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Hace tiempo que nadie discute que el fútbol —y todos los deportes— son unisex. Cualquiera que haya visto la Copa Mundial femenina de este año sabe que en el balompié femenil hay mucho talento, una gran preparación física y montones de goles. Quizás aún haya una diferencia técnica y de ritmo con sus homólogos masculinos, pero las chicas tampoco gozan de las instalaciones y las recompensas que disfrutan los chicos: al contrario, en muchos países a las mujeres se les aconseja —o se les obliga a— dejar el fútbol.
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En 2015, el fútbol femenino es un deporte en rápido crecimiento que goza cada vez de más éxito y mayor cobertura mediática. Hay multitud de clubes profesionales y una Copa Mundial que crece edición tras edición. El fútbol pertenece a las mujeres tanto como a los hombres… aunque no siempre fue así. No hace tantos años, el fútbol femenino estaba legalmente limitado en países tan teóricamente avanzados como el Reino Unido.
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Hasta 1971, en Inglaterra las mujeres tenían prohibido jugar al fútbol en los recintos de los clubes de la FA, la legendaria federación inglesa de balompié. Esta ridícula medida era producto de una legislación aprobada por la misma FA… ¡en 1921! Sí, parece increíble: pero aún más increíble es saber que tal decisión se tomó porque el fútbol femenino era extremadamente popular en ese periodo —demasiado, según los capitostes de la FA de la época.
En Inglaterra, las mujeres jugaban al fútbol desde la época victoriana: hay registros de un partido disputado en la década de 1890 que habría atraído a más de 10.000 espectadores. El diario Manchester Guardian, sin embargo, era escéptico con las posibilidades del deporte femenino: “Cuando la moda se haya esfumado, no creo que el futbol femenil atraiga tanta gente”, recogió en una edición de finales del siglo XIX.
La revista semanal British Medical Journal tampoco parecía demasiado entusiasmado con esta práctica deportiva. En este caso, sus argumentos eran aún más cuñados: “De ninguna manera podemos aprobar la exposición imprudente a la violencia de los órganos femeninos, que en la experiencia común ha llevado a las mujeres a protegerse de cualquier forma”.
Muy modernos y progresistas, como podéis ver. No obstante, y sin querer excusarlos en ningún caso, hay que tener en cuenta la mentalidad de la época —no precisamente abierta al feminismo que dijéramos.
Volviendo al fútbol femenino, el verdadero catalizador de su explosión en popularidad en el Reino Unido fue el inicio de la Primera Guerra Mundial en 1914. Hasta ese momento, a las mujeres británicas ni siquiera se les permitía votar; no recibirían plenos derechos hasta el Acta de Representación del Pueblo de 1918. Podríamos decir que el derecho a chutar el balón vino antes que el derecho a voto, por lamentable que suene hoy.
Sea como fuere, el ascenso del fútbol femenino vino de la mano de un cambio social más grande ocasionado por la guerra. Con miles de jóvenes varones yendo a los campos de batalla, de los cuales muchos no regresarían, las mujeres tomaron sus trabajos en las fábricas y ocuparon nuevas posiciones en la industria de las municiones. Al mismo tiempo, adoptaron el ocio que hasta entonces parecía reservado a los hombres —empezando por el fútbol.
Uno de los equipos femeninos más destacados surgió de la fabrica de municiones Dick, Kerr & Co., en Preston. Conocido como Dick, Kerr’s Ladies FC, el club gozó de un increíble éxito durante la guerra e incluso después de que la FA excluyera a las mujeres de sus campos en 1921. La historia empezó cuando las chicas de la fábrica vencieron a sus compañeros masculinos y formaron un equipo propio; Alfred Frankland, un dibujante de la propia compañía, se convirtió en su entrenador. En la Navidad de 1917, el Dick, Kerr’s Ladies FC venció a la fábrica Arundel Coulthard por 4-0 frente a 10.000 personas.
El Dick, Kerr’s Ladies jugaba para recolectar fondos para las organizaciones de caridad en tiempos de guerra. Lograron juntar 600 libras en aquel partido de Navidad —una suma más que considerable en aquel tiempo. El club fue tan exitoso que llegaron a fichar jugadoras de otros equipos y disputaron partidos por toda Inglaterra, Gales y Escocia.
Tras el final de la guerra, el Dick, Kerr’s Ladies continuó jugando y destinando el dinero a los soldados mutilados. En marzo de 1919, 35.000 personas asistieron a un partido en Newcastle. También se enfrentaron a una escuadra francesa ante 25.000 espectadores y viajaron al continente para dar realizar una gira europea en el otoño de 1920. En ese entonces, había cerca de 150 equipos femeninos en Inglaterra.
En 1921, el Dick, Kerr’s Ladies jugó 67 partidos ante un público total de unas de 900.000 personas. La demanda era tan alta que se vieron forzadas a rechazar 120 invitaciones más. Sin embargo, 1921 sería el año en el que cambiaría el destino del fútbol femenino en Inglaterra.
