La historia de la primera sesión de fotos inédita de Kate Moss

Todas las fotos por Owen Scarbiena

Kate Moss es tan británica como la misma Reina Madre, el horrible servicio de ferrocarriles del país o los hooligans descamisados que se emborrachan con Stella. Ha llegado a convertirse en un símbolo tan emblemático del Reino Unido que los comercios de Oxford Street prácticamente sobreviven gracias a las camisetas con su cara estampada que venden como otro souvenir más junto con las tazas del Big Ben.

Su historia es bien conocida: nacida en Croydon, a los 14 años fue descubierta por Sarah Doukas, fundadora de Storm Model Management, en el aeropuerto JFK, en Nueva York. Un año más tarde, ya había logrado ser portada de una revista británica, todo un hito para cualquier modelo. Alcanzó la fama en los 90, cuando se granjeó el sobrenombre de la «antisupermodelo» de la década. Ha aparecido en las portadas de más de 300 revistas y protagonizado campañas para la mayoría de firmas de moda. No os estoy contando nada nuevo.

Videos by VICE

Aunque a lo largo de los años han ido surgiendo varios retratos inéditos de la modelo, hace poco se han redescubierto en un cajón y difundido las primeras fotos profesionales que se hizo. Hablé con Owen Scarbiena, el responsable de aquellas fotos que, sin que él lo supiera, definirían su trayectoria profesional.

VICE: Hola, Owen. ¿Cómo llegaste a hacer aquella sesión de fotos con Kate?

Owen Scarbiena: Yo hacía fotografía de moda y cosas así y había trabajado para Premier, Select y Storm, por lo que conocía a Sarah y a Caroline de las agencias. Además, siempre iba en busca de chicas nuevas. Por aquel entonces estaba trabajando en un proyecto nuevo: camisas y zapatillas deportivas blancas de diseño como las que solían llevar las chicas a la escuela hace muchas lunas. Sarah Doukas me llamó desde Storm y me dijo que le encantaba mi trabajo –muy limpio y minimalista– y que tenía una chica, Kate, que me encantaría. Resultó que encajaba perfectamente con el proyecto que tenía entre manos en ese momento porque la modelo irradiaba frescura.

¿Cómo fue aquella sesión fotográfica?

Kate no tenía ideas preconcebidas sobre cómo debía actuar una modelo, por lo que se limitaba a ser ella misma, y eso era lo que me encantaba. Hicimos la prueba vistiéndola con la camisa y las zapatillas blancas de diseño y estuvo fantástica. Fue un pelín raro, pero muy natural. Yo le decía algo así como: «Son las cuatro menos diez y estás en la parada del autobús». Le contaba alguna historia y ella me seguía el rollo mientras yo le hacía fotos. Cuando estudiaba había una técnica que se llamaba movimiento natural, que consistía en fingir que eras un árbol, y eso fue lo que hicimos. Así fue como transcurrió la sesión. Más que posar, Kate siguió el hilo de la historia que le contaba.

Se mostró muy amable, receptiva y segura de sí misma. Era muy fácil tratar con ella, por lo que la sesión fue una risa. Se dejaba dirigir. Algunas chicas nuevas se ponían nerviosas, pero ella no. Era como si nos conociéramos desde hacía mucho. Mi hija también participaba y ambas congeniaron mucho.

¿Cómo encontraste esas fotos inéditas? ¿Las tenías escondidas en algún sitio?

Fotografiamos a muchísimas modelos. Pese a que algunas se hicieron famosas, sus fotos no llegaron a manos de ninguna editorial y acabaron olvidadas en algún archivo y borradas de mi memoria. Hace un años, quedé con mi mejor amiga y me habló de otra amiga que dirigía una galería de arte y que buscaba imágenes de gente muy guapa, y me preguntó si no tenía fotos de Kate Moss. Las tenía en el cajón donde guardo los negativos, me puse a rebuscar y las encontré. No tenía copias por contacto, así que hice unas gigantescas. Cuando estuvo lista una foto en gran formato, pensé: «Madre mía, ¿esa es Kate? Es preciosa». Hasta ese momento, solo la había visto en pequeños negativos de 24/36. El caso es que a mis amigas les encantó y quisieron exponerlas en la galería, y así empezó todo.

Mientras hacías las fotos, ¿imaginabas que Kate llegaría a convertirse en la modelo tan emblemática que es hoy?

En absoluto. Había modelos normales –Cindy Crawford, por ejemplo–, que son preciosas, pero luego estaban esas modelos extravagantes, peculiares e increíbles, y Kate se encontraba en esa categoría. No pensé que fuera a tener éxito porque la suya no era una belleza obvia. No mide 180 cm. Tiene una belleza especial no apta para todos los públicos.

¿Volviste a trabajar con ella después de aquello?

No. Esa fue la primera y la última vez. Creo que poco después me fui a Milán y durante el tiempo que pasé allí se hizo muy famosa y no volvimos a coincidir. Nos encontramos una vez en Notting Hill, pero eso fue todo.

Echando la vista atrás, ¿qué es lo que te gusta especialmente de esas fotos?

Fue una etapa de mi vida en la que me vi abrumado por un aluvión de imágenes desordenadas, cuando a mí me gusta que las cosas sean limpias y femeninas. Kate encarnaba justamente la imagen que buscaba. Cuando veo las fotos ahora, pienso que me encantan. En todas ellas yo me encargué del peinado, el maquillaje y el estilismo. No lo digo porque fuera muy bueno en ninguna de esas cosas, pero me gustaba poder ponerle un toque de brillo a los labios. Yo lo llamo peinado de guerrilla: si tienes los elementos básicos, es difícil meter la pata. No tenía laca para el pelo, así que usé un poco de agua y aceite de oliva para el pelo y la piel. Los peluqueros eran mi mayor miedo, porque llegaban y se inventaban esas creaciones que eran lo opuesto a lo que querías.

Lo que más recuerdo de Kate es pensar que por su forma de ser, podría trabajar perfectamente con cualquiera. Lo hacía todo muy sencillo. Era muy buena amiga de otra gran amiga mía, Corinne Day, que también hacía muchos retratos de Kate.

@hannahrosewens

Traducción por Mario Abad.