Este texto hace parte de ¿Hay futuro?, nuestra séptima edición. Desde el 17 de marzo hasta el 26 de marzo estaremos publicando contenidos de este especial. Encuéntralos dando clic aquí.
Hace unos cinco años una conocida de mi natal Puebla, llamémosla María, estaba buscando cómo y dónde abortar. Yo ya vivía en la Ciudad de México y le dije que podía venir a quedarse conmigo para acceder al aborto legal y gratuito que ofrece la capital. María agradeció el gesto, pero luego se alejó y al poco tiempo me dijo que había decidido abortar en casa con Misoprostol. A pesar de que todo salió bien, en ese tiempo su decisión me pareció terrible. ¿Por qué alguien que vive tan cerca de la Ciudad de México elegiría abortar en la clandestinidad?
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Ahora que sé que no todos los abortos clandestinos son inseguros, quiero creer que detrás de mi sorpresa e indignación por la decisión de María no había malas intenciones, sino preocupación y desinformación. Tampoco es que fui la primera feminista en creer que los abortos clandestinos siempre son peligrosos. Lo pude haber sacado de alguna consigna feminista que asume que si abortas en la ilegalidad te mueres, de la película del Crimen del Padre Amaro o, si esto fuera más reciente, de todo el marco de la discusión por el aborto legal en Argentina.
Mucha de la retórica en favor del aborto, incluso dentro del movimiento feminista, se sigue basando en que abortar fuera de la legalidad es muy peligroso, pero contrario a lo que mucha gente cree (y a lo que yo creía hace unos años), la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera el aborto médico, dentro del que se considera el aborto con pastillas, un evento sumamente seguro en la vida reproductiva de las mujeres. En Estados Unidos, por ejemplo, la tasa de letalidad por abortos inducidos es de 0.7 por cada 100,000 abortos. “Es mucho más probable que te mueras de un parto que de un aborto”, me dice Yolanda Moire, abogada del Grupo de Información por la Reproducción Elegida (GIRE), organización que trabaja por los derechos reproductivos y que fue clave para la despenalización del aborto en la Ciudad de México.
Por su parte, María González, quien acompaña abortos con medicamentos y está detrás de la página de Facebook Med Prochoice, me explica que lo que hace el Misoprostol es solamente adelantar el parto. “De la misma manera en que después de un parto tú asumes que no te vas a infectar y no te vas a complicar ni te vas a morir, pues es igual después de un aborto”, dice. “A fin de cuentas, lo que hace el Misoprostol es acelerar el trabajo de parto, pero nada más. Las contracciones uterinas son exactamente las mismas que en un parto, la dilatación es exactamente la misma. De hecho, es mucho más fácil que se te complique un parto que un aborto, y aún así muchísimas personas creen que es más peligroso abortar que parir”.
Un cambio en la narrativa
Desde hace unos años, algunas colectivas y organizaciones feministas en México han dado un giro y han pasado a intentar desestigmatizar el aborto clandestino, y el aborto en general. De acuerdo con Moire, este es un proceso que empezó hace unos cinco o seis años y que ha pasado por hacer cambios tanto en consignas como en el lenguaje regular. “Yo he visto cómo ha cambiado la narrativa y me parece increíble porque el movimiento feminista antes no hablaba de aborto, sino de Interrupción Legal del Embarazo (ILE). Era como un término light, descafeinado, para que la gente lo aceptara, poniéndole un doble estigma a la palabra aborto, desde mi percepción. Hay un cambio de estrategia, incluso nacional”.
En su página web, GIRE reconoce que hizo este cambio en su narrativa y que por mucho tiempo utilizó argumentos que “se adaptaban al conservadurismo de la época”, como “Nadie está a favor del aborto, estamos a favor de ampliar libertades”. Por su parte, Fondo María, el primer fondo en América Latina destinado a facilitar el derecho al aborto, fue una de las organizaciones pioneras en esta transformación. Daniela Tejas, actual co-coordinadora de Fondo María, cuenta que ellas empezaron este trabajo sobre el estigma hacia el aborto en 2014, cuando el panorama era mucho más adverso. Para Tejas, este impulso tuvo mucho que ver con que, al estar en contacto directo con mujeres y personas gestantes, se dieron cuenta de que gran parte de lo que se hacía en el movimiento por el aborto y en el movimiento feminista no estaba respondiendo a las necesidades de las personas usuarias.
