Artículo publicado originalmente por VICE en inglés.
La temporada de Yeezy ha llegado una vez más y con ella florecen mil lamentaciones por el Kanye de antaño. La nostalgia por una supuesta edad de oro anterior ha sido una pieza presente del mito de Kanye West durante al menos una década y media. En la era de este recuerdo ictérico, era una persona menos estridente y más justa que hacía una música fundamentalmente diferente y, de manera crucial, mejor que el Kanye de la actualidad. Esta perspectiva se convirtió en un recurso cansado del fanático agraviado y el crítico irritable que el propio Kanye satirizó en Life of Pablo en 2016: “I miss the old Kanye, straight from the go Kanye / Chop up the soul Kanye, set on his goals Kanye. / I hate the new Kanye, the bad mood Kanye / The always rude Kanye, spaz in the news Kanye”.
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En medio de una crisis pública de salud mental, una conversión religiosa y una serie de gestos políticos difíciles de digerir, como el apoyo a Trump, su desafortunada carrera como candidato en las elecciones presidenciales y su declaración de que la esclavitud fue una elección que tomaron los esclavos, el tema de “la caída de Kanye” se convirtió en una especie de evangelio de consenso público. Aunque a menudo no fue claro qué tanto se vinculó este cambio de opinión con el sonido de la música que continuó lanzando, Donda pone de relieve la calidad de su producción actual.
Phonte y Big Pooh, del dúo de rap de Carolina del Norte Little Brother, abordaron tales quejas en una entrevista divertida y sincera grabada en torno al lanzamiento de Jesus Is King. “Permítannos ser muy claros, tienen al mismo Kanye, solo que con un presupuesto mayor y un grupo de Kardashians detrás”, dicen, terminando las oraciones del otro, respecto a su encuentro con Kanye en una conferencia de hip-hop en 2003 y su posterior colaboración. “Es el mismo tipo. Gran personalidad, ideas locas, disparatadas: él era ese tipo entonces. Tiene mucho más dinero y una plataforma más grande, pero era el mismo sujeto. Nada de lo que hace Kanye me sorprende. Simplemente no se trata del ‘viejo Kanye y el nuevo Kanye’, no. Si interactuaste con él en una etapa temprana, había rastros de todo eso”.
Y de hecho, tras el lanzamiento de Donda, su décimo álbum como solista, la evidencia de esta continuidad es palpable. La incorporación de un coro de gospel con acompañamiento de órgano en canciones como “24”, “Donda” y “New Again” no es algo que haya adoptado para Jesus Is King de 2019; se remonta mucho antes de su fase de renacimiento, abarcando varias canciones en The College Dropout y hasta “Father Stretch My Hands” de 2016. Siempre ha tenido un complejo sobre su mezcla de sábado por la noche y domingo por la mañana. “They said you could rap about anything except for Jesus,” (“Dijeron que podías rapear sobre cualquier cosa excepto sobre Jesús”), rapeó en “Jesus Walks” de 2004.
Del mismo modo, la concurrida reunión de colaboradores en Donda hace eco de My Beautiful Dark Twisted Fantasy; pero este vasto espíritu comunitario ha sido una parte importante de todos los álbumes de Kanye, si nos remontamos a The College Dropout, cuyo folleto en el CD presentaba su larga lista de colaboradores como un anuario de la escuela secundaria. Kanye consiguió su gran oportunidad produciendo canciones para Jay-Z, quien se encuentra entre las muchas voces de Donda para la reunión de veinte años. The World Famous Tony Williams, que ha cantado en casi todos los álbumes anteriores de Kanye, una vez más presta su voz en Donda.
La serie de retrasos para retocar el álbum —que definieron el lanzamiento de Donda este verano— no es nada nuevo; de hecho, fue realmente corta en comparación con sus primeros álbumes. The College Dropout se retrasó tres veces durante cinco meses. “Lo que es extraño”, dijo Kanye a The Times en 2005, mientras hacía arreglos para Late Registration, “es que sigo trabajando, pero sigo terminando. Todos los días, cuando trabajo en el estudio, termino el álbum. Entonces, si alguien me dijera: ‘Tienes que entregarlo hoy’, tendría la confianza de entregarlo. Pero si me dieran otra semana, trabajaría una semana más”.
