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Liberado el último preso británico de Guantánamo tras 13 años cautivo sin cargos

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El ejército de Estados Unidos ha repatriado a Gran Bretaña a Shaker Amer, de 46 años. Se trata del presunto criminal más peligroso liberado de la cárcel estadounidense en los últimos 14 años.

El vuelo de Aamer aterrizó el jueves pasado a la 1 del mediodía en Biggin Hill — un aeropuerto comercial situado a las afueras de Londres, que cuenta con un pequeño espacio para la flota de las Fuerzas Aéreas reales. El jet privado aterrizó, abandonó la pista y se metió en un hangar.

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En un comunicado emitido por sus abogados, Gareth Peirce e Irene Nembhard, horas después de que llegara al Reino Unido, Aamer declaró que:

El motivo por el que he permanecido fuerte es porque cuento con el apoyo de personas que creen en la verdad por encima de todas las cosas. Si yo fuera la llama que se prende para proclamar la verdad, entonces el pueblo protegería mi resplandor del viento. Gracias a Alá en primer lugar. Y a mi mujer, a mis hijos, a mi familia y a mis abogados, que han hecho todo lo posible por difundir mis palabras por el mundo, en segundo. Agradezco profundamente la lucha de todos aquellos que han batallado son solo por mí, sino por el final de Guantánamo. Si no hubiese sabido que estaban luchando, es muy probable que me hubiese rendido más de una vez; estoy abrumado por lo que ha hecho la gente, por sus acciones, sus pensamientos y por sus oraciones. Si no fuera por su dedicación a la justicia, ahora no estaría aquí, en Gran Bretaña.

Clive Stafford-Smith, otro de los abogados de Aamer, declaró a VICE News que se esperaba que su cliente ingresara directamente en un hospital para ser sometido a un reconocimiento médico en profundidad. Es probable, además, que sea interrogado por el MI5, el servicio secreto británico, y por la división antiterrorista de la policía.

Stafford-Smith contempla cómo el vuelo aterriza más allá de un reja en la que se concentran los periodistas. “Es muy raro estar aquí”, explica a VICE News. “Estoy absolutamente encantado”.

“Shaker desea recuperar su vida y estar con su familia. Y ya, a largo plazo, lo que quiere es fundar un proyecto benéfico a favor de los derechos humanos — la fundación para la paz Shaker Amer”.

La familia de Aamer ha acordado junto al detenido no recibirle justo al bajar del avión, explica Stafford-Smith. “Es algo realmente traumático para su familia”, añade.

Stafford-Smith cree que Amar busque indemnización alguna por los 13 años que ha pasado recluido en Guantánamo. Sin embargo, su nombre aparece en un listado para indemnizados que contempla un cobro que podría alcanzar el millón y medio de euros. “Lo único que le interesa a Shaker es la verdad”, cuenta. “Lo que quiere realmente es que se descubra la verdad”.

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Clive Stafford-Smith, uno de los abogados de Aamer, aguarda a ver el jet de su cliente en el aeropuerto de Biggin Hill, en Londres. (Foto de Ben Bryant/VICE News)

En un movimiento sin precedentes, el departamento de Defensa de Estados Unidos anunció hace un mes que estaba gestionando la repatriación del convicto a Gran Bretaña, después de comunicar al Congreso la liberación, tal y como estipula la ley. Aamer, de nacionalidad saudí, está casado con una mujer inglesa, la madre de sus hijos. 

El saudí ha sido venerado por otros detenidos como su líder, aunque, paradójicamente no ha sido nunca condenado por crimen alguno. Pese a ello, se ha pasado la mayoría de los últimos 13 años confinado en una celda de aislamiento, en una zona de Guantánamo diseñada para prisioneros no sentenciados. Aamer ha relatado tanto en demandas legales como en cartas dirigidas a sus abogados, que a lo largo de estos últimos 13 años ha sido sistemáticamente torturado por los soldados estadounidenses. Las autoridades de Guantánamo han negado la acusación.

