Lo que el himno de Marta Sánchez nos ha enseñado sobre España

La escalada de conflictos de identidad patriótica que hemos ido viviendo estos últimos meses ha llegado a tal punto de absurdidad que un mismo sentimiento cobra un sentido distinto (positivo o negativo) según el objeto al que se dirige.

En algunos sectores de la sociedad española el nacionalismo catalán es tratado casi como una secta mientras que el centralismo constitucionalista español es el estado normal de las cosas, incluso se evita llamarlo “nacionalismo” para evitar cualquier vínculo con los otros, con los enemigos.

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Yo nunca he sido capaz de amar un territorio (sus bosques, montañas y lagos) ni tampoco la organización política de un país (la gestión de un gobierno) así que no puedo entender demasiado los nacionalismos en general, aun así, desde la distancia, no veo ninguna diferencia entre el amor, por decirlo así, que sienten los españoles hacia España y el que sienten los catalanes por Catalunya. Aun así, la empatía entre ambos lados no existe.


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Todo esto viene a cuento de que el otro día empezó a compartirse por internet un vídeo en el que aparece Marta Sánchez cantando el himno de España, con letra original de Marta Sánchez, cosecha propia. Aquí va la transcripción:

“Vuelvo a casa, a mi amada tierra, la que vio nacer mi corazón aquí [mientras posa su mano en el pecho].

Hoy te canto, para decirte cuanto orgullo hay en mí, por eso resistí.

Crece mi amor cada vez que me voy, pero no olvides que sin ti no se vivir.

Rojo, amarillo, colores que brillan en mi corazón y no pido perdón.

Grande España, a Dios le doy las gracias por nacer aquí, honrarte hasta el fin.

Como tu hija llevaré ese honor, llenar cada rincón con tus rayos de sol.

Y si algún día no puedo volver, guárdame un sitio para descansar al fin.”

Como habéis podido ver, la letra es absolutamente superficial y poco concreta, como la de la mayoría de himnos de países, y tanto podría estar refiriéndose a España como a Bulgaria o incluso al Mercadona. Es evidente que este gesto de Marta Sánchez es un intento desesperado de atención, es la última rama del precipicio a la que se puede sujetar una artista olvidada antes de desaparecer para siempre. La puesta en escena, el vestido rojo, la interpretación; el nacionalismo como salvavidas de una carrera musical.

Pero pese a la absurdidad de la propuesta, parece que la letra y la interpretación han emocionado a tanta gente que incluso el mismísimo presidente de España no ha podido evitar hacer un tuit sobre el tema, mostrándose orgulloso de su Marta y de su España.

Es indudable que Marta se posiciona y en este caso la letra la da la mano a todos los unionistas y constitucionalistas, a los defensores del derecho y el orden de la estepa castellana. Aun así, las emociones a flor de piel que parece haber suscitado su interpretación son una buena lección de humildad y empatía.

Con este gesto baratísimo de sentimientos superficiales desbocadas, los españolistas han podido sentir en primera persona lo que sienten los catalanes cuando ven un lazo amarillo en la chaqueta de alguien o cuando escuchan el Despacito tocado con grallas. Este mismo sentimiento de pertenencia y de amor penetrando en su cerebelo, tomando el control del corazón y la mente. Ambas partes sintiendo lo mismo en una danza celestial, cambiando las coordenadas, unos podrían ser los otros y todo daría igual.

Es extraño decirlo, pero parece que Marta Sánchez ha sido el nexo en común entre las dos partes de este perenne conflicto. Ella ha logrado solapar dos realidades que llevan años riñendo y detestándose. O, al menos, estaría bien que así fuera.