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Bombas para la revolución: la historia de The Anarchist Cookbook

William Powell y ‘The anarchist cookbook’

Johann Most, conocido como “Dynamost” por su fe en los atentados y la preparación de venenos, publicó en 1885 un libro que se difundió rápidamente entre los obreros revolucionarios. Se llamaba Ciencia de las contiendas revolucionarias. Manual de instrucción en el uso y fabricación de nitroglicerina, dinamita, algodón, pólvora, mercurio fulminante, bombas, mechas, venenos, etc. Fue uno de los primeros manuales para fabricar todo tipo de “máquinas infernales”. Most desencadenó una auténtica fiebre literaria, como un subgénero entre la propaganda política y la divulgación científica. Luego le siguieron decenas de otros títulos en los que se hablaba de una “ciencia revolucionaria”, un apocalipsis a la vuelta de la esquina. Incluso en la literatura vanguardista, escritores como William Burroughs, en su brillante The boy scout manual, describió su particular visión de la guerra de guerrillas y la lucha revolucionaria en el Londres de los setenta. Una década más tarde, en esa misma ciudad, vio la luz Towards a citizens militia, editado por Cienfuegos Press, un pequeño manual firmado por la militancia anarquista que provocó muchos titulares y registros policiales. Sin embargo, el más célebre de todos fue The anarchist cookbook , una de las obras más malditas y polémicas de todos los tiempos, un libro objeto de interminables controversias, procesos judiciales y querellas. Durante años se desconocía el nombre de su autor, hasta que William Powell confesó que él lo había escrito.

La venganza secreta de un librero

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En diciembre de 1969 Powell trabajaba en una librería de Greenwich Village, Nueva York, epicentro de la contracultura en la ciudad. Todo el país se hallaba en medio de una profunda crisis: los motines y disturbios sociales de Watts o Newark, la represión y los asesinatos de militantes negros, la aparición de los primeros grupos armados blancos. Aquel librero, que por entonces tenía diecinueve años, había recibido una carta en la que se le enviaba al frente de guerra en Vietnam. No quería ir, desde luego. Powell, enfurecido, comenzó las primeras notas de un libro a partir de un manual del ejército que podía leerse libremente en muchas de las bibliotecas del país. Así que poco a poco fue creando su particular obra, una especie de secreta venganza a la barbarie militar y a lo que parecía ser su destino. Iría a la guerra, pero antes llevaría la guerra a su casa.

El libro vio la luz un par de años después, en 1971, pero Powell, convencido de que esta era su contribución para poner fin a la guerra en Vietnam, quiso evitar que se conociese su nombre. Por entonces, miles de activistas abandonaban las ciudades e iban a parar a comunas en lugares remotos. La clandestinidad y el secreto eran las consecuencias de un sistema que hacía aguas. Le entregó el manuscrito al editor Lyle Stuart, quién lo publicó y reimprimió decenas de veces hasta que en 1991 vendió su catálogo a Steven Schragis, un editor moralista y temeroso de Dios. Schragis, al encontrarse con semejante cosa, lo sacó de circulación de inmediato alegando motivos éticos. Hasta la fecha no se sabe con seguridad la cantidad de ejemplares vendidos, pero se sospecha que han sido los propios de un best seller en la época de las grandes tiradas y los enormes beneficios. Se habla de muchos miles de ejemplares, incluso de dos millones de copias. Aparentemente, Schragis quiso hacer desaparecer la obra, convertirla en una pieza de coleccionista, aunque no del todo. No le importó venderla un par de décadas después a la editorial Delta Press, con sede en Arkansas, y en la que se puede encontrar un amplio catálogo de libros sobre armas, operaciones encubiertas o conspiraciones. Su recién adquirida obra se convirtió de inmediato en un éxito comercial.

