Lejos de las cifras que arrojen los servicios de streaming, los charts de Billboard o lo que suena en la radio, nos sentamos una vez más, como es costumbre, a mirar atrás y seleccionar lo mejor de la música hecha en Hispanoamérica. Un listado caprichoso, sí, donde nos dimos el gusto de contactar a algunos de nuestros fieles colaboradores a lo largo del continente para decidir lo que para nosotros fueron las grandes joyas de la música en español en 2017.
La tarea no fue fácil. Entre una lista de más de 50 discos grandiosos, seleccionamos 20 que no paramos de escuchar en todo el año, haciendo también una apuesta por algunos proyectos no tan conocidos y que todo el mundo debería escuchar y sobre todo, reconociendo la genialidad, la experimentación y las arriesgadas apuestas de bandas que, estamos seguros, van a tener en el radar durante mucho tiempo más.
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¡Vamos!
20. amigurumi
Playa Gótica
(Chile)
El sonido que estos chilenos lograron en amirugumi, su disco debut, padeció por haberse tardado casi tres años en terminarlo. Pero lo que consiguieron, además de un puñado de canciones pegajosas, fue documentar de manera coherente y articulada las influencias de un cuarteto de personalidad polifacética. Cuando escuché “Reptil no gentil”, por poner un ejemplo, supe que algo nuevo surgía para reconstruir la escena chilena, que no paraba de calcarse a sí misma. Se trata de elementos postpunk, noise, y J-POP al servicio de una canción expansiva. Esa experiencia se confirmó tiempo después, al toparme con “Pigman (Aburrida en la tienda)”, más pop y noventera, pero con letra y estructura curiosa. Playa Gótica no pretende salvar el pop chileno, ni menos quieren ser subidos a ese pedestal, pero lo que están haciendo Fanny, Cristóbal, Carlos y Andrés es sacarlo del garage y hacer que no pase inadvertido. —Ignacio Molina
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19. Amarilla
La Máquina Camaleón
(Ecuador)
Pop platónico. Eso es La Máquina Camaleón, un vehículo esotérico, colorido, lisérgico, espiritual y multiversal. Es la imaginación desbordada del ecuatoriano Felipe Lizarzaburu en 11 canciones que se sienten como un viaje cósmico de ácidos donde el amor, el desamor, el miedo, la muerte, la magia, el existencialismo, la reflexión sobre la existencia y el otro, se juntan en canciones como “Beneficios de ser magnético”, “Somos (más allá que el mar)”, “Ser puente y serpiente”, “Asención”. Amarilla es un desahogo sobre lo que significa estar vivo, odiar, amar, desear, criticar, detenerse a pensar en lo que está alrededor. Un disco filosófico y mágico donde el viaje sonoro es una larga lista de cosas que van por la onda medio Drexler, medio Mac DeMarco, medio Tame Impala, que resulta hipnótica y absorbente, como un gran agujero negro que te encierra a preguntarte sobre la banalidades de la vida. —Sebastián Narváez Nuñez
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18. Mancho
Banda de Turistas
(Argentina)
El quinto álbum de Banda de Turistas es el mejor trabajo editado por los bonaerenses hasta la fecha, un disco redondo con canciones conectadas sonoramente y en sus temáticas, concebido para ser escuchado desde el primero hasta el último tema. En Mancho, los pibes de BDT se reencuentran con su identidad rockanrolera y demuestran que a 10 años de su debut, están en la plenitud de su madurez musical: interpretaciones sobrias, grandes canciones que van del rock n’ roll más fino a la balada, coqueteando en momentos con la electrónica, y un sonido impecable en el que mucho tiene que ver la mezcla del productor Mario Caldato Jr. (conocido por su trabajo con los Beastie Boys). Las letras originales abordan con ironía la cotidianidad de antihéroes que bien podrían ser los integrantes de quinteto, y más de la mitad de los temas tienen potencial de hit. Un disco honesto y elegante en el que Banda de Turistas demuestra que son una exquisita maquinaria de pop rock cada vez mejor aceitada y que nos recuerda que, si de buena música se trata, no hay que olvidarse del Río de La Plata. —Ricardo Armas
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17. Bálsamo
Caloncho
(México)
