Ilustración por Curzi.
Se va el 2016.
Ad portas de entregarnos a las fiestas decembrinas, de embriagarnos en nombre de los triunfos y sobre todo, de enterrar al fin los golpes que dejó este año tan convulsionado, presentamos la listica, siempre caprichosa, de los que para nosotros fueron los álbumes más destacados del año en el panorama nacional. La idea, como siempre, fue cerrar con un listado digno y calidoso que también hablara de la vasta y diversa geografía sonora que hay en estos lares. Por eso, hay clásicos y nuevos referentes. Desde cumbia sabanera hasta post punk hacen parte de la Selección Colombia de este año.
Sin mayor carreta, ¡aquí vamos!
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10. Zyderal – Elemental
(Independiente)
Elemental era una deuda pendiente que el compositor, DJ, y productor colombiano Camilo Zúñiga, y la cantante y compositora argentina Delfina Dib, tenían con nosotros. Desde la primera mitad del semestre la dupla venía prometiendo el lanzamiento de su disco debut. Finalmente, el pasado 11 de noviembre llegó a nuestros oídos un trabajo de nueve tracks, cada uno de estos ligado a un elemento que es representado en la carátula. Este es un disco variopinto en toda su estructura, en el cual convergen el dubstep con el RnB en “Temblor”; la balada pop con arreglos experimentales en “Único”; el hip hop en “Paso a paso”, “Instinto” o “Invisible”, canción donde también hay ciertos tintes de drum and bass; y los viajes emocionales con la faceta más melódica y dreampop en temas como “Hija del viento” o “Volaré”. Es un trabajo honesto de canciones desnudas y agresivas, donde hasta la más suave puede terminar explotando, no solo en emoción, sino en ritmo, llevando las armonías más lentas a una contundente detonación en el ambiente. Sus letras dan también ruta para ese clímax, con momentos incluso catárticos, por ejemplo cuando en “Invisible” lanza frases como: “Estoy soltando, estoy probando y lo que no me sirve lo estoy tirando“; o “sin arrepentimiento, más libre que el viento, no miento si digo que así me siento“. Aunque también la lírica lleva hacia otras implosiones emocionales, más sensibles y más íntimas, como sucede en “Único”, que contiene frases cortavenas tipo: “por el tiempo que pasó, ya puede ser grave/ que no me olvide de ti y eso a mi me pare/ Pero entiendo todo y por qué yo no busco reencontrarte“. En fin, un disco tan doloroso como reivindicador y totalmente recomendado para encontrar aquí algo que empate con el estado sentimental del día.
9. Tumbas – Tumbas
(Independiente)
Tumbas es una banda que no esperábamos. Su oscuro y deprimente post punk, muy a la Sisters of Mercy o The Horrors pre-lisérgicos, nos recuerda esos fríos días bogotanos en los que parece que nada tiene sentido. Este grupo nació en 2015 y nos sorprendió con este EP homónimo de cuatro canciones lanzado en junio de este año en casete. En el bajo y la batería, María Paula y Ximena marcan un ritmo pesado, como una marcha de esqueletos que sale de un cementerio. En las guitarras, Marcelo y Fausto escupen ritmos hipnotizantes y tétricos, como el soundtrack de una peli de miedo en Monserrate. Y finalmente, Luisa complementa todo con su voz dulce y angustiante a la vez, con letras nihilistas que hablan de la muerte y el absurdo, porque sin duda el pesimismo es el leit motiv de Tumbas, pesadumbre evidente en temas como “Oscuro silencio”, con el que la banda concluye el disco gritando: “¡Nada se olvida, todo se acaba!“; o como en “Confiar en nadie como ley de vida”, en la que cantan: “No existe ni pasado ni futuro ni presente ni dolor”. Pero sin duda el tema más sensible es “Decidí que ya estoy muerta“, una canción de horror con una atmósfera densa que alterna ritmos lentos con partes veloces y una guitarra que parece una psicofonía, el lamento de los muertos. Esperamos que el quinteto no se lleve su ruido al ataúd y que nos traiga más de esto en 2017.
