Con una serie en preparación sobre el caso, protagonizada por Lily James, Sebastian Stan y Seth Rogen, ahora es el momento de recordar y analizar todo lo que rodeó a uno de los escándalos más sonados de los 90.
Todo empezó con un cliente insatisfecho. En 1995, poco después de casarse en Cancún, Tommy Lee y Pamela Anderson estaban reformando su mansión de Malibú. La obra se estaba alargando y Tommy, entre fiesta y fiesta, se fijaba de vez en cuando en los obreros y ponía mala cara. Llevaban ya tres meses con las obras y no estaba nada contento con cómo estaban yendo.
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Un buen día, seguramente guiado por la habitual elegancia y mesura de la que había hecho gala durante toda su carrera como batería de Mötley Crüe, se dirigió a ellos y les dijo que se largaran y no volvieran más.
Rand Gauthier era uno de los electricistas que habían trabajado en la obra, y en total, Pam y Tommy le debían 20.000 dólares. No sería fácil cobrarlos, pero en aquel momento, según contó en un artículo de Rolling Stone en 2014, Gauthier tenía claro que lo mejor sería olvidarse del asunto cuanto antes y seguir con su vida.
Todo cambió el día en el que volvió a casa de los Lee con la intención de recoger las herramientas que había tenido que abandonar allí tras su abrupta salida de la mansión. Cuando Tommy se enteró de su presencia, apareció con una pistola en la mano, le apuntó con ella y le dijo: “Vete de una puta vez de mi propiedad”.
Para Gauthier, que había aguantado durante muchas semanas las tonterías de estrella del rock de Lee y que se había convertido en un testigo de primera mano de la despreocupada vida de una celebridad, lo de la pistola le resultó insoportable y fue entonces cuando comenzó a planear cómo vengarse de aquel tipo flacucho y de pelo teñido de negro azabache, así como de su rubia y perfecta esposa, multiportada de Playboy y estrella de Baywatch.
Gauthier sabía el cariño que Tommy tenía a sus armas y también dónde las guardaba: en una caja fuerte que el matrimonio había colocado en el garaje de la mansión y que se utilizaba como estudio de grabación. Así que la venganza estaba clara, se llevaría la caja con las armas dentro y cualquier otro objeto de valor que contuviera.
El electricista hizo guardia durante semanas frente a la finca de los Lee, estudiando las debilidades de un sistema de seguridad que, por otra parte, él mismo había instalado. Finalmente, unos días antes de la noche de Halloween de 1995, según le contó a Rolling Stone, Rand se coló en solitario en la casa y se llevó la caja, probablemente con la ayuda de un cómplice, ya que la caja era bastante grande y pesaba más de 200 kilos, aunque eso nunca se demostró.
Pamela y Tommy no se dieron cuenta del robo hasta meses después, en enero de 1996. No podría decirse que en aquella casa hubiese mucho control: por aquella época, la pareja seguía inmersa en una especie de luna de miel eterna, al tiempo que reformaban su casa, según contó Tommy en su autobiografía, Tommyland, para convertirla “en un patio de recreo para mayores de 18 años”.
Tras el robo, Gauthier llevó la caja a un lugar seguro y procedió a abrirla. Dentro encontró algunos documentos, fotografías familiares, un Rolex, un reloj Cartier de mujer de oro y diamantes, más diamantes que decoraban una cruz de rubíes, unos gemelos de oro y esmeraldas y el bikini blanco que Anderson había llevado en su boda en la playa pero, según él, allí no había ni rastro de las armas. También encontró una pequeña cinta de video Hi8 del tipo que se usaban en la época para las cámaras de video caseras.
Para revisar su contenido, Gauthier llevó el casete al despacho de Milton “Uncle Miltie” Ingley, el dueño de un estudio pornográfico en el que había trabajado un tiempo atrás. A principios de los 90, Rand había participado como actor en más de 75 videos porno bajo el nombre de Austin Moore con títulos como Big Boob Bikini Bash o Willie Wankers and the Fun Factory.
Al principio, lo que apareció en la cinta eran las clásicas imágenes domésticas que grabaría cualquier pareja: Pamela se hacía un tatuaje y a Tommy le pintaban las uñas. Después había unos minutos de la ceremonia de su boda, con un sonido pésimo debido a la brisa marina. Luego se les veía a los dos jugando con sus perros en el jardín y hablando sobre los tomates que crecían en la entrada de la finca.
También había seis minutos de la pareja manteniendo relaciones sexuales en dos escenarios diferentes. En el primero, Pamela le hacía una mamada a Tommy mientras este conducía un automóvil y, en el otro, cogían en un yate, declarándose locamente su amor justo después de la eyaculación del baterista. Imaginad las caras de los dos hombres que vieron por primera vez aquel video: “Este es el tipo de cosas por las que matan a la gente”, se le ocurrió decir a Gauthier.