Hay dos canciones que podrían operar como las columnas que sostienen la palapa sonora de Caloncho. Invito al lector a que corra y encuentre la pareja de marras en YouTube; aquí yo espero a que vuelva. Se trata de “Mangos”, cantada por Enrique Guzmán; y “Bote de bananas”, interpretada por Johnny Laboriel y sus Rebeldes del rock. ¿Ya? Bueno, ahora escuche usted Bálsamo, el disco más reciente del nacido en Sonora, écheselo desde la composición que titula el plato hasta “Campamocha”. Claro, Guzmán y Laboriel no hacían la suerte de tropifolk que el de “No me caigo bien” procura; pero vaya que alberga el mismo espíritu, el de andar en chanclas por casa, sobándose la barriga, con una cervecita entre manos y distante de los dramas melódicos tan de moda gracias a las féminas y a los perreos que tienen lugar en las esquinas. Caloncho piensa que ha alcanzado cierta madurez con este trabajo, y si ésta significa eso, alejarse de las tonadas corta-venas y los tupatupá reggaetoneros, sin duda lo ha logrado. —Alejandro González Castillo
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16. Ha sido
Los Blenders
(México)
Seguramente habrás notado que el título del disco Ha sido, no tiene tanto que ver con el tiempo. No hace falta poner mucha atención para notar que la temática recurrente en el trabajo de los Blenders tiene que ver con el ácido y cómo este transformó sus vidas. Es tan importante, que la portada es una foto de gomitas ácidas derretidas en un horno de microondas. Este álbum tiene guitarras acústicas y un chelo que se escucha en “Culero”, trae rolas en otro tiempo y en otra frecuencia que en discos anteriores, algunas más oscuras, como “Canción de protesta”. Antes cantaban “Somos chavos para siempre”, pero las responsabilidades para poder vivir de la música los ha hecho crecer, y aunque Ha sido tiene ese carácter vale-verga, en el sonido hay una transformación clara. —Raquel Miserachi
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15. EP II
Buscabulla
(Puerto Rico)
En el slang boricua, “buscabulla” es aquel al qu le gusta la fiesta, la guachafita, que va buscando, precisamente, algo de bulla. El dúo de Puerto Rico conformado por Luis y Raquel Berríos no es ruidoso, pero le hace honor a su nombre: fiestero y curioso. Buscabulla logra mezclar ritmos, timbricas y melodías de la música caribeña con los sonidos más modernos del pop y la psicodelia. En EP II encontramos samples de sones cubanos y salsas, y grandes solos de sintetizadores y texturas translúcidas de secuencias electrónicas. Esto puede sonar a “una banda más” de lo que llaman la nueva electrónica latinoamericana, pero Buscabulla se destaca precisamente por salirse del molde. El EP abre con “Tártaro” un himno de la pista de baile de un latin lover, continúa con “Titán”, la más rockera, con samples de voces de bebés haciendo de la canción una experiencia etérea. “Perdón” es una balada de ensueño y “Frío”, con Helado Negro, es casi una bachata/son futurista, con guitarras cristalinas, güiros y bongoes. Uno de los lanzamientos más disfrutables del año, de una de las agrupaciones más emocionantes del continente. —El Enemigo
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14. Aguas
Mula
(República Dominicana)
Escuchar a Mula es viajar 10 años en el futuro a una pista de baile donde la bachata se convierte en trap, el synth pop en drum n’ bass, la cumbia en tropical bass. Un lugar sudoroso creado para el disfrute. Las 11 canciones de Aguas son la poesía mística del Caribe, una oda al amor y el desamor, la angustia, el remordimiento y el deseo. Un derroche visceral de emociones creado por este trío de dominicanas que sintetizan en este disco unas sensaciones de seducción con temas como “Diamante”, “Nunca paran” o “No hay manera”, y una carga mística y oscura con “Poción”, “Eco”, “Laberinto” y “Juego de amor” que son a su vez un retrato (a veces metafórico) del desamor, de lo duro que resulta entregarse y querer. Sin duda este disco es una joyita que seduce desde el principio, atrevido y desinhibidor, pero sobre todo, que propone unas mixturas donde el folclor caribeño y la electrónica, se encuentran para invitarnos a pararnos en la pista y entregarnos a ese ritual divino que es la danza. —Sebastián Narváez Nuñez
