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Comí como Jesucristo durante una semana

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Soy un chico normal y corriente, lo cual quiere decir que como porquerías a diario. Hace poco, un compañero de trabajo me dijo que debería aprender de Jesucristo y su “dieta sana, sin comida procesada”, así que decidí probarlo y comer como el hijo de Dios durante una semana. Para asegurarme de que no ofendía a nadie, pregunté a algunos amigos católicos qué pensaban del experimento. Me respondieron que quizás me vendría bien.

Como muchos italianos, nací en el seno de una familia católica. Mi madre da catequesis los domingos y mi padre canta en el coro. En catequesis, nos contaban historias bíblicas sobre esclavitud, fraticidio, poligamia y ese tipo de cosas que tanto molan. También aprendí que Jesús era un revolucionario, especialmente en lo referente a la comida.

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La palabra de Dios a menudo habla de la relación entre Jesús y la comida. Por ejemplo, el evangelio de San Marcos dice que el Mesías “declaraba limpios todos los alimentos”. Es decir, que le daba el visto bueno a comer cosas prohibidas por el Antiguo Testamento, como el cerdo, el marisco o el conejo.

También conocemos por el Nuevo Testamento que Jesucristo era un rebelde al que le encantaba comer con recaudadores de impuestos, pecadores y meretrices. Además, se dice que podía alimentar a miles de personas con tan solo dos peces y cinco panes, lo cual es bastante asombroso.

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La compra de Jesucristo

Para el reto, compré un libro de recetas italianas que o bien “aparecían descritas con todo detalle” o simplemente “mencionadas” en la Santas Escrituras. Cuando compré los ingredientes, me di cuenta de que era la compra más sana que había hecho en mi vida.

Durante mi semana de dieta bíblica, siempre desayunaba lo mismo y cenaba las sobras de la comida. Y en caso de que te lo estés preguntando: al igual que Jesucristo, no usé cubiertos.

El primer día

Desayuno: Leche o yogur, higos secos o pasas, zumo de pomelo y miel.

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El primer día desayuné en el balcón para disfrutar de la luz divina. El cielo bendecía la comida.

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Cuanto más tiempo me quedaba mirando los frutos secos, más me parecía a un discípulo normal y corriente. Le di un trago al zumo de pomelo, que las Sagradas Escrituras describen como un “símbolo de fertilidad y abundancia”. Sabía a zumo sin azúcar y sin alegría.

Comida: Pescado a la parrilla (a poder ser de un lago).

A Jesús le gustaba multiplicar cosas de verdad, incluidos los peces. Cuando resucitó, pidió a sus discípulos que le dieran de comer. Se asustaron porque pensaban que era un fantasma, pero “le presentaron un trozo de pescado asado y él lo tomó y comió delante de ellos”.

Me encanta el pescado fresco, pero es caro y huele fatal. Normalmente, compro atún en lata, pero por Jesucristo hice lo que tenía que hacer:

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No soy muy cocinitas, pero no me costó demasiado ponerle un par de rodajas de limón a una lubina que me ha limpiado el pescadero, echarle especias y ponerlo en la parrilla. Las espinas, no obstante, eran un peligro para mi cuerpo mortal.

Even though I don’t cook a lot, shoving some lemon slices into a pre-cleaned sea bass, seasoning it and putting it on the grill didn’t present too much of a challenge. The fishbones, however, were a risk to my mortal body.

Lisca pesce

El segundo día

Guiso de ternera de lechal con vino, puerro, calabaza y pan sin levadura.

Según el libro The Food and Feasts of Jesus, “el pan de cada día” era una parte fundamental de la dieta de Oriente Medio en el siglo I, y en muchos países aún lo es. Para los cristianos, el pan se convirtió en una metáfora de la nutrición espiritual y, para mí, un sustituto de los cubiertos.

Aquí estoy yo partiendo el pan, como Jesús:

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El guiso de ternero lechal, cocinado al punto por mi compañera Camilla, nos llevó a un tema más delicado. Algunos dicen que Jesús era vegetariano y creía que matar animales era horrible. “Jesús vivía en un contexto cultural en el que el vegetarianismo no existía, pero en el reino de Dios, todos serían vegetarianos”, dice el experto en el Antiguo Testamento Gianfranco Nicora en un artículo publicado por el Instituto de Bioética Italiana en la Universidad de Génova.

Lo único que sabemos en este momento es que el guiso de Camilla era delicioso.

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El tercer día

Hierbas amargas.

Al tercer día me preocupé. Había llegado la hora de probar hierbas amargas, un plato que comieron en la última cena y que se toma durante la pascua judía. El libro de recetas decía que había que mezclar alcaparras, aceitunas, y pistachos con escarola. El resultado final llamaba la atención visualmente, y casi era apto para Instagram:

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El problema era que este experimento sin cubiertos poco a poco hizo que mis compañeros se alejaran de mí. Al final, acabé comiendo completamente solo.

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FOTO DE ROBERTA ABATE

El cuarto día

Requesón de cabra y cebollas hervidas.

Para esta receta, volvemos al Antiguo Testamento, a un tiempo en que los judíos tuvieron que cruzar el desierto sin descanso tras haber escapado de Egipto. Un viaje que probablemente les dio mucha hambre.

Empecé a llorar mientras preparaba las cebollas, no por la reacción física o porque me dieran pena los hebreos, sino porque tenía que comérmelas.

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Fotografía por el autor

El quinto día

Ensalada de bulgor.

El libro dice que esta receta es una reinterpretación del “trigo tostado”, unas “palomitas ancestrales que se consiguen cocinando los granos en unas piedras a altas temperaturas”. Yo lo hice con el bulgur hervido, aceitunas, almendras tostadas y queso.

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Ensalada de bulgur

Me encantaría decirte que no me lo comí todo, pero era la primera comida decente que probaba desde hacía días y tenía que prepararme para lo que me esperaba al día siguiente. Así que sí, me lo comí todo.

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El sexto día

Ayuno.

Si Jesús fue capaz de ayunar durante 40 días y 40 noches, me convencí de que no sería difícil hacer lo mismo durante un día. Mi oficina está llena de críticos gastronómicos y tentaciones. Como no quería caer en ellas, decidí llamar a una de mis catequistas favoritas: mi madre.

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EL AUTOR SE NEGÓ A POSAR EL DÍA DEL AYUNO. DISEÑO DE LA CAMISETA DE Juta.

Me dio una chapa sobre cómo el diablo intentó convencer a Jesús para que transformara unas piedras en pan y que no consiguiera desintoxicar su alma. Fue preocupante y alentador al mismo tiempo.

El séptimo día

Sopa de lentejas

De donde vengo, “venderse por un plato de lentejas” significa que te han engañado. La historia tiene su origen en el Antiguo Testamento, como bien explica el libro de recetas, cuando Jacobo convenció a su hermano Esaú de que le vendiera su primogenitura a cambio de un plato de lentejas calientes. Al final, Jacobo tuvo que salir corriendo porque su hermano lo quería matar.

El caso es que no me quería comer las lentejas.

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Selfie por el autor

LOS RESULTADOS DE MI EXPERIMENTO: Perdí 2,6 kilos en una semana, recé más a menudo (para pedirle a Dios que me mostrara si era una buena idea) y me emborraché accidentalmente más de una vez con el vino. También tenía más energía y menos gases.

Gracias, Jesusito. Ahora ya sé porque siempre te pintaban tan raquítico.

Este artículo se publicó originalmente en VICE Italia.