Le preguntamos a algunos jóvenes qué es de lo que más se arrepienten en la vida

¿Cuándo fue la última vez que hablaste abiertamente de algo de lo que te arrepientes? Algo mucho más grande y significativo que esa mañana que faltaste al gimnasio, o esos mocasines color moho que compraste en línea por error. Algo que no se soluciona usando una frase trillada autocomplaciente como “…pero era mi destino fracturarme la clavícula y tres costillas. Si no, nunca me habría dado cuenta de que … [inserta tu propio cliché new age sobre cómo los errores en realidad son bendiciones disfrazadas.]”. ¿No te acuerdas? Entonces probablemente eres igual a los demás.

Todos nos arrepentimos de algo en algún momento. Cosas que guardamos en el fondo de nuestra mente y que honestamente nos gustaría poder regresar el tiempo y solucionarlo. Cosas de las que nos cuesta mucho trabajo hablar.

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“El arrepentimiento es un tabú moderno”, explicó Ilse Sand, un psicoterapeuta que solía ser sacerdote. “Tenemos que ser perfectos todo el tiempo y tener todo bajo control. Por eso se nos dificulta admitir que hemos hecho cosas de las que nos arrepentimos. Eso significa que tomamos una mala decisión”.


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Y es una pena porque el arrepentimiento es importante. Sin él, perderíamos la oportunidad de compensar nuestros errores, redimirnos y cambiar el curso. “Por eso el arrepentimiento es tan crucial para nosotros. Si lo reprimimos, nunca vamos a tener esa oportunidad”, explicó Henrik Høgh-Olesen, profesor de psicología en la Universidad Aarhus.

Hoy en día, parece que se necesitan muchas agallas para hablar sobre las cosas de las que nos arrepentimos. Por eso decidimos hablar con cinco jóvenes valientes sobre la cosa de la que más se arrepienten en su vida, con la esperanza de acabar con ese tabú de una vez por todas.

Todas las fotos por Tor Birk Trads.

Céleste Nshimiyimana, 25, estudiante

Me arrepiento de la última conversación telefónica que tuve con mi hermana mayor un día antes de que se suicidara. Me arrepiento de haber sido tan egoísta y no haberla tomado en serio.

Mi hermana mayor siempre tuvo una vida difícil y yo no nunca fui muy bueno con ella. Aunque nos parecíamos mucho, siempre pelábamos como perros y gatos.

Me llamó un sábado por la noche, poco antes de las 12 AM. Me dijo que me sentara y leyó en voz alta una lista de cosas positivas sobre mí. Se la pasó diciéndome que no debía olvidar lo mucho que me amaba. Lo repitió unas siete u ocho veces pero yo estaba tan inmerso en mis propios asuntos y en esa puta fiesta a la que iba en camino que ni siquiera entendí qué estaba pasando. Estaba ansioso por colgar y salir de la casa.

Sabía que estaba internada en el ala de siquiatría. No era la primera vez que la internaban pero siempre la daban de alta. No la tomé en serio. Me molestaba mucho que siempre hacía una tormenta en un vaso de agua.

No pasa un día sin que me arrepienta de no haber hecho algo más. Y no haber comprendido cómo se sentía. La primera vez que entró a un hospital siquiátrico, fui yo el que convenció a mi mamá de no renunciar a su trabajo y quedarse con ella.

No sé si pude haber hecho algo para salvarla esa noche. Pero si pudiera regresar el tiempo, me aseguraría de decirle lo mucho que la amaba. Le diría todas las cosas positivas que tenía. Ella era muy importante para mí. Tal vez eso habría hecho la diferencia.


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Esa noche, la conversación se evaporó de mi mente en el momento que colgué. Ahora es la única conversación que recuerdo. La repito una y otra vez en mi mente. Así es. Desde entonces trato de reiniciar mi vida.

