‘Lo divertido de andar en bici es que el tráfico te la pela’

A Austin Horse le importa un carajo por dónde tenga que montar en su burra. Ya sea una ciclovía, el Tapón del Darién o el espacio entre un camión de servicio público y un camión cargado de escombros, Austin va a pasar por ahí y lo va a hacer rápido.

Para él, andar en bicicleta no se trata de ser un rebelde sin causa y sin motor, de hecho andar a toda velocidad por las calles de la ciudad es su forma de ganarse la vida. Austin es un bicimensajero en Nueva York. Para él cada pedalazo, cada auto esquivado y, ¿por qué no?, cada semáforo en rojo que se pasa, es un paquete entregado y unos dólares más en la cuenta del banco.

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Y así fue como Austin se volvió bueno, muy bueno. Rápidamente y con esfuerzo, se ganó la fama de ser uno de los mensajeros más rápidos de Nueva York. “Llegué a la ciudad a principios de la década 2000-2010 y elegí este trabajo porque siempre me había gustado andar en bici y había trabajado arreglando bicicletas en la escuela. La mayoría de los mensajeros de Nueva York son latinos, negros o punks y yo era este chico blanco recién llegado que estaba haciendo más entregas que ellos. Era una época distinta y en Nueva York había un grupo de mensajeros reconocidos que era casi como una logia. En alguna ocasión llegaron a emboscar a un compañero, hubo un par de golpizas, pero nunca se metieron conmigo. No se trataba de dinero ni de las entregas, se trataba de reconocimiento”.

“Al principio otros mensajeros no me tomaban en serio por ser un chico blanco que no tenía tatuajes”.

A punta de pedal Austin se ganó el respeto de propios y extraños. Tanto así que, en 2008, Red Bull le ofreció patrocinarlo y financiar sus viajes por el mundo para participar en foros y competencias. En 2013, ganó el Campeonato Mundial de Bicimensajeros, un evento que reúne en una ciudad a los mejores del oficio para sacar a relucir las habilidades que desarrollan en su día a día. Y desde entonces se puede dar el lujo de decir que es el mejor en lo suyo.

¿Y es más rápido que Nairo Quintana? No, seguramente Austin Horse no es más rápido que Nairo. Pero tampoco le interesa. “¿Alguna vez has hablado con un profesional? Esos tipos no tienen vida. En parte me volví rápido porque me gusta estar en casa temprano y tener tiempo para mí”. Eso no significa que Austin nunca haya caído en el “qué tal si” del profesionalismo , al fin y al cabo ¿a qué hombre no le gustaría usar lycras y ser respetado? “Claro que alguna vez pensé en cómo hubiera sido ser ciclista profesional. Por eso me inventé la competencia de mensajeros en bici East Coast Messenger Stage Race”.

En su última edición, esta competencia recorrió casi mil kilómetros desde Baltimore hasta Boston, sin ruta fija, sin transmisión en vivo, sin podio ni modelos dando picos. “Me gusta porque te da esa sensación de estar en la carretera durante varios días, compitiendo y midiendo las fuerzas necesarias para ganar. Es como ser profesional pero sin ser esclavo de nada”, me dijo Austin tras su segunda cerveza.

Ser un bicimensajero suena como repartir pizza en bicicleta, pero si se fijan en la destreza que estos tipos llegan a desarrollar sobre sus bicicletas y la temeridad con la que deslizan entre carros, motos, peatones y lo que sea que pueda aparecer en la calle, se darían cuenta de que este es un oficio que merece propina. Lo que Austin y sus colegas hacen es un acto de fe, no solo en sus capacidades sino en la prudencia de toda la demás gente con la que comparten la vía, lo cual no es poco si consideramos que muchos de ellos están mirando su celular mientras conducen.

“Cada vez que sales a pedalear estás jugando con las probabilidades, es sólo que a medida que ganas experiencia tus probabilidades mejoran”, me dijo Austin el viernes por la noche mientras se comía una hamburguesa vegetariana con una cerveza a la salida del Foro Mundial de la Bicicleta en Medellín, donde nos conocimos hace semana y media.

“Siempre voy calculando todos los movimientos que podrían hacer los autos delante mío y trato de tener varias alternativas para salir de cualquier problema”. Según Horse, el secreto para ser un gran ciclista urbano está en dominar el tráfico más que la bicicleta. “Siempre tienes que estar anticipando lo que van a hacer los demás. Lo bueno es que los carros son básicamente telégrafos gigantes con ruedas. Si te fijas bien, puedes leer el movimiento de sus ruedas y el del conductor para saber hacia dónde se dirigen”.

A pesar de correr muchos riesgos o, como él dice, jugar con las probabilidades, Austin ha sufrido pocos accidentes serios en bicicleta. “Una vez fui atropellado por un taxi que pasó por encima de mi pierna y de mi bicicleta, salí ileso pero destrozó mi bici. El segundo sucedió por no ver un hueco grande mientras montaba de noche, en esa ocasión perdí la rueda delantera y caí de cara contra el pavimento, fue una cortada bastante grande en mi quijada pero nada serio. Recuerdo sacar pequeños pedazos de asfalto de mi mentón incluso meses después”.

Irónicamente, el accidente más serio que Austin haya sufrido sobre dos ruedas fue en una moto. “Estaba tratando de hacer un salto, caí de costado, y me fracturé una costilla. Esto fue hace un par de meses y he estado fuera de forma desde entonces”.

