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El 21 de diciembre de 2015, la fiscalía italiana inició el proceso contra el clan del jefe mafioso Nicolino Grande Aracri —llamado “operación Aemilia”— que incluye hasta 147 imputados. Es una de las etapas preliminares del maxi-juicio a la ‘Ndrangheta, la mafia calabresa, que se inició en marzo de 2016.
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Se trata del juicio más grande de la historia de Italia, tanto por dimensión como por número de implicados. En los espacios de la feria de Bolonia, que se usa como búnker para albergar el proceso, el día 21 aparecieron cientos de nombres: ricos empresarios, políticos influyentes… y el futbolista internacional Vincenzo Iaquinta.
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Iaquinta, ex jugador de la Juventus de Turín y del Udinese Calcio, está siendo investigado: el futbolista deberá responder por delitos relacionados con armas —probablemente en relación con dos armas de fuego propiedad de su padre— y por asociación con la mafia. Al padre de Vincenzo, Giuseppe, se le acusa directamente de participación en la actividad mafiosa.
En 2006, Iaquinta fue parte de la selección italiana que ganó la Copa Mundial de la FIFA en Alemania. La fiscalía acusa al futbolista, que llegó incluso a jugar la final del torneo frente a Francia, de haber participado en una reunión que incluyó a personalidades prominentes de la ‘Ndrangheta en Calabria y en el norte de Italia.
Entre los implicados, según los investigadores, está el joven Alfonso Paolini. Según ha informado la policía, la familia Paolini actuó como “contacto telefónico con Iaquinta”, para ayudarle a gestionar “la negociación”. En juego habría “entradas para los partidos de fútbol, camisetas, autógrafos y otros materiales relacionados con el mundo del balompié profesional”, cuyos beneficios podrían haber ido a parar a bolsillos mafiosos.
Iaquina, calabrés originario de la ciudad de Crotone, es una especie de mito futbolístico para las bandas mafiosas. Su relación con la organización sería suficiente para que Antonio Gualtieri, acusado de ser el brazo financiero del ‘capo’ Nicolino Grande Aracri, se jactara de estar muy cerca de la cúpula de la Juventus de Turín gracias a su amistad con Iaquinta.
A este niveles, no sorprende que el crimen organizado estuviera interesado en los personajes populares —además del obvio interés en los clubes de fútbol como sistema para blanquear dinero.
Según el informe de la Dirección Nacional Antimafia italiana (DNA), la interrelación entre clubes y organizaciones mafiosas representa “un canal de lavado de dinero procedente de actividades ilegales a través de inversiones aparentemente legales”. La relación con los clubes, además, ayuda a construir una imagen pública positiva de los mafiosos “dado el amplio interés que generan los partidos de fútbol”.
Resumiendo: el fútbol permite a los mafiosos blanquear dinero y a la vez quedar como un héroes populares.
Raffaele Cantone, dirigente de la DNA, subraya la creciente intrusión la mafia en el fútbol y el interés que esto genera incluso en los propios jugadores: “Antes eran los empresarios como Silvio Berlusconi [ex propietario del AC Milan], Aurelio de Laurentiis [propietario del SSC Napoli], Massimo Moratti [ex dirigente del Inter de Milán] o Andrea Della Valle [copropietario de la AC Fiorentina] quienes querían comprar equipos de fútbol para hacer negocios y obtener el beneficio de la gente. Hoy en día, la Camorra sigue la misma estrategia, sea con clubes pequeños a nivel local o mediante el contacto con los grandes equipos de la Serie A”.
No solo la Camorra sigue estos métodos: “El fútbol en Calabria está casi todo controlado por la ‘Ndrangheta”, explicó el antiguo líder mafioso calabrés Luigi Bonaventura en 2013. “Hay docenas de clubes controlados. No es una cuestión de dinero, sino de poder”, aseguraba Bonaventura: él mismo tenía relación con el FC Crotone mediante su parentesco con el dirigente del club Raffaele Vrenna.
“Controlar el equipo de fútbol de la región aporta prestigio a los mafiosos y les permite reunir soportes para sus luchas internas de poder”, aseguró Bonaventura. No son pocas las instituciones locales dedicadas al balompié vinculadas de alguna manera con la mafia: Interpiana Cittanova, Rosarno, San Luca, Marina di Gioiosa y Delianuova, por citar algunos, han ocupado titulares con la ‘Ndragheta como protagonista.