Carina Ladegaard, 36, gerente de relaciones públicas digitales

Me arrepiento de haber empezado mi propio negocio en vez de disfrutar mi juventud y viajar por el mundo.

Tenía 20 años cuando me titulé y un años después, una de mis maestras (que era una mujer ya mayor) me ofreció la oportunidad de comprar su negocio: una escuela privada.

No lo pensé dos veces: vengo de una familia donde abrir tu propio negocio es algo totalmente normal. Mi mamá trabaja por cuenta propia, mi abuelo abrió su propia empresa y varios de mis tíos tienen sus propios negocios. Así se maneja mi familia y era natural que yo tomara el mismo camino.

Pero no estaba lista para tantas responsabilidades. Nunca me tomé un año sabático, ni siquiera antes de entrar a la universidad. Y apenas empezaba a disfrutar de las fiestas y la libertad que todos mis amigos de la escuela ya tenían desde mucho antes. En la escuela de sastrería, me la pasaba hablando con las señoras acerca cuánto le daban a sus nietos para gastar. Y de pronto ya era responsable de una escuela entera. Tuve que crecer muy rápido.

Hoy sé que no está bien sufrir de una úlcera a los 22 o 23 años por la presión de tomar decisiones de negocios y preguntarte si la economía va a aguantar. Y que tampoco está bien tener que tomar pastillas para dormir porque, de otra forma, te quedas despierta toda la noche, pensando.

A los 28 años vendí mi empresa pero siento que me perdí de lo mejor de mi juventud. Ese único pase libre que tienes para hacer algo totalmente egoísta e irresponsable, cuando no tienes que preocuparte por tu futuro o por las consecuencias y puedes vivir el momento.

Me hubiera gustado no tener expectativas tan altas a esa edad y simplemente dejarme llevar y fiestear. Perdí cinco años de mi vida porque estaba muy ocupada tratando de llenar mis expectativas y las de los demás. Es de lo que más me arrepiento.

Morten Espersen, 27, transportista

Me arrepiento de no ser un mejor novio para mi ex. Me arrepiento de no abrir mis emociones y de no invertir el tiempo necesario para salvar la relación.

Empezamos a salir en 2012 después de conocernos durante unos siete u ocho años. Se trataba de un amor verdadero y serio: ella era la persona con la que me hubiera gustado envejecer y tener hijos, estaba seguro de ello. Pero todo empezó a ir cuesta abajo con rapidez.


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Siempre le di prioridad a mi trabajo, y eso fue un gran problema, ya que no me dejó tiempo de estar ahí para ella.

En realidad, todo se trataba de mí. Ella tenía una ligera depresión y estaba luchando con salir adelante en la escuela al mismo tiempo. Pero en lugar de respaldarla y tal vez ayudarla con las labores en casa, le di prioridad a relajarme cuando por fin llegaba a casa del trabajo. Sentía que tenía bien merecido recargar los pies cómodamente, ya que había estado fuera todo el día. Eso daba lugar a enormes peleas. Al final peleábamos por todo.

Sucedió un día cuando estábamos en la casa de sus padres. Estábamos discutiendo otra vez porque ella sentía que yo actuaba distante, y no le estaba prestando suficiente atención. Todo se descontroló completamente y terminó en un caos y destrucción totales, y aquellas dos personas, vencidas por la furia, simplemente se marcharon.

Un par de días más tarde, llegué a su casa para recoger mis cosas. Sólo nos dijimos un adiós rápido y luego me fui de nuevo. Los dos éramos muy orgullosos para tener la conversación necesaria y decirnos: “Siento mucho algunas de las cosas que dije, ¿pero no deberíamos tratar de dejar el asunto atrás?”

Pienso mucho en ello. Ella es la chica por la cual me he preocupado más en la vida, y la que más ha significado para mí.

Ojalá hubiera escuchado mejor sus problemas y le hubiera dado espacio. Probablemente seguiríamos juntos. Estoy tratando de aprender de esta experiencia ahora.

