¿Las caricaturas promueven la pedofilia en Japón?

El mes pasado fui al Comic Con en Londres y pasé un rato con una bola de fanáticos de los mundos de fantasía, los videojuegos y otras cosas que los japoneses suelen hacer muy bien.

Es considerado un evento para todas las edades, y los niños entran gratis, así que esperaba que mi día consistiera en tomar fotos de niñas vestidas de marineras y mercancía de Dragon Ball Z. Cosas que hice. Pero también me topé con una serie de materiales explícitos que involucraban chicas que se veían muy jóvenes… en todos los puestos del evento. Sí, el manga y el animé siempre han estado asociados con colegialas provocativas de edades no especificadas (piensa en Misty de Pokémon), pero estoy hablando de cosas que no tenían ninguna de esas sutilezas, e involucraban sexo de verdad y una que otra pequeña violación. Lo cual no es muy bueno cuando los adultos lo hacen entre ellos, y es mucho peor cuando las partes involucradas tienen la edad de jugar con Polly Pocket. 

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El hentai no estaba escondido en una esquina oscura del evento; estaba presente en todos lados, lo que creaba una escena que nunca había tenido el placer de conocer: una horda de viejos pervertidos viendo caricaturas pornográficas junto a niños formados para que les firmen su DVD de Dr Who. Fue como estar atrapado en la oscura exhibición de arte de una persona que todavía se cree capaz de sorprender a la gente.

Sin embargo, lo que vi en Comic Con fueron sólo los restos de una maquinaria obsesionada con sexualizar a las menores de edad, y que de alguna forma se sale con la suya cuando las incluye en casi todos los productos que vende.

Japón es el único país de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico) que no ha prohibido la pornografía infantil, supuestamente para proteger sus aclamadas industrias de manga y animé. Se estima que el valor de estos dos productos era de 6,600 millones de dólares en 2009; no quiero imaginar lo que valen ahora.

Las casas productoras que se enriquecen con estas perversiones sólo han tenido que alzar la voz para oponerse a los intentos de prohibición en un número muy limitado de ocasiones. En 2010, la ley de jóvenes no existentes (la cual habría restringido las imágenes sexualmente provocativas de personajes ficticios que aparenten tener menos de 18 años) fue rechazada en la asamblea japonesa como resultado de la oposición del partido demócrata en Japón, y una gigantesca campaña mediática de grupos como La Asociación de Animaciones Japonesas. Los trabajadores de la industria y los fans son personas muy dedicadas cuando se trata de defender a sus amadas caricaturas, como descubrió Shihoko Fujiwara de la organización caritativa, Polaris Project Japan.

“Polaris y Unicef dieron una conferencia de prensa conjunta sobre la pornografía infantil, y mencionamos muy brevemente el manga. Puede ser muy violento, a veces ves hombres violando a niñas de seis años. Sólo por mencionar eso en la conferencia, recibimos millones de llamadas de acosadores y cartas con amenazas; tuvimos que reportarlo a la policía”.

“Es una industria enorme”, continuó, “los principales editores en Japón ganan miles de millones de publicar manga, y muchas personas dependen de la industria para alimentar a sus familia, así que se sintieron amenazados por todos estos movimientos políticos para prohibir este tipo de manga. Es un gran riesgo decir algo sobre esos productos animados. Y debatir si el manga más violento está fomentando que la gente abuse de menores es muy peligroso, en especial para una organización como la nuestra”.

Los defensores del anime más extremo suelen señalar que nadie sale lastimado durante la producción de la historias. Pero, aunque el clásico argumento causa-efecto que surge cada que hay pánico moral (esa idea de que alguien pueda escuchar “Ebeneezer Goode” y empezar a tomar pastillas, o jugar Grand Theft Auto y matar a una bola de Hare Krishnas) es redundante, ¿podría haber algo más insidioso y gradual en todo esto? Hay un argumento que dice que ver este tipo de imágenes, a la larga, puede llevar a un cambio de perspectiva sobre los niños.

“Es importante recordar que el comportamiento sexualmente abusivo puede ser muy adictivo y habitual”, dice Jon Brown de la NSPCC (una organización inglesa contra el abuso de niños). “Los impulsos sexuales básicos están muy arraigados en la mente humana, junto con el deseo de comer y buscar refugio. Cuando ese tipo de interés sexual se conecta con un interés por los niños, eso puede ser algo muy difícil de alterar”.

