La fábrica de mosquitos

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No soy un científico innato. Esto se hace obvio en tanto trato de ponerme la bata blanca y los cobertores para los zapatos.

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“Asumo que ésta es tu primera visita a la fábrica de mosquitos”, me dice Heyden Parry, la directora ejecutiva de la compañía británica de biotecnología Oxitec.

De hecho, lo es. Pero aquí estoy, entrando en el laboratorio donde se crean los primeros animales transgénicos producidos en serie. ¿El objetivo? Controlar las especies de mosquitos que transportan enfermedades virales, en este caso, la fiebre del dengue.

Aquí, en el estado industrial de Campinas, a las afueras de Sao Paulo, Oxitec está criando millones de mosquitos Aedes Aegypti, desde su fase de huevo hasta que son adultos, con una dieta de papel azucarado y sangre de oveja.

En la habitación de producción de huevos, el ciclo completo de los mosquitos se muestra con una colección de contenedores de plástico. En primer lugar, hay una masa de gránulos color marrón, que, tras una inspección más cercana, nos da cuenta de que se trata de millones de huevos. Luego vienen las pequeñísimas larvas con forma de renacuajo. A continuación, insectos que parecen langostinos. Y por último, los adultos completamente desarrollados, volando y zumbando dentro de una gran caja de metal cerrada con malla de alambre para evitar que se escapen. En la parte inferior de cada espacio hay una serie de bandejas metálicas delgadas en la que los mosquitos ponen sus huevos.

“Responden al CO2 de tu respiración, si les soplas, comienzan a zumbar como locos”, dice Andrew Mckemey, jefe del área de investigación de Oxitec, mientras resopla para mostrarme. 

Todas las clases de mosquitos criados aquí provienen del OX513A, una versión del Aedes Aegypti diseñada en el centro de operaciones de la compañía en Inglaterra. Oxitec insertó dos genes dentro de un huevo de mosquito. Uno contenía información para irrumpir en el funcionamiento normal de las células del mosquito; el otro era un marcador fluorescente para hacer seguimientos a los mosquitos en el campo.

Aquí en el laboratorio, el gen letal (que produce la enfermedad) es mantenido bajo control por un antídoto que no se encuentra en la naturaleza, un líquido amarillo llamado tetraciclina (un atibiótico).

Al lado, los huevos se incuban en grandes bandejas de plástico llenas de agua tibia. A medida que se desarrollan, los insectos macho son separados de las hembras, un proceso fácil, ya que las hembras son hasta un 50 por ciento más grandes que los machos. Son las hembras maduras las que muerden (por eso el suministro de sangre de oveja) y son ellas las que propagan enfermedades. Los machos, a excepción de su deseo irritante de reproducirse constantemente, son inofensivos.

En la tercera y última habitación hay varios estantes llenos de tubos de plástico, cada uno con miles de mosquitos macho. El interior de estos contenedores se ha tapizado con papel de lija para asegurar que los insectos tengan pequeñas repisas donde reposar cuando están cansados de volar alrededor.

“Estas vasijas, ahora listas, están hechas para ser sacadas al campo y poner a los insectos en libertad”, me dice McKemey. “Estos machos saldrán a encontrar a otras hembras, tal como lo diseñó la evolución durante millones de años”.

Una vez liberados, los machos buscaran una hembra durante los pocos días antes que el antídoto se acabe y mueran. Todos los huevos que fertilicen heredarán este gen y no lograrán llegar a la fase adulta. Según Oxitec, en las pruebas de campo llevadas a cabo por su compañero local, Moscamed, al nororiente de Brasil, la población de Aedes Aegypti fue reducida en un 96% durante los últimos meses de continua liberación del OX513A.

Sin embargo, para combatir la enfermedad de manera eficaz, los machos transgénicos deben superar en número a los machos normales, para que así haya una seguridad en la transmisión del gen letal. La población de machos modificados también ha sido mejorada para que puedan ganarles a los sanos competidores locales. Mckemey admite que uno de los mayores desafíos es persuadir a la población humana local de que la mejor manera para controlar a los mosquitos es liberar millones de mosquitos más.

“Hacemos mucho trabajo de participación comunitaria”, dice, añadiendo que si bien la principal preocupación de la gente es que los mosquitos están picando, no todo el mundo entiende que son solo las hembras las que muerden. “Una de las maneras más eficaces para demostrarles esto es ir a una jaula de machos, meter la mano y decirles ‘Mira, no están mordiendo’.’”