“En ese tiempo había un feminismo muy institucionalizado. La incidencia estaba muy ligada a las causales, que son como esta jerarquización de las razones por las que alguien tiene que abortar, bajo esta idea de que primero tienes que empezar con los casos difíciles para terminar abierto como en la Ciudad de México. Es esta idea de ser ‘estratégicas’ porque es jugar con las reglas del patriarcado y del sistema, pero en realidad a largo plazo esta no estaba dando acceso. Ese tipo de incidencia que realmente no le sirve a la mayoría de la población”, dice.
Para Tejas, en ese momento, y desde muchos años atrás, el aborto clandestino gestionado por colectivas feministas era lo que sí les estaba permitiendo a las mujeres interrumpir de manera segura sus embarazos: “El aborto con pastillas surgió a finales de los 80 en las favelas brasileñas; las mujeres negras y de color literalmente empezaron a experimentar con medicina y es el único protocolo que empezó con las personas y después la OMS retomó. En el 2014 estábamos haciendo incidencia muy lejos de esas experiencias sin asumir que el acceso en los últimos años lo está dando el aborto con medicamentos. El aborto no lo está dando el Estado, lo están haciendo las colectivas, las acompañantes y las mujeres accediendo al Misoprostol”.
Revisar los estigmas y los prejuicios dentro del movimiento feminista
En Fondo María se percataron de que las narrativas sobre el aborto como algo no deseable y del aborto clandestino como peligroso tenían consecuencias muy tangibles en las personas que querían abortar, abonaban a la vergüenza, al estigma y a la culpa. Tuvieron que cuestionarse la consigna feminista de toda la vida “Aborto legal para no morir, anticonceptivos para no abortar” y la reemplazaron por “Aborto legal para decidir, anticonceptivos para disfrutar”. Empezaron a hacer campaña con mensajes como “Eres la experta en tu vida” y “El aborto es una decisión responsable”. En 2018 sacaron incluso una Guía para hablar orgullosamente de aborto. “Si bien el estigma no tiene consecuencias en la salud de las personas, sí puede hacer que las personas no accedan al aborto”, afirma González, de Med Prochoice.
“Aborto legal para decidir, anticonceptivos para disfrutar”.
Desde Morras Help Morras, una colectiva feminista mexicana que trabaja para mujeres de la periferia, también han hecho un trabajo importante por cambiar las narrativas alrededor del aborto. Sofía Regalado, quien codirige la colectiva y desde hace varios años acompaña abortos en casa, coincide en que buena parte del estigma está al interior del movimiento feminista. “Nosotras hemos hecho mucho trabajo en torno al aborto clandestino porque lo que nos interesa es cambiar las narrativas. No sólo transformarlas fuera de la burbuja feminista, sino transformarlas dentro porque luego somos nosotras quienes nos metemos la pata”, dice. “Somos nosotras quienes estamos satanizando el aborto clandestino. Si las morras que tienen el pañuelo verde le deben algo a alguien, es a las acompañantes que estamos ahí todos los días. No somos sólo nosotras las que acompañamos, hay muchísimas colectivas en el país”.
Para Regalado, además, cambiar nuestras narrativas sobre el aborto clandestino pasa necesariamente por cuestionarse nuestros propios prejuicios hacia el aborto: “Lo más apremiante es revisar los prejuicios que una tiene. Revisar en qué status, de manera muy honesta con nosotras mismas, tenemos el aborto. Porque luego te enteras de gente que dice que está a favor del aborto en casa, pero que reproducen dinámicas como ‘Ay, no, pero no abortes dos veces o más de dos veces, qué te pasa’. O decirte, ‘Claro, te voy a dar información de aborto seguro, pero también te voy a dar información de métodos anticonceptivos’. Me parece a mí apremiante que se revisen los prejuicios que una tiene sobre el aborto, es un tema que hay que trabajar”.