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13. II
Usted Señálemelo
(Argentina)
Escuchar a Usted Señálemelo por primera vez fue como tener un flashback a las épocas doradas del rock argentino. Como si Spinetta hubiera formado una banda en el 2017 junto a Kevin Parker de Tame Impala. Esto puede sonar a cliché, pero con II, la banda argentina recupera el sonido característico del rock del sur, sin quedarse en ese mar insípido de lo que llaman “indie”. Melodías viscerales, canciones entre lo pop, la psicodelia y lo progresivo, con guiños al ska y el jazz, influenciados por grandes como Almendra o Invisible. “Láser 420” es una odisea de sintetizadores y guitarras arpegiadas con un coro que reza “galanteo, coqueteo, atracciones, invitaciones”. “Big Bang” tiene una clara influencia de Soda Stereo, con arreglos de ska al final; y “F.T.” es más bluesera, con arreglos de cuerdas que recuerdan a los 60 en Argentina, al igual que la balada acústica “La Bestia”; “Rhodulo” es el interludio, compuesta de un solo de flauta traversa acompañado por un rhodes. Usted Señálemelo sorprendió con este nuevo disco y revivió la psicodelia latinoamericana. —El Enemigo
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12. Luces Fantasma
La Banda Bastön
(México)
La Banda Bastön es un referente de la música independiente mexicana para la década en turno y su placa 2017 cimenta esta reputación, colocándolos como el acto más sólido del rap hecho en el país. Luces Fantasma es la culminación de años de trabajo y de una visión artística. Algunas de las mejores canciones que se han hecho en la historia de este género en América Latina, están aquí. Y no sólo tiene una clara identidad mexicana: es el tipo de producto que juega con ese concepto y lo reinventa. Hay canciones sencillas y divertidas y otras que son crudas como sacar tubérculos de la tierra; va de los juegos de palabras a la crítica social y el texto autobiográfico, todo hecho con atención al detalle y utilizando una amplia gama de recursos en la producción. Luces Fantasma apela a muchas personas diferentes entre sí, por motivos igualmente diversos: del crítico musical más exigente al niño que comienza a relacionarse con la música. Un álbum que tiene la cualidad de ser adictivo y exigir muchas pasadas; y no para entenderle, sino porque es carismático y nítido. El tipo de música que solo mejora con el tiempo. —Feli Dávalos
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11. ¿Dónde estás María?
Meridian Brothers
(Colombia)
Éblis Álvarez es un sello de garantía: ofrece música que no se parece a nada de lo que el mundo pop o académico tiene en el espectro colombiano. Su liderazgo le permite pulir gemas en un disco en el que hay arreglos impecables de cuerdas y letras tan surreales como divertidas. Éblis puede criticar, filosofar y comparar, pero siempre termina haciendo mover las caderas. Al escuchar “Yo soy tu padre, yo te fabriqué”, “Entra el ritmo antillano”, “Cumbia eres la cumbia” se puede pensar que se está llegando a un trabajo similar a la Tropicalia brasilera de los sesenta, por medio de la cual se permite destruir, reconstruir y girar en torno a la revolución. Hay espacio también para la lucha política tropical con “Háblame amigo, citadino” en la que se hace referencia a esas luchas políticas entre lo puro y lo urbano, que en últimas confunden y dividen. Siendo además un disco publicado por el sello Soundway, ¿Dónde estás María? ofrece la mejor manera de entender que, lo que se ignora localmente, es apreciado por aquellos que no buscan lo exótico, sino lo actual. Si algo tiene el sello distintivo de ese alterego de Álvarez es ser tan serio como burletero cuando se trata de hacer referencia a las músicas populares latinoamericanas. Sea salsa, cumbia o bolero, aquí no se espere escucharlo puro, se escucha diluido, transformado y vigorizado, porque este alquimista sonoro no puede dejar quieto nada. —José Enrique Plata Manjarrés
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10. Cosmus
Mitú
(Colombia)
