Con todo el revuelo que se ha generado en torno a los Galaxy 7 explosivos de Samsung, poco se ha hablado de la tragedia medioambiental que ha supuesto el lanzamiento de este nuevo modelo, al margen del destino que les depare a los 2,5 millones de unidades fabricadas del dispositivo.
El pasado martes por la mañana, un portavoz de Samsung anunció que se iba a proceder a la discontinuación permanente y al cese de la promoción del modelo Galaxy Note 7, y pidió a los que ya lo hubieran comprado que acudieran al punto de venta para devolver el teléfono y solicitar un reembolso o un cambio. Un portavoz de Samsung me aseguró que no se repararían, mejorarían o revenderían ninguno de los dispositivos de este modelo. “Hemos iniciado un proceso para desechar todos los teléfonos de forma segura”, se afirmaba en el comunicado.
Videos by VICE
Una decisión razonable, aunque la verdad es que, aparte de quedarse arrinconado para la eternidad en algún cajón de la mesita de noche o acabar en un contenedor de basura o en el lecho de algún río, lo peor que le puede pasar a un smartphone es terminar siendo material de reciclaje.
Hay dos factores que deben tenerse en cuenta: en primer lugar, pese a que hoy día estos aparatos tienen un peso mínimo, según cálculos de 2013 del Instituto de Ingeniería Electrónica y Eléctrica, se requieren cerca de 74 kilos de materias primas para la fabricación de un dispositivo medio, cifra que seguramente será superior en el caso del Note 7, por tratarse del de mayor tamaño y el más avanzado del mercado. En segundo lugar, gran cantidad de los minerales extraídos para su fabricación no van a poder recuperarse.
La razón estriba en que somos lo peor reciclando smartphones: de los cerca de 50 elementos que componen un Galaxy Note 7, solo son recuperables una docena mediante el reciclaje. El resto en su mayoría minerales raros cuya extracción perjudica al medio ambiente y requiere gran cantidad de horas de trabajo se pierde.
Benjamin Sprecher, posdoctorado y estudioso de la extracción de metales raros durante los procesos de reciclaje en la Universidad de Leiden, en Países Bajos, me explicó en un email que “los smartphones no se reciclan (al menos no los elementos raros), por lo que cuando se desechan, todos esos materiales se pierden”.
Alex King, director del Critical Materials Institute en el Ames Laboratory, afirma que “el reciclaje de smartphones está muy poco desarrollado”.
Durante el proceso se pierden materiales como “el indio, usado en las pantallas táctiles; el neodimio, contenido en los imanes del altavoz y el micrófono; y el cobalto, que se extrae de las minas del Congo para la fabricación de la batería”, detalló Kyle Wiens, director general de iFixit. (En una entrevista reciente concedida al Washington Post, un portavoz de Samsung admitió que el cobalto que utilizaban proviene del Congo, pero que se toman medidas para garantizar que no se explote ni maltrate a ningún menor durante el proceso).
“Todos estos materiales son tremendamente costosas no solo en cuanto a su impacto medioambiental, sino para las vidas de las personas que los extraen”, agregó Wiens. “Es una pena que se pierdan sin que siquiera se hayan llegado a aprovechar”.
Esta es la principal razón por la que los teléfonos móviles no se suelen reciclar, incluso años después de haber agotado su periodo de vida útil, sino que se los somete a una renovación o se revenden a aseguradoras de teléfonos móviles y a clientes de países en desarrollo. Los elementos recuperables de un teléfono no tienen demasiado valor, por lo que resulta más provechoso y adecuado para el medio ambiente ampliar su vida útil que desmontarlo y aprovechar sus piezas para fabricar otros productos.
Pero todavía queda un hilo de esperanza: del mismo modo que un vertido de petróleo representa una oportunidad para que la comunidad científica pueda desarrollar nuevas técnicas de limpieza de manchas, la retirada masiva de un modelo defectuoso de teléfono móvil puede servir para mejorar nuestros conocimientos sobre el reciclaje de estos dispositivos.
“Los teléfonos obsoletos todavía tienen un amplio recorrido, lo que dificulta la bajada del coste de recuperación y reduce mucho los beneficios en términos de economía de escala”, explicó King. “Paradójicamente, si se reciclara toda una generación de teléfonos a la vez, tal vez sería posible superar esas barreras”.
