Si bien es cierto que el sexo ha logrado superar al fin la perspectiva meramente reproductiva, el placer personal, especialmente el femenino, sigue envuelto en un halo de misterio del que parece imposible que pueda liberarse.
De hecho, el estudio que más ha revolucionado el conocimiento anatómico del clítoris se remonta a 2005, y afirma que “las descripciones clásicas del clítoris en los libros de texto son poco detalladas y precisas”. Es decir, hasta hace 12 años el clítoris era algo que estaba allí y que nadie sabía exactamente cómo funcionaba.
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Puesto que no todos somos médicos y que, en realidad, no tiene mucho sentido saber cuántas terminaciones nerviosas tenemos en cada parte de nuestro cuerpo, siempre he pensado que los juguetes sexuales son muy útiles para cualquiera ya que permiten un conocimiento directo y extremadamente práctico. No obstante, de ahí a comprender hasta qué punto mi clítoris se comporta como el de Amber Rose, va un trecho.
Pero vamos por orden: todo empezó hace unos días, cuando la marca sueca de juguetes sexuales LELO me mandó el último producto que ha lanzado al mercado. Se trata de un estimulador del clítoris llamado Sona, que estimula un 75 por ciento más del clítoris y promete “una sensación que te cambiará la vida, un orgasmo cada vez”. Querían que lo probará y escribiera sobre él, y acepté.
En primer lugar, para los fans del unboxing, puedo decir que el embalaje es muy elegante –al fin y al cabo, son escandinavos, y mientras nosotros aún atornillábamos tiradores de latón a archivadores, ellos diseñaban muebles bidimensionales de éter que simplemente no tenían puertas a las que poner tiradores y a los que llamaban “Kø”. Al tacto, el estimulador recuerda a una pastilla de jabón de ricos, sin estrenar, muy suave y ligeramente aterciopelada.
Descubrí que la peculiaridad del Sona radica en que, a diferencia de otros estimuladores del clítoris, no tiene motor vibratorio: dentro de esa boquilla rosa que podéis ver en la foto hay una especie de cojinete sónico que emite ondas que se propagan a todo el clítoris, independientemente del lugar donde se apoye. La otra característica es el Cruise Control, que parece el sistema de un coche y, de hecho, lo es, y que, en el caso del estimulador, es lo que te permite no perder el control cuando estás a punto de llegar al clímax y pierdes el norte -y haces gestos y expresiones que es mejor olvidar lo antes posible.
Debo confesar que la primera vez que lo probé estaba a 39 de fiebre y mi cuerpo parecía de cartón mojado. Toda el agua que había bebido durante el día era necesaria para seguir con vida y no alcanzar la temperatura del Sahara, por lo que mi cuerpo no mostró intención alguna de canalizarla, ni siquiera un poco, hacia la zona en cuestión. Sin lubricación, el estimulador es un poco brusco, pero de hecho esto vale para todo, por lo que no lo considero un punto negativo (de hecho, con lubricante ha resultado todo mucho más fácil).
La intensidad puede regularse con tres botones: uno para aumentarla, otro para disminuirla y un tercero que inicia patrones de vibración alternados. La personalidad de mi clítoris es la misma que la de mi gato: nos gusta la previsibilidad y la comodidad, así que opté por la vibración constante con velocidad ajustable. Llegué al orgasmo dos veces a pesar de la muerte inminente por hipertermia y luego me desmayé.
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La tercera vez lo probé en la bañera -a diferencia de muchos juguetes sexuales que me abandonaron en el pasado, este es resistente al agua-, y me sentí un poco Harry Potter con el huevo de oro. Lo primero que tengo que señalar es que suelen ser más divertidos los ruidos debajo del agua que fuera, y lo segundo es que no hay fricción como cuando intentas practicar sexo en el agua. Tal vez por esto la prueba del agua es la que más me gustó, porque suaviza las vibraciones. Tuve tres orgasmos.
Ante todo esto, tengo que dar un consejo: mi clítoris es particularmente sensible, con una línea entre el placer y el malestar que puede calcularse con precisión en tres nanómetros. El Sona consigue llevarme al orgasmo, pero también creo que es más adecuado para chicas que tengan un clítoris menos introvertido que el mío -imagino que es mucho más divertido jugar con las diferentes terminaciones nerviosas sin arriesgarte cada vez a perder el conocimiento. Lo que no me imaginaba, sin embargo, es que Amber y yo fuéramos almas gemelas.
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