“Cuando hay un interés sexual por lo niños, los infractores saben que está mal y tienen que atravesar por una serie de distorsiones cognitivas y gimnasia mental para convencerse, de una u otra forma, que lo que hacen no es tan malo. Una manera de hacer esto es usar imágenes de abusos de menores en línea, y pensar que no son ellos quienes abusan del niño, simplemente lo miran; ya sea una imagen animada o una foto. Y, por supuesto, tienen razón, pero nuestra preocupación en NSPCC es que este tipo de suposiciones resulta dañina para los infractores en sí. Puede reforzar su interés sexual en los niños. No están abusando de un niño de manera activa, pero ese tipo de mentalidad se perpetúa, y empiezan a creer que, de alguna forma, su comportamiento está bien”.

“Cuando toda una sociedad o comunidad dice, de manera implícita, que ver imágenes sexuales de niños, o peor aún, de niños siendo atacados sexualmente está bien, entonces están enviando un mensaje muy fuerte. Para algunos, esa será la motivación que necesitan para ir más allá y abusar físicamente de un niño”.

Lo más alarmante de todo esto (obviamente), es que de cierto modo, proyectar a los niños como objetos sexuales parece ser algo que está bien en Japón. Y, conforme el abuso animado de niños se vuelva más común, la idea de que los niños de verdad se pueden sexualizar del mismo modo se ha filtrado hasta la sociedad japonesa. Las modelos Junior Idol (modelos infantiles en bikinis, la siguiente foto fue la más modesta que pude encontrar) pueden llegar a tener ocho años y aparecen en DVD y libros, por lo general vestidas con ropa interior o trajes de baño.

Cuando volví a platicar con Shihoko, descubrí que esto es perfectamente legal bajo las leyes de pornografía infantil en Japón. “El concepto de la Junior Idol no es tan viejo. Nuestra ley de pornografía infantil, la cual es muy limitada y realmente no se ejerce, entró en vigor hace apenas 13 años. Junior Idol surgió cuando se aprobó la ley que decía que no se podían mostrar imágenes de niños desnudos, y las partes privadas no aparecen, pero los niños están prácticamente desnudos. Casi se puede ver todo, pues la ropa es tan pequeño, pero no se considera pornografía infantil, aunque es extremadamente sexual”.

El centro canadiense para protección infantil colocó a Japón como el cuarto país con más páginas de abusos infantiles en 2009. Una encuesta del gobierno en 2002 también descubrió que 10 por ciento de los hombres japoneses admiten tener pornografía infantil y 15 por ciento la han visto, y eso que este tipo de información no la daría todo mundo a un encuestador. Pero incluso con un sistema legal lleno de agujeros y una industria mediática dedicada a la explotación infantil, no parece haber ninguna buena razón para la creciente demanda de este producto. Shihoko cree que es parte de una vieja cultura que necesita cambiar.

“En Japón, creo que los hombre siempre han sido muy ingenuos e inseguros. No tienen muy buenas habilidades de comunicación en comparación con las mujeres, y les cuesta trabajo hablar con el sexo opuesto. Creemos que estos hombres, porque son ingenuos y se les dificulta comunicarse, recurren a los niños porque ellos tienen menos experiencia y los hombres pueden controlarlos”.

“Otra razón sería: porque es aceptado en la sociedad. La gente nunca lo cuestiona como un problema moral. Llevamos mucho tiempo aceptando este tipo de abuso contra los niños y las mujeres. Pero si vas a Occidente, los pedófilos son enviados a prisión o reciben ayuda para sus problemas. En Japón, la gente no tiene problema con decir: ‘Oh, me encantan las chicas jóvenes’, o ‘Lo mío son las colegialas’ en público”.

Siempre me ha gustado el anime y el manga, y estoy consciente de que hay una mayoría que controla esa necesidad de dibujar a niños siendo violados por hombres mayores. Pero no estoy seguro de cómo me siento de seguir apoyando una industria que legitima y gana tanto dinero con ese material. Supongo que tengo tiempo de reflexionar, porque no parece que las cosas vayan a cambiar muy pronto.

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