‘Los Increíbles’ es un blowjob a Friedrich Nietzsche

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Artículo publicado por VICE México.

Una de mis películas favoritas de Pixar, sin duda, es Los Increíbles. Un giro carismático frente a toda la idiosincrasia e imaginario visual detrás de los superhéroes desde el punto de vista de cómo éstos tienen que lidiar con el mundo ordinario, cuando son cualquier cosa menos ordinarios. Un Mr. Increíble o Bob, de proporciones exageradas sentado en su microcubículo tratando de ayudar a las personas desde dentro de los mecanismos de la burocracia empresarial, desde que la volví a ver como adulto, parece una preciosa explicación del término kafkiano y una ilustración —temible y precisa— del futuro de casi toda la fuerza laboral del mundo.

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La película de Pixar del 2004, muestra brevemente los años de gloria de los “súper”, como sufijo para describir a las personas con poderes extraordinarios y que pueden ayudar a la humanidad. Durante un tiempo éstos son apreciados y reverenciados por sus acciones a favor de las personas comúnes y corrientes en apuros frente a conflictos hechos por ellos mismos o, en su defecto, por supervillanos. Los conflictos y sus subsecuentes soluciones por los superhéroes son, en cualquier caso, tolerables socialmente ya que éstos siempre se encuentran bajo un espectro moral aceptable en el cual los súper son necesarios para enfrentar cosas que, de otra manera, los “normales” no podrían.

El mensaje de Los Increíbles, es uno particularmente diferente al tipo de moraleja inscrita en las películas para niños. Lejos de hacer una defensa del precepto común —y en muchos casos erróneo— de “todos son especiales”, la película se esfuerza tanto por el guión como visualmente por establecer, recalcar y recordar constantemente lo contrario. No, no es así: no todos son especiales y todos tenemos un rango limitado de capacidades físicas o morales. Una frase importante de Mr. Increíble se la dice a Helen o Elastigirl al discutir que no quiere asistir a la ceremonia de paso de cuarto a quinto grado escolar de Dash y que el niño no puede competir en las actividades deportivas de la escuela: “Crean nuevas maneras de celebrar la mediocridad pero si alguien es de verdad excepcional”, cuando lo detiene Helen antes de terminar. No es extraño pensar que esa oración terminaría con un “… lo someten”. Aquí, como en el resto de los diversos motivos de conflicto en la película es donde precisamente entra Nietzsche.



El sometimiento de las personas extraordinarias, sin lugar a dudas, llega a través del resentimiento de sus capacidades mismas que los hacen “sobrehumanos”, en términos de Nietzsche. Este resentimiento en la película llega a través de la moralidad, misma que si bien no se podría adscribir a una religiosa, queda en claro que el cristianismo es parte del universo de Los Increíbles —hay que recordar que Bob y Helen se casan en una iglesia a todas luces cristiana o católica—. Un concepto sumamente importante en la filosofía de Nietzsche es la transvaloración de los valores, particularmente ilustrada en sus obras La Genealogía de la Moral, Más Allá del Bien y el Mal, y en La Gaya Ciencia. En términos prácticos en La Genealogía, Nietzsche detalla cómo fue que sucedió la primera transvaloración. Él dice que en la antigüedad pre-cristiana, en el mundo griego, los valores morales y sociales se habían establecido en el lenguaje a través de una mera descripción de cómo vivían las personas. Los buenos, eran aquéllos que eran fuertes, sanos y con capacidad de dirigir a las masas, en otras palabras, la aristocracia social y militar; los pobres, en cambio, los que vivían mal, en pobreza y sin salud corporal. Pero después llega un cambio con la entrada del judaísmo al mundo occidental y esos mismos valores son volteados en contra de su mismo significado original. Ahora, según esta moralidad enraizada en el resentimiento hacia los fuertes, los buenos serán los pobres y los enfermos, los que no se pueden defender, los dignos de misericordia o caridad. Logrando cambiar los preceptos morales de una manera tal que, en efecto, el fuerte se convierte automáticamente en el malo.

