Michael mide 2.10m y está dentro del tres por ciento de los hombres más altos de Austria, su país natal. Como era el alumno más alto de la escuela, siempre lo excluían y le hacían bullying. Con el paso del tiempo, aprendió a tomárselo con calma, aceptar su altura, lidiar con la reacción de las personas e incluso amar su gigantismo. Me reuní con él para que me platicara cómo es la vida diaria de un gigante. La historia a continuación es una re-narración hecha por Philipp Kienzl sobre lo que opina Michael del tema.
Siempre he sido muy alto. Creo que nunca me he encontrado a alguien más alto que yo. En la secundaria, mi mamá quería llevarme al doctor porque temía que nunca dejara de crecer. Así de grave era. La vida de un adolescente de por sí ya es muy estresante sin la preocupación de la altura. Además de lo alto, era muy flaco. Me sentía como un extraterrestre. Odiaba ir a la escuela porque siempre me molestaban por ser larguirucho. Claro, no todos sabían cómo me llamaba pero sí sabían quién era “el chico alto”. Mi altura me hacía un blanco fácil para los demás niños, así que dejé de ir a la escuela. Estaba muy deprimido. A veces se me olvida lo horrible que era ir a la escuela.
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Aunque hubo un momento en que dejé de sentirme así. Cuando salí de la escuela, me di cuenta de que ser alto no era tan malo y que tenía sus ventajas. Podía caminar más rápido que los demás, subir dos escalones a la vez y esa clase de cosas. Mucha gente asume que las personas altas tienen problemas de salud pero yo estoy perfectamente bien. Tal vez es porque cuando estaba en crecimiento hice todo tipo de terapia física para fortalecer mi sistema muscular. Por eso, los doctores dicen que tengo una capacidad pulmonar tan grande que no la pueden medir con sus equipos. Y al parecer eso es algo bueno.
Otro mito común es que la altura afecta la vida de pareja y que no es posible tener una novia de tamaño normal o cosas por el estilo. Es una tontería. Nunca he tenido problemas con eso.
Pero claro, ser alto también tiene sus desventajas. Por ejemplo, hay aspectos de la vida cotidiana que son un poco más difíciles. Para una persona alta, las ciudades dejan de ser ciudades y se convierten en carreras de obstáculos repletas de señales de tránsito, alféizares, marquesinas y un sin fin de cosas banales que a ustedes, los chaparros, no les afectan. Imaginen qué se siente darse cuenta que las señalizaciones de tránsito en Austria no cumplen con el requisito de estar mínimo a 2.20m de altura.
El transporte público también es un problema. Hay muchos tranvías en Viena que no puedo usar porque los vagones son tan pequeños que no puedo viajar de pie y tampoco puedo ir sentado a menos que me haga bolita y pegue mis rodillas a mi cara.
Siempre debo tener cuidado para no pegarme en la cabeza. Por ejemplo, ir de vacaciones al sur de Europa es aterrador porque tienen la costumbre de colocar ventiladores para techo que cuelgan a varios centímetros de éste. Pero es mejor que andar por la calle y que de pronto la gente te alabe como a un dios, que fue lo que pasó la última vez que viajé a India.
Mi vida es más fácil ahora que remodelé mi departamento. Lo primero que necesitaba era tener un techo alto pero también había un par de cosas que tenía que remodelar. Por ejemplo, tuve que ajustar la regadera para que no me llegara al ombligo, la barra de la cocina para no tener que cortar mis verduras en un ángulo de 90º, la alacena y los espejos. En sí, coloqué todo un poco más arriba para no tener que practicar yoga a cada rato.
La ropa merece su propia categoría. Casi no hay tiendas que manejen mi talla y cuando encuentro una, la poca ropa que tienen es espantosa. A las personas altas también nos gusta la moda. Y no, no todos tenemos sobrepeso. Todos los pantalones que tengo los compré por internet. Las demás prendas las arreglé yo mismo o las mandé a hacer.
Ese esfuerzo extra que hago para arreglar mi ropa es mucho mejor que entrar a una tienda y soportar las miradas de todos los clientes mientras esperas a que el vendedor termine de revisar la bodega para que al final te diga: “No tenemos esa talla”.
Cada persona reacciona de forma diferente a mi altura. Muchos se me acercan en la calle, unos por curiosidad y otros porque simplemente no pueden creerlo. Me hacen cumplidos y me cuentan anécdotas de sus amigos que también son muy altos pero no tanto como yo. Siempre los escucho porque, al parecer, en serio creen que me importa.
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Con frecuencia me rodean hordas de transeúntes inquisitivos en la calle y me preguntan todo tipo de cosas. A veces me hacen sentir como una superestrella pero casi siempre es muy molesto para la persona que me acompaña.
Platicar no es nada fácil para las personas altas. Como ya mayoría de la gente me llega a la altura del pecho, nunca sé qué dicen. Ir a un bar es una pesadilla. No escucho nada por el ruido. Es incómodo tener que esta inclinado la mayor parte del tiempo sólo para saber de qué hablan. No se imaginan cuántas veces me han dicho: “¿Puedes cambiarte de lugar? Me haces sentir muy chaparro” o “Creo que sería más fácil si te sientas”. Me gusta salir pero ese tipo de cosas hacen que se me quiten las ganas.
Lo primero que hacen las personas que acabo de conocer es mirarme de arriba abajo para ver si ando en zancos. Cuando se dan cuenta de que no, disparan los mismos clichés de siempre, como: “¿Qué tal el clima allá arriba?”; “¿Juegas basquetbol?” y la clásica: “¿Cuánto mides?”. Ok, entiendo que eso sea lo primero que piensan pero la verdad es que estoy harto de escuchar esas cosas.
¿Por qué habría de jugar basquetbol? ¿Por qué soy alto? Estoy seguro de que nunca dicen “Oye, tú, eres gordo, deberías entrar a un concurso de comida”. ¿Saben por qué? Porque es degradante. Otro clásico es: “¿Qué comes para crecer tanto?”. Ya en serio, ¿qué piensan? Es más, ni siquiera quiero saber. Tal vez no quieren ser groseros pero al menos deberían mostrar un poco de compasión. Aún así, prefiero que la gente diga todo eso en mi cara y no que me señalen y susurren. Por suerte, la mayoría se acostumbra muy rápido a mi altura.
Gracias a dios, no soy el único que ha pasado por esto. Hay muchas otras personas que están en la misma situación que yo. Es como formar parte de un club exclusivo. En general hablamos sobre lo molesto que son las puertas del metro, sobre el tamaño de los vehículos y sobre lo difícil que es encontrar un lugar donde vendan guantes que nos queden.
En general, mi vida es muy normal, como la de cualquier otra persona. Pero me tomó mucho tiempo llegar a este punto, poder relajarme y sentirme bien con mi cuerpo. Me gustaría que la gente fuera un poco más respetuosa, aunque en realidad he tenido muy pocas experiencias negativas. Es sólo que recibo más atención de la que necesito.
Siempre tengo la mejor vista, puedo cambiar un foco sin subirme a una escalera, gano todas las carreras y siempre me toca el asiento que está junto a la salida de emergencia. Ahora sé que no soy un error, sino que soy algo mucho más especial.
Y sí, me han preguntado qué tan grande es mi pene.