El avión en que se cree que viajaba Shaker Amar, el último británico recluido en Guantánamo, aterriza en el aeropuerto de Biggin Hill, en Kent, Gran Bretaña. (Foto de Facundo Arrizabalaga/EPA)

En los últimos años el caso de Aamer ha recibido la atención internacional de miles de partidarios, activistas y de celebridades que han exigido su liberación inmediata. Su detención despertó el interés de Roger Waters, uno de los fundadores de la banda musical británica Pink Floyd. Waters leyó una de las cartas firmadas por el prisionero de origen saudí, en que este aludía a la letra de una de las canciones más emblemáticas de la banda, The Wall

Poco después de descubrir el caso de Aamer, Waters se puso a filmar un vídeo en el que leía la carta y comentaba el caso del preso británico. Lo siguiente fue que otra gran compositora británica, PJ Harvey, escribiera una canción titulada Shaker Amer. Y, a partir de ahí la palabra se difundió y otras personalidades se sumaron a las huelgas de hambre que el mismo Aamer llevaba tiempo practicando, para denunciar su detención ilegal.

En mayo de 2013, la activista Medea Benjamin, fundadora de Code Pink, una organización de mujeres para la paz, interrumpió uno de los grandes discursos antiterroristas de Barack Obama para reivindicar el caso de Aamer. Fue durante el calor de una de las muchas huelgas de hambre organizadas en Guantánamo. Durante su célebre discurso, Obama anunció que estaba desplegando una nueva iniciativa para clausurar el controvertido centro penitenciario.

La ambulancia en la que viaja Aamer, el último preso británico de Guantánamo, a su salida del aeropuerto. (Foto de Facundo Arrizabalaga/EPA)

El pasado mes de enero, la Casa Blanca anunció que había declarado el caso de Aamer como prioritario y que estaba trabajando en él. Las declaraciones se produjeron poco después de que Obama se reuniera con el primer ministro británico, el conservador David Cameron. Sin embargo, después de que Obama proclamara sus buenas intenciones, pasaron meses sin que se produjera ninguna novedad al respecto. El silencio desató la ira de los miembros del parlamento británico. Estos denunciaron abiertamente en las páginas del The New York Times que la administración Obama había incumplido su promesa de garantizar una fecha para la liberación de Aamer.

Se desconocen las posibles restricciones en materia de seguridad que han gobernado la repatriación de Aamer. En junio, el embajador británico en Estados Unidos, Peter Westmacott envió una carta a la senadora Dianne Feinstein, la representante demócrata de mayor rango en el Comité de Inteligencia del Senado, después de que una delegación británica se reuniera con ella y otros legisladores, para incidir en la liberación de Aamer. En la carta se detallaba que las fuerzas de seguridad de Gran Bretaña están perfectamente provistas para lidiar con cualquier cuestión de seguridad.

“El gobierno británico es plenamente consciente de la preocupación que despiertan en Washington temas como la reincidencia. El ejecutivo británico también es consciente de la amenaza que los ex presos de Guantánamo representan para Estados Unidos y sus ciudadanos”, escribe Westmacott. “La policía británica y los servicios secretos han activado los procedimientos necesarios para identificar la reincidencia en sus más temprano estadios. Existe un variado catálogo de investigaciones que contemplan la naturaleza y la dimensión de la amenaza que puede suponer cada individuo. Estamos convencidos de que nuestra policía y nuestras fuerzas de seguridad están sobradamente preparadas para enfrentarse a esas amenazas”.

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Feinstein, que se refirió a Aamer como a un prisionero “conflictivo” en un comunicado emitido el mes pasado, declaró que apoya el traslado de Aamer y que está plenamente convencida de “la eficacia de las poderosas leyes antiterroristas británicas y de la competencia de sus fuerzas de seguridad, de su inteligencia y de su sistema legal” para “prevenir que Shaker Amer pueda dañar la seguridad nacional británica y la estadounidense”.