8. Cero39 – Moni Moni
(Independiente)
El siempre ácido y misterioso productor bogotano Mauricio Álvarez se volvió a montar en la nave del Cero39 con toda su tripulación para desatar el trance con Moni Moni. En la fantasía de este referente del beat sudaca más frito, la piñita se quitó las Ray-Ban y se convirtió en un zombi nocturno que recorre los ríos del Pacífico al sonar de la marimba en “Las Redi”, perrea a fondo a ritmo de dembow dominicano en “Berlombia” y se pasea por las verbenas del caribe colombiano en “Pau”, siempre en busca de algo nativo, electrónico y bien rarete en once tracks cargados de cinismo y caricatura, que ubican al combo a medio camino entre Frikstailers y Systema Solar. Es, tal cual lo dicen ellos, un sancocho de “dembow fritin”, “cumbia monster” y “reggaetón clash”, donde se nos sirve, en raciones equilibradas, tanto el sabor como el veneno que trae el Cero39 actual. Una obra que está bien calibradita para la pista global.
7. Andrés Landero – Yo Amanecí
(Vampisoul)
Cuando el acordeón de Andrés Landero suena, el corazón se para unos segundo… y luego reanuda su pulso de forma armónica con el repliegue y el despliegue que marca este instrumento al sonar la cumbia o el vallenato. Landero es esencial para entender los caminos de la música del Caribe. Nació en San Jacinto en 1931 y desde joven se encarretó con un acordeón que no soltó hasta completar más de 400 composiciones. Con estas terminó siendo catalogado como “Rey de la Cumbia” en el Banco, Magdalena y el “Rey Sabanero” en Sincelejo. Nunca ganó el Festival de la Leyenda Vallenata, aunque en sus cinco participaciones obtuvo dos segundos y tres terceros puestos. Se transformó en el Santo Grial de la cumbia, la internacionalizó y llevó a otras dimensiones. Quizás por eso su música se volvió tan jodida de conseguir en formato físico en Colombia -hay discos a la venta en el exterior, pero cuestan un billete. Pero ahora, 16 años después de su muerte, y con la absoluta vigencia de una música que abarca a las tradiciones de indígenas, negros esclavos y del mestizaje de la costa caribe, ve la luz Yo amanecí: un álbum que reúne canciones grabadas entre 1966 a 1982.Este fue editado en formato CD y LP por Vampisoul, uno de los sellos de Munster Records con base en Madrid que se dedica a las reediciones de música: desde el Jazz al Hip Hop, y que se ha convertido en uno de los referentes a la hora de acercarse a las músicas del mundo. El disco trae 20 canciones, entre las cuales están clásicos como “Mi machete”, “Cumbia en la India”, o “La Muerte de Eduardo Lora”, todos temas que narran la vida del campo, las historias de vida de personajes y que encarnan la idiosincrasia de esta región del país.
6. Systema Solar – Rumbo a Tierra
(Polen Records)
El tercer álbum de los superhéroes del Caribe viene cargado con un concepto que, a primera oída, podría resultar conflictivo: es su disco más panfletario y a la vez su disco más pop. Producido por Juan Carlos Pellegrino en la Sierra Nevada de Santa Marta, lo que explica su sonido 3D selvático, el disco nos lleva de viaje por hits para la nueva verbena como la electroguaracha “Rumbera” o el himno de EDM champeta “Mi Caribe”; y por tonadas beligerantes como “Aguazero”, una alerta de bajos y tambores profundos sobre la sequía que este año azotó al norte de Colombia, o “Somos la Tierra”, una de protesta en clave electrocumbia sabanera que se para firme contra La Colosa, una de las minas con mayor impacto ambiental en el país. Inspirado en el oscuro devenir de la nación que votó NO al acuerdo de paz con las FARC, esta vez el baile se pone más interesante, quizás porque se siente más efectivo en su urgencia de hacer que el mensaje llegue a una audiencia acostumbrada a menearlo, a través de un fino balance entre dos variables: el sabor para quebrar cinturas y el puño arriba para “tumbá toa’ la murallas”, como diría Jon Pri en “Tumbamurallas”, el track que abre y sienta la atmósfera. En tiempos duros como los que enfrentamos hoy, Rumbo a Tierra no solo sigue proponiendo un sonido innovador. También una nueva postura. Tal como lo manifiesta Walter en un break de “Rumbera”: “¡Una combinación de cabeza y baldosa!“.