La tercera placa de Mitú demuestra cómo la cantera sonora llamada Colombia está en un punto alto. Junto a proyectos como Bomba Estéreo, El Freaky, Systema Solar, Ondatrópica o Ghetto Kumbé, Mitú hace una exploración musical y estética similar a un motor turbo: potencia y proyección de camino. Cuando se escuchan “Fin” o “Fiebre”, se está ante una llamada al baile y una mirada certera en el fenómeno de usar de elementos nativos junto a recursos electrónicos, que es ya algo consolidado en el continente. Pero si esto puede parecer simple y fluido, es algo que se tuvo que hacer en calma. Sin rapidez ni presión, esta placa fue íntimamente grabada y producida. Cuenta además con la presencia de Teresa Reyes, una voz excepcional y única en el país por su registro. El tejido electrónico es un reflejo de una delicada unión entre máquinas y tambores como no se había tenido en el país. No se trata de jugar a ser exóticos, se trata de ser local con espíritu global. Cosmus es un disco que suena actual, vigente y muestra una faceta importante de un proceso que este año tuvo la oportunidad de ser escuchado en escenarios de América y Europa. La producción confirma cómo lo tribal se hace techno en temas como “Suave”, “Sole” y “Siempre”. Pinceladas suaves de bases champeteras que son la evolución natural de cómo Julián y Franklin se dan gusto mientras hacen la música que el mundo necesita. —José Enrique Plata Manjarrés
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9. Ídolo
C. Tangana
(España)
La más extrema ambición puede ser interpretada también como la más extravagante soberbia. Ídolo se clava en ambos sentidos del término sin ninguna clase de modestia. La declaratoria de intenciones de un C. Tangana que busca conquistar el mainstream del pop español. Sin dejo de timidez. Doce tracks libres de colaboraciones y falsas adoraciones del R&B más impúdico. El urbano ibérico en su estado de gracia, la exploración necesaria a otros sonidos que como mezcla universal generan un combo ganador por antonomasia. Aquel que llena estadios y vacía carteras. “Mala Mujer” funcionó como un eminente botón de muestra, una catedral del Auto-Tune y el riddim latino que cosechó likes y streams a granel en tiempos de dembow y 808. Esa es la base de un busto que jamás ha sido autocontemplativo, y jamás ha sido exaltación sin sentido. Que es, como el propio Pucho establece, la construcción del ídolo. —Juan Carlos Ríos
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8. D’arcy
No Somos Marineros
(México)
Tres años después Lomas Verdes, No Somos Marineros hace de las suyas con un material que le da la vuelta al panorama musical que creíamos ya definido. Retomando fragmentos de referentes de los 90 como Smashing Pumpkins o Ride y guiños a sus contemporáneos Title Fight, D’arcy muestra un sonido maduro y arriesgado, pues no era precisamente lo que sus fieles seguidores esperaban. D’arcy es, en mayor medida, un álbum melódico e impecable, donde la voz toma como eje las responsabilidades del amor en nueve tracks concisos. Destaca la canción homónima por su desgarradora lírica y estructura, mientras “Gemelos Cóctel” sintetiza el sonido que la banda ha trabajado desde hace siete años. La instrumentación deleita con altibajos y estructuras aproximadas al shoegaze, armonías que una generación de bandas mexicanas han retomado en el último lustro. No Somos Marineros se ha mantenido en una exploración constante, lo que le ha ganado tanto seguidores de hueso colorado como trolls; sin embargo, mantienen una reputación de la que muy pocos pueden presumir, gracias a no encasillarse en un género y siempre dar de qué hablar con sus lanzamientos controversiales y gigs explosivos. “Euroesport” (último track del álbum) nos lleva de regreso a ese sonido que los ha caracterizado, que nos ha hecho llegar afónicos a casa y con uno que otro moretoncito. Ritmos acelerados y gritos retadores golpean con fuerza en la cara, cerrando una de las mejores entregas mexas del año. —Kevin Frippson
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7. Baile Bucanero
Ondatrópica
(Colombia)