Tras haber desmontado un teléfono y analizado sus componentes, Wiens me explicó que se requerían cerca de 226 kilos de materias primas para fabricarlo, gran parte de las cuales no podrá volver a recuperarse.
Samsung no ha vuelto a publicar otro informe de sostenibilidad desde la comercialización del Note 7, pero cabe decir que por lo general es una de las compañías con las mejores prácticas medioambientales del mercado. En su informe de 2016, la compañía expresa su gran preocupación por la degradación medioambiental y las violaciones de los derechos humanos en las zonas de conflicto”, problemas que considera de suma importancia. En ese sentido, en varias ocasiones ha alardeado de utilizar biomateriales en la fabricación de las carcasas de algunos de sus modelos antiguos, y afirma que a partir del modelo Galaxy S6, empezaron a utilizar aluminio cien por cien reciclable en todos sus dispositivos.
Pese a todas esas prácticas sostenibles, no se puede obviar que para fabricar estos smartphones ha habido que explotar yacimientos minerales, se han tenido que transportar las materias primas a las fábricas, donde se ha creado el producto, se ha enviado a los clientes y casi inmediatamente después se ha convertido en un montón de materiales inutilizables.
Ahora todavía queda invertir la cadena de suministros para hacer que todos los móviles en manos de los clientes vuelvan a estar en posesión de Samsung, un proceso para el que harán falta cajas ignífugas, guantes y medios de transporte exclusivamente terrestres:
Las consecuencias de fabricar productos que no admiten reparación
Ninguna empresa querría verse en la situación de Samsung ahora mismo, teniendo en cuenta que este error puede costar al gigante de la electrónica hasta diez mil millones de dólares, además del esfuerzo que deberá hacer para recuperar la confianza de los consumidores.
Pero, ¿en qué medida debería preocuparnos el patinazo de Samsung? A gran escala, no se trata más que de otra pequeña contribución de la humanidad para la destrucción de la Tierra.
“No hay duda de que supone un desperdicio de recursos tremendo. Pero todo depende de la perspectiva. En general, todo lo que hacemos en Occidente constituye un desperdicio de recursos, así que cabría plantearse si este episodio de Samsung realmente debería preocuparnos más”, afirmó Sprecher. “2,5 millones no es una porción muy elevada del total del mercado de fabricación de teléfonos, que a su vez representa solo un segmento pequeño en la explotación mundial de metales. Por tanto, no es tan relevante en lo que respecta al impacto medioambiental o a la explotación de recursos”.
En lugar de clasificarlo como una catástrofe medioambiental irreparable, quizá debamos llamarlo un error que se podría haber evitado y del que todos los fabricantes de smartphones deberían aprender.
Digo que se podría haber evitado porque la metedura de pata con el Note 7 no solo fue un error de fabricación, sino también de diseño. Todas las baterías de los modelos anteriores del Galaxy Note eran extraíbles. Sin embargo, con el fin de crear un dispositivo todavía más fino y con una batería líder en la industria, para el Note 7 Samsung utilizó pegamento para fijar la batería al cuerpo del teléfono, lo que complicaba su extracción para repararla o reciclarla. La compañía anunció a CNET que el problema era de la batería, y que un programa de recuperación o sustitución de las baterías habría muchísimo menos complicado y desastroso para el medioambiente si las baterías hubieran podido extraerse.
King, del Departamento de Energía, también señaló al diseño del móvil como uno de los problemas.
“Piensa en lo fácil que habría sido gestionar los problemas del Note 7 si se hubiera podido extraer la batería”, afirmó. “Fabricar modelos con baterías extraíbles no solo permitirá solucionar el problema de la seguridad, sino que facilitará el reciclaje de smartphones“.
En su defensa, los fabricantes aseguran que los consumidores casi nunca sustituyen las baterías de sus teléfonos y que exigen que estas duren cada vez más. Pero episodios como este demuestran que hay muchas razones para facilitar la sustitución de las baterías.
“No va ser la última vez que veamos cómo explota o se sobrecalienta la batería de un móvil. Cada aparato electrónico que usamos es como una pequeña bomba en la que se desarrollan procesos químicos que conllevan ciertos riesgos”, afirmó Wiens. “Las baterías de estos teléfonos están al 90 por ciento de su capacidad teórica máxima. Cuando intentas llegar al 91 por ciento, el resultado es una batería con una vida más larga pero a costa de la seguridad. Y con cada generación de smartphones que sale al mercado, el riesgo es cada vez mayor.
Traducción por Mario Abad.