Están escondidas en casa, en los armarios del baño y habitualmente bajo el amparo de la prescripción médica. Son las pastillas tranquilizantes, también conocidas en términos científicos como sustancias hipnosedantes o benzodiacepinas, que según el último informe del Observatorio Español de la Droga y la Toxicomanía han sido consumidas por más de una quinta parte de la población al menos una vez en la vida.
Las pastillas tranquilizantes y somníferos son la cuarta droga de mayor consumo en España por detrás del alcohol, el tabaco y el cannabis, aunque al contrario que las anteriormente mencionadas, son una droga mucho más adulta que adolescente. Mientras que las primeras empiezan a ser consumidas entre los 14 y los 18 años, el abuso de los hipnosedantes se da, con mayor frecuencia, a partir de los 35 años. El perfil medio del adicto a los tranquilizantes, según el informe, es el varón de 36 años que vive con su familia de origen y la mujer de 45 años que vive con su pareja e hijos.
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“El vino o el café nunca lo vas a ver como una droga, y lo mismo pasa con las pastillas que te ha mandado el médico. Nunca te pensarás que la vecina es una drogadicta por tomar pastillas, la gente no entiende que aquello que tiene un uso médico pueda ser una droga”, explica Eusebio Mejías, psiquiatra y director técnico de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD).
El perfil medio del adicto a los tranquilizantes, según el informe, es el varón de 36 años que vive con su familia de origen y la mujer de 45 años que vive con su pareja e hijos
¿Pero de qué sustancias hablamos exactamente? Te sonarán más si les ponemos su nombre comercial: Valium, Trankimazin, Orfidal, Lexatin, Dormodor… la típica pastilla que tus padres se tomarían si tienen dificultades a la hora de dormir, nerviosismo descontrolado o ataques de pánico recurrentes. El caso es que hay varios problemas que dificultan la detección y el análisis del abuso de este tipo de tranquilizantes y somníferos.
En primer lugar, se trata de drogas legales que en la mayoría de casos vienen acompañadas de una prescripción médica; tampoco ayuda el hecho de que sus efectos sean difíciles de detectar en el día a día o que haya poca claridad en la investigación sobre el consumo de las mismas. Vamos por partes.
“Entre los productos legalmente prescritos, en el Top 10 siempre hay dos o tres hipnosedantes, así que se consumen muchísimo”, afirma Mejías, que habla de un problema del sistema más que de los médicos que prescriben las recetas. “Vivimos en una sociedad intolerante al malestar y el sufrimiento personal. Ya no entendemos ni aceptamos tener que aguantar pequeños dolores o molestias”. El argumento es: ¿por qué pasarlo mal si tengo una pastilla que me lo quita?
“Existe una presión para que los profesionales tengan un rendimiento estajanovista en las consultas. Hay que atender a mucha gente, y la gente quiere sacar algo de ellas”, comenta el experto de la FAD. Si el médico no tiene mucho tiempo para atender, le resulta más sencillo despachar a los pacientes con una pastilla. “Hasta un 5% de las consultas realizadas por médicos de familia tienen alta probabilidad de acabar con una prescripción de hipnosedantes”, detalla el Manual de Adicciones de la Sociedad Española de Estudios sobre Alcohol, Alcoholismo y otras Toxicomanías.
“Vivimos en una sociedad intolerante al malestar y el sufrimiento personal. Ya no entendemos ni aceptamos tener que aguantar pequeños dolores o molestias” — Eusebio Mejías, psiquiatra de la FAD
Otro elemento a tener en cuenta es el negocio, ya que igual que a los viñedos les interesa vender más vinos, a las farmacéuticas les interesa vender más medicamentos. “Antes te daban benzos para todo, para un dolor de espalda, molestias en un hombro, para estados depresivos o la menopausia. Ahora está más controlado, aunque sigue habiendo farmacias que los pacientes logran engañar. El mercado negro ya funciona muy bien, porque para un adicto se trata de ‘o la tomo o me muero’, así que se buscan la vida e Internet que facilita mucho encontrar estas sustancias”, explica Pablo Fernández, director del centro terapéutico y de desintoxicación CC Adicciones.
A pesar de que se ha aumentado el control —en las farmacias se piden la receta y el DNI— y se intenta formar a los profesionales de atención primaria, “aunque los médicos de cabecera no son expertos en este tipo de adicciones”, apunta Fernández, en el fondo estamos ante una adicción difícil de detectar. “Para que una persona esté amodorrada y los efectos se noten durante el día tiene que estar muy enganchada. Lo normal es que no se note, que sea alguien que consume una pastilla a la noche para dormir y a la mañana siguiente ni se entere”, comenta Mejías.