En Los Increíbles la importancia del papel narrativo del resentimiento, prácticamente el mismo que ilustra Nietzsche, es expuesto continuamente. Los años de gloria de los “súper” terminan con una serie de demandas, es decir, cadenas sociales y morales de los “normales” por limitar el uso de los poderes extraordinarios fuera del ámbito privado. Eventualmente, la mediocridad o el temor frente a los poderes de los súper, termina ganando. Los dos villanos de la historia, Síndrome y el suicida que salva a Bob, operan bajo el influjo del resentimiento por no poder comprender, superar o ser aceptados en el mundo del extraordinario. “¡No salvaste mi vida, arruinaste mi muerte!” le grita el suicida a Bob afuera de un juzgado. Curiosamente, si éste realmente fuera un suicida convencido de que lo mejor para sí es morir, no hubiera perseguido la molestia de demandar a Bob, solamente hubiera terminado con su plan en algún otro momento. Pero no. Éste tiene una nueva razón para vivir: limitar a los poderosos frente a los indefensos que, cómo él, no quieren ser salvados. ¿El motor de sus acciones? Por supuesto, el resentimiento ante los individuos sobrehumanos frente a los que él está indefenso. Un giro interesante sobre la condena cristiana en contra de los fuertes o precisamente lo que intentaba ilustrar Nietzsche en el pasaje mencionado. El resultado termina por ilustrarse en el microcubículo de Bob con la ironía de que su jefe intenta someterlo hasta que Bob mismo se da cuenta de que no tiene que tolerar su basura y lo avienta a través de todas las paredes de la oficina.



Uno de los aforismos más famosos de Más Allá del Bien y el Mal es “lo que se hace por amor está más allá del bien y el mal”. Permitiéndome un poco de interpretación, es pertinente al caso de Bob, el suicida y Síndrome ya que, lo que no pueden entender los resentidos o predicadores de la moralidad decadente que busca someter a los extraordinarios es precisamente que las reglas morales bajo las cuales actúa Bob no pueden ser las mismas que para todos los demás porque simplemente él no es igual a todos los demás. La masa se da cuenta de la realidad: son indefensos frente a los poderes y lejos de permitir sus acciones lo que necesitan es suprimirlas —una representación prácticamente textual de lo que dice Nietzsche en La Genealogía—. Bob, tal cual, por ser un sobrehumano, se encuentra “más allá del bien y el mal”.

El caso de Síndrome, en realidad o de fondo, no dista mucho del suicida. El resentimiento propio de Síndrome es lo que le impide ser increíble de verdad. Todo lo que hizo en esa isla, las invenciones, tecnología, etc etc es algo, sin duda, extraordinario. Pero como es movido por el resentimiento no puede lograr superar la barra invisible que se puso a sí mismo frente a Mr. Increíble. Haciéndose así, igual que la masa, un agente de pensamiento decadente en el que los extraordinarios no pueden existir. Se mueve por la fama y la gloria de los súper sin comprender que él no podría tener la misión que ellos tienen. Él, al intentar hacerse un superhéroe por las razones moralmente incorrectas, realmente está evidenciando que lo que te convierte en superhéroe no es la habilidad por salvar personas, sino el bagaje moral que te permite salvarlas.



En toda la filosofía de Nietzsche hay una denuncia de los ideales semíticos, y por ello se puede pensar que él busca rehabilitar lo que estos ideales negaron —la fuerza, el poder, la vida y la salud—. En el pasaje mencionado de La Genealogía se busca regresar a los valores griegos sin avalar la crueldad y lo horrible a lo que están ligados los valores de superioridad, pero sí considerando que es pernicioso pensar que necesariamente los sometidos o débiles son los que deben de regir la moralidad de los fuertes o buenos.

Para Nietzsche el “superhombre” anunciado en La Gaya Ciencia es aquél que dejará la moralidad decadente propia de las religiones semíticas, es decir, la noción de que se tiene sobre que vivir en esta vida para prepararse para la “vida eterna” y construir una, propia, que funcione no a partir de términos divinos o trascendentes sino del hombre para el hombre mismo. Si Los Increíbles, por sus meras instancias naturales, no pueden ser juzgados moralmente al igual que los demás, entonces es posible decir que ellos construyen su propia moralidad bajo la cual no operan según lo que les dicen, sino lo que les parece, simplemente, como “bueno y malo”.


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