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La mística femenina del horno de microondas

Si lo que quieres es dar el siguiente paso con tu a-menudo-ignorado microondas, entonces no busques más: ahora tenemos el “libro de cocina más triste del mundo” proclamado así por el internet, Microwave Cooking for One [Cocina en microondas para solteros]. De hecho, el cangrejo a la cacerola suena bastante bien.

No es coincidencia que la autora del libro sea mujer: en la sección de reseñas de Amazon hay toda una multitud de referencias a una “señorona quedada”. A lo largo de toda su vida —desde su accidental invención en 1945 por parte de un ingeniero, pasando por su rápida adopción en los hogares de los sesenta, hasta el supremacía mundial de la que goza hoy en día—, el microondas ha sufrido un cambio drástico; pasó de ser una pieza de complicada tecnología híper masculina a tan solo un inofensivo electrodoméstico relegado al reino ultra-femenino por excelencia: la cocina.

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Ésta es la teoría propuesta por Cynthia Cockburn, feminista investigadora y escritora de Gran Bretaña. En los años noventa, ella y su colega Susan Ormrod examinaron tanto el uso del microondas en casas y escuelas, como los diseños realizados por compañías de electrodomésticos, su producción en fábricas y ventas. Las investigadoras llamaron a esta esfera el “mundo del microondas” y encontraron que claramente estaba dividido siguiendo líneas de género. En 1993, Cockburn y Ormrod publicaron un libro llamado Gender and Technology in the Making, en el que divisan los inicios del microondas como un aparato complicado y “varonil” que termina siendo algo totalmente ignorado —por todos, menos por las mujeres—. De hecho, éste sigue siendo el cocinero primordial en la mayoría de los hogares de hoy en día y lo era aún más en los noventa.

“En el mundo del microondas vimos cómo una innovación tecnológica reciente se encontró con una tecnología milenaria femenina: la cocina”, me escribió Cockburn por correo electrónico.

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Como se supone que ocurrió con las paletas de hielo y los Corn Flakes, los inicios de la tecnología de microondas se dieron por accidente. Según la historia, un día de 1945, el Dr. Percy Lebaron Spencer, experto en radares del Departamento de Defensa de Estados Unidos, se encontraba trabajando en la construcción de magnetrones que después se usarían para producir las señales de microondas que se utilizan en las tecnologías de radar. Cuando se dio cuenta de que el dulce que tenía en su bolsillo se había derretido, Spencer empezó a aplicar los usos de los magnetrones a la comida.

Raytheon, la compañía para la que Spencer trabajaba, desarrolló el primer microondas para hogares hasta 1967. Para ese entonces, el electrodoméstico aún era enorme y costaba unos exorbitantes $500 dólares ($8,800 pesos). Versiones posteriores disminuirían en tamaño y precio.

Como la tecnología de microondas parecía complicada y potencialmente peligrosa, los potenciales consumidores se vieron disuadidos de ella y los primeros productores de microondas invirtieron grandes cantidades en estrategias de marketing para atraer consumidores: mujeres que podrían usar el electrodoméstico para llevar comida a la mesa. Los primeros anuncios de microondas muestran amas de casa peinadas y entaconadas que felizmente sacan suculentas carnes de sus elegantes hornos futurísticos. Así que aunque el microondas empezó como una tecnología de tiempos de guerra, al final terminó convirtiéndose en el aparato más doméstico de todos.

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Como la tecnología de microondas parecía complicada y potencialmente peligrosa, los potenciales consumidores se vieron disuadidos de ella y los primeros productores de microondas invirtieron grandes cantidades en estrategias de marketing para atraer consumidores: mujeres que podrían usar el electrodoméstico para llevar comida a la mesa. Los primeros anuncios de microondas muestran amas de casa peinadas y entaconadas que felizmente sacan suculentas carnes de sus elegantes hornos futurísticos. Así que aunque el microondas empezó como una tecnología de tiempos de guerra, al final terminó convirtiéndose en el aparato más doméstico de todos.

Cynthia Cockburn explica la división de la siguiente forma: “Los hombres son gerentes, ingenieros, diseñadores; usan su fuerza física y también tienen autoridad en tecnología a la hora de vendérsela a los clientes. Por ende, también reparan y dan mantenimiento a los microondas”.

“Las mujeres son valuadas por sus conocimientos en la economía del hogar como clientes y amigables asistentes de ventas que no debemos abrumar con tecnología”, continuó. Mientras el microondas se popularizaba y se difundía por todos lados, éste empezó a ‘caer’ en una esfera más femenina al lado de la humilde lavadora y la secadora”, escribieron Ormond y Cockburn en la página 15 de su libro.

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Los primeros anuncios de microondas aseguraban a las amas de casa —y, ya a finales de los sesenta y principios de los setenta, a madres trabajadoras que de repente tenían mucho menos tiempo para cocinar— que el electrodoméstico aminoraría el laborioso proceso de llevar la comida a la mesa al reducir el tiempo en la cocina a tan sólo unos minutos. “Cuece una papa en cinco minutos”, prometía uno de estos anuncios. “El descubrimiento más importante para la cocina desde el fuego”, proclama otro bastante ambicioso. ¿Pero en verdad la adopción del microondas en los hogares tuvo algún efecto en la calidad de vida de las mujeres?

“No. ninguno”, dijo Ruth Schwartz Cowan, historiadora y profesora de la Universidad de Pensilvania, autora del libro More Work for Mother: the Ironies of Household Technology from the Open Hearth to the Microwave [Más trabajo para mamá: las ironías de la tecnología hogareña desde la fogata hasta el microondas]. El libro de Cowan se publicó incluso antes que el de Cockburn —en 1985— y, por tanto, dijo Cowan, ella tuvo que vivir muchos cambios que también estudió académicamente para su libro. Cuando hablé con ella por teléfono, recordó ir alguna vez en los años setenta a una exposición de fabricantes de electrodomésticos. Hasta el fondo, dijo, conoció un vendedor de microondas que le prometió que, así como los alimentos congelados, su producto “revolucionaría las cocinas por completo”.

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“Tiene que ser broma”, recuerda haber pensado para sí.

“Su predicción no podría haber estado más equivocada”, dijo. Aunque en ese momento circulaban un montón de libros de cocina en microondas —a menudo distribuidos por los mismos fabricantes—, nadie los usaba, explicó.

“En parte porque era un relajo sacar la comida, mezclarla, meterla de nuevo, etcétera”, dijo, “y en parte porque muchas cosas sabían horrible. Así que sobre todo se usaba para lo que lo usamos hoy, que es para recalentar”.