La apuesta no podría ser más alta. Quizás es el ébola el que está acaparando todos los titulares, pero el dengue ha matado a la misma cantidad de personas en comparación. Unas 25,000 personas mueren al año, la mayoría niños. Los síntomas se parecen a los de la gripa: fiebre, vómitos, incluso sangrado en la nariz y en la boca, según dice la Organización Mundial de la Salud. 50 millones de personas alrededor del mundo son afectadas por el dengue.

Esta es la enfermedad propagada por mosquitos con el nivel de crecimiento más rápido que existe. No hay vacuna ni cura. Y Brasil es uno de los países más afectados del mundo, con más de un millón de casos al año según las estadísticas de su Ministerio de Salud.

Los seres humanos hemos demostrado ser una fuente de alimento popular para las hembras Aedes Aegypti, la especie tiende a reproducirse en los rincones de las ciudades urbanas tropicales eternamente húmedas. Hasta ahora, las autoridades brasileñas de salud pública han tratado de controlar la enfermedad con insecticidas. Pero en teoría, un mosquito genéticamente modificado ofrece una solución mucho más elegante.

De todos modos, no todos están convencidos. Las campañas medioambientales están preocupadas por el desconocido impacto en el ecosistema, y creen que las investigaciones no han sido capaces de demostrar que disminuir la cantidad de mosquitos efectivamente disminuye la incidencia de la enfermedad. Algunos incluso han cuestionado si el mosquito GM muere en el tiempo estipulado, y argumentan que Oxitec-Moscamed no tiene contempladas las consecuencias que podría traer liberar accidentalmente a las hembras genéticamente modificadas y capaces de morder.

En su oficina en un octavo piso con vista a la bahía de Guanabara, en Río de Janeiro, me encuentro con Maureen Santos. La coordinadora de justicia ambiental de la Fundación Heinrich Böll. La política me dice que Brasil no debería convertirse en un campo de pruebas para las tecnologías costosas, riesgosas y no probadas.

“¿Por qué antes de crear un mosquito transgénico no desarrollamos algún tipo de política pública en este ámbito? Tratamiento de aguas residuales, saneamiento básico”, dice Santos. “No es fácil, pero si solo se piensa en las consecuencias y no en las causas, nunca se va a resolver el problema”.

De vuelta en la fábrica de Oxitec, Parry, la directora ejecutiva de la compañía, desplaza hacia un lado las preocupaciones sobre las posibles consecuencias no deseadas de desatar el primer animal genéticamente modificado y producido en serie del mundo.

“Si se piensa en estos mosquitos”, dice, “estamos liberando machos. Ellos no muerden. Ellos no propagan enfermedades”. Después de dos o tres días”, Parry continúa, “están muertos”. “Entonces, al llevar a cabo la liberación de estos machos, Oxitec-Moscamed no está introduciendo nada que “se quede en el medio ambiente”. Parry dice que este enfoque específico de utilizar a una especie determinada para frenar un virus debilitante como la fiebre del dengue, también llamada fiebre de columna vertebral, es mucho menos tóxico para los ecosistemas que rociar insecticidas.

“Eso mataría a una gran variedad de insectos y el químico permanecería en el medio ambiente”. me dice. “Las alternativas son más agresivas y sus residuos duran mucho más”.

Ahora bien, Oxitec admite que el riesgo de liberar hembras accidentalmente es real. Pero la compañía argumenta que las posibilidades son escasas, y que aunque algunas de las hembras lograra escapar, es muy poco probable que lleguen a adultas.

Pero ¿Y qué pasa con el miedo a que estos insectos puedan transferir el gen letal a los humanos? Parry dice que eso no es factible: “Poniéndolo de manera simple, heredas genes de tus padres, no de las cosas que comes”.

Los oponentes argumentan que no se trata de genes modificados siendo transferidos a humanos, sino más bien de si las proteínas creadas por los mosquitos de Oxitec son dañinas o no para los seres humanos y animales.

“Algunas personas podrían tener una reacción alérgica”, dice Helen Wallace, directora de Genewatch en el Reino Unido, una organización de monitoreo de tecnología genética sin fines de lucro. “No sabemos, porque Oxitec no ha publicado ninguna evidencia sobre esto en sus evaluaciones de riesgos”.

Mientras tanto, Oxitec sigue esperando la aprobación final del Ministerio de Salud brasileño para vender el mosquito. Pero la apertura de la fábrica a las afueras de Sao Paulo nos sugiere una muy probable aprobación.