Ingley rápidamente se puso en acción: hizo varias copias, destruyó la cinta original para evitar que los implicasen en el robo (perdiéndose así miles de dólares en memorabilia nostálgica de los 90) y la intentó vender entre sus conocidos del sector del porno. Pero nadie quería mancharse las manos con un asunto que ya entonces parecía bastante turbio.
Y dado que no encontraron comprador, la recién formada pareja de emprendedores decidió distribuir copias del video por sus propios medios. Para ello, contaron con la ayuda económica de un oscuro personaje de la mafia de Nueva York, Louis “Butchie” Peraino, cuya familia era conocida como los “Medici del porno” al haber financiado en su día éxitos tan conocidos como Garganta profunda. Como resultado de esta asociación, las primeras copias en VHS de Pamela’s Hardcore Sex Video comenzaron a venderse a través de oscuros sitios de internet a un precio de 59,95 dólares.
La primera noticia que llegó a los medios sobre la cinta apareció en el tabloide británico Daily Mail, que en diciembre de 1995, al realizar un repaso por las aventuras de diversos famosos del momento, se hacían eco de los rumores que aseguraban que en Los Angeles era posible conseguir un video de Pam y Tommy manteniendo sexo a bordo de un yate.
Varios meses después del robo, en enero de 1996, Tommy y Pamela se dieron cuenta de lo que había pasado y también de la gravedad del asunto. Rápidamente lo denunciaron a la policía y contrataron a un detective privado que en seguida dio con la pista de Ingley y Gauthier.
Tras estas averiguaciones, una pandilla de motoristas, contratada por el jefe de seguridad de Mötley Crüe, un antiguo líder de los Hell Angels, se dedicó a perseguir a Ingley y a Gauthier. Ya sabían que el electricista había sido el culpable de todo y andaban preguntando por él con la carátula de una de sus pelis porno en la mano.
Sorprendentemente, el electricista consiguió escapar varias veces de ellos, en parte gracias a que el ruido de las Harleys de los matones al acercarse le daba unos segundos de margen para la huida. A pesar de estos sustos y aunque pasó más de un año escondido en casa de otro antiguo compañero del porno, Gauthier nunca dejó de trabajar con Ingley en la distribución del video.
Viendo que el número de copias existente ya hacía casi imposible frenar su distribución, Lee y Anderson se centraron en que la cinta no llegase a los medios. Alguien les contó que la revista Penthouse se había hecho con una copia del video y decidieron demandarlos, pero la justicia no podía actuar contra un delito que todavía no se había cometido.
Intentando cubrir todos los recovecos legales, Penthouse decidió publicar en su siguiente número, que llevaba una foto de Pamela en portada, una minuciosa descripción por escrito del video, con diálogos incluidos, ilustrada con algunas polaroids de la pareja que se habían filtrado unos meses atrás. La revista se vendió como rosquillas, y el rumor de la existencia de un video sexual de Pam y Tommy se convirtió en un hecho probado. Los medios aparcaron sus furgonetas atestadas de reporteros delante de las casas de Tommy y Pam, de Ingley y de otros sospechosos de haber robado la cinta, y la expectación para acceder a las imágenes alcanzó niveles máximos y con ella la venta por Internet de copias físicas del video.
Por otra parte, los abogados de Tommy y Pamela seguían presentando decenas de demandas para limitar la difusión, pero se trataba de una tarea casi imposible. Los Angeles se llenó de copias de la cinta provenientes tanto de la fuente original (Ingley y Gauthier), como de un número creciente de listillos que, sabiendo que era fácil ganarse unos dólares revendiendo copias de la misma, aunque fuera a sus propios amigos, no dudaron en poner sus videos en funcionamiento.
Según cuenta Rolling Stone, no era extraño que a mediados de 1997, la gente de LA celebrase pequeñas fiestas en casa en las que el plato fuerte era ver el dichoso video del que todo el mundo estaba hablando. Solo era cuestión de tiempo que una copia llegase a manos de alguien que tuviera los suficientes pocos escrúpulos como para subirla a Internet y así comenzar su distribución online.
Y eso fue exactamente lo que ocurrió en otoño de ese año. Seth Warshavsky, un emprendedor de aquellos primeros tiempos de Internet que gestionaba un sitio porno llamado Club Love, anunció en rueda de prensa que publicaría el video en la red a pesar de los problemas jurídicos que eso podría causarle. Efectivamente, ese mismo día los Lee emprendieron acciones legales contra él, pero tampoco en esa ocasión pudieron contener la marea: el 7 de noviembre de 1997, solo un día después del anuncio, la cinta se pudo ver en Club Love durante cinco horas.