Pese a todo, Feinstein y sus colegas no parecían haber advertido la delicada situación de Aamer, a pesar de la abundante cobertura mediática que su detención ha generado. Los parlamentarios británicos que suscribieron el artículo de opinión publicado por el New York Times, proclamaron su “estupefacción” al descubrir que ninguna de las personas con las que se reunieron en Washington parecía tener la menor idea del caso. Los políticos británicos condenaron entonces la “preocupante negligencia de la Casa Blanca para comunicar la envergadura del caso”.

En realidad, ya advirtieron que algo no marchaba bien después de que los estadounidenses achacaran el dilatado retraso de la repatriación a “consideraciones de seguridad”.

La prolongada detención de Shaker [ha sido] completamente injustificable’

“Cualquier insinuación de que Gran Bretaña no dispone de la infraestructura legal necesaria, de que carece de los recursos en materia de seguridad e inteligencia; o incluso de que adolece de envergadura para encargarse de los sucesivos problemas que pueda plantear el señor Aamer, es profundamente insultante”, escribieron.

Tanto la administración Bush (en 2007), como la agencia que administra las fuerzas de seguridad de Guantánamo (en 2009) habían declarado oficialmente que Aamer estaba listo para ser liberado. Sin embargo, el departamento de Defensa lleva desde entonces haciendo todo lo posible por obstaculizar su liberación. Según la institución estadounidense, Aamer sigue siendo una amenaza para la seguridad nacional. De hecho, el departamento ha defendido durante años que lo más recomendable sería enviarle de vuelta Arabia Saudí, donde se le obligaría a entrar en un centro de rehabilitación para yihadistas. Así lo suscriben los documentos obtenidos por VICE News.

En una carta que Aamer escribió a Stafford Smith hace dos años, el antiguo detenido expresaba que “si intentan repatriarme a Arabia Saudí mis gritos se escucharán por todo Londres. Les plantaré cara hasta el final, aunque se presenten en mitad de la noche. Yo viajo a Londres y punto. Solo deseo estar con mi familia y con mis hijos. Hay muchas cosas de Arabia Saudí que me preocupan y multitud de razones por las que no volvería”.

Aamer, que habla inglés y árabe, se ganó el sobrenombre de “el profesor” durante su estancia en Guantánamo. El padre de familia británico fue capturado en Afganistán en noviembre de 2001. Se le acusaba de estar vinculado a Al-Qaeda y de ser uno de los confidentes de confianza de Osama Bin Laden. Aamer y sus abogados llevan desde entonces negando con vehemencia tales acusaciones. Pese a todo, Aamer fue retenido en la base aérea de Baghram hasta el día de San Valentín de 2002; entonces fue enviado a Guantánamo. Se da la circunstancia de que aquel mismo día la mujer de Aamer dio luz al benjamín de la familia, Faris, un adolescente a quien el ex convicto no conoció hasta el viernes pasado.

Aamer ha repetido hasta la saciedad que se encontraba en Afganistán por motivos humanitarios. Se había trasladado con su familia a Kabul. Allí vivió durante un breve periodo con otro ex presidiario británico de Guantánamo, Moazzam Begg. Aamer se trasladó al país asiático antes del 11-S para construir pozos y colaborar en varios proyectos destinados a construir una escuela para niñas.

Otra de las condiciones que el departamento de Defensa ha exigido para liberar a Aamer ha sido que se le prohíba comunicarse con Begg. Así lo han comentado a VICE News funcionarios estadounidenses que conocerían las condiciones negociadas para la liberación. Estos han exigido permanecer en el anonimato, pues no estaban autorizados a facilitar detalle alguno sobre la negociación.

Begg no ha querido hacer declaraciones.

El comandante de la Marina estadounidense y portavoz del Pentágono Gary Ross, ha declarado a VICE News que no está autorizado para discutir “las garantías específicas que ofrecen los gobiernos extranjeros”.

