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Primero quité las notificaciones, después las redes: hablamos con un ex adicto

Padezco nomofobia y soy adicto al móvil. Lo descubrí hace unos días grabando un reportaje para Diario VICE sobre Selfies e identidad digital . Para una entrevista, acabé en la consulta de un programa de coaching llamado Desconecta, en el que ayudan a la gente a “desengancharse” de la tecnología. Algo así como el Proyecto Hombre de los smartphones. Allí, a través de una aplicación móvil que ellos mismos han creado –sí, crean aplicaciones móviles, así que tan desconectados no estarán- midieron mi nivel de adicción. El resultado fue bastante claro: 100%. Así, en número redondo. Igual con un 95% lo hubiese dejado pasar, encajo bien los golpes, pero un 100 hizo saltar mis alarmas internas y me obligó a reflexionar un poco sobre los inconvenientes de esta recién descubierta dependencia.

En primer lugar, creo que está claro que el peor de los problemas del móvil es que con él al lado es casi imposible concentrarse en ninguna otra cosa. Sin ir más lejos, en este momento estoy manteniendo cuatro conversaciones de Whatsapp en paralelo mientras escribo. Si puedes al venir, sube leche. Ves, mierda, esto no iba aquí, así es imposible trabajar. Y a partir de aquí, muchos otros inconvenientes más, como estar localizable 24 horas, muy útil si estás perdido en la sierra pero no tanto si un stalker nocturno te tiene enfilado, o esa perdida del contacto “humano” de la que tanto se habla que hace que se te empiecen a olvidar las caras de tus colegas y los recuerdes en términos de emojis. El mal es más que evidente, ahora bien, ¿es posible salir de esta espiral? ¿Se puede luchar contra Matrix y desconectar sin convertirse en un inadaptado social?

Enric Puig, doctor en filosofía y escritor, cree que sí. Y no sólo eso, cree que te convierte en una persona más eficiente, más libre y más feliz. Lo cuenta en su libro La gran adicción. Cómo sobrevivir sin internet y no aislarse del mundo (Arpa Ediciones, 2016) en el que recoge la experiencia de diez personas que decidieron huir de internet para siempre. Como experto, aceptó con gusto a resolver todas mis nuevas dudas existenciales mientras tomábamos café.

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Un día se hartó de que Google tuviese el poder sobre sus actos

VICE: Igual que las personas de las que hablas en tu libro, ¿tú también te consideras un desconectado?
Enric: Sí, pero me gusta más llamarlo ex conectado. Hasta hace poco también era un adicto como tú.

¿Y cómo conseguiste dejarlo así, de repente?
No fue de repente. Es un proceso lento y complicado. Lo hice progresivamente. Primero quité las notificaciones, ya no me molestaban, después salí de las redes sociales y poco a poco fui ganándole terreno a internet y viendo cuales son las herramientas que me ofrecen una ventaja y cuáles no.

¿Y con qué cosas te has quedado y has decidido no eliminar del todo?
Tengo un teléfono que sólo recibe llamadas y un ordenador, pero sólo utilizo el correo electrónico, que creo que es una magnífica herramienta, y el navegador. Eso sí, lo utilizo para consultas muy ocasionalmente y siguiendo unas normas muy estrictas. Normalmente cuando entramos a Google, entramos buscando algo, tenemos una pregunta en mente que queremos que internet nos resuelva, pero por la propia lógica de Google basada en la espiral del hipervínculo, empiezas a pasar de una página a otra, y a otra, y al cabo de diez páginas ya no sabes lo que estabas buscando. Queremos hacerle una pregunta a la tecnología y es internet quien acaba generándolas.

¿Te sientes más libre ahora? ¿Le has ganado la batalla a Google?
Sí, realmente sí. Google está programado para invertir la lógica de poder y ser ella quien genere las necesidades. Ahora cuando utilizo el navegador siento que soy yo de nuevo quien tiene el poder. Tengo una pregunta y una vez que tengo la respuesta, se acabó.

¿Eres un caso único o podríamos hablar de tendencia? ¿La tribu urbana de los desconectados?
Son sobre todo las generaciones más jóvenes las que de alguna forma están de vuelta de todo esto. Son ellos los que han acuñado el término de Mombi, la idea de ser un zombi con los smartphones y los primeros que se están dando cuenta de que conviene poner límites. Lo curioso del caso es que en el momento que hay esa vuelta generacional, que la gente más joven está entendiendo que quizá no todo son ventajas, son la generación de sus padres las que de alguna forma les están forzando a utilizar las nuevas tecnologías por miedo a que no desarrollen sus competencias digitales y todo ese rollo.

¿Hace falta llegar al extremo de desconectar del todo? ¿No existe un punto intermedio?
En mi libro hablo de casos extremos porque quería crear un contradiscurso, enseñar el otro lado de la moneda frente al discurso imperante que nos dice que internet es la gran maravilla que puede solucionar nuestros problemas sociales, personales, políticos, etc. Pero entre un extremo y el otro, cada uno tiene que encontrar su punto crítico.

Me has hablado de las ventajas de la desconexión, pero al mismo tiempo, ¿no te limita en otros sentidos? ¿No echas de menos, por ejemplo, el Whatsapp?
Realmente no, al revés. He logrado volver a comunicarme de verdad con mucha gente con la que antes sólo me comunicaba por Whatsapp y mantener mi relación con normalidad. Además, me puedo concentrar mucho más, no tengo ninguna dependencia ni ansiedad digital si no tengo el móvil en el bolsillo y no me están interrumpiendo constantemente. Desconectar me ha ayudado a reconectar con el mundo.

“Desconectar para reconectar”, me gusta. Mientras nos vamos, ya sin grabadora, Enric siguió hablándome de las bondades de su nueva vida, con días más largos, más tiempo libre y relaciones más reales. Por primera vez, me sentí tentando yo también a probarlo y seguir su consejo, quizá un tiempo sin móvil me vendría bien. Así que, de vuelta a la consulta del coach desconector, accedí someterme a una de las terapias que propone el Programa Desconecta: La terapia de cuerdas.

El nombre mola pero no tiene nada que ver con la física cuántica. Es literalmente que te dejas atar los brazos a una silla con cuerdas mientras recibes estímulos en una pantalla que te tientan a coger el móvil. Claro, funcionar, funciona. Estuve una hora sin tocar el móvil. Y sin poder rascarme un ojo que me picaba también. Pero lo peor de todo es que cuando acabamos tenía tantas notificaciones en el teléfono que me llevó otra maldita hora responderles a todos. Qué susto, por poco le pierdo el ritmo al mundo. Ha sido un ratito pero ha sido horrible. Quizá esto de desconectar no sea para mi. Por ahora, sigo con mi adicción.

Este artículo es un adelanto del documental ‘Selfies’, que analiza la adicción al móvil y el negocio de las redes sociales a través de algunos de sus protagonistas. ‘Selfies’ se emite el sábado 10 de diciembre a las 21.45 en DIARIO VICE, que se emite en Canal 0 de Movistar +.