Artículo publicado originalmente por VICE India.
La mayor parte del tiempo, un entorno de oficina se transforma en un hogar improvisado, tus colegas se convierten en terapeutas con quienes desahogarse y tu jefe básicamente se vuelve el titiritero que mueve tus hilos. Si tienen suerte, es del tipo relajado que te compra el almuerzo, te permite tomarte el día libre y te acompaña en tus pausas para fumar. Pero si no, puede ser una pesadilla.
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Debido a que la mayoría de los humanos se convierten en basura a la menor señal de tener poder, los jefes a menudo son imbéciles autoritarios. Además de negarse a verte como un adulto completamente funcional capaz de tomar sus propias decisiones, este tipo de jefes puede imponer la prohibición de revisar tus redes sociales mientras estás en la oficina, tomar crédito por el trabajo por el cual te está esclavizando y casi siempre hacerte trabajar los fines de semana. Lo peor de todo este calvario es que, como generalmente ellos o ellas son las personas que te pagan, son dueños de tu trasero, al menos durante las horas de oficina. Pero más allá de estos jefes promedio un poco malos, también existe una raza de jefes horrendos y tiránicos que es más rara de encontrar pero mucho más temible. Si pensabas que la estabas pasando mal, aquí te presentamos algunas historias de personas que tuvieron los peores jefes de la historia.
“Me usó como una mula para transportar drogas”
Apenas de recibí conseguí trabajo en una productora de publicidad. Resultó que mi jefe se había graduado de la misma universidad que yo. Al principio estaba emocionado. Pensé que podríamos fraternizar debido a las similitudes de nuestra vida estudiantil, sobre todo la parte de fumar cannabis. Todos en mi universidad fumaban hierba, así que automáticamente asumí que mi jefe lo hacía. Pero cuando por fin intenté romper el hielo con él, fue brusco y despectivo y actuó como si no le interesaran mis intentos de entablar una conversación. Justo cuando me sentía decaído y decepcionado de no poder ganarme su confianza, al final del día me llamó a su oficina y me preguntó si hablaba en serio sobre fumar. Asentí con entusiasmo y entonces me sonrió con complicidad. Me dijo que conocía a un tipo que podía conseguirnos algo, pero que los policías estaban merodeando y por eso tenía miedo de que lo atraparan. Básicamente sugirió que si yo estaba dispuesto a conseguirle hierba, demostraría que yo era genial y valiente y sería el compañero ideal para fumar. Con la convicción de querer probarme a mí mismo, acepté. El dealer me hizo llegar al lote abandonado de una escuela y me entregó una gran bolsa de hierba de 50 gramos. Estaba temblando de los nervios, pero de alguna manera logré meterla en mi mochila, salir del área sin ser visto y llegar a la oficina alrededor de las 9 PM. Sentí una vertiginosa oleada de emoción al pensar en lo impresionado que estaría mi jefe conmigo y nos imaginé a ambos haciendo hotbox en su oficina. Pero cuando llegué, dos de sus amigos ya estaban bebiendo cerveza con él. Me miró fríamente, me hizo pasar, me pidió que dejara la bolsa y que saliera. Tuve que estar persiguiéndolo durante al menos dos semanas después de eso para recuperar mi dinero y nunca pude fumar ni un solo porro de lo que le compré. – Sahil*, 20 años
“Mi jefa dijo que estaba perdiendo el tiempo cuando tuve que ir al hospital a vacunarme contra la rabia”
Me mordió un perro callejero un viernes por la noche, así que obviamente mi instinto fue correr al hospital al día siguiente por una inyección para prevenir cualquier infección. Excepto que mi jefa tenía una importante presentación con clientes el próximo lunes, así que insistió en que yo trabajara durante el fin de semana. Le dije que lo intentaría pero que estaba en el hospital esperando recibir mi inyección y que había una fila enorme. Se enojó porque supuestamente estaba “perdiendo el tiempo en el hospital” y me pidió que simplemente “fuera a un veterinario”. Después de eso, de alguna manera logré ayudarla con la presentación a pesar del dolor que sentía, solo para descubrir que ella se había adjudicado el crédito por todas mis ideas en la reunión con los clientes. – Simran*, 21 años
“Mi jefa me insultaba y amenazaba por cosas fuera de mi control, luego me daba regalos caros para compensarlo”
