Un nuevo estudio mostró que las personas que usan psicodélicos —incluyendo LSD, mescalina y psilocibina—, así como opiáceos, tenían menos probabilidades de presentar problemas de abuso o dependencia que las personas que sólo usaron opiáceos.
Los hallazgos llegan en medio de una creciente preocupación en Estados Unidos por el abuso de opiáceos como la heroína y, más recientemente, medicamentos de receta; y aunque son preliminares y están basados en los reportes de la gente en lugar de en pruebas clínicas, sugieren una ruta prometedora para la investigación.
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La psilocibina y muchos otros psicodélicos están dentro de la Clasificación I de la Ley de Sustancias Controladas, lo que significa que tiene un alto potencial de abuso y ningún valor médico. A pesar de esa designación (y los obstáculos legales de trabajar con los narcóticos de la Clasificación I), los psicodélicos han experimentado un renacimiento entre los investigadores.
Uno de los autores del estudio señala que los psicodélicos se han utilizado junto con la terapia para tratar el trastorno de estrés postraumático (TEPT) y los trastornos depresivos; incluso su uso fuera de un entorno médico está asociado con la disminución de la angustia psicológica, la violencia doméstica, la psicosis y el suicidio. La psilocibina ha sido utilizada como antidepresivo, y ha tenido éxito en el tratamiento de la ansiedad y la depresión de pacientes con cáncer. También se ha utilizado para tratar adicciones. Mientras tanto, afuera del laboratorio, está la aplicación de microdosis: tomar cantidades pequeñas y regulares de psicodélicos para impulsar la creatividad y, por supuesto, la productividad.
Lo anterior sugiere que esta clase de sustancias podría tener algún valor médico. Los investigadores querían ver si los psicodélicos son útiles para combatir la epidemia de opiáceos, dado el éxito aparente en el tratamiento de adicciones. Utilizando los datos de la Encuesta Nacional sobre el Uso de Drogas y Salud recolectados de 2008 a 2013, se examinaron 44,678 usuarios de opiáceos ilícitos. Aquellos que también habían usado psicodélicos tuvieron un 27 por ciento menos riesgo de dependencia a los opiáceos en el último año y un 40 por ciento redujo el riesgo de abuso en el mismo período de tiempo. Casi todas las otras drogas mostraron lo contrario, ya que están asociadas con un mayor riesgo. (Curiosamente, sólo la mariguana presentó mejores cifras, con un 55 por ciento de reducción de riesgo).
Estos números son preliminares y se tomaron de los reportes de la gente. No demuestran que los psicodélicos previenen de alguna manera la adicción a los opiáceos. Y aunque los investigadores trataron de tomar en cuenta las variables como la edad, la educación y el sexo, sus resultados pueden ocultar algún otro factor subyacente. En este momento, los datos son sugerentes, y uno de los autores señala que dado el costo de llevar a cabo pruebas a gran escala y las complicaciones legales de trabajar con drogas de la Clasificación I, podría pasar algún tiempo antes de que sepamos qué significa realmente.
Sin embargo, en vista de lo que ya sabemos sobre los psicodélicos, hay motivos para ser optimistas. Los “hongos mágicos” pueden tener aún más magia que ofrecernos.