El propio Buenaventura citó el caso de Salvatore Aronica —exjugador del Napoli, el Palermo, el Messina y la Reggina, entre otros—, de quien se aseguró que había asistido a la boda de un alto mandatario mafioso. El propio futbolista rechazó estas acusaciones tachándolas de “ridículas”.
Es probable que la carga simbólica del fútbol sea la principal explicación por la cual la mafia se interesa cada vez más por el ‘bel gioco‘. A algunos de los mayores nombres del fútbol italiano de todos los tiempos —Diego Armando Maradona, Fabio Cannavaro o Mario Balotelli, por ejemplo— ya se les relacionó con entornos mafiosos en el pasado, y la tendencia no parece detenerse. Seguramente el caso más conocido de los últimos años sea el de Fabrizio Miccoli.
La historia de Miccoli con la mafia es tan oscura como las propias organizaciones mafiosas. El fiscal de Palermo le añadió a la lista de imputados el pasado mes de abril por extorsión: Miccolo supuestamente habría pagado al hijo de un jefe local de la mafia para asegurarse que recuperaba una suma de dinero que le reclamaba a un antiguo fisioterapeuta de su etapa en la US Città di Palermo.
El episodio llega después de la rueda de prensa que Miccoli se vio obligado a hacer en 2013 cuando se hicieron públicas unas declaraciones que la policía habría interceptado en las que faltaba duramente al respeto a un magistrado antimafia fallecido.
“No soy mafioso, no me gustan las cosas que hace la mafia”, explicó entre lágrimas el delantero —el mismo que según los investigadores advirtió por teléfono a Francesco Guttadauro, nieto del mafioso Matteo Messina Denora, de que no fuera al campo “porque había policías nuevos”.
Las disculpas del jugador italiano Fabrizio Miccoli fueron llanas: “Soy un futbolista, no un mafioso”, declaró.
En diciembre de 2014, durante una investigación realizada por la Dirección del Distrito Antimafia de Roma, apareció el nombre de Giuseppe Sculli, ex delantero del Genoa CFC y del Crotone. Según las pesquisas realizadas, Sculli habría tenido varias reuniones con Giovanni De Carlo, supuesto delfín del ‘capo’ mafioso Massimo Carminati; los investigadores descubrieron que el futbolista incluso se reunió con Carminati al menos una vez.
El padre de Sculli, Francesco, terminó detenido en la investigación Metropolis, lanzada contra las bandas de Morabito y Aquino, por crímenes que incluyen el lavado de dinero y la asociación con fines criminales. El tío de Sculli, Peppe ‘Tiradrittu‘ Morabito, habría sido un importante jefe del crimen en la región sur de Calabria.
En la ciudad de Roma la situación no es mejor. Durante el proceso Mafia Capitale, dedicado a investigar la actividad ilegal en la capital italiana, el nombre del internacional transalpino Daniele De Rossi saltó varias veces al primer plano. Según la policía, el legendario futbolista de la AS Roma habría hablado más de una vez por teléfono con el mismo Giovanni De Carlo por una discusión en un local en la que también estuvo presente el actual zaguero de la Juventus de Turín Mehdi Benatia.
El Grupo de Operaciones Especiales de los Carabinieri (ROS, de sus siglas en italiano) descubrió que los jugadores Mattia Destro —ex de la Roma y actualmente en el Bologna FC— y Blerim Dzemaili —ex del Napoli— también tuvieron “numerosos contactos” con De Carlo.
Y si el presente es duro, el pasado no lo fue menos. El histórico jugador de la SS Lazio Giorgio Chinaglia fue investigado en 2006 por haber lavado dinero y haber facilitado actividades delictivas organizadas. A Chinaglia se le considera próximo al clan camorrista de los Casalesi: las autoridades consideran que el futbolista intercedió para favorecer a este clan cuando intentaron comprar la Lazio. Sobre Chinaglia pesó una orden de custodia hasta su muerte en 2012.
Vincenzo Iaquinta declaró en el juicio que llevaba las armas “para protegerse de hinchas y criminales” cuando volvía tarde de los partidos, un razonamiento que no convenció al juez. Todavía no hay veredicto, así que el fútbol italiano, mientras tanto, espera con una mezcla de interés y desazón… y reza para que este campeón del mundo en 2006 sea el último de sus grandes cracks internacionales en caer en el lado más oscuro del ‘bel paese‘.
Este artículo apareció originalmente en VICE News Italia.
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