Fanny Olhats, 27, periodista

Me arrepiento de me haya costado tantos años aprender a quererme a mí misma y aceptar mi cuerpo tal como es.

Crecí en California, donde todo el mundo es muy hermoso y sumamente delgado. Mi padre es un chef, así que crecimos con muy buena comida. Probablemente sobrepasé la expectativa razonable de cuánto se debe comer.

Siempre he tenido una percepción muy negativa de mi propio cuerpo. Incluso lo he odiado a veces. Nunca sentí que tuviera el cuerpo que quería tener. Y no me sentía cómoda en mi propia piel; siendo la persona que era.


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Ha sido una lucha difícil. Con frecuencia he dejado que mi obsesión me impida hacer cosas. Si no podía encontrar la ropa adecuada para cubrir mi cuerpo, me quedaba en casa en lugar de ir a una fiesta. Llamaba al trabajo para ausentarme si tenía un mal día. Ir a fiestas en la playa o en la alberca era lo peor que podía imaginar, porque significaba mostrar mi cuerpo en un traje de baño o bikini, lo cual siempre evitaba.

Era 2012. Había terminado con un novio que me había engañado, y me sentía deprimida y con odio a mí misma. Pero entonces encontré una clase de gimnasia que no se trataba de ser mejor que los demás, sino de divertirse juntos y de tratarte mejor a ti mismo.

Recientemente tuvimos un concurso de Instagram en mi trabajo, donde la gente tenía que elegir 10 imágenes para colgarlas en la pared de la cocina. Había estado en un sauna en Malmö con mi prima, y aunque se supone que no puedes tomar fotografías, porque todo el mundo está desnudo, logramos meter nuestros iPhones.

Para mucha gente, probablemente es algo relativamente normal: “Sólo” es una imagen de un desnudo de la parte posterior de alguien. Pero fue una gran victoria para mí. Lloré cuando mandé la foto.

Todavía me falta camino para superarlo, pero he llegado bastante lejos. Me molesta haber pasado tantos años con una obsesión tan irracional. Pero ahora mi trasero desnudo está desplegado en una imagen en la cocina de Momondo.

Rasmus Nielsen Veltz, 27, profesor asistente

Me arrepiento de no asistir al programa de estudios para educarme en el extranjero. Fue un proceso largo: había hablado con un viejo compañero de piso de ir a Australia durante medio año para estudiar. Yo estaba cursando la carrera en danés, él estaba estudiando economía, y probablemente habíamos pasado cerca de ocho o nueve meses planeando y organizando todo el viaje. Todo estaba listo, cuando de repente mi amigo dejó la carrera para estudiar otra cosa. En ese momento abandoné todo el plan, porque no quería hacerlo solo.

Hoy en día siento que debí haber ido. Nunca he sido bueno para adentrarme en cosas nuevas de manera espontánea, y ese viaje podría haberme enseñado una cosa o dos sobre hacer las cosas yo solo. Se trata de hacer la elección uno mismo y descubrir su significado. Creo que es algo con lo que todo el mundo puede beneficiarse.

Puedo sentirlo: ya sea en una conversación o cuando tengo que tomar una decisión importante; hay algo no resuelto que nunca he podido externar apropiadamente. Algo que quiero hacer, y que sin embargo no hago. Eso pasa con el arrepentimiento, creo que lo que más lamenta uno es por lo general aquello que viene desde el interior.


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Mi antiguo compañero recientemente pasó seis meses en el extranjero como parte de sus nuevos estudios. Se fue solo y acaba de regresar.

Eso me hizo pensar. Ahora estoy debatiendo ir a Sudamérica para hacer trabajo voluntario. Durante medio año o algo así, si puedo tener mis finanzas en orden. Es una idea en la que he estado pensando durante algún tiempo.

Todo es cuestión de lanzarse a hacer cosas sin pensar demasiado en eso. Esa es la única forma en que aprenderás algo que podrás utilizar más tarde en la vida.