En la fotografía hay tres muertos colgados de un puente. Sus cuerpos se balancean con ligereza. Sí, la imagen se mueve como una corriente de aire por la carretera vacía donde se mecen los cadáveres. Tienen el rostro cubierto con mantas, visten similar y la soga de la que cuelgan está atada a sus cuellos. La imagen no es real, es un montaje llamado Los Hijos del Terror. Y para Óscar, el fotógrafo, es una recreación más de la realidad en México.
Óscar Lugo tiene 33 años y creció en Guadalajara, rodeado de la migración, la desigualdad, los inquietantes años del narcotráfico y la crisis del 94 en México, al igual que muchos de su generación. Principalmente la crisis de aquel tiempo y su interés por la fotografía lo llevaron a estudiar cine y más adelante a realizar proyectos como Los Hijos de la Crisis, una serie de retratos que recrean a los protagonistas de varios problemas cotidianos del país.
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“Me baso en la vida misma. El proyecto no pudo realizarse al 100 por ciento documental por cuestiones de logística. Llevar cámara para lograr composiciones en lugares así toma tiempo y podríamos correr riesgos”, cuenta Óscar sobre la decisión de utilizar la técnica conocida como cinemagraphs, que combina imágenes y movimientos dentro de la misma fotografía estática. La primera vez que Óscar vio el uso de este tipo de formato fue durante un viaje a Berlín como parte de la publicidad.
“Cuando regresé de ese viaje me dieron ganas de experimentar pero con algo que tuviera un discurso propio. Uno de los propósitos de la serie es reflejar situaciones cotidianas desde otro punto de vista. Estamos un poco desensibilizados por el hecho de verlo diario, pero con el movimiento lo vuelves a reflexionar. Cada uno de los elementos que la conforman tiene una lectura que hace más complejo el discurso que si no tuviera el movimiento”, explica Lugo.
Los Hijos de la Crisis es el primer proyecto de su casa productora Homínido, junto con su socia Aldonza Contreras. Son 15 fotografías a blanco y negro contando historias de miseria, migración, desigualdad y liberalismo. Retratos en contrapicada que recrean las personas sin nombre que ilustran el rostro de estos problemas. Platicamos con Óscar, quien nos muestra sus cinco fotografías favoritas de este proyecto y todo lo que el movimiento envuelve detrás.
Los Hijos de la Bestia
Es una foto sobre migración. La migración que se escucha en las noticias, en personas que avanzan hacia los Estados Unidos día con día, en las caravanas que llegan desde el centro de América y en el caso de Guadalajara, Jalisco, donde creció Óscar, se refiere a las colonias de la ciudad atravesadas por las vías de los trenes y pobladas de migrantes en busca de otro tipo de oportunidades lejos de la pobreza y la inseguridad.
“Todos los días te atraviesa (la migración) y vives la negativa de darle unos pesos al migrante. Quise recrear eso. Los tres personajes están en contrapicada exaltando su valor, quería ponerlos como héroes porque al final para mí son eso: gente que no tuvo la oportunidad de trabajar en su país y tiene que ir a buscar el pan para él y su familia. Todo para encontrarse con un terreno hostil en donde no son bienvenidos. Así son los héroes sin identidad que todos los días viven en México”, comenta Lugo.
Le pregunto cómo ha sido su acercamiento con la realidad de los migrantes y continúa explicando que a través de pláticas, incluso, tuvo la idea de recorrer a su lado todo el trayecto hacia los Estados Unidos y cruzar a la frontera. Pero tras otra reflexión consciente de las políticas norteamericanas y las recientes acciones del gobierno mexicano hacia las caravanas de migrantes decidió no hacerlo por el peligro que representa.
“Los Hijos de la Bestia” es la fotografía con la cual inicia la serie. Es el primer problema recreado con una fábrica y un tres moviéndose de fondo que atrae la atención. En Los Hijos de la Crisis casi nada es fortuito. Incluso el título es un homenaje a Los hijos de los días de Eduardo Galeano, que también escribió otro de los libros más trascendentes en la vida de Óscar Lugo como Las venas abiertas de América Latina.
Pero el movimiento sí puede llegar ser una cuestión azarosa que se adapte a la composición. “Deben ser elementos que aporten pero no distraigan. Por ejemplo, el humo me gustaba porque daba el elemento industrial sin llegar a distraer el rostro de las personas. Eso le da una atmósfera para escuchar el ruido del tren sin la necesidad de tener presente el sonido. Depende mucho de la pieza y lo que se quiera decir”, explica Óscar.
