Música

Luca Bocci es el cristal más brillante del rock argentino

El rock argentino ha pasado décadas buscando sucesores a la época más dorada de su música. Ya ha corrido mucha agua debajo del puente desde que Tanguito y Litto Nebia dibujaron el mapa para que los mortales encontraran el tesoro, Luis Alberto Spinetta vomitó poesía en sus canciones, Charly García daba cachetadas al planeta sin pedir perdón, Gustavo Cerati paría la banda de rock en español más importante de la historia, y Fito Páez dibujaba himnos al amor y desamor. El “rock nacional” argentino fue la piedra más importante y definitiva en la pirámide que representó al rock en español por más de 40 años. Estoy seguro que en los años setenta, ochenta y noventa en Argentina se respiraba otro tipo de oxígeno, leían a poetas malditos y la comida del hogar de cada uno la calentaban con otros tipos de fuegos. No era normal tener en un mismo país a “Muchacha ojos de papel”, “Desarma y sangra”, “Peperina”, “Yo vengo a ofrecer mi corazón”, “La balsa”, “Cementerio club” y decenas de canciones más. Ni hablar de discos, solamente con tener en sus filas a Artaud —que quizás es el disco más innovador del rock en el idioma de Cortázar que ha sido editado—, ya basta y sobra.

Tratar de ser relevantes con esta herencia de monstruos al fondo debe ser cansado y significar una presión terrible. Es como haber nacido en Río de Janeiro y tener como obligación superar al Brasil de Pelé. Cada artista es un ser totalmente diferente a otro, no hay que vivir comparando o buscando en qué se parecen o no. Pero cuando surgen artistas que invocan la memoria de dicha herencia, no queda más que celebrarlo y darle el amor que se merece.

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Martes, ocho de la noche, llegué cansado a mi casa de mi trabajo. Me tomé dos cafés negros con edulcorante como si fueran agua mineral. Me senté en la mesa del living, abrí mi computadora y vi en mi bandeja de entrada un mail que tenía como título “tienes que escuchar esto”. Abrí el mail, y era el disco Ahora, debut de Luca Bocci. La primera canción en su link de Spotify era “Bahía”; así que le di play. Cuando la frase “ya va un día más que no como ¿y qué?” entró a mis oídos y caí en cuenta de la calidad de la melodía, fraseo, y textura de lo que estaba escuchando, entré en un viaje del cual aún no salgo hoy. Quedé atrapado en la mesa de mi living y no sé cuándo voy a volver a salir para seguir con mi vida normal. Mientras seguía sonando “Bahía”, vi a Spinetta cantar “Todos estos años de gente”, escuché a Fito Páez desafinar en “Tres agujas”, y sentí parte de la poesía rosarina en sus frases.

La levedad de escuchar a una flaco de Mendoza cantar que llevaba tiempo sin comer, que le valía madres y que además esas mismas frases estuviesen conectando conmigo como desde hacía tiempo ninguna música lo hacía, me conmovió y me hizo ver que estaba escuchando algo importante. Algo estaba sucediendo en el aire del living de mi hogar ese día. No quise adelantarme, pero sabía que apenas colgara mis audífonos blancos jamás iba a volver a poder caminar igual. Mis días serían distintos, ya los pasos iban a ser más largos, más livianos y menos pesados. Como si ahora en vez de caminar estuviese flotando en las aceras de las calles frías de la Ciudad de México.

Luego, cuando salté a “Perla” no pude más:

“Esta es la razón que se escapa bajo la tormenta de mi corazón.
Pero no importa, está bien.
Puedo imaginar que te alcanzo
y que no hay piedra que no pueda saltar para llegar a vos
y a tu muralla de perlas que se alzan sobre el mar separándonos del tiempo y del sol”.

https://www.youtube.com/watch?v=oKtkpuMFBSY

Todo el disco es una oda a la sensibilidad, al segundo en el que un artista está dulce y suave, lleno de miel, y que todo lo que saque de sus venas viene con destellos de escarcha mágica. Ahora es una paradoja bien cabrona, una obra que huele a lo mejor del pasado, pero fue creada en el 2017 con una computadora dañada. Y no hay nada más hermoso que eso.

Creo que el arte más puro es el que cambia tu día así esté hablando de la situación más mundana posible. Como cuando hace calor y alguien toma su pluma y escribe versos sobre esto. Luca compuso 40º, la canción más preciosa que he escuchado sobre los rayos de sol que queman nuestra espalda mientras manejamos bicicleta en la plaza, y el agua caliente nos quema la cara y deja pequeñas ronchas en la ducha. Este descendiente de italianos nacido en Mendoza logró que sintiera el calor más hermoso de mis sufridos 28 años de existencia con estas palabras:

“Cuarenta grados, adentro como treinta y ocho.
No es nada raro, es que el sol acá pega mucho.

El agua sale caliente, no puedo dormir
las frutas están podridas se secó el jardín.

Y si estamos en la cama, arde transpirar
los que se aman en verano se aman de verdad”.

Luca Bocci es el heredero indiscutible del trono en el cual se sentaban Luis, Rodolfo, Carlos, Gustavo y Litto. Ojalá que vaya llamando a un sastre para que le haga unas ropas ajustadas a su tamaño y le quede bien la capa que tendrá que lucir por mucho tiempo. Pero sin presión, querido Luca.

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