“En cualquier caso, la decisión de transferir a un prisionero solo se llevan a cabo después de mantener minuciosas y dilatadas conversaciones con el país de acogida. En ellas se detalla la amenaza potencial que un detenido puede significar después de ser transferido y las medidas que el país de acogida tomará para impedir esa amenaza y para asegurarse de que el individuo en cuestión recibe el trato adecuado”, explica.

En noviembre de 2007, un analista militar redactó un informe sobre Aamer que sería filtrado meses después por WikiLeaks. En este se cuenta que el convicto es una figura tan poderosa, que hasta es capaz de dirigir la voluntad del resto del detenidos, hasta el punto de poder convencerles de que se suiciden.

El informe describe a Aamer como a un tipo “extremadamente egoísta”, como a un manipulador de sus interrogadores y de los funcionarios encargados de vigilarle. Además, explica que se declaró en huelga de hambre en verano de 2005 a instancias de Stafford Smith, y que terminó implicando a más de 100 detenidos en la misma. Stafford Smith declaró en su día que la información es ridícula. Aamer ya ha proclamado que el único propósito de aquella huelga de hambre era obligar a que Guantánamo respetara la Convención de Ginebra sobre derechos humanos.

La referencia al suicidio está relacionada con un notorio incidente registrado en la zona en que Aamer estaba encerrado. Su proximidad motivó que se le acusara entonces de orquestar el acto — el 9 de junio de 2006 murieron tres detenidos en Guantánamo. Tanto los funcionarios de Guantánamo como los investigadores de la Marina concluyeron que se trató de un triple suicidio. 

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Según comentaron, las tres víctimas se habrían introducido trapos por la garganta, se habrían atado las manos a la espalda y habrían elaborado un nudo con sus sábanas para colgarse (en un extenso artículo publicado por un suplemento del New York Times en septiembre de 2006, el alcaide de Guantánamo hablaba de la tragedia. Según él, poco antes de la muerte de los tres prisioneros, Aamer habría comentado con los tres fallecidos que había tenido una “visión” y que en esta se le revelaba que los tres detenidos necesitaban suicidarse para ser liberados).

Sin embargo, un antiguo celador de Guantánamo que estaba en el centro penitenciario la noche en que murieron los tres detenidos, cuestionó la versión del alcaide. Joseph Hickman, que así se llamaba el guardia, hizo su personal ajuste de cuentas con el triple fallecimiento acaecido una noche de junio de 2006. Hickman publicó el año pasado el ensayo Murder at Camp Delta. Allí argumenta su teoría, una hipótesis que reivindica que los detenidos fueron asesinados. [Jason Leopold escribió la solapa de aquel libro].

Según se extrae de la declaración jurada del propio Aamer, aquella misma noche este fue “golpeado durante dos horas y media sin interrupción”. Zachary Katznelson presentó la declaración en cuestión ante un tribunal federal en septiembre de 2006.

“Siete policías militares participaron en la brutal paliza”, rezaba la declaración. “El señor Aamer declaró que se negaba a suministrar un escáner de su retina ni sus huellas dactilares. Me contó que estaba atado a una silla, incapaz de mover su cabeza, sus brazos ni sus piernas. Los guardas se dedicaban a hacer fuerza sobre puntos de presión repartidos por todo su cuerpo. En sus sienes, por debajo de sus mandíbula, en la hendidura que se abre en el dorso de las orejas. Le asfixiaron. Le doblaron la nariz con tanta fuerza hacia los lados, que temió que se la romperían. Le pellizcaron en los muslos y en los pies constantemente. Le hundieron los dedos en los ojos. Le sacaron los globos oculares y se los dejaron expuestos a la luz de una linterna durante varios minutos, hasta que el calor era insoportable. Le doblaron los dedos hasta hacerle gritar. Y entonces, cuando gritaba, le taponaban las vías respiratorias y le encajaban una máscara en el rostro para que no pudiese gritar. Durante todo este proceso, el agente responsable de la seguridad en la prisión observó la situación y no hizo nada por intervenir”.