Kanye siempre ha sido ridículo y honesto, demasiado confiado y tremendamente inseguro, tanto dentro como fuera del escenario. Una descripción general de su carrera se lee como un extraño loop de controversias similares: no dejar que Taylor Swift terminara su discurso es un escándalo culturalmente consagrado, pero fue una situación parecida a cuando se subió al escenario a protestar por la entrega del premio al mejor video en los MTV Europe Music Awards, que Justice obtuvo sobre Kanye. Antes de eso incluso abandonó los American Music Awards después de perder en la categoría de Mejor Nuevo Artista ante Gretchen Wilson, y al igual que con la inmortalización del incidente de Taylor Swift en “Famous”, naturalmente rapeó al respecto.
De hecho, a pesar del mantra que abre el primer minuto de Donda —posiblemente una limpieza auditiva para deshacerse de malas vibras, o un cántico para resucitar al viejo Kanye (y, por supuesto, el recuerdo de su difunta madre, Donda West)—, quizá las cosas no han cambiado lo suficiente. Incluso para el lanzamiento de Life of Pablo, en 2016, muchos se habían cansado del mismo Kanye de siempre: la percepción de artista desamparado, que resultaba entrañable en sus inicios, no compaginó con su rol de magnate. Una vez rapeó: “Can I talk my shit again?” (“¿Puedo hablar de mis cosas de nuevo?”). Durante los últimos cinco años, una nación cansada se ha lamentado en respuesta: ¿Acaso deberías?
Es útil entender Donda como un lanzamiento tardío de un artista emblemático, plagado de muchas de las trampas que surgen con el proceso de envejecer cuando eres el centro de atención pero el núcleo cultural ha seguido su curso. La nostalgia y la decepción son el estofado en el que se cocinan este tipo de álbumes, y para compensar esos sabores desagradables e impulsar su popularidad en los rankings, a menudo se aderezan cínicamente con la colaboración de estrellas jóvenes. El álbum de 1999 de Carlos Santana, Supernatural —lanzado muchos años después de la cúspide de su relevancia— fue el epítome de esta táctica, ya que incluyó a estrellas del momento como Dave Matthews, Eagle Eye Cherry, Rob Thomas y Lauryn Hill, en un álbum superproducido con una duración inflada. Supernatural llegó a la cima de las listas de popularidad y las personas que conocían poco la obra de Carlos Santana se enamoraron de sus éxitos, como “Smooth”. Sustituyan a Playboi Carti y Baby Keem por Rob Thomas y Dave Matthews y tienen Donda.
Parte de lo que consolida a Kanye como un artista consagrado, fuera de sintonía con la época actual, es su insistencia en el álbum como un evento: dar prioridad a un formato que ha sido cada vez menos una característica de la música pop desde los albores de Napster y que, durante la era del streaming, es un anacronismo. Pero este modo tradicionalista es difícil de vender dado que, como persona, Kanye se ha visto terriblemente afectado por algunos de los cambios tecnológicos y culturales que hicieron obsoleto el formato que eligió.
Kanye siempre ha estado obsesionado consigo mismo, algo que fue, para bien y para mal, una parte de su atractivo durante mucho tiempo. Pero antes contaba historias pobladas por detalles hiperespecíficos que demostraban una capacidad ahora perdida para concebir otras mentes y construir personajes identificables e humanos a su alrededor, como los relatos solipsistas y descabellados de “30 Hours” y “Blood on the Leaves”.
Como muchos de nosotros, Kanye parece haber sido afectado por la incentivación del narcisismo público y la erosión de la capacidad de atención de las redes sociales. Se ha convertido en un gurú de la atención en línea, que comprende intuitivamente que la sustancia es un impedimento para la viralidad. O tal vez, después de pasar demasiado tiempo protegido y aislado en su riqueza extrema y estatus de celebridad, es incapaz de concebir la empatía como algo más que una abstracción.