Los Hijos de la Erosión
Existe un término conocido como “porno-miseria”. No se encuentra en los diccionarios pero para Óscar está presente en los cientos de fotografías que existen de la situación en México: la condescendencia para retratar la desigualdad.
“Recreamos esta mujer y me gustó encontrar esta pose que dignifica a la persona”, describe el autor. Las fotografías se toman en contrapicada para exaltar la presencia de las y los personajes, pero en “ Los Hijos de la Erosión” es más pronunciada. “No es la porno-miseria de sobajar y ver desde arriba cuando se retratan cosas de la calle o cosas que tienen que ver con la temática social. La gente puede malinterpretar el discurso, entonces me quería alejar de ese lugar y encontrar composiciones que exaltaran y redignificaran a los personajes por más carencia que se viva”.
La historia está inspirada en un hombre que vio hace tiempo acarreando agua en uno de los campos de Jalisco. La mujer que ha retratado encarna el abandono del campo y las necesidades del día a día que no son accesibles como abrir una llave para dejar fluir el agua.
“He querido hablar del abandono del campo por parte de las políticas mexicanas vigentes que no prestan atención a ese rubro y las cubetas sin agua, quizás es una metáfora obvia de la desatención”, critica Óscar.
Los Hijos del Concreto
Esta es una de las historias más conocidas en todo el país. Se vive en los cruceros de las ciudades en forma de espectáculos gratuitos que significan ganar unos pesos. “ Los Hijos del Concreto” tiene su propia historia de uno de los anfitriones de la calle. Óscar Lugo conoció hace unos años a Raúl, el hombre de la fotografía.
Raúl (nombre por anonimato) era lanzafuegos en los cruceros. También estuvo en problemas de drogas, vivía en la vía pública, el oficio le quemaba la garganta, la boca. Sin embargo, tiene bastante tiempo que decidió unirse a un circo. Raúl ha dejado la vida en las calles para ser cirquero.
La única ocasión que decidió volver a un crucero para lanzar llamas, tras años de no hacerlo, fue para esta fotografía.
Las personas que se retratan van desde amigos, conocidos hasta historias de la realidad como ésta. “Todo es personal y solo es mi opinión”, aclara Óscar cuando le pregunto por los temas políticos y sociales que decide realizar.
“No hay para que la gente pueda tener acceso a otro tipo de empleos. Esta persona en lugar de pasar tantos años aventando fuego, hubiera podido entrar a una chamba remunerada que no le dañara la garganta y los pulmones para ganarse unos pesos. A nosotros no nos sirve tener a los limpia parabrisas y a los que están dominando el balón en los cruceros porque el sistema los orilla a vivir de esa manera y podría ser diferente en empleos donde el trabajo les aporte a un nivel individual y colectivo”.
Los Hijos del Libre Mercado
Metáfora de las largas jornadas laborales. Uno de los temas que más incomoda a Óscar. Por eso la sencillez del retrato: sólo dos personas, un hombre y una mujer jóvenes. Porque podrían ser cualquiera en cualquier momento entregando sus días al trabajo.
“La tendencia del sistema capitalista actual o del libre mercado es que entre más produces, menos tiempo. Las empresas te están pagando pero quieren exprimir el último centavo. No se preocupan por tu calidad de vida que al mismo tiempo va a repercutir en la calidad de tu trabajo”, dice.
El nombre de “ Hijos del Libre Mercado” se debe al trabajo. El fotógrafo lo explica como vidas llenas de laborar, laborar y laborar. Esperar las vacaciones y después, seguir laborando.
Los Hijos del Terror
Óscar termina hablando de los “ Hijos del Terror”. La fotografía de los hombres colgados en el puente que se balancean con el aire. Dice que no le gusta simplificar el problema pero lo define como violencia.
“De lo más jodido que tiene el país. Nos ha permeado como sociedad a hacernos más resistentes, a tolerar la violencia. Somos vulnerables bajo esa tónica de estar asustados y vivir en el terror porque no puedes hacer nada”.
Después del miedo, viene una imagen de un hombre con fuego. No es como Raúl, pero sí es una imagen cálida que contrasta con la fría brutalidad de los “ Hijos del Terror”. De acuerdo con el autor, esto tiene la intención de dejar un mensaje de vibra positiva tras ver otras catorce imágenes de realidades inspiradas en todos lados. El fuego como una señal de vivir sin cuerpos que aparecen en las carreteras.
Puedes revisar la serie completa aquí.