Aamer fue también vecino de celda de Yemeni Adnan Latif, un prisionero que, según la declaración de los militares estadounidenses se suicidó el 8 de septiembre de 2012. Latif habría muerto tras ingerir una sobredosis de antipsicóticos que habría acumulado y ocultado en sus ingles. En la documentación obtenida por VICE News después de ganar una demanda presentada ante la Ley de Libertad de Información (FOIA en sus siglas inglesas), se detalla que Aamer confesó a los investigadores militares que Latif había sido maltratado por los enfermeros en las horas previas a su fallecimiento.

El ex convicto también ha denunciado a los servicios de inteligencia británico MI5 y MI6. Según Aamer, durante su detención en Bagram, agentes de la inteligencia británica participaron en las torturas que le fueron infligidas. Las agencias en cuestión también han sido sometidas a investigación.

Caroline Lucas, parlamentaria del Partido de los Verdes ha exigido en numerosas ocasiones que se abra una investigación judicial sobre la participación de los servicios secretos en las torturas de Aamer. Lucas hizo una huelga de hambre solidaria de 24 horas para denunciar el caso del ex convicto.

“La dilatada detención de Shaker [ha sido] completamente injustificable”, ha declarado Lucas a VICE News. “El gobierno y las fuerzas de seguridad, tienen que garantizar, en adelante, la seguridad de Shaker y la de su familia desde que regrese a casa”. Además, se tiene que permitir que sus abogados puedan desplegar un programa de vigilancia y cuidado sin interferencias. El caso de Shaker subraya la urgente necesidad de que se abra un investigación judicial que valore la complicidad del Reino Unido en las torturas. El primer ministro ya lo había prometido en 2010, aunque luego dio marcha atrás”.

David Davis es un veterano congresista del partido Conservador y co-presidente del grupo parlamentario Shaker Aaamer (APPG, en sus siglas inglesas). Se trata de una formación parlamentaria que ha reunido a miembros de todos los partidos para reivindicar la liberación de Aamer. Davis ha explicado que el ex convicto deberá de enfrentarse a las preguntas del parlamento. Davis cuenta, de hecho, que el testimonio de Aamer podría ser de inestimable ayuda para valorar el controvertido informe Chilcot. El informe Chilcot es una investigación pública que ha sido retrasada hasta la saciedad y cuyo objeto no es otro que valorar el papel de Gran Bretaña en la guerra de Irak. Todo apunta a que el informe verá la luz, finalmente, el próximo verano.

“Yo y otros miembros de la AAPG estamos con muchas ganas de ver a Aamir tan pronto como sea razonable, pero nunca antes de que se haya reunido con su familia”, ha explicado Davis.

Por otro lado, el Pentágono anunció el jueves que también ha repatriado a un ciudadano mauritano. Ahmed Ould Abdel Aziz, de 45 años, fue detenido en 2012. Pero, al igual que Aamer, nunca fue acusado de crimen alguno. Hoy sin 112 los detenidos que siguen encarcelados en Guantánamo. Según una investigación de inteligencia sobre Aziz filtrada en su día por WikiLeaks, el ex convicto era miembro de Al-Qaeda y también habría jurado fidelidad a Bin Laden. Sin embargo, Aziz siempre ha desmentido su vinculación en cualquier actividad terrorista.

Aamer es uno de los últimos testigos de los días más oscuros de Guantánamo. Y es también, uno de los que tuvo más peso entre el resto de prisioneros. Su regreso provocará que se desate el fervor popular e informativo. A fin de cuentas, seguro que tiene mucho que contar sobre cómo han fallecido los demás prisioneros y sobre las operaciones que se han llevado a cabo en el centro de detención.

Sin embargo, por ahora y hasta nuevo aviso, Shaker ya ha confesado ante sus abogados que su prioridad es pasar tiempo con su familia en Battersea, en Inglaterra.

“Y lo siguiente será someterme a un reconocimiento médico completo, en algún lugar completamente confidencial en que, por fin, sea respetada mi privacidad. “Soy como un coche viejo que no ha pasado por el taller en años”.

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