Klaus Staeck lleva más de 30 años molestando a la clase política con arte

Klaus Staeck ha logrado hacerse un lugar en la sociedad alemana como un intermediario entre el arte y la política. Estudió derecho en Alemania, y desde 1956, decidió quedarse a vivir en Heidelberg. Trabajando como abogado en el Colegio Federal de Abogados de Alemania, notó la falta de crítica que había en su país, y la poca representación de la clase obrera, por lo que en 1971, todavía cuando su país jugaba un papel importante en la Guerra Fría, comenzó a realizar sátiras en las que criticaba al gobierno y la sociedad alemanas.

El primer cartel que realizó fue uno en el que ocupaba el retrato de la madre de Alberto Durero, Bárbara, con una frase que decía: “¿Le alquilaría un cuarto a esta mujer?” Desde ahí su trabajo ha sido objeto de controversia, mismo que lo ha llevado a ser demandado 41 veces, empezando por el partido de la Unión Demócrata Cristiana en Alemania, luego de publicar un cartel en el que se leía: “Para que los ricos se hagan más ricos, vote por la UDC”.

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“Trato de irritar la sensibilidad que da crédito total a la imagen, que tiene una fe ciega en ella.” Su trabajo es un juego de imágenes y palabras que la gente no puede distinguir si es real o producto de la mente de el creador. Esa es la principal razón de las 41 demandas, porque ha afectado a grupos conservadores, al hacer creer a la gente que los carteles, folletos, y demás trabajos que publica, son ciertos. “Me ayudó mucho el hecho de que soy abogado y pude ganar todos los procesos”, asegura Staeck.

“No puedo soportar la injusticia, grande o pequeña. Le proporciono argumentos a quien no se puede defender, a quien, si no, sólo tendría su rabia.” Y es que su trabajo se ha convertido en la voz popular de Alemania, la voz que protesta en contra del capitalismo, el fascismo, las armas nucleares, la censura, y principalmente, la destrucción del medio ambiente.

Su trabajo es provocativo, reta al gobierno y cuestiona las guerras. “La paz destruye puestos de trabajos” es otra frase que se lee en su obra, una leyenda que va en contra de la industria militar alemana y que busca defender los derechos básicos de los ciudadanos, antes de los conflictos bélicos.

Alemania ha jugado, y sigue jugando, un papel muy importante en la escena internacional. Su derrota en la Primera Guerra Mundial llevó al país a una crisis económica, misma que fue un eje importante para que Hitler comenzara la segunda, y que volvió a dejar al país en una crisis económica y social, misma que separó a Berlín en dos, y fue una parte importante para la repartición del mundo entre Estados Unidos y la Unión Soviética durante la Guerra Fría.

Staeck ha sido también un profeta para otros acontecimientos nacionales. Unos que ya han pasado y otros que no, pero que son bastante probables (“La próxima guerra mundial será, con total seguridad, la última”).

La crítica y la seguridad que el artista tiene respecto a la destrucción ambiental es en la que se ha enfocado más durante toda su carrera. Y ésta es más agresiva porque no sólo critica al gobierno alemán, sino a la sociedad en general, utilizando la palabra “somos” en todas las explicaciones de esta parte de su obra.

“Mi temor es que la catástrofe ecológica pronto será tan grande que no podremos dominarla. Y estoy muy bien informado.” Puede parecer algo pesimista, pero al empezar a trabajar en el arte del medio ambiente mucho antes de que se volviera un problema real mundial, puede ser que vuelva a tener razón. “Cuando miro mis carteles ecológicos… me doy cuenta de que lo dije muy temprano, sin ser por ello un profeta.” Para él, es responsabilidad de la sociedad el cuidado ambiental. “No hay tantos políticos para producir toda la basura ellos solos.”

Compara esta responsabilidad con la responsabilidad del cuidado de la democracia. “La democracia sigue siendo la mejor forma estatal, puesto que reclama la colaboración de todos y cada uno de nosotros.”

El trabajo de Klaus Staeck es interesante, irreverente, la clase de artistas que necesitamos en todo el mundo, los que le dan una voz a la razón frente al gobierno, y ocupan la publicidad para derribar el elitismo del arte. Aunque Staeck no ha trascendido más allá de Europa, su trabajo es el ejemplo perfecto de la transformación del arte como un medio de oposición y crítica.

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