Esto no es una sección de crítica de novedades, ni siquiera vamos a hablar solo de libros que nos han gustado. Simplemente nos hemos sentado a hablar sobre los libros y cómics que algunos de la redacción hemos estado leyendo estos días y queremos compartir nuestra opinión con vosotros. Tenemos la intención de hacerlo cada mes. Algunos nos gustaron, otros no tanto.
La maldición de Lono, Hunter S. Thompson (Sexto Piso, 2016)
Como muchas de las historias de Hunter S. Thompson, todo comienza con un encargo de una revista. Concretamente de la revista Running Magazine, que le envía a Hawái para cubrir la maratón de Honolulu.
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Respecto a esto, permitidme que me ponga un poco personal, como editor de esta revista que estáis leyendo, siempre me compadezco de aquellos editores que le encargan artículos a Thompson en sus novelas. Esas interminables cuentas de gastos y esos artículos que tardan meses o años en llegar hubieran acabado conmigo.
Pero vayamos con el libro. Mediante un interesante paralelismo durante todo el texto con la historia del último viaje del Capitán Cook, que terminó sus días asesinado por los indígenas en la hoy pacífica Hawái. Thompson, su ilustrador de cabecera Ralph Steadman y algunos personajes con los que se va encontrando durante la novela, se van perdiendo en una espiral de alcohol, drogas blandas y sobre todo mitología hawaiana que va uniendo su destino al de Cook y al del propio dios hawaiano Lono.
Para mí uno de los libros más divertidos que he leído de HST, imprescindible para los fans esta primera edición de The Curse of Lono en español.
Juanjo Villalba
La historia de mi madre, Kim Eun-Sung (Ediciones Sins Entido)
Leer este manhwa me ha dado lo contrario a lo que yo pretendía. Me hice con él para informarme —razón bien fea para leer un cómic— sobre la historia de Corea. La autora habla sobre el imperialismo japonés, la guerra y la división del país, pero a través de los recuerdos que le cuenta su madre de 80 años.
Y precisamente, esa forma subjetiva de ver los hechos es lo que convirtió lo que tenía que ser “educativo” en algo mucho más íntimo.
Las historias de la madre me parecieron extrañamente similares a anécdotas de mis propias abuelas. Batallitas sobre amoríos de pueblo, superstición, problemas de tierras, escasez, malas lenguas… Una época en que todo era lento y laborioso, en que una madre podía pasarse un día para ir al mercado, dos para cocinar un plato o meses para coser un vestido.
Madres que sabían perfectamente lo que necesitaba su familia, pero también la del vecino. Todo esto me hizo pensar que, al fin y al cabo, no debemos ser tan diferentes, aunque el mundo nos ponga en esquinas opuestas.
Noa Cid
SHOF, Morbix (Libros de Autoengaño)
Chris Ware, José Ramón Sánchez, Miguel Noguera. Nada bueno podría salir de fundir a estos tres en un horno industrial ¿eh? Qué asco ¿no? Puaj. Pero asco bien, muy muy bien, como demuestra SHOF.
Un librito, ni fanzine ni cómic, que lo mismo nos presenta en sus viñetas a un mendigo que no sabe cuántos hijos tiene pero los usa para pedir limosna, que a unas abuelas fardando de la muerte de sus nietos (“el mío de una mina de lápiz que le llegó al cerebro) o un dedo con un moco intentando pulsar el interruptor de la luz.
Elige: ¿Kim Kardashian o Ariana Grande? ¿Nicki Minaj o Rihanna? Olvídalo, solo quería explicar que hay cameos de famosos y de intelectuales contemporáneos como Sandra Barneda, Paz Padilla, Carmen Machi, Anna Simon, María Teresa Campos o Bill del juego de mesa Quién es Quién.
Un skin escupiendo a Juan Echanove. ¡Menudo cebo! Si eres de los que creen que comer en casa sin camiseta te convierte en tipo duro o te has sentado en el váter todavía con el calor dejado por tu cuñado en la taza, vas a disfrutar de este tebeo de Morbix (le conocerás por su tira semanal #CristoRules). Y si te hace gracia que el típico niño chino que no va al cole porque trabaja en un ultramarinos se masturbe viendo la película Bichos en un portátil, también.
Iago Fernández
Bowie, Simon Critchley (Sexto Piso, 2016)
Este libro probablemente les encantará a los fans de Bowie, pero quizá solo a los más acérrimos del recientemente fallecido artista inglés. Y también, por qué no decirlo, es probable que les deje con la extraña sensación de que tampoco son tan fans de Bowie.
Esto lo digo porque cualquiera que compare su nivel de conocimientos sobre la obra del autor de Black Star, con el del autor, Simon Critchley, no podrá evitar sentirse como una hormiga analfabeta teniendo una conversación sobre física con Stephen Hawking.
Critchley analiza el impacto de Bowie sobre la cultura en sus más de cuatro décadas de actividad, intentando analizar las numerosas incógnitas que la obra de Bowie plantea, intentando encontrar en los hechos de su vida, sus desapariciones, sus gestos y sus letras, algún tipo de clave que nos muestre quién era realmente David Bowie y qué nos quiso decir con toda esa montaña de discos que nos dejó.
Juanjo Villalba
Cartas a gala, Paul Eluard (Tusquets Editores)
Para empezar diré que siempre me han gustado mucho los libros de cartas. Y esto es eso. Un recopilatorio extensísimo de cartas que el poeta Paul Éluard, primer marido de Gala, le enviaba a su querida desde París o desde cualquier rincón en el que estuviera. Y Gala, bueno, le corresponde de una forma más espiritual que real. Más atmosférica que tangible.
Lo típico de que te envían tres párrafos muy largos por Whatsapp y tú contestas de forma escueta ysoloa la última frase. En fin, las cosas no son fáciles y tampoco lo eran antes.
Gala le da un poco de largas de “sí, claro, nos reencontraremos en el futuro”. El futuro, qué es eso. Una variación ilustrada del “necesito mi espacio”. Y Éluard que “sí, mi amor, espacio el que quieras, que yo te quiero libre, pero también mía, vuelve, aunque sea nos vemos dos días”. Y ella que “sí, pero que he conocido a un hombre y estoy en Cadaqués, entre acantilados y una casita muy guay, se llama Dalí, otro genio, pero no te preocupes, lo tienes que conocer, ya verás, seguro que os caéis muy bien y os acabáis haciendo amigos”. Y Éluard siendo majísimo todo el rato. Incluso le pide a Dalí que colabore en su revista de intelectuales de la época y despide casi todas sus cartas con un “recuerdos a Dalí”. A Éluard le da igual, porque él quiere a Gala de la forma más incondicional que jamás he conocido y, sobre todo, la quierelibre.
También le habla mucho de lo cotidiano: la salud, el dinero y las veladas con sus colegas André Breton o Max Ernst. Y le pasa un poco de dinero al mes y hasta compra ropa de mujer porque le excita imaginársela con esos vestidos. Éluard, impecable, proyectando.
Maldita sea, Gala, te lo montaste muy bien solo por tu condición de musa. Y encima acabaste con un castillo en el Empordà y una estancia para colocar a todos tus amantes. Enhorabuena.
Anna Pacheco