De la peste negra al coronavirus: qué podemos aprender de las pandemias del pasado

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La peste antonina, la peste negra, la pandemia de la gripe de 1918 y la gripe de Hong Kong; los seres humanos nos hemos enfrentado a, al menos, 13 pandemias antes de que la Organización Mundial de la Salud incluyera al coronavirus en la lista el 11 de marzo de 2020. Todas trajeron consigo un cambio político y social muy grande en todo el mundo.

La incertidumbre a la que nos enfrentamos estos días es una fuente inagotable de ansiedad y agobio: de repente, el mundo como lo conocemos ha cambiado por completo. Es normal preguntarse cómo será todo cuando podamos volver a darnos la mano, abrazarnos los unos a los otros o viajar de nuevo. ¿Cambiará algo o volveremos a nuestros viejos hábitos de inmediato? Aunque es difícil de predecir, merece la pena echar la vista atrás y ver qué ocurrió en el pasado.

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Para ello, hemos hablado con Barbara Gallavotti, bióloga, periodista científica y autora de Le grandi epidemie (Las grandes epidemias), un libro sobre el impacto que han tenido las enfermedades contagiosas que se han propagado por todo el mundo. Gallavotti cree que la historia puede ofrecernos algunas pistas: “Tenemos que entender que la situación actual no se parece en nada a lo que hemos vivido antes”, dice. “En esta ocasión, hemos actuado mucho más rápido. Pero, no tenemos que irnos muy lejos. Podemos pensar en los años 80 con el VIH y el sida”.

Esta pandemia, que mató a unos 32 millones de personas entre 1981 y 2018, generó una gran discriminación contra las minorías más afectadas: los hombres que se acostaban con otros hombres y los que consumían drogas inyectables. Ocurrió siete años antes de que la Administración de Alimentos y Medicinas aprobara el primer medicamento para tratar la enfermedad.

En cambio, en esta ocasión, los científicos ya habían secuenciado el genoma del coronavirus el 10 de enero, dos meses después de que se conociera oficialmente el primer caso en China y la carrera para desarrollar la primera vacuna ya está en marcha. El hecho de que estemos mejor equipados y motivados para resolver el problema no le quita urgencia al asunto, pero en el último mes hemos visto a mucha gente negar tal urgencia. “Hablamos de que el coronavirus ‘afecta a los ancianos’ de la misma manera de la que muchos hablaban de los gais y drogadictos”, dice Gallavotti. “Por aquel entonces, eso generó una falta de urgencia que desembocó en muchas más muertes”.

En Estados Unidos, el Gobierno de Reagan llegó a sugerir que se eliminaran los gastos relacionados con el sida en 1985 y quedó de manifiesto que ignoraban por completo su rápida expansión, hasta que el actor Rock Hudson reveló, en un sorprendente comunicado, que estaba muriendo a causa de la enfermedad. Tras su fallecimiento, Ronald Reagan hizo la primera mención pública de la pandemia en un discurso en 1987, en el que decía: “Es importante que Estados Unidos no rechace a aquellos que tienen la enfermedad, sino que cuide de ellos con dignidad y amabilidad”.

En cuanto a la comunicación, Gallavotti cree que podemos aprender mucho de los errores que se cometieron durante la gripe de 1918, que mató a más de 50 millones de personas entre 1918 y 1920. “En algunos estados de Estados Unidos, los dirigentes trataron de quitarle importancia a la situación y los contagios aumentaron”, dice. Sin embargo, en San Francisco, políticos y autoridades sanitarias aunaron fuerzas, ordenando el uso de mascarillas y publicando anuncios a toda plana en periódicos que instaban al público a llevar mascarillas para protegerse. Quien no la llevara podía ser multado o incluso acabar en el calabozo. Al reconocer y comunicar la gravedad del asunto antes, explica Gallavotti, la ciudad evitó un destino mucho peor.

A través de la historia, las crisis siempre han traído consigo cambios sociales impredecibles. Durante la crisis del siglo XIV, en Europa, las epidemias del tifus y la peste negra (1347 a 1351) crearon una brecha tan grande en la mano de obra, que muchos trabajadores consiguieron salarios más altos, aunque muchos expertos afirman que la diferencia era mínima debido a la inflación. Algunos, incluso, creen que la peste negra fue el origen de la revolución social y cultural que llevó al Renacimiento, y hay estudios que han revelado que, después de la peste negra, la esperanza de vida y la dieta mejoraron. Gallavotti señala que la peste negra, que acabó con hasta el 60 por ciento de la población europea de aquella época, no es comparable de ninguna forma al coronavirus. “Pero este tipo de emergencias sanitarias nos hacen reflexionar”, dice.

Es normal preguntarse si los temas que el coronavirus ha sacado a la luz sobre la globalización, la contaminación y ciertos sistemas sanitarios servirán realmente para cambiar algo. “Creo que es poco probable que se cuestione la globalización, o la facilidad con la que se viaja en la actualidad”, dice Gallavotti. “Las enfermedades ya se propagaban por el mundo incluso antes de que nosotros pudiéramos viajar tanto. La peste negra se originó en Asia y se extendió por toda Europa, igual que el coronavirus”.

Según Gallavotti, el problema más importante ahora es la intervención humana en la naturaleza, especialmente en la agricultura. Las transmisión de enfermedades de animales a humanos ha sido el origen de crisis como la del SARS, el ébola, la gripe aviar y el coronavirus y la actual pandemia ha puesto a los mercados de animales vivos en el punto de mira. “debemos entender que la omnipresencia del ser humano en la naturaleza no solo perjudica al medio ambiente, sino también a nosotros mismos”, explica.

En cuanto a la importancia de una red de seguridad económica, Gallavotti dice: “un estado del bienestar que garantice la sanidad universal es fundamental. Junto con el desarrollo tecnológico, es lo que ha marcada la diferencia con el pasado.”. Después de la gripe de 1918, los Gobiernos comenzaron a desarrollar sistemas de sanidad universales con Rusia a la cabeza, seguido por Reino Unido, Alemania y Francia. Algunos países aun no tienen una sanidad universal propiamente dicha, pero eso puede que cambie. Una encuesta de marzo concluyó que un 40 por ciento de estadounidenses apoyaría seguramente a una sanidad universal después de la crisis del corona.

Gallavotti dice que a menudo las pandemias han demostrado que tenemos poca visión de futuro. “Escuchamos repetidas veces que el SARS y la gripe porcina de principios del 2000 podrían convertirse en una pandemia”, explica. “Esas advertencias tampoco eran adivinaciones sacadas de una bola de cristal: estaban basadas en datos reales. Ahora, nos enfrentamos a lo que de verdad importa. Espero que nos ayude a replantearnos nuestras prioridades”.

Ninguna lección de historia puede mostrarnos cómo acabar con la crisis del coronavirus. Pero podemos comenzar a apreciar las cosas que no valorábamos hasta ahora. Cosas que, ahora, sí nos importan mucho: sanidad universal, progreso científico y respeto hacia la naturaleza. Puede que sean la clave para salir de esta situación incluso más fuertes.

Este artículo se publicó originalmente en VICE Italia.