Tuvieron que pasar cinco años para tener material nuevo del dream team clásico y contemporáneo que es Ondatrópica, comandado por el activista y antropólogo cumbiero Mario Galeano y el siempre curioso escudriñador William Holland “Quantic”. Desde aquella joya tropical, experimental y desenfrenada que fue el Ondatrópica Vol 1 de 2012 , aterrizamos en pleno 2017 para recibir Baile Bucanero, la continuación de un laboratorio sonoro que no conoce frontera geográfica ni lugar en el tiempo. Aquí, a través de 15 canciones y con una alineación de 35 maestros de la vieja escuela, nos enfrentamos a un viaje que ya no es tanto descarga y frenesí, sino algo más contemplativo y esto tiene que ver de alguna manera con el hecho de haber sido grabado entre la fría Bogotá y el paraíso terrenal Providencia. El dub místico, el calypso con detalles electrónicos y la ragga antillana en temas como “Conmotion”, “Lazalypso”, ”Come back again” o “Trustin’”; la cumbia como ritual de fuego y caderas sueltas en “Cumbia bucanero”, “Campesino” y “Malaria” y el tamborito del Pacífico en “Boga canoero”, hacen parte de este viaje que termina en una melancolía encantadora con”Just a moment”. Una rareza, definitivamente, pero también un disco que une lazos y voces para crear una hermandad que va más allá del territorio. —Sebastián Narváez Nuñez
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6. SERIO
Lil Supa’
(Venezuela)
El 3 de febrero, Marlon Morales, el rapero venezolano mejor conocido como Lil Supa’, lanzó su primer trabajo en largo, un álbum audiovisual al cual decidió titular SERIO. Elevando la experiencia a otros terrenos sensoriales, el álbum compuesto por 13 cortes deja ver a un Supa’ intercambiando papeles con Lou Fresco, su alter ego que por tramos toma el papel de protagonista, realizador y escritor real de esta pieza esperada por muchos amantes del rap sudamericano. En SERIO, Morales deja claro que es mucho más que un rapero venezolano, dejando entrever su habilidad en otros campos así como su tacto energético en la materialización de la obra. La mutación que significó para Zú pasar de la patineta a la formalidad que conlleva la vida misma, dejando atrás su boom bap agreste para pasar a un sonido drumless, del cual se siente agradecido, hacen de su placa debut uno de los mejores discos que ha dado el rap en América Latina. —Cristian Herrera
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5. Agua Ardiente
Los Espíritus
(Argentina)
Como una conversación ritual entre guitarras eléctricas y acústicas, percusiones bailables que se funden con el bajo y voces que se lamentan, murmuran y pregonan, Los Espíritus -una de las últimas grandes revelaciones de la escena rockera de Buenos Aires- parió en mayo de este año Aguas Ardientes, su tercer LP. Ya decíamos entonces que a grandes rasgos sonaba como si metieramos el espíritu psicodélico de Jimi Hendrix y el blues porteño de Manal o Pappo’s Blues en una licuadora. Y es que realmente es eso, una especie de cápsula del tiempo grabada, por supuesto, con cinta abierta y de manera análoga que agrupa la legendaria potencia de la vieja escuela americana del blues en tracks como “El viento” o “La mirada” con esa nostalgia citadina de los grandes referentes latinoamericanos que se manifiesta en “Perdida en el fuego” o “Luna llena”, entregando así un disco robusto, que incita al baile pero a manera de trance. Son 10 canciones para cerrar los ojos, mover las piernas, levantar los brazos y abrir bien los oídos para que una vez más, sea la música la encargada de contar los relatos más crudos sobre la madre tierra, el fuego, los huracanes, el diablo y los espíritus. —Eduardo Santos Galeano
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4. Halo
Juana Molina
(Argentina)
Juana Molina rompió un silencio discográfico de cuatro años con una obra maestra. Halo, su séptimo álbum, es un disco cerebral y visceral a la vez que desborda emociones, atmósferas misteriosas e innovadoras ideas musicales, y en donde la fonética es la raíz principal de sus experimentos sonoros. Una obra irresistible que hipnotiza desde los primeros acordes de “Paraguaya”. Empeñada en romper con las formas y estructuras convencionales, en Halo Juana Molina explora nuevas posibilidades de sonido con una instrumentación más abundante que en trabajos anteriores, llevando a un nivel más allá las marcas de su lenguaje musical: múltiples capas de sonidos y ambientes acústicos y electrónicos; melodías oníricas; loops, delays y overdubs de sus cada vez más fantásticas interpretaciones vocales; letras originales llenas de poesía que hablan de embrujos, la noche, los sueños, el sol, y que redondean la idea general del disco inspirada en la leyenda rioplatense de la Luz Mala, evocada desde la impactante imagen de la tapa. Mención aparte merecen las memorables líneas de bajo y arreglos de sintetizadores a cargo del brillante Odín Schwartz y las estrepitosas percusiones de Diego López de Arcaute; que terminan de conformar el álbum más potente de Juana Molina hasta la fecha. —Ricardo Armas