5. Varios artistas –Barrio, canciones de Javier Moreno
(Independiente)
Javier Moreno fue un observador y narrador de nuestra idiosincracia. Un artista de las calles, de las noticias, de los barrios populares y de las comunidades rurales que visitaba en las montañas colombianas. Fue uno de los cerebros de Los Carrangueros de Ráquira, pero también un músico y poeta -aunque arquitecto de profesión-, que individualmente exploró el joropo, el rajaleñas, el bambuco fiestero, el baião, el chamamé, los corridos y sones mexicanos, y los sones cubanos. Murió joven, en 1985 a los 34 años, por lo que mucho de lo que hizo no fue publicado. Sin embargo su familia junto a Fabio Forero -quien sería director del proyecto-, rescataron un casete de doce canciones inéditas que Javier hizo en un proyecto llamado La Murga. Así, Jorge Velosa, Lucía Pulido, Iván Benavides, Pedro Nel Amado, Las Áñez, Edson Velandia, Marco Fajardo, Marco Villareal y Alexander Ascanio, entre otros, se juntaron para versionar y darle vida a su música y rendirle un homenaje a su legado. Un legado que treinta años después sigue siendo revolucionario dentro de la carranga, no solo por el formato de cámara en que se pensó, sino también por la manera como Javier se apropió de la simbología y lenguaje de Soacha, de Bosa y de los barrios del sur de Bogotá en canciones como “Barrio” – que le da nombre al disco- interpretada por Jorge Velosa; o en la manera como juega con la adagios populares en “Las Adivinanzas”; o en las vivencias amorosas de esquina con “Pelaíta”, interpretada por Edson Velandia. En términos generales, el proyecto, cuya coordinación musical estuvo cargo de Marco Villarreal Otero, no buscó privilegiar el protagonismo de cada uno de los invitados, sino que estos trabajaron en función del sonido que exploró y experimentó Javier Moreno. El álbum se puede solicitar en la página de Facebook que rinde homenaje al músico bogotano.
4. Kombilesa Mi – ¡Así es Palenque!
(Independiente)
Kombilesa Mi es la expresión de una nueva generación de palenqueros orgullosos que, firme, responde al boom que la música de su corregimiento ha tenido en los últimos años por fuera de su comunidad, a través de la resonancia de personajes como Charles King, Viviano Torres o Luis Towers, y grupos como Las Alegres Ambulancias o Sexteto Tabalá, pero esta vez lo hace en su propio idioma generacional: el rap. Esa es la declaración de su álbum debut, producido y mezclado por el inglés Oliver Keen y dirigido artísticamente por su líder Andris Padilla. ¡Así es Palenque! es pura lírica cantada en palenquero y español dedicada a su cotidianidad y su historia, donde los beats de samplers y computadores se cambian por los golpes del alegre y el llamador, los ecos de la marímbula y el sonsonete de las maracas. “Así es Palenque”, la canción que le da el nombre al disco, habla del poder y la belleza de su gente y del goce que la música produce en su tierra. En “Endi Loyo”, le cantan a la importancia de cuidar los arroyos, de no contaminar el lugar que les da vida: “Si tienes cultura, al arroyo no tires basura, tú no eres de antena, del arroyo no saques la arena”. Por su lado, “Kumina Suto” es un bullerengue dedicado al sancocho de Palenque en Semana Santa, la manteca que salpica cuando se frita el pescado y el delicioso sazón de la abuela. Un disco donde un grupo de artistas se resiste a dejar su lengua y actualiza los rituales ancestrales de su linaje. Diez canciones que son Palenque y Kombilesa, una nueva expresión dentro de la siempre fértil música del histórico pueblo.
