Skinheads ya talluditos fueron obligados a largarse del East London hace un par de fines de semana, después de que un concierto al que una recua de neonazis esperaban ir fuera cancelado por el alcalde de Newham. A pesar de la cancelación, la sala –la icónica Boleyn Tavern, que Elijah Wood revistiera en Hooligans del glamour de ser un buen sitio donde recibir un botellazo tras un partido del West Ham– acabó de todos modos con las ventanas rotas, posiblemente por antifascistas.
El desencadenante de la marimorena fue un festival skinhead llamado Monsters of Oi!, un acto que no era abiertamente de extrema derecha pero al que se le atribuían sospechosas conexiones con la escena underground de música white power; una fachada respetable de algo mucho más siniestro. Esto no es nada nuevo. Mientras las organizaciones de lucha antifascista tenían la mira puesta –con razón– en grupos “políticos como la English Defence League y el British National Party, pubs de toda Inglaterra han estado en los últimos tiempos dando pábulo a siegheileros borrachos con guitarras.
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En el cartel del festival figuraba una serie de grupos cuyos miembros tienen lazos con Blood and Honour, la red neonazi impulsada por Ian Stuart (cantante del grupo seminal del white power inglés, Skrewdriver) para financiar a la extrema derecha a comienzos de los 90. No todos los grupos del cartel son nazis, pero el hecho de que unos cuantos antiguos miembros del seudo grupo terrorista neonazi Combat 18 confirmaran su presencia en la página de Facebook del festival acabó de concretar el carácter fanático de lo que iba a celebrarse ese fin de semana.
Lo que motivó inicialmente las protestas contra los conciertos fue, sin embargo, el hecho de que el grupo IC1 (“varón blanco”, en código policial) fuera señalado como fascista, lo que espoleó a Unite Against Fascism a anunciar un piquete. Los organizadores ofrecieron retirar a IC1 del cartel, pero fueron obligados a dejarlo correr todo cuando se empezaron a romper y aplastar cosas.
Hay un par de razones que explican este resurgir de los conciertos del llamado “Rock anti comunista” (RAC); la primera, que el regreso de las marchas fascistas propias de épocas más simples y racistas –encabezadas por el EDL y sus varios grupos escindidos– ha revitalizado a muchos de los cabezahuecas originales e inspirado a una generación más joven a afeitarse el coco y desgranar una errónea retórica política que ni siquiera entiende. La segunda, que el colapso en los dos últimos años de la extrema derecha organizada ha provocado que el número de miembros de grupos neonazis marginales se duplicara por primera vez en más de una década, a lo cual ha contribuido –irónicamente– la llegada de skinheads procedentes de la Europa del Este.
Los militantes antifascistas dejaron de prestar atención a la escena skinhead white power a mediados de los 90, centrándose en su lugar en el BMP, cuyos movimientos en pos de convertirse en un partido político respetable tras cortar relaciones con Blood and Honour se vieron como una amenaza mucho más significativa que un grupo de gamberros vociferando por los derechos de los blancos en un país que ya de por sí concede a los blancos más derechos que a nadie.
La Batalla de Waterloo, 1992.
Los Blood and Honour fueron expulsados de las calles tras la Batalla de Waterloo en 1992, cuando Anti Fascist Action les enseñó a cientos de jóvenes fascistas por dónde no se iba a un enorme concierto organizado por Blood and Honour. Al año siguiente, su líder, Ian Stuart, murió cuando el coche en el que iba misteriosamente dejó de funcionar y se estrelló (hay rumores que apuntan a un sabotaje de los antifascistas, aunque nadie ha reclamado nunca la responsabilidad). Su muerte generó un morboso culto a la personalidad a nivel global entre los fastidiados hombres blancos que no saben tocar un instrumento, pero dejó al movimiento sin un representante visible.
A los fascistas británicos se les presentaba así una disyuntiva: normalizarse o radicalizarse. Las opciones eran ponerse traje, pasarse a las filas del BNP y simular que tus puntos de vista eran los de una acción política legítima, o seguir siendo miembro de Blood and Honour, que rápidamente estrecharon filas, se retiraron de las calles y se hicieron secretistas en grado sumo.