Mi jefa tenía la reputación de ser una perra con sus empleados y luego comprarles regalos caros para no tener que disculparse. En una ocasión, un equipo de la oficina al cual yo no pertenecía arruinó una promoción de marketing. A pesar de que yo ni siquiera estaba involucrada en eso, ella necesitaba a alguien con quien desquitarse. Entonces me llamó y me hizo ir a su casa a las 3 AM, me insultó y amenazó con arruinar mi carrera y me dijo algunas cosas realmente desagradables. A la mañana siguiente, llegué a la oficina y encontré la más reciente bolsa de Louis Vuitton en mi escritorio. La devolví y renuncié. – Narmada*, 37 años
“Me hizo mudarme a una nueva ciudad para ahorrarse el alquiler de la oficina”
Me acababa de mudar a Mumbai y conseguí un trabajo en una emocionante startup de medios. Las posibilidades de lo que podía lograr eran infinitas. Entonces conocí a mi jefe. Si bien la compañía tenía influencia en la industria, el tipo que la dirigía era un fracasado. Era una persona de mierda que básicamente carecía de entendimiento empresarial y dependía del dinero de su esposa y sus padres para administrar la compañía. Sin embargo, un día su esposa lo dejó y de repente se quedó sin gerente y con un equipo disfuncional. Al ver su terrible ética de trabajo, las marcas que trabajaban con nosotros empezaron a tener dudas y lentamente comenzamos a perder la pequeña empresa que teníamos. Finalmente, un día llamó al equipo a su oficina y nos llenó de halagos. Nos dijo que teníamos mucho potencial, que veía una parte de sí mismo en todos nosotros y nos prometió un futuro brillante. Nos aduló y luego nos soltó la bomba: la compañía estaba tan arruinada que tuvimos que mudar la oficina a Hyderabad porque sus padres tenían una casa allí donde podíamos trabajar y así él podía ahorrarse el dinero del alquiler. Entonces convenció a los pocos que quedábamos en el equipo de mudarnos allí y literalmente vivir en el mismo espacio en el que trabajamos todo el día. Nos daba un salario y nosotros le pagábamos el alquiler a su padre. La gota que colmó el vaso para mí fue cuando su madre dijo que, como yo era “la mujer de la casa”, debía asegurarme de que todos registraran sus horarios de entrada y salida y revisar los libros de contabilidad para asegurarme de que todo funcionara bien. – Rachel*, 27 años
“Hice documentos de investigación de mil páginas que nunca fueron usados“
La gente siempre me decía que para ser abogada tendría que trabajar y partirme la espalda, pero no me molestaba el trabajo duro porque al final del día, pensé que haría la diferencia. Conseguí un trabajo en una firma de abogados importante y puse todo mi empeño en el trabajo. Literalmente, solo salía de la oficina durante dos o tres horas para volver a casa, ducharme, tomar una siesta rápida y luego volver a la rutina, trabajando casi 18 horas al día. Cada dos meses, mi jefe me pedía que hiciera documentos de los registros para consolidar los meses de investigación en torno a una legislación en particular, diciendo que era importante para nosotros tener toda la información. Soy muy diligente, así que me esforzaba por incluir tanta información como podía. Finalmente, después de hacer unas carpetas de 500 a mil páginas, mi jefe miraba el documento y decía: ‘Oh, hiciste todo este trabajo, pero ahora es irrelevante’. Este abuso emocional continuó en repetidas ocasiones. También hacía comentarios constantes de lo que llevaba puesto, lo que me hacía sentir incómoda. Mi jefe seguía haciéndome recopilar información y jurisprudencia y luego nunca la usaba. Debo haber hecho al menos cinco o seis carpetas durante mi estancia en esa firma de abogados. – Nidhi, 29 años
“Mi jefa públicamente habló mal de mí en un vuelo cuando estaba sentado frente a ella”
Yo estaba trabajando como freelance para un periódico dedicado a cubrir estilos de vida en Goa y mi editora me envió un mensaje de texto pidiéndome que cubriera una historia. Estaba de vacaciones en ese momento, así que respondí que le devolvería la llamada, algo que olvidé por completo. Unos meses después me topé con ella mientras abordaba un vuelo con mi madre y mi hermano. Tan pronto como la vi, me di cuenta de que nunca le había respondido, así que fui y me disculpé profundamente. Ella me dijo que estaba realmente decepcionada de mí, lo cual era bastante justo hasta ese momento. Pero luego, cuando ya estábamos en el avión, ella estaba sentada en la fila justo detrás de nosotros y comenzó a decirle a mi madre en voz alta lo decepcionante que yo era, cómo había sido tan poco profesional y que no llegaría a mucho, mientras repetía mi nombre tan fuerte que todo el vuelo pudo oírla. Si ella tenía un problema tan grande con lo que yo había hecho, simplemente debió decidir no trabajar conmigo en el futuro, pero hablar mal de alguien públicamente no estuvo bien. – Mihika *, 26
* Se cambiaron los nombres para evitar venganzas de los empleadores
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