3. Las Hermanas – Nadie jamás ha visto una calavera triste
(Independiente)
Dotado de una aura fantasmagórica, Nadie jamás ha visto una calavera triste es el primer LP del proyecto de beats y sampling del artista visual Diego Cuellar, que a propósito este año coronó Sónar Barcelona. Fiel a su tradición creativa, Las Hermanas sigue robando sus pistas de los viejos vinilos de plancha, de los ambientes cursis de hace 30 años o más, para despedazarlas y luego volverlas a armar en beats o más bien caricaturas que oscilan entre el hip hop experimental y el ambient más tétrico. Temas como “Mercado de la nostalgia” conservan el sabor de la tropicalia artificial con sus derretidas guitarras psicodélicas, pero con un ritmo mecánico y pesado que le da una nueva aura tenebrosa, como si uno estuviera en una fiesta de fantasmas; mientras que “Detrita”, que es como la banda sonora de una invasión de robots extraterrestres, termina con un baile en la playa musicalizado por surf rock. Las 16 canciones de este álbum sacado en casete son sin duda melancólicas, pero es una melancolía de esqueletos que extrañan la vida y que, sonrientes, la bailan desde la ultratumba. Son calaveras sonrientes, sin duda.
2. Edson Velandia – El Karateca
(Independiente)
Solo seis cuerdas, su voz y una serie de cuentos de amor, sexo y muerte. El Karateca es un álbum que Edson Velandia tardó cuatro años en madurar y al que llega acompañado de una guitarra en función de lo que va haciendo la voz. Esto hace que la dinámica de esta sea compleja, rápida, con cambios y cortes rítmicos abruptos todo acorde con las necesidades líricas. Con sus juegos de palabras como: “Trucha chilla de despecho, por el descache de chusca cheila”, el ninja de Piedecuesta presenta 15 historias en las que habla de caníbales enamorados, mujeres infieles y neveras vacías. Pero este álbum tiene la peculiaridad en el que Edson se pasa solo con artista para darle protagonismo a su capacidad lírica, reflejado en temas como “Grave” dedicado a su difunto abuelo o “La curandera”, en la que de forma muy triste y calmada canta: “La palma de la mano suya, alivia de la pena mi dolencia”. Este disco logra que uno se muera de la risa, se entristezca con dolor y hasta se indigne con temas como en “La muerte de Garzón” donde narra lo que el cómico le dijo a su asesino antes de morir. Un viaje por el costumbrismo de este país, por los dolores y alegrías cotidianas pero narradas por uno de nuestros mejores cronistas.
1. Zof Ziro – La Bomba de Ziroshima (Moebiuz)
El 6 de agosto de 1945 se efectuó uno de los dos ataques nucleares de Estados Unidos sobre el Imperio japonés, como parte del fin de la Segunda Guerra Mundial, bombazo fulminante que borró el pueblo de Hiroshima. 71 años después, un 27 de junio, bajo el nombre de La bomba de Zirozhima, se lanzó otro ataque letal pero desde el Valle de Aburrá, detonada por el MC paisa Zof Ziro, gestor y parte importante del combo de Moebiuz, un nuevo imperio que lleva arrasando oponentes desde el 2008 y prácticamente la caldera donde se cocina el rap paisa de la nueva escuela. En este segundo disco en solitario doble Z se despacha a lo largo de 14 tracks contemplativos, donde resaltan en las bases tanto el bombo y caja en canciones como “Síndrome de estocolmo”, “Bajos y tintos”, “Dios nos recrea” o “Folclor con flor”, como el egotrip en temas como “Fatality”, “Tom Solle”, “Zirocybe” o “Trátame suavemente”. Todo acompañando unas rimas sagaces donde nacen frases como “mi tormenta mental desbarata el paraguas de Rihanna” o “Antes me meto a malandro que a un crédito del Icetex”, y que empatan con unas más introspectivas como “Yo me levanto en la mañana y no hago más na’/ lo mío es esto, ya le cogí la maña al rap” o “En el camino encontré otros como yo/ con más ganas de rapear que de buscar camello”. Esto no es ni malandreo, ni rap conciencia, es el latir de un adolescente de Envigado que se juntó con algunos de los beatmakers más audaces de la zona como el Arkeologo o Crudo Means Raw y MCs como Mañas Ru Fino y N.Hardem para ensamblar esta bomba cargada de verdades amargas donde en algún momento nos recuerda, que “el sabor a derrota no lo quita Fortident”.