Moire coincide en que, además, acompañar abortos es confrontarse con estigmas propios. “En la mayor parte de México aún es muy transgresor nombrarse acompañante de aborto con medicamentos. También convertirse en acompañante significa terminar con estigmas. Porque toda la vida hemos crecido escuchando que es un procedimiento médico, que te puedes desangrar, que las mujeres pierden la capacidad reproductiva, que el gancho, que el té. Y ahora es luchar contra eso. El acompañamiento es caminar juntas. Imagínate si tú y yo vamos caminando juntas y yo voy temblando”, opina.
La lucha por la despenalización sin estigmatizar
Si bien hoy buena parte del acceso al aborto en el país lo llevan a cuestas las colectivas que acompañan abortos en casa, para González, de Med Prochoice, no hay que perder de vista que aún hay mujeres y personas gestantes que no tienen acceso al aborto con medicamentos y que la despenalización sigue siendo primordial. “Es desestigmatizar el aborto clandestino, sin dar por sentada la importancia de la despenalización y de todo lo que necesitas”, dice.
“Es desestigmatizar el aborto clandestino, sin dar por sentada la importancia de la despenalización y de todo lo que necesitas”.
En este sentido, González, Tejas, Regalado y Moire coinciden en que el fin último debería ser la despenalización, que además ayuda a pelear contra el estigma. “Como movimiento tenemos que seguir persiguiendo el aborto legal. Porque por temas de punitivismo siempre va a existir la posibilidad de que alguien sea criminalizado, por temas de acceso y por reconocimiento de los derechos de las mujeres y de las personas con capacidad de gestar. Por eso es tan importante el poder de las acompañantes de que tú eres el o la dueña de tu cuerpo y aunque la ley diga que es un delito también es un derecho avalado en normas. Es la sociedad la que aún está aferrada a criminalizar la vida reproductiva de las mujeres y las personas gestantes”, dice Moire.
La lucha por la despenalización en México también ha resaltado el trabajo de las acompañantes. No obstante, para Regalado y Tejas es necesario cuestionar las narrativas con las que pedimos la despenalización. “Lo que ha traído la marea verde ha sido la visibilización del trabajo que hacemos las acompañantes. Y ha sido la puesta en agenda del tema del aborto. Eso obviamente ha significado dar voz, poder llegar a espacios que hubiera sido tal vez más inaccesible para nosotras. Sí da voz, pero insisto mucho en cómo se da la voz o a partir de qué términos se da”, dice Regalado.
“En la mayoría del mundo, y sobre todo en América Latina, el acceso es gracias al aborto con medicamentos. Entonces si seguimos el camino de Argentina de decir que el problema es el aborto clandestino, eso sólo criminaliza a las acompañantes”, apunta Tejas. “Es como pararse y pensar si lo que estás haciendo te va a ayudar en el largo plazo. Desde luego que la despenalización y la legalización siguen siendo fundamentales, pero para pedirlas tenemos que preguntarnos qué queremos para México, qué nos funciona aquí. ¿Qué va a hacer que las mujeres se sientan mejor?”, apunta Tejas.
Me considero feminista desde hace varios años, pero no fue hasta que escribí este texto que, gracias al trabajo que hace Med Prochoice, vi cómo se ve realmente un aborto de ocho semanas (Spoiler: No hay manos ni pies). Cuando me contaron que un parto es como un aborto le marqué sorprendidísima a una de mis hermanas para contarle. ¿Cuántas veces hemos oído que abortar es malo para tu cuerpo, pero que parir no? A veces ser feminista se trata de eso; de cuestionarlo y resignificarlo todo. De nunca terminar de entender hasta qué grado nuestras concepciones del mundo están sesgadas por la misoginia. El aborto es otro tema sobre el que nos mintieron toda la vida, ahora miles de mujeres en el movimiento prochoice están encontrando juntas la verdad. El futuro del movimiento por el aborto va más allá de lo legal, implica que la libertad de las mujeres para decidir ser o no madres sea una realidad en todas las comunidades y contextos, y eso es imposible sin la desestigmatización. El futuro del aborto es la desestigmatización porque el futuro de las mujeres será siempre la libertad.