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3. Ahora
Luca Bocci
(Argentina)
Hablar de “nueva sangre” en la música latinoamericana necesariamente es referirse a Luca Bocci. Un muchachito de Mendoza que rondando los 20 años produjo desde el computador maltratado de un amigo y con la ayuda de un drum machine y un par de micrófonos, uno de esos discos que encienden una mecha, de los que quedan marcados por darle la bienvenida a algo más grande. Ahora literalmente es el ahora, es un álbum adolescente, es pop guitarrero con una sensación orgánica dulcísima que de forma provocativa evoca la nostalgia de momentos gloriosos del rock argentino como el La La La de Spinetta y Fito en el ’86, en tracks como “Bahía” o “Era de Piscis” pero que al momento suena vaporoso a lo Mac DeMarco o mejor, a lo Luis Alberto Spinetta, un obvio referente instrumental en “Perla”, “Ahora” y en general en todo el trabajo. Finalmente son comparaciones odiosas para este flaco que honestamente intenta llevar ese pesado legado musical que hay detrás por nuevos caminos, cabalgando la ola de un movimiento que comenzó en YouTube y ya es un fenómeno continental. La música de Luca es ideal para llegarle a nuevos oídos pero también para responderle a otros más experimentados que llevan tiempo preguntándose esta gastadísima pregunta: “¿Ha muerto el rock argentino?”. —Eduardo Santos Galeano
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2. La Sintesis O’Konor
Él Mató a un Policía Motorizado
(Argentina)
Este álbum debería ser también un libro. Cada canción es una historia y está cargado de tal emotividad, que es casi inherente sentirse identificado con lo que dice Santiago Motorizado, que más que el cantante, es el narrador de La Sintesis O’Konor. ¿Ya le dedicaron “El Tesoro” a su amor? ¿Andan con el corazón roto escuchando “Excalibur” o “Destrucción” en loop? ¿Se han sentido poderosos poniendo “Ahora Imagino Cosas” a todo taco? Podríamos decir que la tercera placa de Él Mató es un gran obra de indie rock o ensartarnos en sus baladas ensoñadoras pero lo cierto es que tenemos entre manos un clásico latinoamericano moderno, un trabajo en el que la banda construyó un cosmos de evocaciones tan finamente cuidado e íntimamente confesional que conmueve y hace vibrar hasta lo más profundo. Escucharlo hace dar ganas de salir a vivir la vida como tenga que llegar. La metáfora que engloba sus once canciones se nos aparece frente a los ojos cuando retumba en los oídos y de momento nos encontramos en un cuarto oscuro por el que pasan rayos de luz brillante cada tanto. —Eduardo Santos Galeano
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1. Arca
Arca
(Venezuela)
En el papel, 45 minutos de música electrónica retorcida y disonante probablemente no suenen tan atractivos a menos que seas el tipo de persona que escribe haikus personales y piensa que las bolsas de plástico son hermosas. Sin embargo, en este plano terrenal, el tercer álbum homónimo de Arca es genuinamente sorprendente y es un placer escucharlo. El productor venezolano y colaborador de Björk usa su voz como otro instrumento digital, combinándola y dándola forma en diferentes texturas, tejiéndola a través de telarañas electrónicas, tonos gélidos de sintes y ritmos industriales y estruendosos. El resultado es una colección de canciones que son tan frías como románticas, tan expansivas como íntimas, y tan caóticas como meticulosas. Es como mirar una pintura al óleo y pensar que está hecha de un solo color, hasta que miras más cerca y te das cuenta que está hecha de tantos colores y sombras ocultas que ni siquiera puedes contarlas. Solo tienes que dar un paso atrás y asimilarlo. —Daisy Jones
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