Donda ofrece varios ejemplos sombríos de un Kanye incapaz de levantar la vista de su teléfono. Rapea sobre Instagram y Twitter. A pesar de que puede volar a 9,000 metros sobre las trincheras de la vida en internet y su discurso, aparentemente sigue estando a su merced.
Ciertamente, estos temas podrían producir buenas canciones si Kanye pudiera concentrarse el tiempo suficiente para terminar una. Durante la última década, parece atrapado casi por completo en el presente, sin ningún plan, solo cumpliendo sus caprichos del momento. Escribió la mitad de las letras de Yeezus en dos horas; un hecho que con frecuencia es evidente. En ye rapeó: “I live for now, I don’t know what happen after here” (“Vivo en el ahora, no sé qué pasará después de esto”). “Hurricane” de Donda parece incluir el track de referencia de sonidos no lingüísticos que podrían haber sido una sustitución temporal para letras que nunca se materializaron.
Pero a diferencia de “Hurricane”, la mayor parte de Donda está inconclusa, no en el sentido de necesitar más, sino menos. La duración prolongada no es nada nuevo para Kanye; no olvidemos que 808s and Heartbreak abre con los seis minutos interminables de “Say You Will”. Pero la duración de casi dos horas de Donda se prolonga y continúa sin siquiera intentar ganársela. Varias canciones y un discurso de Larry Hoover Jr. aparecen dos veces, en versiones no lo suficientemente diferentes como para justificarlo. La mayoría de los tracks tienen poco impulso y duran demasiado. Son raros los clímax tecnicolor que Kanye perfeccionó a finales de la década de 2000. En cambio, loops que comienzan con fuerza o son atractivos se repiten hasta el infinito, sin mucha recompensa.
A veces puede parecer que Kanye se disuelve en el éter digital. Muchas de sus voces en Donda suenan mezcladas a distancia y se apoya demasiado en sus colaboradores. Si los álbumes de Kanye ahora son principalmente ejercicio de marca, es posible que algún día ya no necesiten a Kanye en absoluto. Al igual que con las novelas de Tom Clancy y muchos artistas visuales famosos, tal vez se convierta en el tipo de músico que lanza álbumes con su nombre mucho después de haber dejado de hacer la música. Gran parte de Donda suena como una lista de reproducción seleccionada por Kanye: aquí está la canción de Playboi Carti, aquí está la de Kid Cudi. Y no siempre es un buena elección; varios de sus colaboradores solo enfatizan la incapacidad de Kanye para encajar con su modo.
Al menos en nombre, Donda está dedicado a la madre de Kanye, aunque al escucharlo es fácil perderse. Las canciones más antiguas de Kanye sobre su familia, como “Hey Mama” y “Family Business”, estaban llenas de representaciones vívidas de sus parientes e imágenes conmovedoras y precisas. En la canción que da título al álbum, Kanye incluye largos extractos de un discurso que su madre pronunció poco antes de su muerte, hablando de lo especial que es Kanye. El monólogo de Larry Hoover Jr. también continúa con esta propaganda sobre Yeezy. Ambos son un recordatorio de que Donda también es el nombre de una de las muchas marcas de Kanye.
La canción más emblemática (y lamentablemente la mejor) de Donda es “Jail pt 2”. Su estribillo podría indicar la pésima decisión de incluir tanto a Marilyn Manson como a DaBaby en el track poco después de que cada uno fuera expuesto por diferentes tipos de gaslighting. Pero la canción es un milagro incómodo de paciencia, capas sónicas y mal karma: insiste en su cruel imprudencia y suena como la felicidad fugaz de saber que estás equivocado y lo estás haciendo de todos modos. Entender a Kanye —el viejo, el nuevo, cualquiera— siempre se ha tratado de mantener en alto estas frustrantes contradicciones y, a veces, disfrutarlas.