Comida

Las galletas chinas de la fortuna no son chinas

Al día de hoy, siendo 2017 y con la existencia del internet, creo que la mayoría de las personas saben que las galletas de la fortuna no son auténticas de China. 

Pero lo que probablemente no sabías es que las galletas provienen de un pequeño pueblo a las afueras de Kyoto, también revelan la historia de cómo surgió el gusto por la comida china en Estados Unidos (hay más restaurantes chinos en Estados Unidos que McDonald’s) y hasta pueden funcionar como crítica condenatoria hacia la psique estadounidense.

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Muy impresionante para una galleta sin sabor casi exclusivamente producida por una sola compañía en Brooklyn.

Foto vía Flickr usuario Tim Ellis.

Permíteme describirte el panorama. Fukakusa es hogar del santuario Fushimi Inari Taisha, uno de los más prominentes en Japón. Los peregrinos de todo el país vienen para hacer sonar campanas grandes mientras rezan pidiendo salud y buena fortuna. Alrededor del santuario, surgen una serie de panaderías familiares, venden omikuji senbei (“galletas de la fortuna”) o tsujiura suzu (“campanas con fortuna”). Se supone que su forma debe evocar la silueta de las campanas del templo y sirven como souvenir para los viajeros.

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Las galletas no están extendidas por todo Japón y siguen siendo una especialidad muy regional. Sin embargo, como la antigua periodista del New York Times, Jennifer 8. Lee, descubrió en su libro The Fortune Cookie Chronicles, a finales del siglo XIX, un inmigrante emprendedor, llamado Harigawa, introdujo las galletas a San Francisco.

Llegó al país a dirigir el Tea Garden japonés en el parque Golden Gate de la ciudad y como forma de atraer clientes, decidió ofrecer senbei, vendiéndolos como galletas de la fortuna japonesas. Como Hagiwara no era panadero, decidió encargar la producción a Benkyodo, una pequeña panadería en el barrio japonés de San Francisco.

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“Japantown” en San Francisco. Foto vía Flickr usuario Karl Baron.

Mientras el tiempo pasaba, las galletas se volvieron más populares y algunos restaurantes chinos comenzarona a comprarlas a Benkyodo, esperando hacer pasar las galletas como un alimento asiático. Sin embargo, fue hasta 1940 que la galleta logró el salto y se asoció firmemente con la cultura china.

En 1942, mientras EEUU comenzó a pelear contra Japón en el Pacífico, el personal de Benkyodo fue recluido. En espacio de un año, toda la comunidad japonesa en San Francisco fue perseguida y llevada a campos de concentración. Lo mismo pasó con las comunidades japonesas a lo largo del país.

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Benkyodo fue tomada por un empresario chino, cuya fortuna había cambiado de pronto. Durante la Segunda Guerra Mundial, los chinos —la única comunidad inmigrante excluida explícitamente en Estados Unidos (a menos de que Trump se salga con la suya)— pasó de ser marginada y circunscrita a los ghettos del barrio chino a convertirse en aliados en contra del fascismo.

Más importante aún, la comida china, la cual hizo que la carne acompañara sustancialmente a platillos como el chop suey, de pronto se volvió una atractiva alternativa frente a la comida estadounidense, sufriendo bastante durante el racionamiento provocado por la guerra (la carne con verduras queda jodida sin carne). Así es como la comida china, la cual solo había sido comida por chinos locales o bohemios vanguardistas dispuestos a aventurarse al barrio chino, empezó a ganarse el gusto popular. La economía en el barrio chino de San Francisco se cuadruplicó entre 1941 y 1943.

El racionamiento y un deseo de agradar al mercado masivo también obligó a los restauranteros chinos a innovar, creando una cocina occidentalizada para no disgustar al paladar estadounidense, pero lo suficientemente diferente para seguir siendo “exótica”.

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El perfil de las galletas de la fortuna también mejoró. Los soldados estadounidenses enviados a pelear en la Guerra del Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial llegaron a ciudades con grandes comunidades chinas como L.A. y San Francisco, donde descubrieron las galletas. Cuando la guerra terminó y los soldados regresaron a sus hogares, iban a restaurantes chinos locales y pedían galletas de la fortuna junto con sus comidas, creyendo que eran parte de la cultura. Perplejos, los dueños chinos llamaban a parientes y amigos de la Costa Oeste para conseguir las galletas. Las fábricas a gran escala surgieron para satisfacer la demanda.

Pero llamarlas “galletas de la fortuna” es ligeramente erróneo. Como Lee descubrió al entrevistar a los escritores de las fortunas de las galletas, la creatividad llega a sus límites bastante rápido. Después de todo, como señaló, hay pocas cosas que puedes predecir: amor, negocios o salud.

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Foto vía Flickr usuario Steve Harwood.

Los escritores de las galletas de la fortuna también están limitados por el hecho de que los estadounidenses esperan buenas predicciones. Los clientes se quejaban en los restaurantes cuando recibían malas noticias y por lo tanto, las compañías que expenden mensajes negativos o lo suficientemente ambiguos para considerarse negativos, rápidamente descubrieron que no hay demanda para sus productos. Es irónico, por lo tanto, que a pesar de que se usen frases como “así es la vida” para aceptar circunstancias adversas, las galletas de la fortuna funcionan como metáfora de la fragilidad del ego gringo.

En China, donde las predicciones y el concepto de adivinar la fortuna es más prevalente, sería impensable ofrecer solo mensajes positivos. Tiene que haber balance y una predicción negativa puede considerarse como una advertencia que requiere acciones preventivas. Sin los augurios negativos, no hay advertencias esenciales.

Al estar arrinconados, teniendo que ser universalmente positivos y en general teniendo que eliminar las especulaciones en la vida, los escritores para las galletas de la fortuna en EEUU rápidamente se adhirieron a la idea de utilizar proverbios, por lo regular traducidos directamente del chino. Cuando éstos se terminaban, los clichés breves pero inofensivos comenzaron a predominar, lo cual puede explicar por qué muchas “predicciones” no suenan como predicciones. “Barriga llena corazón contento”, por ejemplo, no es un buen consejo para mejorar tu relación con el jefe o algo que te ayude a sobrevivir los tiempos políticos.

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Otra característica única de la psique estadounidense que complica la tarea de escribir fortunas es el hecho de que Estados Unidos siempre necesitan cosas nuevas. Los comensales de restaurantes chinos en EEUU no quieren recibir la misma fortuna dos veces y por tanto, deben producirse a velocidades ridículas.

Donald Lau ha sido el único escritor de galletas de la fortuna para Wonton Foods Inc, el fabricante más grande del mundo de galletas, durante más de 30 años. En el punto más alto de su carrera, escribía dos o tres mensajes al día; un objetivo tan alto que le provocó un bloqueo de artista y una reducción en su rendimiento a tres mensajes al mes.

Esto podría explicar por qué nadie ha logrado rediseñar la galleta de la fortuna a una escala masiva y venderla de regreso a los chinos. Es demasiado estadounidense.


Este artículo se publicó originalmente en agosto del 2016.