Las papas han proporcionado nutrición y embriaguez económicas a la humanidad durante eones.
La producción anual global de papa está en torno a las 368 millones de toneladas, de las cuales dos tercios están destinados directamente a los seres humanos, que consumen en promedio 33 kilos cada año en todas sus presentaciones: horneadas, cocidas, en puré y fritas.
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Pero, una vez más, los científicos fastidiosos han asumido la tarea de entender el impacto negativo de comer papas en la presión sanguínea de las personas. Durante más de 20 años, un equipo de investigadores del Brigham and Women’s Hospital y de la Harvard Medical School evaluó a más de 187 mil hombres y mujeres participantes de tres grandes estudios en Estados Unidos.
Descubrieron que una dieta con cuatro o más porciones de papas horneadas, cocidas o en puré a la semana estaba asociada a un mayor riesgo de aumentar la presión sanguínea comparado con la ingesta de menos de una porción al mes. Es interesante observar que estos resultados solo aplicaron a las participantes mujeres.
Pero se pone peor, según el estudio, que es el primero en investigar la relación entre las papas y la hipertensión, el consumo de papas a la francesa se asoció con un mayor riesgo de hipertensión tanto en mujeres como hombres. Pero, contrario a lo que pueda pensarse, el consumo de papas fritas (chips) no se relacionó con ningún aumento de la presión.
Debido a que las papas tienen un índice glucémico más alto que otros vegetales, pueden “desencadenar un crecimiento agudo de los niveles de azúcar y esta podría explicar los resultados”, aclararon los autores en un comunicado de prensa. Y si bien la razón exacta de este riesgo no está exactamente clara, las consecuencias prácticas sí lo están.
Todo lo cual no se ve bien para nuestro amigo Andrew Taylor, quien está comiendo papas durante un año en un intento por mantenerse sano y perder peso. Quizá quiera revisar su presión sanguínea.