Un plan aún más malvado

El FBI, alarmado de que millones de personas tenían a su disposición un manual para fabricar bombas y cometer crímenes, intentó perseguirlo desde su misma publicación, pero ya era tarde. El libro se copiaba con avidez, cada semana salían ediciones piratas y rápidamente pasaba de mano en mano. Lo que sucedió luego resulta sorprendente. La agencia, que calificó la obra como “uno de los más crudos y mezquinos ejercicios de escritura paranoica”, diseñó un plan para neutralizarlo que superaba el de la mente más decididamente malvada: publicó su propia versión del manual, imprimió miles de ejemplares y lo introdujo en el mercado. El libro era exactamente igual que su primera versión, salvo en un aspecto: las instrucciones para fabricar explosivos habían sido alteradas y, en caso de que algún insensato decidiera ponerlas en práctica, resultarían mortales. Explotaría en sus manos, volaría todo por los aires. Los futuros terroristas se delatarían a sí mismos.

Esta estrategia de verdadero precrimen, ese plan firmado por una agencia con fama de criminal, extendió el pánico alrededor del libro. Sin embargo, el FBI y el gobierno estadounidense ya habían difundido sus propios manuales terroristas, como el infame Manual de terrorismo y guerrilla urbana, de la llamada Escuela de las Américas, auténtica obra de culto para los terroristas de extrema derecha. Curiosamente, incluía como apéndice una obra de un pionero del terrorismo izquierdista, el Pequeño manual del guerrillero urbano, del brasileño Carlos Marighella. Todo valía. Así que se hicieron versiones supuestamente mejoradas. Tras varios años de sucesivas reimpresiones, terminó siendo imposible saber si era la versión original o la “revisada”. Algunos editores incluyeron notas aclaratorias certificando su autenticidad, pero ¿quién osaría comprobarlo?

La extraña conversión

El mundo había cambiado. Lo mismo que Powell. Cinco años después de que el libro fuese publicado, llegó su prodigiosa conversión. Se hizo un convencido anglicano, viajó en misiones pedagógicas a África y Asia e incluso escribió libros educativos. Becoming an emotionally intelligent teacher, uno de estos, fue su personal “refutación a la inmadurez emocional del The Anarchist cookbook“. El trabajo con niños lo desarmó: “Creo que estos niños me han enseñado mucho más de lo que yo les he enseñado. Entonces, ¿cuál es la conexión entre las necesidades de estos niños con problemas de aprendizaje y mi deseo de ver el The anarchist cookbook fuera de circulación?”. La respuesta resultaba lógica: su famoso manual incitaba a la comisión desastres y explosiones, a derribar cualquier cosa. Powell, furioso, inició una cruzada que incluyó cartas a páginas web que ofrecían su libro, entrevistas en televisión o artículos en periódicos como The Guardian, en los que clamaba por su prohibición inmediata.

Desde su salida, había perdido los derechos sobre su obra. Estados Unidos tiene su propia ley de copyright, y Powell voluntariamente había vendido los derechos. La obra no le pertenecía, pero se creía con toda la razón del mundo. El conflicto venía con sus derechos morales, que en su país pueden comprarse a cambio de dinero y que le otorgaban la facultad de retirar la obra del mercado. Pero los había perdido. Luego alegó un atentado contra su honor. El editor, sabiendo el potencial comercial de la obra, se negó a retirarlo. Lo amparaba la primera enmienda de la Constitución, que defiende la libertad de prensa. Powell perdió una y otra vez.

Muchos anarquistas han negado que aquel libro saliera de sus ideas. Parecía un montaje de las autoridades para denigrar al mismo anarquismo. CrimethInc, un histórico colectivo anarquista, publicó Recipes for disaster: An anarchist cookbook, como respuesta al libro, donde alertaba de su peligro tras las manipulaciones del FBI: “El libro no ha sido creado por los anarquistas, no proviene de la práctica anarquista y tampoco está destinado a promover la libertad y la autonomía o a desafiar el poder represivo. Incluso es apenas un libro de cocina, ya que la mayoría de sus recetas son muy poco fiables”.

En la actualidad, el libro se puede conseguir a través de Amazon, pero cada cierto tiempo su cruzada por prohibirlo adquiere actualidad, como en Australia, donde ha sido retirado de las librerías. En el 2007, un adolescente inglés fue detenido y acusado de terrorismo por tener un ejemplar, aunque más tarde se retiraron los cargos. No fue el único caso. Tres años después, un padre y su hijo fueron detenidos por el mismo motivo. Habían ido un poco más lejos y, al parecer, habían logrado fabricar un potente veneno siguiendo las instrucciones del libro.