Entran cinco o seis desconocidos en tu casa, y se sientan en la mesa. ¿Qué haces? ¿cómo rompes el hielo?, ¿a quién sirves primero? Gabriela Lendo lleva cuatro años recibiendo a gente que no conoce y sentándolos a la mesa de su salón para que prueben verdadera cocina mexicana. Ella nació en el DF, pero lleva ya siete años en Madrid. Cocina como le enseñó su madre, así que ofrece cocina 100% mexicana. “Siempre me ha gustado cocinar, yo me dedico al mundo del cine, pero mi hobby es preparar platos y lo hacía para mis amigos”. Luego paso a amigos de sus amigos y luego llegó hasta los desconocidos. De su mesa han salido amistades y también algunas parejas de enamorados. Asegura que con esto no se gana pasta, pero eso es lo que menos le importa.
VICE: ¿Cuánta gente ha pasado ya por tu mesa?
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Gabriela: Deben de haber sido unas sesenta personas distintas, teniendo en cuenta que algunas han repetido, que han venido varias veces.
¿Cuándo convertiste tu casa en un restaurante improvisado?
Empecé por mi cuenta, con un formato que se llamaba La Fonda, esto fue hace cuatro años más o menos. Me di cuenta de que en Madrid solo se podía comer cocina mexicana o muy mala y baratita o bien muy rica, rollo PuntoMX, donde tienes tres meses de lista de espera para una reserva. Ahora he llegado a Viz Eat que me dio la posibilidad de institucionalizar lo que yo estaba haciendo y de pasar del boca a boca (que para mí no es un problema) a algo más estructurado, menos por tu cuenta. Que te permite tener un segurito en el caso de que te anulen una reserva la mañana antes de la cena, que es algo que también les pasa a los cocineros profesionales en sus restaurantes. O si un cliente se porta mal contigo o rompe algo. O incluso para ellos, si un cliente se enferma… Tienes más seguridades que si vas a un restaurante. Por eso me gusta que surjan este tipo de iniciativas.
¿Cómo es el trato con un desconocido? Porque les sientas a comer en el salón o en la cocina de tu casa y no los conoces absolutamente de nada.
Es en el salón, sí. Es superbonito, son desconocidos, pero no del todo. O bien han oído cosas sobre ti o se lo ha contado algún amigo. Suelen venir abiertos y de muy buen rollo. Es algo muy agradecido. Es lindo y permite forjar amistades o principios de amistades.
¿Parejas?
Sí, alguna se ha forjado a partir de mis cenas, que es algo de lo que me siento muy orgullosa. No se da todas las veces (risas), obviamente. Pero es muy bonito saber que dos personas -que no tenían ni idea una de la otra, ni forma de coincidir- se encuentran a partir de una cena.
¿Cómo se puede ir a estas cenas?
Ahora a través de la web. Pero también tengo un sistema de códigos, que reparto, y solo las personas que los tengan pueden venir a la siguiente. Todo esto con el objetivo de que los que vienen se sientan parte del proceso. Así que cuando alguien se enteraba y me pedía sitio para cenar por Internet les daba el nombre en Twitter de gente que podía tener todavía códigos. Y se daban trueques curiosos, se cambiaban códigos por cosas. Así sé que comenzó por lo menos una relación. La verdad es que la cena se presta al amor.
Y algún mal rollo.
Pues he tenido mucha suerte, todas las personas que han venido han sido encantadoras. Me gustaría contarte algo malo, pero no puedo. Sí hay grupos que encajan mejor que otros. Antes de venir me escriben con un parrafito sobre qué hacen y les pido que se describan a sí mismos y así encuentro perfiles similares o bien diferentes. Esto fomenta que se sientan relajados, que corra el buen vino y que no haya miedo.
¿Cuánto tardas en preparar un menú de los tuyos?
Esto lo tengo muy calculado. Tardo como un día y medio de trabajo, entre comprar, cocinar, preparar, montar… Antes tengo que contestar los correos y organizar.
¿Se gana pasta?
Yo cubro gastos y gano un poquito que invierto en la organización de la siguiente cena. Como una inversión. Pero esto no solo te lo digo yo, te lo puede decir un cocinero de un restaurante, hacer dinero con la cocina es difícil. Los cocineros lo consiguen cuando abren más de un negocio. La comida no da dinero, pero da otras cosas.
A ti quién te enseñó a cocinar así.
Por un lado, mi madre. Es una de esas mujeres trabajadoras que pasaban mucho tiempo fuera de casa y que nos enseñaron que cocinar no es lo más importante. Un rol femenino muy diferente. Pero desde pequeñita me incentivo a aprender a prepararme las cosas y como es médico insistió mucho en que ‘balanceáramos’ frutas, verduras, legumbres con poquita carne. Y cuando ella podía cocinaba y nos servía de ejemplo. Pero lo que mejor hacía era la repostería, nos quedábamos hasta la madrugada cocinando Strudel de manzana, que luego nos comíamos. Eso me marcó un montón. Por otra parte, el año pasado hice un proyecto documental sobre cocina en México, buscando lugares donde se cocina igual que se hacía antes de la llegada de los españoles. Que era una cocina muy parecida a la japonesa. Entrevisté a ocho mujeres, cocineras, artesanas y amas de casas. De ellas he aprendido, en ocho meses, más que en cualquier escuela de cocina.
Si voy a cenar a tu casa, ¿cuánto pago?
No hay un menú estándar. Pero está en torno a 20 o 40 euros. Varía un montón, dependiendo del mes del año y de lo que vaya a servir. No cocino con cosas que vengan enlatadas y en bote o que lleven dos días viajando en avión refrigeradas. Hace poco me encontré con una gente que cultiva en Valencia chiles y tomates de variedades mexicanas. Así que se pueden servir productos mexicanos frescos, pero eso hace que el precio suba. Otra cosa que sube el precio es que a mí me gusta servir vino, porque no quiero que la gente se tenga que preocupar por nada.
¿Cómo es la gente que va a tu casa?
Pues tener entre 25 y 45 años, más o menos. Gente que está buscando nuevas experiencias.