Se lo ha canonizado por su obra musical, pero mucho antes de que se pusiera a componer temas con la guitarra, Kurt Cobain tuvo otra pasión: el arte visual. En su libro Heavier Than Heaven, el biógrafo Charles R. Cross cuenta que a los seis años, Cobain se jactó de haber hecho un dibujo perfecto de Mickey Mouse de memoria.
El dibujo era tan bueno que su abuelo, Leland, le acusó de haberlo calcado. “No es verdad”, se defendió Cobain, y acto seguido dibujó el retrato del pato Donald, y luego del de Goofy. Leland no daba crédito.
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Las obras de Cobain, que hasta ahora habían permanecido ocultas en los archivos del patrimonio del cantante, fueron la principal atracción de la Seattle Art Fair, a la que habían acudido representantes de casi 100 galerías de diez países a vender sus obras más populares. Las pinturas de Cobain, que no estaban a la venta, presentaban una nueva faceta expresiva del músico, esta vez sobre lienzo.
La obra visual de Cobain también quedó reflejada en su banda, Nirvana, ya fuera a través de las primeras pegatinas que diseñó para ella o en la portada del álbum Incesticide, piezas que pudieron verse en la exposición
En casa, los dibujos de Cobain nunca recibieron el reconocimiento que sí obtuvieron en el instituto por parte de sus profesores de arte. En su diario, el joven Cobain daba rienda suelta a la angustia que le causaba el matrimonio fallido de sus padres a través de una serie de cómics ilustrados.
“Siempre estaba garabateando algo”, le explicaba a Cross Nikki Clark, excompañera de instituto de Cobain. El cantante tenía cierta inclinación por dibujar imágenes prohibidas, desde escenas de violencia a monstruos o representaciones de Satán. Una vez enseñó un dibujo fotorrealista de una vagina a su compañero Bill Burghardt, quien al verlo le preguntó qué era aquello.
La obra visual de Cobain también quedó reflejada en su banda, Nirvana, ya fuera a través de las primeras pegatinas que diseñó para ella o en la portada del álbum Incesticide, piezas que pudieron verse en la exposición.
La United Talent Agency desempolvó las obras de Cobain tras asumir la gestión de su patrimonio el año pasado; su director de bellas artes, Josh Roth, pudo acceder a los cientos de objetos personales del cantante almacenados en un recinto “en algún lugar de Los Ángeles”.
Parte de estos hallazgos fue expuesta al público por primera vez el 3 de agosto en el centro de eventos del estadio CenturyLink Field; entre las piezas había varias páginas de un cuaderno en las que Cobain había escrito un borrador de “Smells Like Teen Spirit”, una carta en la que expresaba su eterna devoción por Courtney Love y una pieza realizada en colaboración con William S. Burroughs, a la que Cobain había contribuido con cuatro agujeros de bala.
Se exponían también dos pinturas: la de un macilento humanoide anfibio despatarrado sobre un fondo amarillo, titulada Fistula, y una pieza que millones de fans de Nirvana conocen y de la que probablemente tengan una reproducción en miniatura: la que ilustra portada del álbum Incesticide.
Poder ver esas pinturas en directo en la Seattle Art Fair fue algo mágico, una oportunidad de escudriñar un recoveco de la mente de Cobain que ha quedado a salvo del análisis exhaustivo en los 23 años que han pasado desde su muerte. Las pinceladas son precisas pero toscas, y las obras se expusieron con los marcos de madera originales.
Las obras de Cobain han suscitado un enorme interés en todos los medios, desde Rolling Stone a blogs de cultura y noticieros locales, pero la exposición contenía también obras de personajes afines a Cobain, como Mike Kelley, Richard Prince, Elizabeth Peyton, Dennis Hopper y Dash Snow.
¿Y si Kurt Cobain viviera? ¿Y si, además de su talento musical, hubiera conocido el prestigio a través de sus obras de arte?
“Hemos querido exponer obras de artistas consagrados junto a las de Kurt”, señala Roth, y añade que pese a que están trabajando en una exposición monográfica del artista, consideraron que “sería interesante hacer algo más amplio” en una exposición celebrada en la ciudad que vio al músico alcanzar la fama. A través de las obras seleccionadas, Roth plantea una pregunta interesante: ¿y si Kurt Cobain viviera? ¿Y si, además de su talento musical, hubiera conocido el prestigio a través de sus obras de arte?
Las 27 piezas que pudieron verse en la exposición sugieren que, de seguir vivo, habría estad en muy buena compañía. Fistula e Incesticide comparten espacio con Garbage Drawings, de Kelley, inspirada en las pilas de desechos que aparecen por todas partes en los cómics del sargento George Baker, Sad Sack.
La adolescencia de Kelley discurrió de forma muy similar a la de Cobain; creció en una familia de clase media y se introdujo en la escena musical de Detroit con la banda de noise Destroy All Monsters. Ambos artistas eran proclives a la ironía en sus obras, abrazaban la imperfección y la tosquedad estética, sufrían los estragos de la depresión clínica y se quitaron la vida. “Es el paradigma del artista muerto de hambre”, dice Roth en alusión a Kelley.
La exposición también muestra una obra de la retratista Elizabeth Peyton. Junto con leyendas como Chuck Close, la School of Visual Arts es conocida por su contribución al resurgimiento del retrato tras la dominación del expresionismo abstracto. Peyton comenzó su andadura poco después del suicidio de Cobain con pinturas del músico y guitarrista realizadas a partir de fotografías extraídas de Rolling Stone; su retrato de Lord Alfred Douglas, el controvertido amante de Oscar Wilde, con labios pintados de un rojo intenso, cuelga solo a unos pocos marcos de Fistula en la exposición. Con él, Peyton rinde homenaje a Cobain reflejando su cautivadora mirada en los ojos de Alfred Douglas.
Al salir del recinto, la ilusión de Kurt Cobain como un grande del arte se hace añicos y deja solo resquicios de lo que podría haber sido
Roth compara el potencial de Nirvana con la fama de U2 y Bruce Springsteen, y se pregunta dónde habría logrado llegar Cobain si hubiera tenido las décadas de experiencia de Bono. No obstante, Roth cree que el hombre que más se asemeja a Cobain es otro artista musical y visual: Bob Dylan. “Es un gran ejemplo de lo que podría haber llegado a ser Cobain”, señala. “Lamentablemente, nunca lo sabremos”.
De algún modo, la exposición de la Seattle Art Fair fue un sueño convertido en realidad para los fans de Nirvana, pero más importante aún, despertó la chispa de la imaginación, abriendo las puertas a un apasionante mundo en el que perderse con gusto. Al salir del recinto, la ilusión de Kurt Cobain como un grande del arte se hace añicos y deja solo resquicios de lo que podría haber sido. “Esa es la tragedia de una vida que se acabó demasiado pronto”, lamenta Roth. “Yo creo que no había hecho más que empezar”.