La escena Blood and Honour todavía existe, montando conciertos clandestinos varias veces al año y, cada mes de septiembre, un taciturno, si bien numeroso homenaje a Ian Stuart conmemorando el aniversario de su muerte. El homenaje del pasado año no fue tan secreto, ya que uno de los miembros de la raza superior geolocalizó sus fotos; esto reveló que se llevó a cabo en un campo en Loversall, South Yorkshire. De forma preocupante, pero no sorprendente, algunos de los participantes afirmaron ser miembros del ejército.
En tiempos recientes, los berzotas white power English Rose han pilotado un cambio de imagen, renombrando el rock neonazi como “oi patriótico” y al propio grupo como Tattooed Mother Fuckers. Es la misma música malísima de siempre, el mismo uso de símbolos rúnicos parecidos a la esvástica y el mismo saludo brazo en alto al público, solo que ahora las letras ya no llaman a la guerra racial. Por tanto parece que ahora es totalmente aceptable, claro.
Saludos nazis en un concierto de Tattooed Mother Fuckers.
Puede que IC1 fuera el único grupo en ser expulsado del cartel, pero en él también estaban Last Orders y Citizen Keyne, dos bandas que no tuvieron en el pasado ninguna peha en compartir escenario con Tattooed Mother Fucker. Es una escena pequeña y la línea entre los supuestos patriotas y los extremistas sin reservas es delgada como un papel de fumar. Otro grupo skinhead, Pressure 28, toca con regularidad con varias de las bandas que iban a tocar en el Monsters of Oi!, y su cantante, Kevin Gough, un hooligan del fútbol con lazos con el BNP y Combat 18, estaba presente. Como también presente estaba Kevin Watmough, fundador de la vil Redwatch, una página web que publica fotos de personas objetivo de los fascistas, preguntando por sus nombres y direcciones.
Obviamente, no todos los que están en la escena son ultranacionalistas rabiosos, pero muchos de los grupos están flirteando con ideologías peligrosas y se está mirando hacia otro lado ante la presencia de miembros de Combat 18. En 2011, unos punks iniciaron una campaña llamada “Aléjate de la valla” con objeto de cuestionar la complacencia de la gente ante la infiltración de Blood and Honour en la escena punk, con un blog, No Retreat, creado para investigar y sacar a la luz sus vínculos.
Los galeses Waredigaeth: extremistas con banjo y pantalones de peto.
Blood and Honour organiza ahora conciertos casi cada mes. El primero en celebrarse en 2013 lo hizo el 28 de enero, y para llegar a su ubicación secreta había que ir a un punto en el centro de Londres donde le darían a los asistentes la dirección y un número de teléfono mívil al que tenían que llamar para confirmar su identidad. Todo para que nadie pensara en ir y arruinarles la diversión. Esto sucedía una semana antes de que alguien incendiara la libreía anarquista Freedom Press, en lo que algunos han apuntado que podría tratarse de un ajuste de cuentas por parte de Combat 18.
Este fin de semana Blood and Honour organizó el Viking Fest, en el que los fascistas checos Cirhoza 88 viajaron para tocar junto a los ingleses Section 88. El 88 es un “código nazi secreto” que corresponde a las letras HH, o sea, Heil Hitler. Y el 9 de marzo, Blood and Honour Gales hará lo propio con el equivalente de depilarte los tímpanos, los extremistas con banjo Waredigaeth, junto a otros grupos de distintos lugares de Europa.
Para mayor entusiasmo si cabe (si eres un hijoputa racista), Der Sturmer, banda griega de black metal con conexiones con Amanecer Dorado, actuarán en Inglaterra en mayo en algún lugar secreto a las afueras de Londres. El teléfono móvil que figura en el póster conduce a un activista de extrema derecha enemistado con el EDL. Si te va recibir consejos de fascistas extranjeros mientras esperas que se desaten peleas entre distintas facciones de idiotas, esa noche es para ti.
El transparente caramelo envenenado de calificar de “oi patriótico” a estos grupos no va a engalar a la gente mucho tiempo. Por tanto, es probable que los choques entre skins fascistas y sus oponentes de izquierdas empiecen a ser cosa mucho más habitual. Pero, yéndonos a la raíz, la forma más rápida de erradicar el problema es concienciar a los promotores de que se abstengan de programar grupos extremistas, no dejándoles otra plataforma para su escena que la que forman unas cuantas cajas de cerveza puestas juntas en la parte de atrás de los tugurios a los que van a abrevar.
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