Laura Jane Grace nos dice cómo usar los pronombres después de un cambio de sexo

Este artículo fue publicado originalmente en Noisey, nuestra plataforma de música. Laura Jane Grace, líder de Against Me!, tiene una nueva sección en Noisey llamada Mandatory Happiness donde responderá a algunas de las preguntas de nuestros lectores. Si tienes alguna pregunta para Laura, envíala a laurajanegrace@noisey.com y podrás leer algunas de sus respuestas en Noisey. Todas las preguntas son confidenciales y, si así lo quieres, tu nombre no aparecerá en ellas.

Hola Laura,

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Me cambié de sexo hace un tiempo, sin embargo, nadie ha hecho el más mínimo esfuerzo por usar mi nombre o los pronombres correspondientes. ¿Tienes algún consejo para que la gente empiece a hacerlo?

La mayoría de los días tengo una energía ilimitada gracias a la yerba y a la cafeína; es como el Speedball de los hippies. Cuando voy al banco y me preguntan “Señor, ¿qué puedo hacer por…?”, ni siquiera los dejo terminar. Nunca levanto a voz; tengo cuidado con el tono y respondo de la manera más tranquila, natural y amable que sé. Suelo interrumpirlos diciendo…

“Hola, ¿qué tal?, ¿cómo va todo? Mire, necesito una tarjeta de débito nueva porque me robaron la mía. Aquí tiene mi identificación; este es mi nombre legal, pero me hago llamar LJ, y lo de ‘Señor’ es innecesario”.

Y después sonrío, mientras les enseño el carné de conducir que todavía tiene la “M” marcada en la casilla de “Sexo”. No elegí mi sexo al nacer y no me importa lo que diga mi identificación; lo que quiero es que respeten lo que les digo.

Lo digo rápido y sin vocalizar demasiado porque intento saturarlos con información. Quiero cautivarlos. Darle demasiada importancia a los pronombres que han usado para dirigirse a mí sería como centrarme en la ropa que llevan puesta y juzgarlos solo por eso. Sin embargo, lo que puedo cambiar es la impresión que se llevan de mí. Hace falta paciencia, pero mi objetivo es hacerlos reír un poco y poder reírme con ellos.

El año pasado di la vuelta al mundo como tres veces y en cada aeropuerto por el que pasaba, se dirigían a mí como “señor”. Al hacer el check-in, en el control de seguridad, en el control de pasaportes, en el embarque, al desembarcar, al pedir un taxi, al registrarme en el hotel, al dejar el hotel, el portero del club, los camareros y una vez incluso un borracho que me dijo que me parecía a Mark Wahlberg en Rockstar en lugar de a una mujer, y al día siguiente otro camarero, otro taxi y así cada día. Es para pegarte un tiro.

Pero a veces no soy tan paciente, especialmente si no he fumado en todo el día. Llega un momento en el que explotas. A veces todo esto me supera; estallo, maldigo todo lo maldecible y rompo cosas. Otras veces no tengo ganas ni fuerzas para reaccionar o corregir a la gente, así que lo dejo ser, derrotada, totalmente bloqueada. Me quedo ensimismada sin poder oír nada de lo que hay a mi alrededor con la mirada fija en el horizonte y sin ver nada, totalmente aturdida.

Hace mucho tiempo cuando estábamos de gira, comimos en un puto restaurante de la cadena Applebee’s o alguna mierda así y me di cuenta de que la camarera no usó ni un solo pronombre masculino ni femenino al dirigirse a nosotros durante toda comida. Estaba tan sorprendida que esperé hasta que todo el mundo se fuera, me le acerqué, le di propina extra, agradecí su esfuerzo y le pregunté si se había dado cuenta. Me dijo que es lo que siempre hacía. ¡Qué poco común!

Que le den al “señor” y al “señora”.

A veces también es cómico. Suele pasar cuando menos importa, como cuando estoy en la radio y se hacen las presentaciones y saludos. Siempre hay algún DJ que suele decir “amigo” o “hermano” en su forma habitual de hablar y a veces se le escapa alguno que va dirigido a mí.

Espero hasta que el sudor empiece a brotar de su frente y le doy una palmada en la espalda amistosamente y dirijo la conversación hacia otro tema.

Sé que a veces, dada mi posición como famoso, mucha gente se va a negar a respetar mi nombre o a utilizar bien los pronombres, solo para provocar. Esto me ha pasado con desconocidos y con gente a la que consideraba mi amiga.

Hace un año tocamos en Orlando y un viejo amigo vino a vernos. No lo había visto desde que anuncié públicamente mi transición. Ya se había emborrachado con las bebidas del backstage y al final de la noche estaba ebrio llorando por sus problemas en una esquina. Es uno de esos borrachos. Cuando me di cuenta de que tenía la intención de conducir hasta casa, le quité las llaves y me fui corriendo con ellas. Había sido respetuoso hasta ese momento y se refería a mí usando los pronombres femeninos y mi nombre “Laura”, pero cuando la cosa empezó a decaer, cambió completamente. Usaba (gritando) los pronombres masculinos y me llamaba por mi antiguo nombre “Tom”. De hecho, si lo piensas, es una gran ventaja, es como tener un filtro para juzgar cuando alguien vale la pena y cuando no.

No espero que nadie automáticamente sepa qué nombre y qué pronombres usar conmigo. No pasa nada si la gente me tiene que preguntar, sobre todo la primera vez. Es normal que haya una fase de adaptación, pero eso no significa que no lo intenten.

Pero tú y yo podemos distinguir a una persona que lo intenta y se confunde, de alguien a quien no le importa una mierda cómo te sientes. Una vez que les he dicho cómo quiero que me llamen, espero que lo respeten, y si no, ya sé que hacer.

Hay una diferencia entre algo que te importa y algo que te afecte. Me importa cómo me trata la gente, pero no quiero que limite lo que soy. Si alguien no puede asumir quién eres, te sugiero que los saques de tu vida y sigas adelante

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