Los mandeos huyeron de irak para caer en las brasas

Una familia de refugiados mandeos en su apartamento en Siria, con una foto de su hijo asesinado. Foto de Nasir Shathur.

Más de un millón de iraquíes huyeron a Siria después de la invasión estadounidense en 2003 y el baño de sangre sectario que le siguió. Entre ellos había miles de mandeos, una minoría étnica y religiosa que ha vivido desde la antigüedad en las orillas de los ríos Jordán, Tigris, Éufrates y Shatt al-Arab. Los mandeos, especializados en trabajos tradicionales como la construcción de barcos y la orfebrería, sufrieron persecución durante el régimen de Saddam Hussein. Cuando fue derrocado, los islamistas radicales continuaron su legado con ataques, secuestros y violaciones a los miembros de esta secta agnóstica.

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Hoy quedan menos de cinco mil mandeos en Irak, de los más de cincuenta mil que había antes de la caída de Hussein. Aquellos que huyeron a la vecina Siria (uno de los últimos refugios seculares para las minorías religiosas en Oriente Medio) están descubriendo que salieron de un infierno para entrar en otro.

“Al principio vivíamos bien, al menos mejor que como vivíamos en Irak, pero la cosa empeora día tras día”, dice “Aída” (no quiso revelar su verdadero nombre), una mandea que en 2009 huyó a Jaramana, un barrio pobre a las afueras de Damasco. “El precio de la comida y el alquiler es altísimo, hay cortes del suministro eléctrico todos los días, y oímos explosiones y disparos en las calles. Solo salimos de nuestras casas si es una emergencia. Pero eso es normal para mí, estoy acostumbrada a eso tras haber vivido en Irak”.

    Incluso antes de la revolución, la ONU advirtió del probable deterioro de las condiciones de vida de los refugiados iraquíes; la mayoría sólo recibe estatus de visitante temporal y muchos no tienen permiso para trabajar, lo que les obliga a vivir de sus limitados ahorros y de ayudas extranjeras; eso empuja a muchas mujeres y niños al comercio sexual.

    Hikmat Salim Abdul, un mandeo que vive en Suecia, dice que le entristece saber que toda una generación de mandeos no tendrá oportunidad de ir a una escuela.

    “No pude encontrar trabajo y tuve que sobrevivir con donaciones enviadas por mandeos en el extranjero, igual que muchas otras familias”, dice Hikmat del tiempo que pasó en Siria, donde repartió recursos entre las personas necesitadas. “A veces era imposible llevar dinero a las familias que vivían en otras zonas debido a los enfrentamientos y los bombardeos”.

    Conforme la guerra civil en Siria se va transformando en violencia sectaria, es muy probable que los refugiados mandeos revivan los peligros de una persecución religiosa como la que sufrían en Irak. “Aída” dijo que tenía menos miedo al régimen que a los rebeldes: “Por ahora el régimen nos protege, mientras que el Ejército de Liberación de Siria intenta enviar a los iraquíes de regreso a Irak”.

Para profundizar en los hechos que propiciaron el conflicto en Siria, recomendamos leer “Camino a la perdición” nuestra línea temporal condensada de lo que pasa en Siria desde la primavera de 2011; y “La Guía Vice de Siria”, un curso rápido de la geopolítica, la cultura y las complejidades religiosas del país.