. Tenía un material genético increíble que rompía moldes.

Hubo un momento en la fiesta, mientras estábamos las dos retocándonos el maquillaje, en que de repente sentí que algo estaba mal: ambas nos estábamos arreglando para el mismo hombre. Después me miró y me preguntó: “¿Te importa si beso a tu novio?” Se me retorcieron las tripas y no podía mirar, pero tenía que hacerlo. Es como si estuviera teniendo una experiencia extracorporal. No creo que mi compañero lo hubiera disfrutado tampoco. Él también parecía sentirse incómodo.

Mi novio estaba nervioso, no podía mantener una erección y no paraba de dar vueltas por la habitación. Así que la até y practiqué sexo con ella mientras él miraba

En cada etapa, como la primera vez que la vi dándole un beso, o cuando la vi desnuda, dudé si continuar. Pero como ya había dicho que sí, sentía también que era necesario dar el siguiente paso.

Después de la fiesta, rematamos en una de las habitaciones del hotel. Parecía inevitable tener alguna experiencia sexual. Mi novio estaba nervioso, no podía mantener una erección y no paraba de dar vueltas por la habitación. Así que la até y practiqué sexo con ella mientras él miraba.


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Creo que es lo más retorcido que he hecho. Pero eso no fue todo: al terminar, lo miré; lo conozco, sabía lo que estaba pensando: sentía que no podía dar la talla sexualmente. “¿Quieres follártela? Yo me voy a sentar aquí mientras te miro hacerlo”, le dije. Y me senté ahí, intentando por todos los medios sabotear la experiencia, pero al tiempo haciendo algo que sabía no era bueno y que me estaba causando mucho daño.

No pudo hacerlo. Intentamos dormir, pero no había suficiente espacio en la cama, así que tuve que sentarme en el alféizar de la ventana mientras el sol salía y observarlos a los dos dormir acurrucados. Recordé que ella llevaba el pelo en una trenza larga, alcanzaba a escuchar los cuervos, me sentí mal. Me sentí jodida.

Después del trío intenté reforzar la relación con mi novio yéndonos a vivir juntos. Estuvimos así más o menos un año y durante ese periodo ella se convirtió en una especie de tormento. Él estaba medio obsesionado con ella

A la mañana siguiente tuve que aguantar ocho horas de viaje en coche hasta Londres. Ella iba sentada en la parte trasera y todo fue muy extraño. Paramos para comer algo y se escabulleron juntos, para más inri. Traté de ir de guay y atrevida, pero al final era yo la que estaba de más. En el futuro, si mi pareja me engaña, me iré por el camino tradicional de meter sus cosas en una caja y romper con él.

Después del trío intenté reforzar la relación con mi novio yéndonos a vivir juntos. Estuvimos así más o menos un año y durante ese periodo ella se convirtió en una especie de tormento. Él estaba medio obsesionado con ella. Después descubrí que se vieron a escondidas, al menos una vez más, después del trío. La relación acabó poco después de eso; cuando supo de mi embarazo, él me dejó. Quise seguir, pero sufrí un aborto natural cuando el embarazo estaba muy avanzado.


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El aborto básicamente me despertó. Solo pensé, ¿A qué demonios he estado jugando todo este tiempo? No tengo un compañero, no tengo alguien que me ame y apoye. He mantenido una relación que ya estaba medio moribunda, y mira cómo he acabado. El momento en el que lo dejé ir no fue cuando me abandonó embarazada. Fue un año antes, por la época del trío, cuando las cosas se empezaron a volver nocivas. Pero en vez de romper con él empecé a jugar a ese juego. El trío y el embarazo fueron la llamada de atención que me devolvió la razón

Me interesé por el mundo de los tríos porque un tipo tuvo una experiencia orgiástica con estrellas porno. Luego entré en esta búsqueda del sexo, la seducción y el amor, y en el camino perdí la perspectiva del exceso (el tipo de exceso que permite que escapes de tu propia reflexión). La chica guay era solo una fachada, una imagen. Ahora he pasado al otro extremo. Los tríos iniciaron y cerraron ese periodo de mi vida; sentí y viví experiencias de las que no me arrepiento. Pero ahora siento que soy la persona que era antes de empezar con todo esto.