Por aquella época, casi dos años después del robo del video, la pareja estaba exhausta y además en plena crisis (se separarían en 1998, aunque retomarían su matrimonio entre 2008 y 2010). Así que bajaron los brazos y decidieron ponerse en contacto con Warshavsky para intentar llegar a un acuerdo. El empresario preparó junto a su abogado un contrato leonino que concedía a la empresa poderes casi absolutos sobre las imágenes. El documento estaba planteado como un punto de partida ideal a partir del que poder comenzar a negociar. Sorprendentemente Pamela Anderson y Tommy Lee lo firmaron sin pensárselo mucho.
Eso concedió a Warshavsky vía libre para vender el video a una escala casi interplanetaria y no solo por Internet. El contrato le permitió firmar un acuerdo con la editora de videos porno Vivid Entertainment y venderlo en VHS, DVD y hasta en formato CD-ROM bajo el título Pam & Tommy Lee: Stolen Honeymoon. Facturaron cientos de miles de copias y sus imágenes pueden encontrarse, incluso a día de hoy, en casi cualquier portal de videos porno que se precie. Podría decirse que casi son parte del legado cultural de los años 90.
Nunca se ha demostrado que Tommy y Pam se beneficiasen de esas ventas. Ellos lo niegan e insisten en que fueron engañados por Warshavsky cuando firmaron el contrato, pero hay personas que defienden todo lo contrario. Entrevistado por Rolling Stone, la leyenda del porno Ron Jeremy afirmó que en una ocasión le preguntó a Pamela si se habían llevado algún dinero de la venta de todos aquellos videos y la actriz le miró con una media sonrisa y le dijo: “Bueno… Ya sabes”.
Aunque está claro que, hasta cierto punto, Pamela y Tommy hicieron todo lo posible para impedir que la cinta se hiciera pública. También lo cierto es que se beneficiaron mucho de la misma en aspectos, digamos, más inmateriales. Especialmente Tommy. Esos breves minutos de sexo (por otro lado, un sexo del tipo más aceptado por el establishment estadounidense: entre dos personas blancas, heterosexuales, casadas y enamoradas), y gracias al machismo imperante de entonces y de ahora, hicieron de Lee un auténtico héroe del rock solo por el tamaño de su polla, que contribuyó a forjar su leyenda más que todas las canciones y conciertos que había firmado durante años junto a Mötley Crüe.
La repercusión en la carrera de Pamela, sin embargo, fue bastante menor y la estrella de Baywatch quedó relegada al papel de vehículo para la glorificación de Lee.
Aunque el video de Pamela y Tommy no fue ni mucho menos el primero en el que pudimos ver a famosos teniendo sexo, sí que marcó el inicio de una era. Fue el primer video viral antes de que ni siquiera existiera el concepto e inició una tendencia que no hizo más que crecer desde entonces: la publicación de imágenes de famosos desnudos y manteniendo relaciones sexuales.
Aquellas filtraciones se convirtieron en un gran negocio, especialmente durante la primera década de este siglo, y muchos sacaron tajada de ello. Bien de forma legal, publicando ellos mismos sus propios videos buscando la fama, como es el caso de Paris Hilton y su célebre 1 Night in Paris o de Kim Kardashian, Superstar, que contribuyeron a convertir a sus protagonistas en celebridades a escala internacional. O bien de forma ilegal, ya que el afán de conseguir este material provocó un aumento del acoso a las celebrities para fotografiarlas en sus momentos más íntimos, o directamente al hackeo de sus celulares como ocurrió en el famoso caso “the Fappening”, en el que se robaron las contraseñas de iCloud de decenas de famosas, como Jennifer Lawrence, Kate Upton, Kaley Cuoco o Kirsten Dunst, accediendo así a sus fotos privadas, que acabaron colgadas en un canal de 4chan.
Existe un nexo de unión claro entre todos estos hechos. La cosificación del cuerpo de Anderson para convertir a Tommy en un dios del sexo tiene mucho que ver con el robo de contraseñas para acceder a las fotos privadas de una actriz, por muy famosa que sea. Incluso Paris o Kim, aunque fueran ellas mismas las principales beneficiarias de sus videos, no hacían más que picar en la misma mina de machismo, y estaban autoexplotándose, aunque siendo totalmente conscientes de lo que eso podría traerles en el futuro.
Volver a ver el video de Pam y Tommy Lee desde esta larga perspectiva, que abarca dos décadas y media de supuestos escándalos y filtraciones, casi se podría decir que produce cierta nostalgia. Es cierto que la sex tape de Pam y Tommy puede verse como una peli porno más o como una simple anécdota pero, a la vez, tiene un punto conmovedor, ya que está llena de una inocencia que las celebridades hace mucho tiempo que perdieron. Y es quizá esa ingenuidad, esa autenticidad, esas sonrisas relajadas de quien piensa que está grabando algo que nunca jamás nadie verá, lo que ha hecho que todavía, 25 años después, nos sigamos acordando de ese video y que yo esté escribiendo este artículo.