Austin regresó a Medellín, Colombia para participar en uno de los paneles del cuarto Foro Mundial de la Bicicleta. En él, compartió sus experiencias como activista más que como ciclista. Como parte de su trabajo para la fundación Bike Yard, Horse entregó ocho bicicletas a refugiados sirios en el campo de Azraq en noviembre del año pasado y planea volver este año con trescientas más.

El hecho de ir de Nueva York, una ciudad que en los últimos años ha prestado una atención creciente a la bicicleta como medio de transporte, le da a Austin Horse una perspectiva muy particular acerca de la relación entre política pública y bicicletas. “Creo que antes los ciclistas sentíamos que no le debíamos nada a la ciudad, y de hecho no le debíamos nada, por eso podíamos comportarnos como quisiéramos y a nadie le importaba. Hoy en día Nueva York le pone más atención a los ciclistas, hay más carriles exclusivos, un sistema de bicis públicas y todo tipo de cosas, pero ahora también te pueden multar por pasar un semáforo en rojo, aún si es invierno, no hay nadie en la calle y te estás congelando mientras esperas a que cambie la luz. No lo sé, creo que prefiero las viejas épocas”.

“Detesto a Michael Bloomberg”, dijo Austin Horse mientras tomaba una cerveza tras uno de los eventos del foro. “Él fue alcalde durante 11 años y sólo en los últimos tres le puso atención a las bicicletas, antes no existíamos para él”. Para él los políticos rara vez se comprometen con los ciclistas y cuando lo hacen es por oportunismo.

Hablar en paneles y debatir acerca de políticas públicas no es el fuerte de Austin Horse, lo suyo está en la calle y Medellín le tenía reservada la ocasión perfecta para demostrarlo.

Austin pasó más tiempo rodando por las calles de Medellín que en el Foro Mundial de la Bicicleta.

Me encontré con Austin la noche del sábado 28 de febrero, frente al Museo de Arte Moderno de Medellín. Era el lugar y la hora pactadas para la largada del Alleycat Dios Salve la Rata, una carrera organizada por un parche de ciclistas de Cali conocidos como los Hemoraiders en colaboración con el equipo paisa Insane Clothing. Los Alleycats son competencias en las que los ciclistas deben hacer un recorrido por varios puntos de la ciudad en el orden que se les de la gana (a excepción de la largada y la llegada) y en el menor tiempo posible. La carrera se desarrolla por las calles de la ciudad sin cerrar carriles y sortear el tráfico es parte del encanto de la competencia. Estas no sólo son pruebas de velocidad, la pericia y el sentido de la orientación de los competidores son decisivos.

Los ciclistas se toman estas carreras en serio. Esa noche frente al museo, muchos llegaron en lycras y tenis como los profesionales. Cerca de sesenta competidores pagaron los cinco mil pesos de la inscripción, aunque Austin pagó dos mil y monedas porque no tenía más efectivo. Sin embargo, eso no fue problema. La mayoría de ellos estaban emocionados por saber que iban a competir con uno de los mejores; se acercaban a saludarlo, tomarse una foto y ver su bicicleta, que en realidad no parecía ser una de las mejores entre las de los presentes. Igual, era como ver los tacos de Messi o Cristiano Ronaldo (o mejor, porque a lo mejor a la larga Horse sí es campeón del mundo).

A pesar de todo el cariño y reconocimiento que recibe de los demás ciclistas, Austin me confesó que viajar por el mundo paseando en bicicleta no es tan lindo como suena. “Hay poca gente que tenga los recursos, el tiempo y el deseo de hacer lo que yo hago, así que a veces me siento solitario”. Austin tiene 32 años y anda cuestionándose todas las decisiones tomadas durante los últimos diez años. “Hace poco tuve una crisis existencial, estaba en cama con mi costilla rota, me había enterado de que un mensajero con el que trabajé en Nueva York estaba enfermo y no tenía dinero para pagar el tratamiento y empecé a preguntarme qué estaba haciendo con mi vida. ¿Sabes?, gano dinero pero no es dinero suficiente como para retirarme, a veces me pregunto qué haré después”.

Los Alleycats son las carreras preferidas de Austin, pero aún así le preocupa que en ocasiones resulten más peligrosas de lo necesario. “He estado en carreras donde el recorrido implica tomar una autopista en un sentido y luego volver a tomarla en sentido contrario y eso simplemente es demasiado”. Para Austin, los Alleycats nacieron como una forma de divertirse y eso debería mantenerse, “Como bicimensajero, trabajas ocho horas y cinco días a la semana. Es duro y se vuelve repetitivo, te sientes como un engranaje más del sistema. El Alleycat nació como una forma de celebrar el oficio, una manera de recordarnos que lo que hacemos es divertido y que somos geniales por hacerlo tan bien. No deberían ser una excusa para arriesgar la vida de los ciclistas”.

“Acabo de ganarle a Austin Horse, ¿qué más quieres?”, dijo José Nicolás Muñoz en la llegada del Alleycat.

Todas esas preocupaciones se desvanecen cuando Horse se monta en la bicicleta. Esa noche, en Medellín, recorrió 23 kilómetros en un poco más de cuarenta minutos a una velocidad promedio de treinta kilómetros por hora. Aún así, perdió. El premio se lo llevó el paisa José Nicolás Muñoz, del equipo Insane Clothing. “Quedar segundo está bien para alguien que no conoce la ciudad, pero seguro que me hubiera sentado bien el efectivo”, me dijo mientras tomaba otra merecida cerveza, “Al menos creo que mi ritmo está de vuelta”.

Y este video parece demostrarlo: