No hace mucho tiempo, cuando era adolescente, mi pinta insignia era un sombrero de fieltro, pantalones de sudadera y una chaqueta deportiva. Me metía a diario a 4Chan y llegué a tener una carpeta de 12 gigabytes llena de memes de mierda. Yo era el epítome de este tipo de adolescente.
También solía ver mucho porno (mucho, incluso para un adolescente) y llegué al punto en el que, probablemente, me la jalaba cinco veces al día para satisfacer una necesidad incesante de estimulación. Sin embargo, hay un momento en la vida de todo hombre en el que la mano ya no es suficiente y todos tenemos que tomar una decisión.
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Algunos continuamos con personas reales: construimos relaciones, tenemos muchos encuentros sexuales torpes y/o increíbles y masturbarse se vuelve menos una necesidad y más un mecanismo de seguridad para los períodos de sequía. Pero esto llegó más tarde a mi vida. Durante los años intermedios, improvisé la intimidad física con objetos hechos en casa. Me fui en busca del mejor orgasmo, como un drogadicto, probando de todo, desde melones salidos del microondas hasta guantes quirúrgicos envueltos en una toalla.
Por supuesto, improvisar un fuck buddy no es algo nuevo, pero no hay casi ningún dato sobre lo popular que son los juguetes sexuales caseros. En mi caso, los objetos de tipo “Fleshlight” —o “mangas” como se les llama en la comunidad— eran todo lo que me interesaba. Sí, esto parece bastante aburrido considerando la amplia oferta del mundo de los juguetes sexuales.
Hay un momento en la vida de todo hombre en el que la mano ya no es suficiente.
Muchos de nosotros (creo que es entendible) no nos sentimos del todo bien entrando a una tienda y dándole plata a un extraño a cambio de una varita de piel simulada y producida en masa para usar en nuestros genitales. Sitios como YouTube y Vimeo ofrecen tutoriales y reseñas interminables sobre cómo armar y usar una variedad de objetos para masturbarse, con lo que hacen del mundo de dispositivos caseros de placer un lugar mucho más profundo y vibrante. En mi caso, después de ver los anuncios sobre el Fleshlight en 2010, inmediatamente quise actualizar mi nivel de masturbación con la ayuda de una vagina plástica.
Pero hubo una serie de obstáculos en mi plan. El primero, que en ese momento no tenía ni una tarjeta de crédito ni el dinero para pedir uno. Incluso si convencía a mis padres de que me dejaran usar su Visa a cambio de algo de mi dinero de subsidio, me preocupaba que en su próximo estado de cuenta encontraran “VAGINA DE BOLSILLO 5000 – 210.000 pesos”.
Otro problema era la llegada de la cosa a la puerta de mi casa. Seguramente yo estaría en el colegio y lo más probable era que mi mamá fuera la primera en poner sus ojos sobre el paquete. Era espantoso pensar en la idea de mi mamá desenvolviendo un paquete que contenía una vagina mecánica.
Así que con las opciones reducidas a mi imaginación, tuve que armar mis propios juguetes. El primer video que encontré después de buscar en You Tube “Coño de bolsillo casero” describe en tan sólo tres minutos cómo un poco de cinta aislante, calor y un banano ‘destripado’ se pueden convertir en un túnel de amor temporal.
Esta era económicamente la mejor opción. Además, mis padres jamás podrían adivinar por qué había escasez de bananos en la casa o por qué yo de repente estaba en un frenesí de potasio. La desventaja de esta opción era el desastre: lo que quedaba de banano y de almidón de azúcar en el dispositivo se pegoteaba en mis piernas y se escurría por el piso. Además, después de que te vienes dentro de una cáscara de banano, ese sentimiento visceral de vergüenza que llega después de masturbarte se triplica.
Incursioné en una docena de DIYs follables diferentes, y por supuesto, algunos resultaban mejor que otros. Una sandía calentada, por ejemplo, es una mierda. Si bien el concepto de cortar un hueco del tamaño de un pene en una fruta enorme que metes al microondas suena como una experiencia sexual potencialmente interesante, la poca presión que puedes hacer dada la dura cáscara de la sandía te jode. Simplemente no puedes alcanzar el control que tienes con un banano. Además, es muy pesado sostenerla cuando eres un adolescente debilucho, así que necesitas utilizar una mesa u otro mueble de tu familia para lograr estabilidad.
También hay otras cosas, como hacer tu propio cocksleeve a través de un proceso complejo de moldeo, como el que se muestra en este video. Esta mierda, en mi opinión, ya es demasiado, y en general sólo lo hacen los verdaderos entusiastas de la paja. Después de todo, si tienes la habilidad, la fuerza de voluntad, el dinero y los recursos para sacar esto adelante, probablemente deberías salir y simplemente comprarte un Tenga motorizado.
Lo mejor que encontré (después del banano) fue el uso de un guante quirúrgico metido en una toalla bien envuelta. Este pequeño dispositivo, que se popularizó en la cárcel y fue apodado “fifi”, es absolutamente fantástico y mucho menos vergonzoso que limpiarte la pulpa de banano de tus muslos después del clímax. Fue lo más parecido a una vagina real que experimenté (antes de que hubiera vaginas reales en mi vida). Rocíale un poco de tu crema favorita, amárratelo y vete de paseo. Cuando hayas terminado, sólo bota el guante a la basura y ¡voilá! El único inconveniente al que te puedes enfrentar es tenerle que explicar a tu mamá por qué te estás follando esa nueva toalla que acaba de comprar.
En el tiempo que me dediqué a navegar por foros y a ver tutoriales sin censura en sitios como Liveleak y Pornhub, había oído hablar y había visto prácticamente todo. Tipos follando gelatina. Tipos tirando con carne empacada. Tipos follándose cualquier cosa y todo lo que pudieran tener en sus manos. Llegamos a la cima de la cadena alimenticia por una razón. Quiero decir, ¿por qué conformarse con una mano callosa y áspera cuando puedes pegar seis donas de crema y hundir tu verga en ellas como Jim el Follador de Tartas?
Al final, lo que más me molestaba de todo esto —incluso después de que dejara de intentar tirar con almohadas, colchones con agujeros y con varios pedazos de comida— era la actitud defensiva y la vergüenza de mis amigos hombres cuando hablábamos del tema. Aunque más tarde todos ellos admitieran que, en algún momento de sus vidas, habían tratado de utilizar algo aparte de su mano o de otra persona para venirse, recuerdo claramente cómo se reían de mí con asco cuando les contaba de mis aventuras follando frutas. Eran adolescentes, así que no sé qué esperaba.
Ahora, cada vez que puedo, hago un esfuerzo por mencionar esta historia en las fiestas y en las comidas, mientras la gente se está comiendo la comida con la que yo solía tirar. Hago esto para tener conversaciones, para que me den nuevas ideas (hace poco me sugirieron probar con un pan de esos que tajan, que suena increíble, aunque todavía tengo que probarlo) y lo más importante, para ayudar a la gente a sentirse lo suficientemente cómoda para hablar sobre toda la mierda extraña que hacen en privado.
También, lo creas o no, es un buen tema para conversar en la cama. Después desayuna.
Thumbnail imagen vía usuario de Flickr PJ R.