La mayoría de abusadores sufren una adicción psicológica, pero en pocos casos física. “La mayoría llevan muchos años tomando psicofármacos y han desarrollado una dependencia psicológica. Si los dejan, o no duermen o se sienten nerviosas”. Fernández equipara las pastillas con cualquier otra droga dura. “Se trata de una droga muy potente que es como el resto de drogas (cocaína, heroína, etc.) y aparece poco a poco en la vida de una persona: ‘Cuando me encuentro mal, pues me tomo una pastilla. Si no me sienta bien una, pues me tomo dos’. Al final se genera una dependencia”, detalla este terapeuta.
“Es como el resto de drogas (cocaína, heroína, etc.) y aparece poco a poco en la vida de una persona. ‘Cuando me encuentro mal, pues me tomo una pastilla. Si no me sienta bien una, pues me tomo dos’”
La última clave para entender el aumento del consumo de los hipnosedantes es la falta de estadísticas concretas y una investigación más profunda. “La investigación de prevalencias en las drogas ilegales, el alcohol o el tabaco están bastante establecidas y clara, sobre el consumo de hipnosedantes hay menos claridad”. Que el 22% de los españoles de entre 15 y 64 años haya consumido estas sustancias nos dice algo, pero en esta clasificación entran tanto quienes usan estas sustancias para rebajar las subidas y bajadas de consumir otras drogas como la heroína o la cocaína como aquellas personas que lo hace por autoprescripción y prescripción médica. En el segundo grupo es donde se encuentran los adultos, y es que las pastillas tranquilizantes son la única droga en que la media de edad de iniciación se aleja de la adolescencia.
La única droga (históricamente) femenina
Aunque recientemente las mujeres han superado en consumo de tabaco a los hombres, hasta ahora solo lideraban la clasificación de abusos en pastillas tranquilizantes. La teoría dice, pues, que es mucho más probable que sean ellas —normalmente madres de entre 35 y 50 años— las que abusen más de estas sustancias. Los motivos son, igual que con el tabaco, sociales. “Históricamente, los hombres se han apoyado más en el alcohol, mientras que las mujeres han vivido una menor tolerancia social con el consumo de alcohol, y por lo tanto lo escondían mucho más o recurrían a las pastillas”, defiende Mejías.
“El perfil que suele entrar es el de una mujer de entre 45-60 años con una familia bien estructurada, con hijos y pareja, que ella, sin darse cuenta, se está encargando de desestructurar con este abuso”, aporta Fernández. “En esta franja también hay algún que otro hombre y adolescente que prueba las pastillas de la abuela para probar otra cosa que no sean los porros”.
“Las mujeres han vivido una menor tolerancia social con el consumo de alcohol”
“La gente que llega a la clínica son casos extremos, cuando todo el mundo tiene la culpa de los problemas menos la persona que consume estas pastillas, que no se da cuenta del problema. De un modo, esta persona se está incapacitando poco a poco para la vida”, detallan desde CC Adicciones, donde matizan que en el día a día la mayoría de abusadores moderados pueden seguir haciendo vida normal. Según los expertos, evitar estos abusos es complicado por la normalización social de los tranquilizantes y, porque en el fondo, todos participamos del fenómeno.
“Hoy en día nos hemos acostumbrado a tomar un ibuprofeno si tenemos un dolor, si nos duele la cabeza, tomamos un paracetamol. A la mínima tendemos a tirar de las pastillas, y si tenemos unas pastillas que nos lo quitan todo, pues hala, pastilla mágica y solucionado”, sentencia Fernández. La solución es a día de hoy una utopía, ya que los expertos consultados apuntan a un problema del sistema. Los médicos necesitan más recursos y más tiempo, que es justo lo contrario que se está dando en estos últimos años de crisis a la sanidad pública.
Fernández cierra su diagnostico con un ejemplo ilustrativo. “Para tratar un hombro fastidiado o las cervicales lo ideal sería ir a un fisioterapeuta. El problema es que por la seguridad social esa solución no existe, y si existe la lista de espera es de cuatro o cinco meses. Es más rápido y efectivo y dar una pastillita, claro”. Con esto queda todo dicho.
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