Al 40 por ciento de las mujeres se le había dado el derecho a votar después de la guerra, pero sus funciones en la sociedad aún estaban cambiando. Ya que los hombres habían regresado a sus trabajos, se esperaba que las mujeres regresaran a la vida doméstica. De la noche a la mañana se las consideró no aptas para practicar fútbol, ya que se decía que sus cuerpos era inapropiados para la práctica del balompié. Cuando una reportera le preguntó qué pensaba sobre la participación de las mujeres en el fútbol, la Dra. Mary Scharlieb lo describió como “el juego menos idóneo para el físico de una mujer”.
La doctora y tenista Eustace Miles, que había cursado sus estudios en Cambridge, también se pronunció de una forma similar en aquel momento: “Las patadas son un movimiento brusco para las mujeresy la presión es severa. La complexión física de una mujer tiende a ser más redonda que la del hombre, pero el fútbol obliga a movimientos menos redondos y más angulares”. La escritora Barbara Jacobs bromeó al respecto cuando décadas después escribió un libro sobre el Dick, Kerr Ladies: “¿Así que tenemos que asumir que los cuerpos de las mujeres no son aptos para movimientos bruscos? Entonces nada de sexo, ¿no?”.
La culminación de la campaña en contra del fútbol femenino llegó el 5 de diciembre de 1921 cuando la FA ordenó a los clubes pertenecientes a la asociación que no permitieran “el uso de los recintos para los partidos entre mujeres”.
El reporte ofreció tres razones, bastante absurdas por cierto. La primera es que el fútbol era “inapropiado para las mujeres”; la segunda tenía que ver con las quejas de “las condiciones bajo las cuales algunos partidos se realizaban”; la tercera aseguraba que la mayoría de los ingresos de los partidos femeninos iban dedicados a obras de caridad y que por lo tanto no generaban ingresos para los clubes que acogían los encuentros.
Por si esto fuera poco, no solo a las mujeres se les prohibió jugar en cualquier recinto de fútbol de la FA: increíblemente, también se anunció que sus miembros no tenían permitido trabajar como árbitros o jueces de línea en ningún partido femenino. No hubo una sola prueba de catástrofe financiera: tampoco se inició una investigación. A pesar de esto, las mujeres poco podían hacer para responder con las herramientas democráticas que tenían en la época.
La prohibición, además, recibió el soporte de varios entrenadores de la Football League. El entrenador del Arsenal Leslie Knighton aseguró lo siguiente: “Cualquier persona familiarizada con la naturaleza de las lesiones recibidas por los futbolistas no puede sino pensar, al ver a las mujeres jugar, que podrían recibir golpes que podrían dañar sus futuras obligaciones como madres”.
En una entrevista, la capitana del Plymouth Ladies respondió a la decisión: “El órgano controlador de la FA lleva cientos de años de retraso y sus acciones son simples prejuicios de género. Ninguna de nosotras ha sufrido ningún efecto dañino debido a la práctica del fútbol”.
Igual que las opiniones sociales recogidas por los ancianos caballeros de la FA, la prohibición también tenía motivos políticos. El equipo Dick, Kerr’s Ladies —y otros conjuntos— había disputado partidos para recaudar fondos destinados a los mineros durante las huelgas de 1921. La FA estaba molesta por la participación de las mujeres en un asunto político nacional: ello sin duda influyó decisivamente en la resolución de la federación.
Contrariamente a lo que aseguraba la FA, los partidos femeninos arrojaban grandes beneficios. Al principio se vio como algo aceptable mientras el fútbol de hombres estaba en receso por la guerra, pero cuando la Football League se reanudó, la FA se preocupó por la pérdida de ganancias de los partidos masculinos, cuyo nivel había caído por culpa del conflicto armado.
La mayoría de clubes femeninos desaparecieron de la noche a la mañana. El Dick, Kerr’s Ladies, sin embargo, aguantó: se fueron de gira a Canadá y a Estados Unidos, aunque algunos partidos tuvieron que cancelarse por la presión ejercida de la FA. El equipo sobrevivió hasta 1965 bajo el nombre de Preston Ladies FC. Hoy, el Preston North End tiene una sección de fútbol femenino, pero en realidad el club no guarda relación alguna con el Preston Ladies.
La mayoría de los otros equipos femeninos, sin embargo, no contaban con el capital del Dick, Kerr’s Ladies y dejaron de existir. Aunque parezca increíble, hubo que esperar hasta la primera Copa del Mundo que ganó Inglaterra en 1966 para que el fútbol femenino reviviera en el país. En 1969, se formó la Asociación Femenina de Futbol; en 1971, medio siglo después de la prohibición, la FA finalmente permitió que los estadios de sus clubes miembros albergaran partidos femeninos de nuevo.
Es difícil decir de quién es la culpa de los fracasos de la selección inglesa masculina de fútbol en los grandes torneos internacionales. Sin embargo, a nivel femenino es mucho más sencillo apuntar con el dedo a los culpables: las decisiones de la FA en 1921 y su inacción desde ese momento hicieron un daño enorme al fútbol femenino de Inglaterra. Afortunadamente, las tornas parecen cambiar en el siglo XXI: ¡ya tocaba!
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